Envuelta completamente, enredada más bien en mi sábana, por el calor de esta endemoniada temporada, justo ahora se tenía que descomponer el aire acondicionado de mi habitación justo AHORA, quizás influyó un poco la botella de coñac que se derramó cuando se la aventé a la estúpida de Karlie Kloss cuando le estaba zorreando a Drako, en una de las tantas fiestas privadas que hacía en mi habitación que a veces se podían tornar un poco salvajes, de cualquier manera ¿Por qué demonios nadie había mandado arreglar el sistema? Tenía mi almohada sobre la cabeza evitando que la luz se metiera por entre mis parpados.
Escuchaba levemente los ruidos usuales en mi casa, mamá de aquí para allá con sus habituales tacones, dando instrucciones a todo el mundo, la aspiradora, el teléfono, las voces y hasta los carros al entrar y salir. Tenía sueño, quería dormir, por eso mismo intentaba ignorar todos los ruidos del exterior y seguir durmiendo.
– Dirce pretendes levantarte algún día o sólo te vas a quedar ahí.
– Planeo morir hoy mismo… –le decía aún con la cabeza metida en la almohada.
– Pero no será en esta habitación muévete para que Edna pueda asear la habitación, que apesta a alcohol.
Sólo le contesté con un gruñido, me senté en el borde de la cama, con el pelo revuelto, me levanté demasiado rápido o la resaca era mucho más fuerte de lo que yo imaginaba.
– ¡Por el amor de Dios! ¡Dirce vístete!
– ¡Hace calor! –estaba completamente desnuda, no pretendían que me pusiera algo por más mínimo que fuese con ese calor y con la variada noche que pasé.
– ¿No te da vergüenza?
– No… ¿Por qué nadie ha arreglado el aire acondicionado de mi habitación?
– Tú lo descompusiste, págalo tú…
– Págalo con mi dinero; para eso me tienes trabajando desde que tengo memoria… –me levanté para salir de mi habitación, mi mamá me aventó una camiseta para ponérmela antes de salir.
Si algo me ponía realmente de malas era pasar una mala noche y despertar tan abruptamente sin haber tomado debidamente mi re constructor y venerado sueño de belleza que podía durar de ocho a doce horas dependiendo el cumulo de cansancio, estrés o fiestas tuviera en mi haber ¡Pero no! Mi madre no lo entendía y quería que me levantara todos los días muy temprano, pues cuál es el afán, que duerma o no duerma no le afecta a nadie más que a mí misma.
Me di un baño en la habitación de huéspedes, no soportaba en este momento el sutil aroma de esencia de manzana y canela que a mi mamá le gustaba poner, justo ahora me revolvía el estomago. Me tomé mi tiempo para recuperar mi equilibrio y la estabilidad de mi estomago. Me sequé el cabello, me maquillé, la vida de una diva como yo no deja espacio para la fodongez.
Sentía que ya había recuperado mi cara, me sentía nuevamente yo, estaba sentada en la enorme mesa lista para almorzar y me topé con la sorpresa de que papá estaba en casa y más sorpresa fue aún que tampoco había probado bocado toda la mañana.
Nos sentamos la familia feliz a desayunar, cada quien sumergido en sus asuntos, papá leyendo el diario y mamá hablando por celular con alguna de las guacamayas de sus amigas, que conocíamos mejor como el club de las «Las Golden Girl» lo curioso es que ninguna era rubia; yo pensaba en lo bien que la pase anoche en la fiesta de Anja Rubick y en lo ilusa que era en pensar que si quiera me hacía sombra, ya no digamos competencia, no se daba cuenta de que yo era Dirce Burkhardt, modelo internacional y no había nadie que se me comparara. A quién engañaba lo sabía bastante bien, por eso mismo trataba de estar cerca de mí siendo mi «amiga» para que le tocara algo de la tajada.
Mi carrera estaba en la cúspide, era la modelo mejor pagada, la más reconocida. Los medios no hablaban de nadie más que de mí. Orlando tal cual como lo prometió me convirtió en una estrella. Los medios decían que no había otro rostro como el mío. Mientras yo pudiera, así seguiría, recuerdo una tarde en el estudio cuando…
Se acercaba el aniversario de BRAVO, Orlando decidió hacer una edición especial para festejarlo «Los rostros de las teenagers más bellos» por supuesto yo sería la portada de esa edición, no había ningún rostro más bello que el mío, y no lo habría mientras yo pudiera evitarlo. Estábamos en el estudio eligiendo mis atuendos para la siguiente sesión de fotos.
