Génesis [Capítulo 1.010 *Parte 2*] - Nuestra fama.

¡Qué bárbaro es ese Tom! Debería dejar que durmiera más a menudo en la habitación de Maureen si va a despertar tan así de buenas y preocupándose por mis gastos en los viajes… ojala siempre fuera así de bondadoso y esplendido, ¡Ya ni Bill!

– ¿Qué tanto te mal viajas Mia?

Maureen me interrumpió de mis pensamientos.

– Pues mira, que mientras te fuiste al baño y los chicos salían escoltados Tom me dio su tarjeta de crédito para mis compras.

Sacudí mi manita donde tenía su tarjeta.

– ¿Tom? –incrédula como yo escupió– ¡Tom hizo eso!

– Sí. Seguro se enteró que le tuve que dejar mi tarjeta a uno de sus monos de seguridad en Mancher –me encogí de hombros.

– ¡Ahora que hizo Tom! –entró Clarissa con vasos de jugo de piña para las tres.

– ¡Dame! ¡Dame jugo! –dije– podemos ya irnos de compras, Tom patrocina el shopping –bebí del vaso con ansiedad y de pronto me di cuenta que este jugo no iba solo– ¡Wow! Clarissa, el vodka para el desayuno es… energético.

– ¡Oh Vodka! Yo quiero –dijo Maureen de pronto muy interesada por el vaso que había dejado su tía a un lado.

– Entonces dices que tienes en tu poder para todos tus gastos la tarjeta de Tom.

– Efectivamente.

Sonreí y las chicas lo hicieron conmigo. Ese Tom comenzaba a caerme mucho mejor.

Cuestión de menos de una hora y salíamos con los chicos, Andreas y Leo, amigos de los gemelos, a conocer el bello París. Desayunábamos en un restaurante muy elegante y de gran categoría, los chicos alegaban haberse puesto en contacto con la embajada la cual les había dado muy buenas referencias de a qué lugares poder visitar, incluso una lista selecta de los lugares donde se encontraban las mejores tiendas donde podíamos gastarnos todos nuestros ahorros… o los de Tom en este caso y aunque al principio se mostraron muy de acuerdo con nosotras a la mitad del día ya no sabían para que lado esconderse. Pobrecitos tuvieron que cargar las bolsas y bolsas que adquirí en diferentes tiendas.

Lo bueno es que no tuvieron que aguantar también mi indecisión ya que Tom pagaba, no había porque limitarse, lo chicos se estaban portando maravillosamente procuraban no mostrarnos su cara de frustración pero era más que evidente. Fue entonces cuando se me ocurrió una idea genial para que se relajaran y descansaran. Los tomé de la mano y le dije a Clarissa y Maureen que esperaran en la tienda, que no me tardaría.

– Chicos –sus caras decían algo así como NO POR FAVOR YA NO– tranquilos, tranquilos vengan siéntense aquí, los van a atender, en lo que nosotras seguimos con nuestro día de compras.

No tenían idea de lo que les esperaba, dejé a los chicos en manos de los expertos en lo que nosotras recorríamos las tiendas que teníamos pendientes.

– ¿Dónde dejaste a los chicos Mia? –me preguntaba Clarissa en su tono más acusador muy parecido al de Maureen.

– Los veremos más tarde no se preocupen o ¿Qué, los querían presentes mientras elegimos la lencería?

Tardamos un par de horas y nos seguían algunos empleados de las tiendas cargando las nuevas bolsas de las compras. Volvimos con los chicos antes de lo previsto y los encontramos envueltos en blanquísimas batas de toalla con una mascarilla color menta sobre la cara y sus respectivas rodajas de pepino en los ojos. Pedimos entrar y lo hicimos sin hacer ruido y fui yo la que me acerque a ellos, justo en medio de ambos, para preguntarles al oído ¿Qué tal les estaba pareciendo ese facial? Mientras las chicas se daban vuelo tomándoles fotografías para futuros chantajes.

– No sabía las propiedades tan relajantes que tienen los pepinos después de pasar el estrés de las compras. Ahora entiendo a mi madre, a Bill y a ti y su tardanza en estos menesteres de las compras –dijo Leo– la próxima vez no dudaré en acompañarla si esta va a ser la paga también.

No pudimos resistir y las tres nos partimos de la risa en una sonora carcajada, fue entonces que los chicos se incorporaron bruscamente haciendo que los pepinos salieran volando. Después de que terminaran su tratamiento y se dieran una buena ducha nos fuimos de aquel lugar.

