[*Kin Castella*]
Había estado dándole vueltas en mi cabeza al tema todo estos días, en los cuales poco me había visto con Fabiho y ahora lo tenéis de frente con toda la disponibilidad de palabra y ni una podía decid, eran una simple noticia y ya me miraba ahí, yo, frente a él muerta de nervios. Me miraba curioso pues teníamos ya varios minutos de estad parados en la puerta del penthouse. Tomaba aire y trataba de decirle las cosas sin obtenéis resultado alguno para poder comenzar…
- Kin, hermosa no me asustes, tu silencio me hace pensar que es algo muy serio o malo, ¿pasa algo con nosotros? – lo miraba directo a los ojos, unos muy tristes por los recientes acontecimientos, los míos también lo estáis y pensad que tenía que hacedlo por momentos un nudo en la garganta me ahogaba – vamos Kin dime qué pasa, ¿por qué te pones tan seria? ¡dime! – sentí que sus últimas palabras fueron con súplica y un dejo de dolor. No era muy complicado pero sabía que me necesitaba… y yo también lo quería a mi lado.
- Miraos… pasa qué no sois el mejor momento para decidlo por todo lo que está pasando pero hay circunstancias en España que me estáis implorando que regrese.
- ¡Te vas a España! – dijo como un reflejo – te vas y cuánto tiempo – su mirada decayó aún más y me sentí terriblemente mal.
- No lo sé aún – dije con la mirada baja y los ojos acuosos – Deieu se queda, aunque quería acompañadme, vuestro trabajo se lo impide, la verdad no me quiero ir, no quiero dejaros y no quiero separaos ni de mi hermana, ni de mi amiga, mucho menos de ti – en un suspiro terminé mi frase para dejar rodar las lágrimas libremente por mis mejillas. Enseguida sentí como los brazos de Fabiho me llenaban de un inmenso confort.
- Seguramente regresaras pronto ¿no? – me cuestionaba nervioso, yo, sois la mayor parte del tiempo vuestro apoyo, estáis juntos en básicamente todo, surgió una enorme complicidad desde que nos conocimos e incluso viajaba conmigo frecuentemente a España.
- Seguramente – me quedé suspendida en ese pensamiento no sabía que más decid para no haced del momento, uno mucho más difícil de lo que ya era.
- Buenas noches, casa real de la familia Dekker-Mazur, a sus órdenes – una amable y cordial voz respondió al teléfono.
- Gracias, Eleonore. ¿Cómo está todo en casa? – preguntó Sophia que llamaba a Noruega.
- Muy bien, mi señora, todo está en perfecto orden, disculpe… – dijo con voz tímida a sabiendas que la servidumbre no debía hacer esas preguntas.
- Dime Eleonore – apremió Sophia.
- Será posible que usted me dijera cómo se encuentra la joven Mariella.
- ¡Desde luego Eleonore! Tú no debes preocuparte por las reglas – reprendió suavemente ella, dado que Sophia aún no estaba acostumbrada a ciertas reglas de conducta y prefería tratar a todo el servicio como a un miembro más de la familia – Mariella, por los reportes que me han dado está estable pero grave, la mantienen en observación todo el tiempo y esperan que pronto se recupere, hoy Ela nos comentaba que tuvo un avance y esperan ocurra uno de nuevo.
- Muchas gracias mi Señora, esperemos en Dios y ocurra una bendición en mejora a la joven Mariella – imploró con la mirada elevada, aquella señora de edad avanzada que había servido por años a la familia Dekker y había visto crecer a cada miembro desde la generación del padre de Mariella, dentro de esa enorme casa, sentía pena igualable como cualquiera de la familia.
- Gracias a ti Eleonore, y dime hay alguien de mi familia en la casa.
- Sí mi Señora, todos están aquí, la Señora Olga ha restringido las salidas hasta que usted o el Señor Xavier se comunicasen aquí.
- Vaya que mi suegra sabe como imponerse ante esas chicas – río un poco – podrías comunicarme con…
- La joven Amélie – la interrumpió cortésmente – mi Señora, está a mi lado, no se ha despegado del teléfono desde que usted partió, me permito comunicarla, muchas gracias por su llamada y la confianza – se despidió con su voz noble Eleonore dejando el teléfono al mando de Amélie. Sophia sonería complacida.