– Esto sí… esto no…
Decía mientras sin la menor preocupación tiraba las prendas al piso. Verificaban la iluminación, los maquillistas y peinadores también corrían de aquí para allá, todos parecían histéricos tanta gente revoloteando a mi alrededor, hablando todo el tiempo sobre lo que tenía que hacer, me exasperaba y no les prestaba la más mínima atención sólo pensaba en lo sexy que se veía Drako recargado en la pared que quedaba frente a mí, con un misterio implícito marcado más aún, en ese juego de luz y sombra en la que ocultaba parte de su cuerpo.
Tenía mi sequito personal compuesto de “Hugo, Paco y Luis” o “Mary Ann, Mary Lú, Mary Jane” o los tres primeros nombres que se me vinieran a la mente, no tenía tiempo ni interés en aprenderme en sus nombres, además eran tan incompetentes que cambiaban muy a menudo; ya se habían acostumbrado a ello y reaccionaban ante cualquier nombre, adjetivo o sobrenombre que se me vinieran a la mente. Me perseguían a todos lados como moscas a la miel, a veces me era más fácil perder a mi seguridad que a estos tres pesgostes contratados para las sesiones de fotos. Pero esta vez lo logré, cuando los vi de lejos chocando los tres de frente tratando de localizarme, me sacaron una sonrisa por lo tontos que se veían.
Cuando todo el estudio ya enloquecía porque nadie me localizaba, es porque ya tenía a mi guapísimo novio de la mano, escondidos entre las sombras comiéndole la boca. Con sus besos volaba, pero esto era una exageración, no sentía el suelo bajo mis pies y abría los ojos para darme cuenta que Drako me tenía cargando para subir las escaleras.
Necesitábamos un poco de privacidad, estábamos en el piso del corporativo. Sin dejar de besarlo, y sin dejar que quitara sus manos de mí alrededor, lo iba dirigiendo, deslizaba mi mano sobre la puerta que tenía justo detrás de mí hasta localizar la perilla.
– Necesitamos un poco de privacidad –le susurraba al oído– sé que cuando levantó la mirada, lo primero que vio fue la placa platinada incrustada en la puerta con el nombre destellando en líneas nítidas «Orlando Rothilisberger».
– ¡Dirce no! –trató de decirlo más fuerte de lo que realmente le salió, era obvio por el poco aliento que le quedaba.
– Ya estamos dentro –tampoco es que le viera muchas ganas de detenerme.
Su camisa fue lo primero que desapareció, me tenía ya casi encima del enorme escritorio, de vidrio grueso con filos negros, dándole un toque más de elegancia a la ya muy sofisticada oficina. Mi vestido estaba a punto de desvanecerse en sus manos cuando, por cualquier nadería, volteé y vi sobre el escritorio la razón por la cual aventé a Drako lejos de mí con ambos brazos.
– ¿Qué pasa? –tenía cara de consternación y evidente frustración, mirando a todos lados buscando el por qué o quién de mi reacción.
– ¿Sabías algo de esto? –totalmente alterada con las fotos en las manos.
– Sí, son las modelos para la edición de aniversario –su cara de seducción, iba acompañada de sutiles movimientos hacia mí, quería envolverme nuevamente en sus brazos, pero nuevamente recibió el rechazo de mi parte.
– ¡Quítate! –le lanzaba mi mirada fúrica– ¿Dónde está Orlando? –la pregunta la lancé más para mí misma.
Ya rodeaba el escritorio para salir de la oficina, Drako buscaba su camisa, la localizó justo en el momento en el que entraba Orlando, cuando todos nos vimos gritamos ambos al mismo tiempo.
– ¿Qué significa esto?
Le aventé a la vez las fotografías que me tenían tan alterada. Cuando lo conocí me prometió que yo sería la única estrella en el mundo internacional del modelaje y Orlando no era de las personas que dejaba que sus palabras se las llevara el viento. Pasara lo que pasara, cumplía sus promesas para bien o para mal. Me había dicho «Mi palabra vale un contrato, hermosa Dirce» y había tenido tiempo para comprobar esas palabras.
– Me niego rotundamente a que estas dos, Jac e Irina, salgan en esta edición.