Afortunadamente habíamos evitado perfectamente los lugares por donde se realizaban los desfiles de moda y las presentaciones de esa índole, ya sabía por mi madre que Dirce estaba desfilando en más de 15 shows en el Fashion Week in Paris justo al mismo tiempo que yo estaba aquí pero por suerte esas cosas eran tan absorbentes que seguro a penas tenía tiempo para sacar la nariz a la intemperie y no me preocupe porque nos fuéramos a encontrar en alguna esquina.

Sin darnos cuenta ya era la hora de la cena, seis y media de la tarde, que rápido pasaba el tiempo entre las compras y las amigas y de igual forma por estar dando vueltas por toda la cuidad fuimos a parar muy cerca de la estación de radio en la que estaban entrevistado a los chicos y nos percatamos porque a fuera de un edificio había miles de niñas gritando y estorbando.

No dudamos en llamarle al David Jost para que fueran por nosotros y nos dejaran pasar, el par de hombrezotes de seguridad que fueron por nosotros tuvieron que hacer bastantes malabares y que nos abrieran paso, imagino que nos ganamos un montón de insultos en francés los cuales no entendimos ni uno solo.

Me había acostumbrado a ir y venir con los chicos de la banda muy bien en Mancher pero las pocas veces que les había acompañado al extranjero era otra cosa, las fans se ponían muy histéricas a Maureen, Andreas y Clarissa no paraban de tomarles fotos y gritarles. Emma en alguna ocasión (por no decir casi todo el tiempo) me decía que los blogs de fans que visitaba donde aparecían fotos de ellos por cualquier rincón que visitaban, en la espera y mientras nosotros hacíamos arribo, antes o después de que ellos llegaran, las fans lograban tomar fotos de todo el Staff y había identificado en muchas ocasiones a Maureen y Andreas principalmente y se decía toda clase de tonterías acerca de ellos, lo mejor es que desconocían el nombre de «la chica rubia» o a quién acompañaba exactamente. En otras tantas ocasiones cuando la prensa no identificaba que estaba yo ahí presente, las fans se hacían cargo de descubrirlo y los rumores del «romance entre Bill y yo» no dejaba de rondar, por supuesto Emma sabía que eso era completamente falso y que Bill solo era mi best friend.

Cuando logramos estar en la cabina donde entrevistaban a los chicos Bill nos vio enseguida y alzó la mano para saludarnos. Un caos nuevo se armó.

– Un segundo, un segundo –dijo el locutor que entrevistaba a los chicos– a quién has saludado Bill.

– Ahmm… a una amiga –el locutor se volvió para donde nosotros estábamos acomodándonos en unas sillas que habían recién traído.

– Déjame ver –nos miró y nos quedamos inmóviles por su reacción de pronto teníamos la mirada de todos los de la radiodifusora sobre nosotros cinco– ¡Oh, no! La chica que has saludado es nada más y nada menos que Mia Giole Dumarc ¿no es así? –Bill sólo sonrío apenado– ¡Claro que es! Queridos radioescuchas, tenemos nada más y nada menos que a la famosa bailarina de Mancher aquí acompañando a los chicos de ¡Tokio Hotel! Bill, dinos es verdad todos esos rumores que circulan en revistas y programas de entretenimiento, porque, porque veo que también vienen varios chicos más con ustedes –enseguida pude ver como Moritz se tensaba en su silla– tres chicas y dos chicos más ¿Quiénes son?

– Sólo amigos –respondió muy rápido Tom.

– Así es –a completó Bill.

– Bueno, pero todo lo que se dice entre la bailarina y el cantante ¿Qué tanto es verdad?

– Ella sólo es una muy buena amiga de ya hace bastante tiempo.

– Y ha venido a acompañarlos a su primera presentación aquí en Francia.

– Claro –dijo Bill tratando de ser cordial– ella nuestros amigos nos han acompañado en esta ocasión especial.

– ¡Woah! Es una maravilla que la bailarina de Mancher, Mia Giole Dumarc esté también con nosotros el día de hoy, seguramente todos tus fans aquí en París estarán muy felices de escucharte puedes… puedes dirigir un saludo.

El locutor del cual desconocía su nombre me miraba, sabía que eso del saludo lo iba a llevar mucho más allá y seguro terminaría sentada entre ellos mientras las preguntas iban y venían. Miré a David pues pocas veces me inmiscuía en las cosas de los chicos y en Mancher generalmente se arreglaban con mi manager, pero aquí era una cosa muy distinta y fuera del programa. El locutor espero.

