Capítulo XIX [ Parte 3 ] Ese día nunca llegó... nunca vendrá...






¡Esto es completamente aburrido! ¿En qué momento acepté venir aquí?... Un momento, yo no acepté ¿Y qué se supone que haré? Esta es una ciudad muy extraña, empezando por el "bello idioma", me estoy cansando del maestro y nano que traigo desde hace tres semanas. Ahora comprendo la necedad de mi madre al decirme que estudiara alemán; ¿Acaso tanto sabía de su propio futuro? Una lástima que todo fuera y terminara así, tan bien que vivíamos en Inglaterra y justo cuando tenía todo un futuro en Los Ángeles me suben a un avión y me traen hasta acá.


  • - ¿En qué pensabas cuando le abriste las piernas a ese hombre Laura Hollins? – cada que la llamaba por su nombre completo le causaba risa.
  • - ¡Y me preguntas eso ahora que tienes 16! – reclamaba con su bella sonrisa. A ella nada podía hacerla enfadar; era como un hippie envuelta en un traje de ejecutiva. Para ella siempre había soluciones, sólo dificultades y argumentaba que si éramos capaces de crear monumentales conflictos, de esos, nosotros mismos podíamos salir airosos – bueno, por lo menos tu educación no me cuesta y nos mantiene.
  • - ¡Bah! – le aviento un cojín de tantos que reposaban en la pequeña sala de estar que tenía en su habitación, adoraba el piso en el que vivíamos en Inglaterra, era justo a nuestras necesidades – no digas hilaridades, aunque es mucho mejor así – le señalé con mi dedo al aire, aún lo recuerdo, y al mismo tiempo dejaba en una mesa contigua un vaso de delicioso Clericot con fruta muy fresca que tanto le gustaba preparar – no me imagino una vida como las del resto de las mojigatas y mimadas niñas que hay en el colegio con un padre colgando del cuello. Contigo me basta.


Explotamos en risas aquella tarde, era de lo más divertido estar a su lado. Supo ser una muy buena mejor amiga, madre ni se diga; aunque estoy triste, soy feliz de que por fin ella haya podido lograr encontrar un nirvana al final de sus días. La extrañaré sin duda.


Extrañaré platicarle qué es de ellas, cómo son ahora y lo que haremos juntas…




Mariella Dekker...


  • - ¿Ves esto? – me dice Ela asomándose por encima del asiento del avión. Era una completa tortura haber tomado el vuelo a Noruega a las siete de la mañana.
  • - ¡Sí! Ela lo veo, lo vi y mucho antes que tú. Tu hombrecito debería darme las gracias y hacerme un altar en el jardín por todos los favores que le hago...
  • - ¿Quién es mi cuñada “casi oficial” favorita? – ahora es Kart quien se asoma de los asientos.
  • - ¡Oigan! No sé ustedes, pero las desveladas no son mi fuerte y ¡tengo sueño! ¡tengo hambre! ¡me duele el estomago!
  • - ¡Ya ok! entendimos Amélie nos callamos – le digo a la quejumbrosa que se dice mi hermana.
  • - ¿Ya viste esto? – dice muy bajito y estirando la mano entre los asientos. Tuve que darle un manotazo para que dejara de presumirnos ese hermoso anillo que ahora le hace la prometida del Señor Minutti.


Me puse los audífonos y Amélie amable aceptó compartir su manta y hombro para que me pusiera cómoda, en esta ocasión no era un viaje tan rápido y no tarde en rendirme al sueño…




… Si yo hubiera sabido que las cosas se iban a poner así, si todo iba a cambiar y que ellas me desconocerían, lo hubiera impedido a toda costa, la hubiera llevado a mi lado pese a todo lo que me hubiesen dicho. Tal vez las penas serían menores y menos duras. No lo puedo negar pero al menos juntos como familia hubiéramos estado.


El día de hoy es el primero a su lado, estamos solos, así me lo pidió. No hacemos nada, no decimos nada, comemos por simple y pura inercia y la gente alrededor viene y va. Es difícil explicar todo lo que siento, si a cada momento muero por abrazarla contra mi pecho pero algo más que ésta simple mesa nos impide acercarnos.


Ahora ella es dura, hostil; su mirada está llena de una determinación, fría como un hielo; esos sentimientos que muestra me recuerdan a nuestros inicios. Cuando era esquiva, fría. Me muero de ganas por decirle lo feliz que estoy de volver, que aunque no le prometo irme de nuevo, mi corazón estaña por ver como su silueta encaja a mi cuerpo, tan perfecta ella a mí…


Es el segundo día y es tan diferente a lo que imaginaba. Ella durmió alejada de mí. Sólo pude mirar con nostalgia desde el sillón como dormía y la luz de la luna atravesaba con fuerza y se estampaba sobre ella. Me pregunto por qué no está aquí mi pequeña; sólo recuerdo su perfecta sonrisa y sus pequeños ojos verdes... "diminutos como los tuyos" siempre me decía seguido de un beso en la punta de los labios. Era la discusión habitual cada que hablábamos de su parecido.