– ¡Cálmate niña que el dueño sigo siendo yo! ¿Lo recuerdas?
Eso era verdad pero hacía meses que era básicamente yo quien dirigía todo en ese lugar, ningún rostro que pudiera ser realmente sobresaliente aparecía en ninguna revista, a base de argumentos, chantajes o boicots…
– Y a todo esto ¿Qué haces aquí? –fue la frase que me sacó de mis recuerdos ubicándome nuevamente en el comedor de mi casa aún jugando con los trozos de fruta de mi plato, mamá ya no estaba ahí. Mi papá me observaba como si apenas hubiese notado mi presencia– ¿No deberías estar en clases?
– Debería, pero no me pude despertar –los rasgos de su cara se empezaban a tensar por el enojo que le estaba causando–. Creo que debería dejar la escuela –le sin un ápice de importancia al asunto, con mi cabeza ladeada por la flojera que me invadía, con el tenedor volteaba una y otra vez en mismo cubito de melón revolcado en yogurt natural.
– ¡Qué sea la primera y la última vez que no vas a la escuela por tu insolencia! Y ¡Qué son esas pendejadas de dejar la escuela! –miró su reloj y me dijo con su tono severo– toma tus cosas que aún alcanzas tus últimas clases te llevo yo mismo.
– No es ninguna pendejada, piénsalo bien, en lugar de ir a perder el tiempo en un sitio que no me gusta, ni me interesa, podría aprovechar para ir…
– En esta casa se hace lo que digo yo y mientras sigas viviendo bajo mi techo…
– Cálmate papá, soy una mujer hermosa, joven y rica, con una carrera que crece más rápido que…
– Vas a estudiar hasta el final, porque no olvides que sigo siendo tu padre, representante y apoderado legal y puedo hacer que tu célebre carrera se termine instantáneamente.
No le veía el caso de seguir estudiando si mi futuro está resuelto y asegurado. Todo el camino rumbo al C.U.M. fue de regaños y maldiciones, cada que mi papá me dirigía algún grito era con el entrecejo fruncido, la mirada pesada, las líneas alrededor de sus ojos parecían estar pintadas con plumón negro de lo mucho que se le notaban, cuando mi papá llegaba a su punto máximo de exasperación y enojo, empezaba a hablar aventando puras madres. No es que mi papá fuera la persona más diplomática, pero no me sorprendía, era parte de él.
Volteaba de vez en cuando fingiendo atención a todo aquello que me decía, pero la verdad no estaba de humor para los regaños de nadie, aún me dolía la cabeza.
Moría de verdad por salir de mi casa, por fin volar del nido, pero de todo lo que me iba recitando mi papá en algo tenía razón, aunque yo tuviera el dinero suficiente y de sobra para comprar un departamento, mantenerlo y seguir con mi vida de lujos a mi antojo, no tenía la edad suficiente, al menos legalmente para manejarla. Maldita burocracia.
– Piénsalo bien, todo lo que te dije Dirce.
– Sí papá –llegábamos al C.U.M. casi estacionaba el carro en mi salón, el enojo se le había pasado, ahora me hablaba tranquilo y dulce, en de tono de «Debes entrar en razón.»
Llegué excesivamente temprano a mi clase de Economía Internacional. Problemas Sociopolíticos de
– Mi vida, un día heredaras el imperio que tu padre y yo hemos construido debes pensar en tu futuro y lo que te conviene. Y lo que te conviene en este momento es esta materia.
Ni como ocultarse o zafarse, inventándole cualquier tontería pues conocían la materia y el plan de estudios entero, por las generaciones y generaciones de mi familia estudiando ahí.
Hoy como sucedía muy esporádicamente, la clase del profesor Xanat, no me resultó tan extremadamente tediosa y aburrida, tanto que hasta tomé mis propios apuntes y emití uno que otro comentario oportuno, lo único malo de no hacerlo a menudo es que atraje demás la atención del maestro.
Salíamos todos a tropel del salón de clases, haciendo un embudo por querer salir todos a la vez, no me iba a rebajar a restregarme con todos por intentar salir antes, claro que por salir dignamente el profesor Xanat me pidió que fuera a su escritorio.