– Como tu gustes Mia –me dijo David hablándome al oído– solo recuerda que no podemos hacer arreglos de pagas y esas cuestiones técnicas con tu gente y será sin trato.

– Un par de preguntas, puedo soportarlas.

– ¿Segura qué no habrá problema con tus agentes?

– No lo creo –murmuré.

Me levanté de la silla y caminé un poco hasta donde estaban los chicos, Gustav fue el que se levantó de su silla para dejarme sentar.

– Entonces Mia Dumarc está aquí en Radio Paris FM. Un aplauso para una de las mejores bailarinas de ballet del continente –los aplausos de los pocos que estábamos ahí sonaron– ¿Cómo estás? –Bill acercó su micrófono a mí.

– Muy bien gracias, esperando con ansias la presentación del día de mañana con los chicos de Tokio Hotel.

– ¿Cómo te trata París?

– Increíble, la gente es maravillosa en las calles.

– ¿Cuánto llevas aquí? ¿Has viajado con los chicos de Tokio Hotel?

– Llevo aquí un par de días.

– Muy bien, entonces todas las fans de Bill Kaulitz pueden seguir estando tranquilas pues tú y el cantante de la banda son solo amigos.

– Soy una gran fan de la banda y allegada desde hace ya varios años –respondí con una mirada cómplice entre él y yo.

– Amigos desde ya hace bastante tiempo –a completó Bill.

– Eso es maravilloso, Bill Kaulitz se codea con grandes estrellas, muchísimas gracias Mia Giole Dumarc por saludar al público oyente de Radio París FM.

– Muchas gracias a ustedes por dejarme saludarlos.

Me levanté de la silla para dejar que Gustav se sentara de nuevo y la entrevista prosiguiera por cerca de veinte minutos más y fue una maravilla porque enseguida nos fuimos al hotel para cenar. Por supuesto a la entrada del hotel ya había también pancartas con mi nombre y me emocioné demasiado, incluso las fans de los chicos pedían por mí, hubiera dedicado unos minutos a dar firmas a los fans de ambos pero la verdad es que no iba muy de humor, llevaba ya bastante tiempo con un ruidito en mi estomago, prácticamente me estaba muriendo de hambre.

La cena se llevó a cabo en uno de los salones, todos estábamos reunidos tranquilamente, los chicos a estas alturas ya no debían tener ningún tipo de presión, mañana era su gran día. Horas más tarde nos arremolinábamos en mi suite a pasar el rato entre algunos tragos, jugando cartas o Xbox que tanto tenía como zombis a los chicos y Maureen.

– Oye tú, Tuya Giole Dumarc –entró a mi habitación Leo.

Que a decir verdad se había portado como un príncipe ayudándome con mis compras y cargándome las bolsas y siendo sinceras es que el amigo de Tom no estaba en lo absoluto feo, no era mi tipo por completo pero si algún día me propusiera una cita no lo dudaría y seguramente su número en mi agenda me podría servir para llevarlo como compañía a alguno de los miles de eventos a los que asisto cada noche.

– ¿Mande? –lo miré con varias bolsas de mis compras o si no es que todas– ¡Oh claro mis compras! Eso me recuerda que te tengo algo Tom.

El giró su cabeza para mirarme despectivamente como siempre lo hacía.

– Me vas a decir que ya terminaste de usar a mi amigo como tu cargador personal de compras de lujo. ¡Por Dios Miau! qué tanto compraste… –soltó asustado cuando reparó más enserio en la esquina donde estaban todas mis compras.

– Imbécil –recitó Leo.

– Como sea, aquí está tu tarjeta de crédito, gracias –dije muy feliz.

– ¿Qué haces tú con mi tarjeta de crédito?

– Me la diste en la mañana –juntando el cejo por su actitud tan hostil, me sorprendió que hiciera esa pregunta, en general a todos los que estábamos ahí.

– Puta madre no estoy tan idiota ¡Eh!

– ¡Se la diste! –alegó Clarissa–. No estás idiota, bueno eso creo… yo considero que solo estás enamorado. Además ganas dinero como para que ella también se vaya de shopping Tom.

– Tú pagaste todo eso –le dijo en burla Gustav viendo la tremenda situación y palmeó su hombro.

