-
Ay, ay ¡Ouch! Maureen
-
¡Traes casco, coderas y rodilleras!
Se quejó Maureen porque llevaba a
Chiara en los diablitos de su bicicleta, ambas por ir tonteando mientras
pensaban en el señor Dumarc, Maureen no se fijó que la reja ya estaba tan cerca
que chocó contra ella. Chiara fue a parar directamente al suelo.
Se levantó de donde había caído,
cerca del muro donde estaba colocada la cámara de seguridad que daba acceso y
registro; en automático el mayordomo vio el rostro enrojecido de Chiara, la
reconoció inmediato ya que ambas pasaban largas horas en la mansión Dumarc de
visita y muchas de las cuales convivían con la servidumbre porque la señorita
Dumarc a veces, casi siempre, ella no estaba lista por terminar de tomar su
baño de burbujas rejuvenecedor.
El mayordomo tuvo la osadía de
decir:
-
¿Quién ser y qué querer?
En ese preciso instante, Maureen
aún no terminaba de enderezar su bicicleta, cuando ya estaba de nuevo en el
suelo retorciéndose de la risa.
-
Sí, Gordon, somos nosotras, ábrenos…
Decía Chiara con tono resignado. Las
chicas pasaron por el sendero en ascenso que les llevaba hasta la puerta de entrada,
donde las recibió Gordon que con una naturalidad y confianza se saludaron, se
abrazaron, Gordon les palmeó la cabeza suavemente y las llenó de halagos. Esto
desató la plática acostumbrada, como si fuera un tío que no veían hace años;
haciendo las preguntas de rigor la escuela, la familia, los niños famosos, la
reserva, los animalitos del bosque, el aire de las llantas de la bicicleta,
cosas comunes, lo de siempre. Poco a poco su conversación se fue desviando
hasta abarcar un amplio lapso de tiempo, lo notaron hasta que a Gordon lo
empezaban a buscar por el audífono.
-
Sí, enterado. Voy para allá.
Dijo amablemente Gordon
comunicándose con el cuerpo de seguridad y de inmediato alerto a las chicas de
todo el tiempo que llevaban ahí parados los tres y por fin dijeron a que
correspondía su visita, por supuesto les dijo que la señorita Dumarc
efectivamente se encontraba en casa, que se sintieran con la libertad de pasar
a buscarla y ya eran tan parte de la familia que podía accesar a la mansión.
-
Sí tienes razón, ya no te quitamos más el
tiempo, conocemos el camino de memoria – dijo Maureen – supongo que está en su
habitación porque siempre está ahí por fíjate que la última vez que venimos…
Y se volvieron a enfrascar en una
conversación casi hilarante.
-
Sí, sí ya escuché, estoy caminando justo hacia
allá. Bueno chicas las dejo seguir su camino.
Gordon se retiró, dejándoles paso
libre para entrar a buscar a su amiga, evidentemente al primer lugar al que se dirigieron fue a la habitación de
Mia, con la sorpresa que reinaba una quietud imperiosa, ellas se extrañaron,
mientras subían cuidadosamente cada uno de los escalones de mármol
perfectamente pulidos y trataban de desviar la mirada de la imponente pintura
que yacía colocada firmemente sobre la pared frontal del descanso de las
escaleras que se abrían para dar paso a dos brazos más de conjuntos de
escalones que daban accesos a las secciones sur y este de la mansión; la
pintura consistía en un gran marco de tamaño natural donde estaban la matriarca
de la dinastía Dumarc, sentada con la espalda perfectamente erguida, los
hombros rectos, sus brazos posados sobre su regazo con la mano derecha sobre la
izquierda, vestía un elegante vestido de brocado de color oro, el peinado
clásico de su mejor época que debía estar tan rígidamente sujetados que rasgaba
un poco la naturalidad de sus ojos haciendo que su mirada se viera aún más
penetrante y furiosa de lo que realmente era, el pintor había logrado capturar
toda la fuerza, energía y poder que emanaba, tan vívidamente como si estuviera
ahí, como si su mirada pudiera atravesarte, la estética de la pintura podía
aligerarse cuando veías el pie de la pintura donde estaban sentadas en el piso
en una sencilla posición de mariposa las dos pequeñas y hermosas niñas rubias
con sus románticos vestidos color crema y listones rosas. Las nietas de aquella
mujer: Mia Giole y Dirce.
Una vez que superaban la
cohibición y pudor que les provocaba la pintura, el camino a la habitación de
Mia era más sencillo y ligero.
-
El día que me mude a esta casa voy a quitar esa
fea pintura o por lo menos le voy a poner lentes a esa señora – dijo decididamente
Maureen.
-
Primero derrumbó esta casa antes de que tú te
mudes – Una tercera voz se coló, la contestación provenía de Dirce que bajaba
las escaleras y había escuchado el comentario de Maureen.