– Dirce, tu desempeño de hoy me demostró que si le pusieras un poco de interés a la clase, serías una alumna sobresaliente…
– Todo lo que yo hago está bien hecho, es sólo que no me interesa…
– Por eso insisto, si te esforzaras, lo intentaras más sé que serías…
– Déjeme decirle una cosa profesor, note que no soy, ni llevo la vida profana de cualquiera del resto de sus alumnos, a mi corta edad, tengo una prestigiosa carrera que me es muy redituable y absorbente, además de tener que venir a la escuela y cada maestro del C.U.M. deja tareas, trabajos, libros… acaso piensan que su materia es la única que tenemos ¡Por si fuera poco tengo una vida que atender!
– Lo sé, a su edad es muy difícil pensar en un futuro a largo plazo, las fiestas y otros eventos son más glamurosos que pasar una tarde entera leyendo los apuntes, –le hacía cara de obviedad– pero es posible poder compaginarlo todo. Usted no es la única de mis alumnas que a su corta edad tiene que pasar por todo esto –le levantaba una ceja con actitud soberbia, como retándolo a que mencionara a una sola persona– ahí tiene el caso de la señorita Mia. El año pasado fue mi alumna que además de cumplir con todas sus clases del C.U.M. toma clases en A.I.M., como usted dice a su corta edad tiene una prestigiosa carrera y por lo que se lee en los periódicos, tampoco desatiende ningún evento o fiesta.
Ya tenía en el estomago echo nudos, tenía que mencionar a la «dulce y perfecta Mia» ¡Aaaah, la odiaba sin lugar a dudas! Ni con mi madre podía tener una plática sin que saliera a relucir las proezas de aquella «baletera».
– ¡No me interesa! –le grité, mi humor no estaba para aguantar a nadie, mucho menos nada que tuviera que ver con ese higadito llamado Mia Dumarc. Jalé mi bolsa, tirando de paso todos los trabajos donde había estado apoyada, salí lo más rápido posible de ahí. Necesitaba aire fresco y a Drako de manera urgente.
Necesitaba algo para relajarme perentoriamente, me sentí presionada, por todo lo que esperaban de mí, mis padres que trabajara, me desvelara, atendiendo todos los compromisos laborales y familiares que tenía en mi apretada agenda, todo sin que me queja ni siquiera un poco, es más que no amaneciera con rasgos de ojeras y una cálida sonrisa para todos, calificaciones perfectas para algún día dirigir los negocios familiares. Esperaban que me convirtiera en algo que soy.
En el C.U.M. el acoso de mis compañeros cada día era más insoportable, persiguiéndome a todos lados, para conseguir una fotografía mía haciendo cualquier cosa para venderla a cualquiera de las revistas de chismes, pelándose por los vasos de papel donde había tomado mi café, bueno hasta un pañuelo desechable era material subastable en internet, ninguno de ellos se acercaba desinteresadamente a mí, todos esperaban conseguir un beneficio.
No me quejaba ni me gustaba llorar por los rincones, pero no me vendría mal algún amigo sincero. Hasta Orlando esperaba algo de mí, era su mejor carta en más de un aspecto, mi lindo rostro le había, nos había, traído grandes ganancias pero eso no era todo, quería que aprendiera todos esos trucos mentales de mago barato, según para mi propio beneficio.
Un mundo de poder ilimitado, donde todas las personas al fin me reconocerían, me amaría por ser sólo yo y no por lo que pudieran conseguir de mí. Era cierto me había traído grandes beneficios ese de poder localizar y contralar la energía de las personas y todo lo demás que aún estaba aprendiendo. Sé que no me lo enseñaba por su infinita gracia y bondad, algo se proponía al darme todo esto, después de estos años aún no entendía qué es lo que se proponía, ni lo qué buscaba. Algún día descubriría qué era lo que se proponía, por mientras buscaría la forma para ser yo la más beneficiada con toda esa situación.
Mis «poderes» como solía llamarlos, los ponía en práctica contra ésas tres, que de paso me servía para practicar y desquitarme de una que otra que les tenía guardadas. No me gustaba admitirlo pero me sentía sola, hasta desprotegida, no es que no pudiera hacerlo yo sola, lo había durante toda mi vida, pero nadie lo reconocía.
… Γ έ ν ε σ ι ς …
– Drako, no es momento para distraerse ¡Pon atención!