- ¡Mamá! – dijo desesperada ella con su voz entrecortada, tomaba el teléfono y se alejaba del recibidor para subir veloz por las escaleras principales a refugiarse a la alcoba que pertenecía a Mariella en esa enorme casa – ¿Cómo está? ¿Qué le ha pasado? ¡Has demorado demasiado en llamar!
- Cariño, las cosas son un poco complicadas, no te voy a decir mentiras pero no me gustaría aturdirte por el teléfono, está grave, pero saldrá con bien – escuchaba los sollozos de su hija la más pequeña, que, era la mayor cómplice de Mariella en todo y sabía que era la que más sufriría con la noticia – dime ahora, qué está haciendo.
- No sé – le contestaba ella pasándose la mano por el rostro para limpiar sus lágrimas, se había quedado al pie de la cama sentada sobre sus piernas en la alfombra, apretando con su mano libre el fino edredón de la cama para no romper en llanto descontrolado – desde que la Abuela dio la orden de que no saliéramos de la casa, enfadosa se fue a su alcoba.
- Entiendo… y sé lo que estás a punto de pedir, cariño… – dejó atónita a Amélie, ella moría por salir de la casa en ese momento pero no podía y sabía la condición – pero sabes las reglas que han estipulado tu Abuela Olga y tu Tío Xavier.
- Pero Mamá… ella no quiere entender – suplicaba Amélie – en todos estos años no ha querido, no la ha perdonado…
- ¡Amélie! – reprendió fuerte Sophia e hizo sobresaltarla – eres la única que puede convencerla, todos estos años he dejado que su berrinche entre ambas crezca, ahora eso debe de terminar, debe madurar me entiendes, y no viajaras acá sino es con ella. Las tres se necesitan – Sophia rompió en llanto – las tres deben ser como antes, estoy a punto depender a una – Ela a un lado suyo tomaba con fuerza la mano de Sophia que incontrolable derramaba lágrimas y el hipar le impedía hablar.
- Amélie, soy Ela – tomó el teléfono en un gran esfuerzo para seguir con la petición de Sophia – tú las conoces a ambas y sabes perfectamente la verdad, la verdad de ambas, tal vez estos años no has puesto el suficiente énfasis para que ambas se perdonen pero una cosa si te puedo asegurar: Mariella la extraña muchísimo, la perdono hace años, la quiere y la necesita… ahora no pueden esperar a que el dolor por lo que ha pasado la haga entrar en razón, debes explicarle qué paso y traerla acá, donde la necesita ¡Y LA NECESITA YA!
- Ela – con esfuerzo decía Amélie – sabes cómo es ella, es difícil hablar de aquello con ella.
- Sabes que puedes Amélie no te des por vencida, no sin intentarlo por última vez – decía con desesperación Ela y una fuerza que la oprimía en el pecho para no caer en llanto como ambas – a las tres las conozco de toda mi vida y a las tres las quiero por igual, somos hermanas, ¿lo recuerdas pequeña? – Ela siempre vio como hermanas a las Dekker y a pesar de que Amélie sólo era unos años más joven que ella y Mariella, siempre había sido como su hermanita, la más pequeña – si es necesario, ahora mismo viajo a Noruega, no puede seguir así…
La llamada entre Alemania y Noruega terminaba. Amélie se levanta con pasos lentos, cansados y angustiados; tomaba el frío picaporte de la puerta haciéndola estremecer, por las mejillas de su rostro caían gruesas lágrimas, una tras otra, aspiraba fuertemente, mientras las ideas revueltas por su cabeza se alineaban una por una en un orden defensivo. Giró su rostro a todo su alrededor y vio cada detalle en el cual, escaso tiempo había convivido ella ahí, sus ojos acuosos reflejaban en su mente algunos momentos con ella en ese lugar, un escondite que poco usaban, porque había preferido hacer su vida fuera de los lujos de la realeza, decía que quería ser la chica normal a la cual la habían acostumbrado por años en un país sin “monarquías sin valor” como infinidad de veces le repetía en secreto para no ofender a su linaje paterno.
La decisión de alejarse había sido tomada con éxito por ambas, el odio y el rencor que inicio entre ellas, dejando a la más joven entre la espada y la pared, pero su decisión poco contaba, respaldada ésta por su Madre y la necesidad de volver a aquel país frío por las ordenes de testamento de Alun Dekker, la diferencia de obedecer aquel mandato radicaba en: que una de ellas superaba la mayoría de edad, apoyada por su Tío, por los interminables problemas suscitados entre ellas, podía quedarse en Alemania sin ningún problema, quedaría bajo su tutela. Las otras Dekker viajarían a Noruega, sin probable regreso, a comenzar una nueva vida, dejando inconclusas muchas cosas entre ellas.