– ¿De cuánto es el límite de esa tarjeta Bill? –Tom volteó bruscamente, buscando a su hermano con la mirada– ¿De quince, verdad? –Bill alzó los hombros ignorando la respuesta.

– ¿Millones de euros? –incrédula recitó Clarissa. Tom se volteó a mirarla y señalarla con su dedo índice.

– Piensas que estoy jugando ¿Verdad? Los ricos no son ricos por regalar su dinero…

– Pero se la diste a Mia…

– ¡Ay carajo! –dijo llevándose las manos al rostro como si de la nada hubiera recordado la situación exacta– Por qué no me puedo fijar, qué estoy muy pendejo o qué chinga… no, no pienso volver aquí a Paris. Esto es un caos para la próxima vez me voy a Londres o a ver a donde chingados porque aquí en París es un caos.

– ¡Pues tú me dijiste para mis gastos! –alegué– y aquí está tu tarjeta –le tendí mi mano para entregársela y Tom miraba el desfile de bolsas de imponentes marcas que iban entrando cortesía de la amabilidad de Leo.

– ¿Te gastaste, mi lana, de mi tarjeta en: Victoria’s Secret? –las bolsas que ahora tenía en las manos Leo correspondían a dicha marca efectivamente.

– Pero ya me lo agradecerás más tarde… –hice una pausa maliciosa y miré a mi derecha–¿Verdad Maureen?

– ¡Wow! –exclamó Tom mirando alternadamente a Maureen y a las bolsas– me cae que sí. Me cae… sí, sí… sí… –dijo atropelladamente mirado de pies a cabeza a Maureen– Sí, sí, sí– seguía repitiendo como un tonto mientras Maureen se ponía de mil colores frente a todos y cada uno del Staff, producción, seguridad, asistentes y acompañantes que estaban reunidos escuchando la discusión– ¿No quieres algo más? –dijo de pronto muy amable y con una gran sonrisa para mí. Todos al unísono reían– ¡Carajo! Seguridad por favor, atiéndanmela ¿Con quién vienes?

– Con Bill –respondí atarantada de su nerviosismo.

– Ok, ok pásale, pásale estás en tu propia Suite. ¿Quieres Daikiri’s? Ahorita los pido ¡Eh! No hay pedo, directo de Hawái. Chingue su madre –decía Tom eufórico, mientras el resto seguía riendo, él hizo drama de sacar su teléfono sin despegar la mirada de Maureen y se volvió en redondo a mí– Oye y también no podrías irte por unos vestidos para hacer juego con esos Victoria’s Secret que trajiste y…

– Tú pide, tú pide –siguiéndole la corriente me divertía ahora que a Tom se le había olvidado el gastito nada moderado con su tarjeta– yo le compro. No te preocupes, yo le compro.

– Y, y, y… caray –Tom se frotaba la barbilla sin dejar de desnudar con la mirada a Maureen– tú, pues también cómprate algo bonito, algo… no sé…

– ¡Unos chicles! –agregaba Moritz.

– ¡Unos chicles! –aceptaba Tom– mira te doy cambio. Pero tú tráeme ese vestido –rebuscó en el bolsillo frontal de su enorme pantalón.

– ¡Pónselo! ¡Pónselo! –se escuchaban las voces de Clarissa y Natalie. Tom chifló y luego suspiró.

– Ya me vi…

– Ya nos vimos –dijo Maureen abrazada de él.

– ¡Ah! Sí. Ya nos vimos –dijo con una vocecilla soñadora.

– O, ya te vi, en todo caso –agregué.

– ¡Caray! ¡Caray! –se frotó la barbilla y se sentó con Maureen en un sillón mucho más tranquilo.

Después de no mucho tiempo más todos se fueron retirando a sus respectivas habitaciones, Tom y Maureen lo hicieron de una manera no muy discreta llevándose las bolsas de lencería.

Muy temprano por la mañana los chicos tenían una prueba de sonido en el lugar del evento, posteriormente los dejarían descansar y alrededor de las dieciséis horas estaba programada una pequeña convivencia con las fans, un descanso más y la gran hora del evento.

La mañana se nos fue completamente rápido, acompañamos a los chicos al soundcheck y todas esas parafernalias complicadas que si la voz, que si el volumen, que si no esta afinado, que no funciona. A la hora de partir nos dimos cuenta que ya había un gran tumulto postrado cerca del acceso. En ese momento solo vi la cara de pánico de los chicos y yo también sentí nervios.