– Lo siento Orlando, es Dirce me tiene preocupado, me dejó un mensaje de voz…
– Esa niña es demasiado exagerada, sus problemas no son nada comparado con lo que tenemos que resolver aquí. Ese bomboncito que tienes por novia, sólo tiene demasiada histeria acumulada en su cuerpecito, es una bomba de tiempo, se le han ido acumulando en el paso del tiempo rencores y odios, que nos hemos cargado de alimentar mi buen Drako, que están haciendo una presión interna tan fuerte que un día cuando menos nos lo esperemos estallará. Sólo debemos ser cuidadosos de saber dirigir esa furia contenida correctamente. Es una bola de nieve en una pendiente, creciendo en cada giro. Pero aún no es el momento, no está lista. No lo resistiría, llámale a esa muñequita tuya y cálmala. Sólo unos minutos y retomamos…
– Tomemos un descanso, llevamos horas o días en esto, pierdo la noción del tiempo ahí dentro. Tú eres el que me ha dicho lo peligroso que es que sature mi mente o la tuya, conoces los riesgos. –era verdad estábamos fatigados y yo moría de hambre, y si no me comunicaba urgentemente con Dirce…– Vamos Orlando tú también necesitas descanso y comida aunque no lo creas, no puedes vivir de aire. Retomamos mañana y ahora si quieres yo compro las hamburguesas –no sé si le hizo gracia o no mi comentario pero me dejó ir, estaba saliendo de la biblioteca, ya marcando el número de Dirce antes de presionar Send Orlando me dijo:
– Sin pepinillos, papás extras, la mayonesa aparte sin…
– Sin cebolla, dos sobrecitos de salsa de tomate y un pay, lo sé Orlando, lo sé –ese Orlando era más quisquilloso para la comida. Era más fácil invitarlo a tomar que a comer.
Me quedé afuera, para llamarle a mi Didi, tanto había protestado la primera vez que me lo dijo, tratando de hacer que olvidara aquel absurdo sobrenombre, tardamos más o menos un mes en acostumbrarnos a ello, ella sólo me lo decía para molestarme. Tanto nos lo dijimos uno a otro que ahora todos nos conocían como los Didis.
– Drako De Dirce, D y D, Dirce de Drako, Dede o Didí ¡Ay sí Didí suena bonito!
– No Dirce olvídalo –dije determinadamente.
– Mi Didí.
Otro día a partir de ahí sólo me decía Didí, supongo que me acostumbré y me encariñé con eso y se había vuelto, por cursi que sonara, nuestra palabra especial. Dirce no compartía nada con nadie ni siquiera las palabras, no le gustaba que nadie me llamara Didí excepto ella. Era demasiado territorial, en todos los aspectos de su vida.
Por fin había entrado la llamada, si se ponía muy digna había veces que no me contestaba por no haberle contestado.
– Tranquila mi amor, no te angusties… lo que tú quieras. Esta noche en el DragonFly a las ocho.
… Γ έ ν ε σ ι ς …
Me había adelantado al DragonFly, no quería llegar a mi casa y Orlando me tenía prohibido irrumpir en sus prácticas y misiones súper secretas con mi Didí.
Wiskey en las rocas, para empezar ligero, pero no me estaba siendo suficiente. Las horas pasaban y Drako no aparecía, seguramente llegaría tarde como siempre. Encendí un cigarrillo, para a ver si así lograba tranquilizar mis nervios. Volví a sacar mi cigarrera levantando el fondo terciopelado, haciendo un fondo falso donde guardaba mi hachís ¡No había nada! Ni una espora ¡Maldición! Este día empeoraba segundo a segundo.
Le pregunté al cantinero por Rox, un tipo de no más de 1.65, moreno claro, delgado sin tener cuerpo trabajado, de unos pelos necios y lacios, que insistía en peinarlo hacia adelante, más parecía que hacía una visera con sus propio pelo para cubrirse del sol, tieso por el excesivo spray que usaba, nadie daría tres monedas por él, podía caminar junto a ti, topártelo de frente y no lo notarías, sin embargo era el dealer más forrado de dinero de toda la zona alta de Mancher, se daba el lujo de no hablar con cualquiera, sólo personas realmente importantes, famosas o muy cercanas a él. Para su suerte yo era las tres cosas a la vez.
Lo encontré en el privado que tenía reservado cada noche, en el segundo piso, cerca del balcón para poder observar todo lo que sucedía, sentado en medio de sillón del estilo Luis XV, de tapiz rojo y bordes dorados, rodeado por lo que deberían ser hermosas mujeres, vulgares para mi gustó. A las que abandonó y dejó ahí como muñecas feas cuando me vio antes de alegar con los orangutanes que tenía como seguridad.