Estoy con ella y ya no soporto tanto silencio, está a punto de caer la tarde una vez más y convertirse en la oscura noche pero simplemente ¡no soporto más! La tomo de las manos en el patio principal de la casa y las lágrimas ruedan una a una por mi rostro.


  • - Perdóname – es lo único que puedo articular, me gana el esfuerzo del llanto y ella está perpleja por mi reacción – perdóname por favor, no imaginé que fuera tanto tiempo y que las cosas terminarían así, te extraño, ¡te amo!


Digo con apenas y voz, me duele su actitud de rechazo. Me aferro a su mano esperando a que no se aleje ya más de mí.


  • - ¡Volví! ¡Volví por ustedes y para ustedes! Mi vida son ustedes, las únicas en mi corazón y son mi motor – recito esperando que comprenda tanto como puedo lo que quiero decir.


Sin poder más la tomo del rostro y la acerco a mí lo más que puedo -TE AMO- digo tocando sus labios, que no sólo lo escuche, que sienta la reacción de mi cuerpo, de lo sensible de mis labios al borde de la desolación, de desesperación porque esto no se derrumbe ante mí.


Gracias a lo divino, tengo por fin una reacción de ella. Percibo furia y dolor, angustia y desesperación. Me responde y besa con tanto amor, con añoranza que de inmediato se prensa a mí; sé que no se quiere alejar de mí. El alma me vuelve al cuerpo al sentirla -TE AMO- le vuelvo a repetir sin dejar de estrecharla.




  • - ¡Por favor! – me ruega una vez más y cada que lo hace es mucho más doloroso – Duerme conmigo esta noche, no me alejes más de ti – me viene a la mente como no queriendo lastimarlo, huyo de él, más de lo rotos que estamos, la lejanía nos deshizo – Trae a la niña, volvamos a ser la familia de siempre, quiero verla... la extraño...


Su voz dolosa y ronca por aguantar el llanto me pega en lo más profundo, porque lo amo, los amo a los dos pero el tiempo pudo mucho más que mi propia voluntad. Sin saber cómo ni por qué le digo que, sí, que estaremos juntos a pesar de que las cosas no deberían ser así.


  • - Está en casa de mi hermana, estaremos esta noche los tres juntos – lo abrazo a mí y una parte de mi se niega a dejarlo ir, aunque sé que no podrá ser así...


Estoy en la puerta de la casa de mi hermana, he pedido a Georg que me espere en el auto mientras voy por la pequeña. Mi hermana me la entrega en brazos, me mira con un semblante triste y de reproche, no es para menos.


  • - No te enojes mi amor – le digo mientras la cargo de mi lado derecho – ya estoy aquí – beso sus mejillas y la estrecho. Seria, poco me responde. Le doy otro besito y su perfume natural me recuerda en todo momento al de él y nostálgica comienzo a ponerme.
  • - ¿Te irás verdad? – me dice mi hermana ayudándome a colocar la pañalera – a pesar de todo... ¿No cambiarás? – me cuestiona y me duele cada una de sus palabras. En algún momento decidí que no habría marcha atrás. Lo hecho, hecho estaba; las perdidas eran eso, perdidas y algo no había funcionado, no había tenido apoyo, lejanía y abandono fue lo que recibí a cambio... Lucho con la maleta de tamaño mediano, la pañalera del otro lado y mi niña en brazos.
  • - Vuelvo a Noruega, sin él, sólo ella y yo...


Veo por segundos la cara de sorpresa que se planta en mi hermana; giro sobre mi propio eje para ir al auto y él, está detrás de mi paralizado. Ha escuchado mi decisión de la peor manera, de la forma en la cual no quería hacérselo saber. Me mira alicaído, luego a nuestra hija y pierde la mirada en mi vientre como si ahí hubiese la barrera que tanto nos separa. Es notorio como sus fuerzas lo abandonan, se gira sobre sí y vuelve al auto; tengo que ser fuerte, no sólo por el peso que cargo y por lo que llevo. Tengo que ser fuerte para el día en el futuro en que mi pequeña crezca y me pregunte quién era él, al que vimos por última vez en Alemania, él era su padre... él al que tanto amo...

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2 Alas:

OreoEffeckt dijo...

agh, a ver tu trebolito de la suerte con tres hojas...

no entendí ni madres! XD

shaira beluga dijo...

jajajajja ni yo XD pero seguire leyendo a ver q pesco jajaja