Durante el almuerzo del medio día los nervios de los chicos eran imposibles, bebían Redbull y fumaban como desesperados, tanto que empezaba también a fumar a su ritmo. El único sano ahí era el pequeño Gustav.

Cuando menos nos percatamos era tiempo de volver de nuevo a la sede donde los chicos se encontrarían con los fans, mientras ellos se lucían con sus falsas sonrisas. Nosotras, las chicas, incluyendo a Natalie nos fuimos a una esquina a mirar y criticar. En el backstage a los chicos los ataviaron con un par de entrevistas para revistas. Llegó la hora de dejarlos completamente solos y nosotros nos salimos para rodear un par de accesos y ocupar nuestros lugares cerca del escenario antes de que comenzara el evento.

Era una locura lo que los chicos lograban, hacer con las fans que se desgarraban horriblemente las gargantas. A la mitad de la última canción nos retiramos con ayuda de la seguridad de los chicos a recibirlos en el backstage nuevamente. Entraron dando brincos, felices, sudorosos y apestosos.

– ¡Ven acá! –gritaron Tom y Moritz al mismo tiempo acorralando a Maureen.

– ¡No! Por favor –se quejó en vano pues ya estaba atrapada entre ambos– huelen horrible.

David se vio muy esplendido llevando copas de Champagne para que todos brindáramos por el buen espectáculo que habían logrado los chicos al pie de la Torre Eiffel.

Después de dos largas horas de espera dentro del establecimiento pudimos abordar las camionetas para poder salir y festejar como era debido, desde días antes de nuestra partida ya habíamos planeado hacer una pequeña reunión después del concierto dentro de alguna habitación…


… Γ έ ν ε σ ι ς …


Tokio Hotel había hecho su arribo al hotel cargados de personal de seguridad por detrás. La noche pintaba como muchas de las que ellos ya estaban acostumbrados. Mia había decidido que la sede para festejar sería su suite, un poco más amplia que las que los chicos disponían, ya estaba muy bien alistada gracias al personal que tuvo claras instrucciones de las bebidas, jugos, sodas, botanas y canapés.

Brindis tras brindis el ambiente se ponía mejor para cada uno de los chicos.

– ¿Qué tal tu noche con Tom? –preguntó directamente Clarissa para Maureen que con el efecto del alcohol las palabras ya no eran medidas.

– Eso aún no lo descubre por completo –guiñando un ojo y colgándosele provocativamente a Tom del cuello para después arremeterlo con un profundo beso.

– ¡Woh! ¡Woh! –exclamó Tom comiéndole el cuello a besos y sintiendo como poco a poco el éxtasis subía más claramente por su entre pierna– Miau en este viaje te has ganado otro beso.

Tom se acercó rápidamente a Mia para plantarle un beso en los labios y abrazarla efusivamente hasta que ésta se quejara.

– Me lástimas tarado –se quejaba– suéltame con un demonio.

– ¡Vamos Tom! –se escuchaba entre la música alta la voz de Andreas– tú traes a tu chica déjanos a Giole en paz hermano.

Tom soltó a Mia y con su mano posada en forma de araña sobre su cabeza la hizo girar para ponerla de frente a Leo y Andreas que desde que habían visto a ella y Clarissa entrar con los vestidos hecho un desastre y descalzas en el aeropuerto pero no por eso nada sexy’s no hacían más que pelearse por ellas, esta noche era una muy buena entre los dos para ver quien lograba una noche entretenida, una más a la lista, con alguna de las dos.

– Vamos boba Giole quién de los dos será tu victima esta noche –dijo Tom con malicia.

– Por qué no mejor lo decidimos al ritmo de la música –gritó Clarissa mientras cambiaba la pista y soltaba un alarido.

‘Pump it’ de los Black Eyed Peas hizo que rápidamente Tom ladeara a Maureen frente a él, Clarissa fuera directamente contra Leo que se veía un poco cohibido y que Bill hiciera a un lado a Andreas para tomar a Mia. A mitad de la canción Mia muy decidida invitó a su cadencioso ritmo a Andreas que solo babeaba y se derretía mirándola. Mientras Gustav y Hagen disparaban sus cámaras captando cada uno de los exóticos movimientos que estos hacían. Los gritos y aullidos de parte de los invitados del Staff se mezclaban con la música.

– ¡Ey! Moo deja esa cámara y ven acá a bailar –gritaba Maureen para su hermano que a regañadientes se colocó con ella y Tom se acercaba con Natalie.