– Nadie ve a Rox –me dijo uno de los guarros que se cargaba.
– Yo no soy nadie, qué no sabes quién soy yo…
– ¡Princesa! –se escuchó a través de las incombinables cortinas de estilo animal print por las cuales uno no podía distinguir claramente lo que pasaba en el interior y a pesar del ruido se distinguió un sonoro aplauso que me sacó una sonrisa de soberbio placer– déjenla pasar.
– Ya ves naco… mírame, mírate y ubícate… –chaqueé los dedos y subí los tres escalones muy altiva– ¿Princesa? Me choca, lo sabes.
– ¡Hermosura! –retomando su sonrisa, dijo.
– Mucho mejor.
Todas esas urracas que tenía como acompañantes se quitaron del sillón enseguida para darme paso a mí. Fue tan solo un ligero movimiento de la mano de Rox, con el cual las despreció vil mente.
La razón de esta visita personal y tan atrevida para Rox era porque el día de hoy pretendía explorar nuevos horizontes en todo esto que la mayoría le llamaba: vida de lujos y placeres. Lo deprimente que se estaba volviendo la noche en la espera de Drako me hizo decidirme, así sin más y éste enjuto podía darme eso.
– Bomboncito, dime qué te trae hasta mis aposentos.
¿Aposentos? El muy mal gusto impregnado en todo este lugar me lograba sacar un poco de mis casillas pero seamos sinceros, era mucho más mi necesidad de lo que podía admitir.
– Vengo dispuesta a cambiar…
– ¡Cariño! Me halagas… pero siendo realistas, yo no me veo dentro de tu mundo de fama y exposición a la vida pública todo el tiempo ¿Sabes? Yo soy más tímido –no pude evitar girar los ojos por su discurso tonto– los Du… Burkhardt son mucho para mí y, mira que te soy sincero.
– Deja de recitar disparates. Vine porque necesito un cambio de alegría.
– ¡Oh, claro, ya… vaya! Eso suena más coherente de tu parte corazoncito. Bien, dime a qué tipo de horizontes te quieres expandir, porque, tener años con la hierba ha de significar que relajación es algo que ya no queremos.
– ¡Bingo! –le guiñé un ojo por la inteligencia que aparentemente poseía –. Muy sencillo. Quiero ampliar mis horizontes de hoy en adelante, ya nada que sea relajador.
– ¿Relajador, dices? Ya no. Puedo comprender el punto pero corazón –dijo como si fuera un pequeño juego que disfrutaba cada que llegábamos al punto de querer un poco más– sabes que de cierta manera estoy atado de manos y tu límite es un poco diferente.
– Sólo dejemos algo en claro…
– Sí, sí, sí. Ya sabes que los negocios son mi especialidad. Además, cualquiera que sea tu petición debo pensarla deliberadamente porque ya sabes que tengo restricciones…
– ¿Restricciones? ¿De qué mierda hablas? –de lo que sea a lo que se refería era una completa estupidez que dijera eso, qué no a eso de dedicaba, a venderse por unos cuantos billetes.
– Muñequitas como tú no deberían hablar de esa forma.
– ¡Ah, al diablo con las clases de modales! ¿De qué restricciones hablas?
– Encanto, ya lo sabes, tu, tu némesis me tiene en la palma de su mano, me compró desde que tu adquiriste tu vicio y la mayoría de ustedes fueron a parar al hospital por sobredosis –había olvidado lo fácil que era comprar a Rox– así que debo cuidar tu consumo, sabes, por tu bien –chasqueó la lengua, como si con ello fuera aún más intelectual.
– Te pagaré el doble de lo que lo hace ella.
– ¡Ja! –se burló con placer– ni tu querido Orlando me ha llegado al precio que tu…
– ¿Cuánto te paga esa idiota para que me tengas controlada?
– Eso, es un secreto de profesión encanto…
– ¡Ay vamos! No seas ridículo –no podía creer que hasta en cosas que no le incumbían estuviera metida de nariz por completo, sabía que pagaba ciertos de mis lujos mal habidos pero llegar al extremo de pagar cualquier cantidad extra para que se me tuviera vigilada en mi consumo era una burla.
– De acuerdo, haremos una excepción sólo porque no te veo nada bien. Tengo por aquí algo que nos puede funcionar bastante bien para comenzar… que te parece un poco de cocaína.