-
Sí, sí, como quieras ¿Dónde está tu her… - su
frase fue interrumpida por un codazo en las costillas por parte de Chiara – ¡Hermosa!
¡Hermosa Mia! – dijo ya sin aliento.
-
Búscala – respondió retadoramente, marcando más
su desafiante comentario con una altiva ceja levantada.
Sin voltear a verlas un segundo
más Dirce bajó las escaleras, Maureen no pudo evitar soltar una letanía
impropia acerca del empacho de llamarlas por lo que eran, Chiara omitía todo
aquello dejándola blasfemar a gusto, así de cualquier manera Chiara se sentía
bien sabiendo que alguien más podía expresar los pensamientos llanos y herejes
que su formación espiritual le impedía. Las chicas pronto llegaron a su destino:
la habitación de Mia, al no ver a nadie ahí, sin tocar ni pudor alguno entraron
al baño de la habitación donde no estaban las habituales burbujas ni Mia
Dumarc.
Ambas se miraron expectantes
tratando de adivinar dónde en toda aquella mansión podría estar Mia, salieron
del cuarto, caminaban por el pasillo de regreso, Chiara muy decidida iba hacia
las escaleras nuevamente cuando Maureen y sus impulsos desmedidos la jalaron
del brazo, con una cara muy seria la vio a los ojos y le dijo:
-
Y ¿Si pasamos por un refrigerio primero?
-
Maureen – bufó Chiara – Cómo… ¡Cómo se te ocurre
semejante idea! ¡En una casa como está! Estamos en mansión ajena, no puedes
tomarte esas confiancitas, no es propio de una señorita educada, tienes que
mostrar tus modales… los… los pocos que tengas Maureen – señaló
inquisidoramente con su dedo la cara de Maureen, mientras que ella sólo hacia
un gesto refunfuñante mientras movía la cabeza negativamente – No puedes estar
queriendo darte la gran vida en una casa que no es tuya, no es propio, pareces
estás mendigando; tus amigos esos mentados gemelos parece que si de por sí eres
fácil tomando confianza han hecho que creas que puedes deambular por las
mansiones ajenas a diestra y siniestra…
-
¡Ay, ya, ya! Lo que digas, pero te apuesto que tú
también te mueres de sed y quítate ya ese casquito que traes que te ves
ridícula.
Ante aquello Chiara ya no tuvo
con que volver a retar a Maureen y su quedó pasmada ante su última declaración,
Maureen la volvió a jalar para meterse por una puerta mimetizada en la pared
que daba acceso a los pasillos internos que utilizaba la servidumbre para
desplazamientos más rápidos e invisibles entre los muros de la casa. Chiara
estaba completamente sorprendida, nunca había visto algo así, pero más le
sorprendía era lo bien que Maureen conocía la casa.
Pronto llegaron a la cocina,
donde saludaron a todos ahí, la cocinera les preparo un sándwich a cada una, un
vaso de jugo de naranja con fresa y antes de irse les dio en un vasito con
fruta en almíbar bien picadita con un espiral de crema batida y así salieron
nuevamente al recibidor para emprender su búsqueda por las burbujas que las
llevaría hasta Mia.
Caminaban ellas con desenfado
comiendo plácidamente su frutita picada, cuando vieron pasar a Doña Viveka, por
supuesto Maureen no midió sus reacciones, ya entrados en confianza corrió con
los brazos extendidos gritando efusivamente “¡Viveka!”; Chiara de inmediato pensó:
“¡Qué atrevimiento!”. Ella consideraba que no era correcto hablarle así la mamá
de una de sus amigas, en su propia casa y en su cara, lo correcto era llamarle
Señora antes que nada y después por su apellido dado el renombre y peso de la
familia “Señora de Dumarc” sonaría adecuado o “Señora Buckhardt de Dumarc” una
cosa imperiosa del estilo…
-
Espera por partes como diría Jack el descuartizador
y mi mamá ¿Hoy no era día Námaste? Y debíamos vestir de blanco, mírame blanco,
vine de blanco Viveka – Maureen se señalaba sus ropas.
-
¡Queridita! – eso para Chiara sonó como si la
Señora de Dumarc estuviera hablando con alguna de sus amistades más que con la
amiga de su hija – antes que todo sabes que no hay que caer en la rutina,
fastidia y lo principal te salen arrugas – con la punta de su dedo índice y tan
ligera como una pluma fue el toque que le propinó en la cien a Chiara, que se
quedó estática – …por lo que he implementado los miércoles de ¡Yogalates!
-
Y eso… that’s mean… en Mancheresco… ¿Qué?
-
Es una nueva corriente sana-espiritual que
encontré en mi viaje de fin de semana a California una fusión de energías entre
yoga y pilates, mente y cuerpo sano – mientras Maureen picaba concentradamente
su frutita Viveka se alebrestó – mira, te muestro…
Viveka de Dumarc tenía a las dos niñas,
como ella aún las consideraba a pesar de que llevaban más de dos años en el
caso de Maureen y casi cinco de conocer a Chiara, en pleno recibidor
practicando posiciones básicas de los famosos Yogalates y lo mejor era que las
chicas practicaban sus pocas habilidades en el arte sin soltar respectivamente
su vaso de frutita picada.