– ¿A qué hora podemos comenzar con la fiesta? –dijo Tom al oído de Natalie.

– ¿Qué trajeron? –preguntó ella de vuelta.

– No estoy seguro, la encargada fue Clarissa.

– Yo creo que ya, es cosa de avisarle a la seguridad que esté pendiente toda la noche.

– Ok y qué hay con Jost.

– Por él ya no te preocupes su mujer ya lo tiene muy entretenido, mira –señaló Natalie discreta con la mirada para hacer valido su comentario.

Tom hizo ademán de cambiar sutilmente de pareja dejando a Natalie en brazos de Leo mientras tomaba por la cintura a Clarissa, la estancia habilitada en la suite de Mia era una apretujada pista de baile donde los cuerpos de todos los chicos rozaban provocativamente unos con otros y cambiaban de parejas constantemente. Poco a poco Tom separó a Clarissa del grupo hasta estar cerca de la puerta de la habitación de Mia.

– ¿Qué has traído para nosotros esta noche mi querida tía?

– Mi querido sobrino –dijo Clarissa con la misma burla que Tom lo hizo– he traído la dicha en movimiento obviamente cortesía de nuestro querido Rox.

Tom arqueó una ceja, felicidad mezclada con alcohol fluía por todo su cuerpo, mientras no dejaba de mirar de soslayo a la lejanía a Maureen con lujuria.

– Muy buena elección –apremió Tom– entonces tú has de ir a preparar unas nueve líneas a esa habitación –señaló la puerta detrás de ellos– y yo iré con los de seguridad para que nos impidan matarnos si algo nos sucede –Clarissa chasqueó la lengua y se introdujo sin más a la habitación de Mia.

Tom llamó a una persona de seguridad, una de las de mayor confianza, explicó sin muchos detalles lo que tenía que hacer durante toda la noche y enseguida se fue a disfrutar de las curvas de Maureen que desde la lejanía lo llamaban como un poseído.

En la habilitada pista, Mia como muchas veces ya hacía muy buena mancuerna con Bill bailando lo que fuese que sonara. En esta ocasión no era nada en especial sino una simple y llana canción electrónica.

– Vamos Bill ayúdame con ese par de idiotas que tienes por amigos, ninguno se decide.

Murmuró Mia cerca del oído de Bill, éste sólo sonrió con complicidad, sabía muy bien lo que su amiga le estaba pidiendo y no dudaría en apoyarla. La tomó por la cintura y la encajó a su cuerpo para atraer su cara y besarla, esperó a que Mia tuviera los ojos cerrados y él los abrió para ver a Andreas como un idiota. Bill le guiñó y con una de sus manos lo llamó, Leo estaba ocupado en otros asuntos, rápido Andreas acudió a su llamado para girar a Mia bruscamente y enredarse en los labios de ella, que para nada puso objeción. Con el pulgar en alto agradecía a Bill.

Tom llegaba a acaparar a su hermano recargándose en su hombro.

– Saki ya está en sobre aviso –dijo Tom.

– Ese Andreas es un lento de primera –dijo Bill haciendo caso omiso de la mención de Tom se limpiaba los labios de los restos del lipstik de Mia.

– Como si no te gustara estar besando a Mia a cada oportunidad que puedes –renegó Tom para las mañas que esos dos poseían.

– ¿Qué nos trajo tu tía? –Bill volvió al tema principal de Tom.

– Cocaína –Tom frotó sus manos.

– ¿La adquirió con Rox?

– Efectivamente –sonrió Tom– ahora, dame un segundo que esa Victoria’s Secret está que me mata.

Se frotó las manos y se fue directamente contra Maureen que aquella noche había decidido portar unos pantalones entubados de cuero en animal print en rojo y negro y una blusa blanca de tirantes bastante transparente donde lucía muy bien la lencería que la cubría.

Mia por su parte ya no poseía su chaleco cerrado y dejaba a expensas de todas las miradas de igual forma su corsetería. Clarissa salía dando un aplauso triunfante de la habitación de Mia y se fue directo contra ella.

– ¡Oh vamos nena! Este chico es mío, deja, deja ¿qué haces? –dijo tomando a Andreas por el hombro y llevándolo a un rincón mientras lo besaba.

– Ven acá pequeña bailarina, tú eres mía –bisbiseó Leo al oído de Mia y haciéndola girar a él– ven una fila nos espera.