Y así fue, un poco de aquel polvillo blanco me subió los ánimos tremendamente, las cosas de pronto adquirieron una fina capa de éxtasis. ¿Qué importaba el mundo en esos momentos? Los chicos ahora se arrejuntaban en el centro de la pista de baile conmigo, bailábamos y disfrutábamos de la diversión de DJ; muchos de ellos no portaba su playera y todo gracias a mí, me encantaba ver sus torsos desnudos y las luces de los estrobos con su efecto en mis pupilas lo hacían bastante interesante.
Euforia fue la siguiente sensación que se acumuló dentro de mi cuerpo.
Todos aglomerados en la pista provocaba un calor insoportable, un chico habilidoso llevó consigo su vaso corto, seguramente un whiskey barato. Tomé descaradamente de su vaso llevándome un hielo a la boca y para sostenerlo con mis dientes. El chico en cuando se dio cuenta de aquello me tomó por la cintura y pude sentir que había cierta felicidad al nivel de su pelvis la cual se encargó de restregarla cuidadosamente, tanto que llegó a provocarme también. Me arrebató el hielo de los dientes con sus dedos y lo deslizó por mi cuello.
¡Qué delicia! Gemí.
El provocativo escote que portaba no lo desaprovechó y jugó con sus dedos y el hielo, vaya chico, sabía hacer su trabajo o… lo que sea que estuviera haciendo. No me pude resistir y dejé a un lado sus juegos de manos de villano y me lancé contra sus labios, eran carnosos y con un fuerte sabor a licor por detrás de ello un rastro de tabaco que me tentaban fuertemente. Escuché claramente muchas exclamaciones de desánimo de todos los chicos que me rodeaban pero no les presté mayor atención, pues en la mesa en la que ahora estaba medio sentada rodeando al tipo con las piernas y él con sus manos juguetonas se deshicieron de mi top y fui consciente de cómo salió volando por los aires…
… Γ έ ν ε σ ι ς …
Acostumbrado a que no pasara una noche en la que el Dragon Fly tuviera algún espectáculo de gente ya subida de tonos, peleas y cosas por el estilo no me fue extraño cuando una blusa fue a caer directamente sobre mi cabeza, lo más lógico era que hubiese caído de algún balcón pero mi shock se dividió en dos cuando el ojo que aún poseía clara visión hizo que mi cerebro se percatara de tremenda escena de lujuria en una de las mesas frente a mí y la otra que el perfume que cubría a la pequeña blusa destacara sobre el humo de cigarro y alcohol impregnado en ella. Era el de Dirce y Dirce estaba sobre esa mesa revolcándose con alguien más.
¿Dónde diablos estaba el gerente? Como si no nos conociera, que falta de cortesía.
– ¿Qué puta madre te sucede?
La tomé del brazo para separarle del tipo que le endulzaba el oído. Ella reaccionó lentamente, su mirada era un tanto perdida y a la vez extasiada, jamás la había visto de esa manera.
– ¿Estás drogada?
– ¿Qué? –contestó lentamente.
– ¡Amigo! –dijo aquel tipejo– arruinas la diversión.
Hastiado, volteé mi vista para el loft donde estaba el culpable de que Dirce estuviera así, curiosamente nuestras miradas se clavaron, Rox sonrió con satisfacción del la situación. Yo no sé la encontraba. Mi puño se crispó el regresar la mirada al tipo que seguía prensado de Dirce y en cuestión de segundos se estrelló contra su rostro. Fue así como pude liberar a Dirce de sus asquerosas manos.
Tan frágil como ya de por sí lo era más su inconveniente estado, la saqué de ahí flotando, sus pies a penas si tocaban el piso. Lo extraño era que no alegara ni se quejara. Era evidente que los efectos de la droga se estaba esfumando de su sistema y vendría pronto la resaca de.
Una vez en el auto comenzó la situación a tornarse fastidiosa.
– ¡Debiste haber llegado hace dos horas Drako!
Berreó.
– Tenía asuntos importantes que atender –contesté distraído, las calles de Mancher por la madrugada se distinguían por algunos locos que practicaran de los arrancones.
– ¿Mucho más importantes que yo? –volvió a quejarse.
– ¿Ahora qué te sucede? De cuándo acá me sales con tanto sentimentalismo.