Esa vida, no la deseo haber comenzado así, la más joven, alejada de su mejor amiga, cómplice, modelo a seguir en todo, apoyo incondicional: Mariella Dekker-Turner.
Cerró la puerta de golpe, ya sentía mucho dolor y la cabeza le comenzaba a punzar con tantas ideas. Una voz clara escuchó detrás de ella – Y a ti qué te sucede, ¿Qué hacías ahí? – la miraba esperando respuesta mientras aún le daba la espalda sosteniendo con fuerza el picaporte, qué podía querer Amélie en la alcoba de Mariella, se preguntaba la chica que cuestionaba – te estoy hablando Amélie – le repitió ella tomándola del hombro y girándola; se quedó impactada al verla pálida, con lágrimas imparables, pensó… y sucumbió al pánico unos segundos hasta que le respondió tajantemente: – Quiero hablar contigo…
[*Mariella Dekker*]
Desde que me acercaba a casa pude notar la ausencia de dos de los autos, normal para la hora que era, poco faltaba para la cena, no deberían tardar imaginé, aunque lo extraño era que estuviese ahí el auto de François, en fin. Entre a la casa y escuchaba pasos en el segundo nivel, la estancia, no me costó trabajo identificar quienes eran, únicamente estiré un poco el cuello y se dejó ver Kin algo desconcertada. Subí las escaleras corriendo y los miré, ambos se quedaron de golpe callados.
- ¿Qué pasa? – pregunté con una sonrisa y agitada por el esfuerzo.
- ¡François está loco! – dijo Kin.
- Bien… dime algo que no sepa ya – le contesté y lo miré con una burlona risa en el rostro, posado cómodamente en el sillón con esa postura de galán insoportable que se cargaba cuando estaba a punto de ganar algo.
- Dice que queráis o no iremos ahora mismo con Ruly y Rubí.
- ¡Oye eso es genial!, no creo que por eso sea un loco, sin embargo tiene ideas muy buenas, pensaba en hacer una cita pronto…
- ¡Él queréis pagar! – me cortó la inspiración que de pronto creció para expresarme de él.
- ¡Estás loco! – fue lo primero que cavilé.
- Chicas – se levantó del sillón con galantería, nos tomó de las manos y recitó – sólo les diré algo – ambas lo miramos esperando cualquier disparate – ¿en qué auto nos iremos?
Imposible alegar con François de algo por el estilo, el señor moda, había hablado y a pesar nuestros pisábamos en pocos minutos la clínica de belleza de ambas… de ambos… de Ruly y Rubí, para hacerlo más sencillo, al parecer nos esperaban ya, había pocas clientas y eran atendidas por el demás personal. Algo se traía entre manos François, que fuéramos atendidas personalmente por ellas y querer pagarlo, seguro era un favor grande pero ya estábamos ahí y no cambiaríamos de opinión a François, en cuanto nos vio Ruly nos saludó.
- ¡Queridas ingratas! – manoteo – si Fran no las trae ustedes no pisan aquí ni para decir hola.
- También te queremos Ruly – le dije dándole sus dos besos – yo pensaba venir pronto…
- Pero miraos que François nos ha traído a rastras – me cortó Kin.
- ¡Cariño! Si les pones un dedo en sima – Ruly acomodo una pose muy coqueta después de saludar a Kin – juro que de mis garras no te salvas Fran.
- ¡Ostias tío! Cuidado que Ruly sois de cuidado – se burló Kin – seguro no queréis terminar en las dulces manos de ella, en una de esas majo, puede que hasta te guste – Kin y Ruly reían ya, mientras François movía la cabeza de un lado a otro en negación riendo con los brazos cruzados.
- ¡Ya está listo! – salía en una sección privada Rubí a saludarnos y “obligarnos” a entrar.
2 Alas:
*OJO*
Pero que chi*gados!
Como se llama la otra dekker? dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime dime...
Y yaaa ese François me cae re bien xD
ya ya, publica mañana, si? xD
changos q pex con el drama familiar XD toritoooooooo! Amelie "diseselo" jajajajjjajja
Publicar un comentario