Leo la dirigió a su habitación para inhalar dos de las líneas de cocaína ya perfectamente preparadas sobre una de las mesas de noche que tenía aquella habitación, una vez adquirida la satisfacción por parte de ambos Leo la tumbaba sobre la amplia cama que engalanaba la suite, la mullida superficie era perfecta para recrear cualquier aventura en París.

A la misma habitación entraba Maureen, Tom y Hagen uno detrás de otro. Maureen llevaba dos vasos cortos con Whiskey y suficientes hielos.

– Hey ustedes –dijo en voz alta Maureen para ambos chicos muy entretenidos sobre la cama– el barman Gustav se los manda –Maureen hacía entrega de los vasos mientras Tom inhalaba su línea correspondiente, Mia tomaba uno de los vasos que su amiga le ofrecía y Leo no dejaba de besar con locura el cuerpo de la chica bajo él. Hagen atento a la situación le daba un buen golpe a su cigarrillo sin apartar la mirada de los chicos mientras se seducían. Tom se limpiaba la nariz y se topaba con Bill en el marco de la puerta.

– De la buena, hermano –Tom palmeaba el hombro de su hermano mientras esperaba a Maureen y no despegaba la mirada de su chica mientras se empinaba a inhalar.

Rápidamente las líneas fueron desapareciendo mientras que la euforia se hacía presente en cada uno de los chicos en sus diferentes formas, la excitación, la adrenalina, el deseo, la alegría y la noche duró horas mientras el alcohol avivaba la dosis de cocaína en cada uno hasta su efecto más duradero.

Clarissa y Maureen hacían la mejor de las galas con sus acompañantes, los seducían frente a todos, besaban provocativamente y desnudaban poco a poco hasta cumplir el cometido de cada una. Mia jamás se preocupó por despegarse de su cama. El resto de los chicos se divertían fumando y bebiendo hasta morir mientras a escasos metros las parejas hacían caso omiso al pudor.


Diez horas después los chicos hacían los buenos recuentos de la estancia en Francia mientras tomaban un vuelo con dirección a Mancher.

– Tom, con un demonio, ya cállate –desde el asiento trasero Bill golpeaba a su hermano en la cabeza. Maureen reía.

– Victoria’s –recitaba Tom por millonésima vez, mirando el pecho de Maureen– Secret –miraba más debajo de su cintura– ¡Ay! –miraba sus pantalones en alusión a lo que Maureen le provocaba– Victoria’s… Secret… ¡Ay! Victoria’s… Secret… ¡Ay!

Y entre sueños Tom recordaba con gran detalle la noche que Maureen había causado estragos en él; cada que medio despertaba tartamudeaba aquello sin cesar.

Al llegar a Mancher y ser debidamente escoltados hasta el estudio donde los autos de los chicos ya estaban listos para que fueran abordados y se retiraran a sus casas vieron la imponente camioneta negra perteneciente al Señor Dumarc. Un chofer vestido con el pulcro uniforme y el escudo de la familia bordado en uno de sus costados esperaba pacientemente.

– Buenas tardes señorita Mia Goile –dijo el chofer que no parecía una persona muy mayor– su madre me ha mandado no solo por usted señorita, también por sus amigos los jóvenes famosos y sus amigas.

– ¿Yo? –respingó Maureen enseguida– y yo qué hice.

– ¿Tú? –interrumpió Tom– ¡Nosotros mejor dicho!

– ¡Ay ya! Súbanse –arto de las tonterías de Maureen y Tom, Bill les pidió que se subieran a la camioneta.

El trayecto del estudio fijo de los chicos hasta la mansión Dumarc no fue uno muy largo, los chicos venían preguntándose uno al otro qué podría querer la madre de Mia. Justo cuando subían los escalones para llegar a la puerta principal, ésta se abría, el ama de llaves de la mansión los recibía con unas sonrisas muy cálidas.

­– La sonrisa de tu ama de llaves me infunde más terror que confianza Mia –murmuró Maureen.

– No seas dramática y cállate, por Dios, Tom y tú son un par de cobardes… –decía Mia.

– ¡Tal para cual! –a completaba Moritz y recibía un golpe al pecho de parte de su hermana.

Una chica más del servicio de la familia, una más joven, se acercaba al grupo de los chicos saliendo de una de las ante salas.

– Buenas tardes Señorita Mia Giole –dijo la muchacha e hizo una reverencia– sean tan amables de acompañarme al salón, su madre la Señora Dumarc ya los está esperando.