Expresé sin meditarlo mucho mientras el auto entraba por ordenes mías a su lugar específico dentro de la casa de Orlando.
– Creo que no será muy prudente que te lleve así a tu casa o tus padres podrán molestarse ya de tus continuas y descarriadas fiestitas que te has aventado este último mes.
– Creo que ni a ti ni a mis padres les intereso ya. Todo el tiempo me están diciendo una cosa u otra, hasta lo más mínimo lo toman a mal. A buena hora se quieren ver como los padres modelos sin haberles importado que desde niña me tienen trabajando… a ver Drako ¿Qué tal que no me hubiese gustado el modelaje? ¿Qué? También me iba a poner un tutú rosa y me hubieran puesto a dar vueltas estúpidas por un escenario como la pendeja de Mia.
»Bueno, mis padres se ganan a pulso que uno los odie y luego tú con tu desinterés de un momento a otro. Ya no eres para nada lo que eras antes, eres un tirano. Dejarme abandona por horas y luego sacarme a la fuerza como si fuera un objeto que te perteneciera. A qué has llegado Drako. Se nota que el amor se te ha terminado, ni me dices nada.
Y no se lo decía porque lo que recitaba era completamente irreverente desde que bajamos del auto hasta subir a nuestra habitación. Me preguntaba ahora qué diablos le pasaba.
– Bueno Dirce, ya que estás de fresquecita no creo que haga falta que te quites más la ropa para dormir. Buenas noches.
– ¡Drako! –chilló.
Podría iniciar mí siguiente dialogo con: Y a la mañana siguiente. Pero sería a temporalmente incorrecto. Así que, al medio día siguiente que Dirce se dignó a despertar y bajar a tomar el almuerzo con nosotros. Dado que Orlando no se tomaba ningún lujo de servir cualquier tipo de alimentos dentro de las habitaciones o al menos para nosotros. Dirce debía comportarse como cualquier mundana y bajar hasta los aposentos establecidos para eso.
Orlando a la cabeza de la medianamente larga mesa que engalanaba su comedor principal miraba sin parar los tabloides. Lo dobló por la mitad en la hoja que leía y se lo aventó a Dirce en el justo momento en que se acomodaba en su silla.
– Quieres explicarme qué es esto –dijo con voz severa Orlando.
Yo de frente a Dirce y del lado derecho de Orlando, ella del lado izquierdo, pude apenas mirar el periódico antes de que ella lo levantara y lo volviera a dejan del mismo modo despectivo que Orlando se lo dio. No tenía la certeza si era un fotografía de ella sobre una barra o una mesa sin su blusa y muy quitada de la pena. Justo del lugar al cual la fui a sacar yo. Aunque no justo a tiempo.
– ¡Ja! –soltó con burla y a Orlando se le crispó el rostro del coraje– esto ¿Qué? Yo ya me voy.
Modelos reales usadas en este capítulo:
4 Alas:
Tú muy bien, amá; muy bueno el capi, bastante misteriosón :3
Pobre Dirce, lo que hacen las drogas...No, no, no...
Buen capi...
Esa cancion de Usher esta genial, Yeah!, pero asi no la encuentro, y esta versio me gusto...¿Como se llama esta version q pusiste? ¿Es la misma?...¡Preguntona!...
Besos!
S.K
@Harlu de eso mi querida, se trata, el misterio de cada capítulo que por si te diste cuenta no tiene nada que ver uno con los otros dos anteriores... ¡oh qué pasará aquí caray! xD
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@●••Scaяlëtt••● ¡Oh sí esa Dirce! ¡Esa DIrce! yo no puedo decirte más pero a lo mejor un día de estos o si le preguntas a Esme & Cassie te puedan responder lo que quieras de ella y cualquier personaje, solo a segurate bien del tiempo en el que lo quieras saber.
La versión de la canción la encuentras en YouTube directamente con este nombre:
Usher Lil Jon Ludacris - Yeah 2011 REMIX with - Produced By Steven Q-Beatz Kubi
¡Perdon! Eh sido una grosera...
Muchas gracias por el dato de la cancion. Creo que se me hara obsesion, como suele pasar con cosas que me gustan mucho y no suelto por dias enteros...
Pensare lo de preguntrles, para asi, limpiar mi imagen despues del osote que hice con ellas, al publicar fotos de los chicos...¡Que pena!...
Esque...Todavia andaba dormida...
Gracias por el nombre :D
Besos!
S.K
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