– Gracias –dijo Mia sin prestar mucha atención a la chica.

Todos en congregación caminaron siguiendo a la chica por un largo pasillo hasta el fondo para toparse con unas altas puertas de color marfil, talladas con ornamentos florales sobresalientes que abrió de par en par, el salón, muy bien iluminado por unos ventanales de igual impresionante altura a pesar de que unas cuantas poseían cortinas, con los muebles de un estilo barroco. La señora Dumarc descansaba en uno de los sillones con su vestimenta muy formal y sus característicos guantes con una copa en lo alto. Dándoles la espalda y mirando al jardín les habló.

– Todos, por favor tomen asiento.

– ¿Ahora qué? –dijo Tom sin tomarse mucho la molestia de medir su tono de voz.

– ¿Cómo te atreves a hacer esa pregunta niño fachoso? –dijo la señora Dumarc– Mia Giole cuántas veces se te ha dicho que no hagas entrevistas a cualquier tipo de prensa sin autorización de tus agentes. Porque uno como sea, pero qué va a decir la prensa…

– Solo fueron un par de preguntas –dijo ella restándole importancia– nada que mereciera retribución…

– Ya date cuenta hija, que estos niños solo te causan mala imagen –todos los chicos se miraron y se retorcieron en sus asientos conteniendo las risas– Bill, cariño, sabes que me caes muy bien, disfruto que seas amigo de Mia Giole, cuántas atenciones no ha tenido tu madre con nosotros pero… pero –usando su tono de voz más despectivo miró a Tom– tu hermano, tú, niño mal educado haces que también las pequeñas Maureen y Clarissa se hagan tan como tú… crees que no me enteré de todo lo que hicieron en la suite de Mia Giole. Tus malas mañas de usar estupefacientes y alcohol desmedido, Tom…

– Oiga señora eso qué tiene que ver… yo… –a penas dijo Tom antes de ser cortado por Mia.

– Él mamá… te ha traído tu perfume favorito desde Francia edición limitada y de tres diferentes tamaños. No le digas esas cosas al pobre –Mia acarició las rastas de Tom. Eso era un acto que Tom ni su madre tenía la libertad de hacerlo, Mia al percatarse de que Tom brincaría en cualquier momento por su acción tuvo que hacerle un par de gestos mientras la señora Dumarc ponía firme atención al colocar su copa en una mesita cercana a ella.

– ¿Tom, tú…? Fuiste de compras, me compraste mi perfume favorito –a la señora Dumarc le brillaron los ojitos y no dejaba de observarlo incrédula.

– ¡Claro mamá! Claro que lo hizo, si Tom solo tiene la cara, en el fondo… muy en el fondo –Mia imitó uno de los tantos movimientos que por herencia había adquirido de la señora Dumarc con su brazo­– es buena persona. Mira… toma.

Mia estiró su mano para sacar dichos perfumes muy bien empaquetados de su bolso y los extendió a las manos de la señora Dumarc.

– ¡Awh qué bello! –exclamó la señora Dumarc mirando alternadamente a Mia y Tom– Sí, sí… sí… –dijo atropelladamente mirado de pies a cabeza a Tom– Sí, sí, sí– seguía repitiendo frente a todos los chicos– ¿No quieres algo Tom? –dijo de pronto muy amable y con una gran sonrisa para él. Todos al unísono reían– Servidumbre por favor, atiéndanmelo ¿Con quién vienes?

– ¿Con Bill? –respondió atarantado.

– Muy bien, muy bien siéntate Tom querido siéntate. ¿Quieres Daikiri’s? Ahorita los pido ¡Eh! No hay objeción, directo de Hawái. –decía la señora Dumarc eufórica, mientras el resto seguía riendo– Oye nene y también ¿no podrías en tu próximo viaje traerme un par de vestidos?

– Tú pide, tú pide –siguiéndole la corriente divertía ahora decía Mia– Ya sabes mami, Tom siempre estará dispuesto a regalarte algo bonito.

– Yo… ¿Yo? ¡Yo! –Tom se frotaba la barbilla sintiendo que esa situación se tornaba extraña.

– Tú, pues también cómprate algo bonito, algo… no sé… –alardeaba la señora Dumarc.

– ¡Unos chicles! –agregaba Moritz.

– ¿Unos chicles? –exclamaba Tom llevándose las manos a la cara haciendo gestos de frustración.