-
Bien, flexiona más… gira… conéctate con tu Yo
del más acá… siente la energía fluir por tu campo de energía…
Y cosas similares fue lo que
Viveka de Dumarc pronunció a lo largo de quince minutos.
-
Muy bien nenas, yo veo ya que tienen madera para
empezar en esto de inmediato, deberán agendar los miércoles a las 16 horas sus
clases de Yogalates, además sé que el profesor… un cubano musculoso que es el
experto en la materia ahora es residente con nosotros en la sección de todos
personal de servicio…
“Cubano musculoso” rebotó en las miradas
de ambas chicas cuando se voltearon a ver y Viveka de Dumarc no miraba por
hacer alarde de sus expresiones manuales características y en ellas se atoraba
una risa.
-
Muy bien, nenas hermosas yo me retiro, debo
pasar al sauna a desintoxicar el alma – Viveka de Dumarc giró sobre su eje y
dio un paso elegante – sigan pasándola bien. Besito, Chao.
-
¡No, no, no! Viveka espera – la detuvo Maureen –
así, nada más de pura casualidad ¿No sabrás dónde está Mia?
-
¡Ay esa Mia Giole! ¡Esa adorable Mia Giole! –
enunció con tanto amor pero a la vez con un tono desesperado - ¡Yo no sé qué
tiene en la cabeza! ¿No les avisó que ahora toma clases de tenis por las
tardes? Que, la verdad dudo que lo haga por placer, lo que es seguro es, que lo
esté haciendo sólo porque el entrenador le ha de gustar, ¡Cómo si no conociera
a mi Mia Giole! Pero déjame te la localizo en este mismo instante.
Viveka de Dumarc enseguida tomó
su móvil y liberó la llamada para Mia; donde se ubicaba ella el ama de llaves
escuchó sonar el teléfono y rápidamente lo alzó.
-
Niña Mia, me permite molestar sus actividades –
aquella mujer inclinó la cabeza en reverencia – su teléfono móvil está sonando.
-
¡Gracias Amanda! – Mia observó el display y
contestó - ¡Halo! Dime mami.
-
¡Mia Giole! ¡Mia Giole!
-
Mami, mami
-
Nena, tus amigas están aquí, qué clase de
anfitriona eres cariño, por qué citas a tus amigas en horarios en los cuales
estás coqueteando… digo ocupada.
-
¡Ah! ¡Qué! No, yo no fui. ¿Quién vino?
-
Está la pequeña Chiara y Maureen.
-
¡Oh ya veo! Bien diles que vengan a la cancha de
tenis mami.
-
De acuerdo – con un ligero toque de su dedo con
la pantalla de su móvil Viveka terminó la llamada y miró de nuevo a las chicas
– Ella está en la cancha de tenis, encantos me despido o ese sauna será más
aburrido que un cementerio sin mí, besito, ¡Chao!
-
¡No, no, no! Viveka – volvió a rezongar Maureen
– y ¿Dónde está la cancha de tenis?
-
Pasillo de la derecha, das vuelta en la
biblioteca, en la estancia y bajas las escaleras para pasar el despacho de mi
Esposo y abres las puertas de cristal y bajas a la terraza que da vista al mar,
cruzas la piscina por el lado este y cruzas el umbral de arcos para que no
tengas que cruzar por las regaderas y lockers.
Y sin más se dio media vuelta,
habiendo dado tres pasos bruscamente se giró hacia las chicas que seguían
procesando alguna de las tantas vueltas que debían dar y fueron embestidas con
otro comentario.
-
¡Ah! Linda, quítate ese casquito ridículo.
Las chicas siguieron las
instrucciones al pie de la letra hasta el pasillo a la derecha, eso era
sencillo, sólo había un pasillo a la derecha.
-
¿Dijo que me metiera nadando a la biblioteca o
que me bañara en el despacho de su Esposo? – comenzó Maureen a recitar
incoherencias – o ¿que bajará las puertas de cristal y subiera los umbrales en
arco? ¿Chiara…? ¿Chiara… me estás haciendo caso?
-
Sí… no, no dijo que nadáramos Maureen.
-
¡Ay que bueno! Porque vengo vestida de blanco y
haría muchos improperios ¡no, no, no! Tengo que guardar tu recato y pudor en
algún lugar.
-
¡Cállate y camina!
Chiara refunfuñó y comenzó a
liderear el camino, habríamos que ser sinceros, Maureen no tenía buena memoria
y Chiara iba muy concentrada en no perderse en aquel inmenso lugar y una vez
que lograron llegar hasta las puertas de cristal que daban a la tan mencionada
terraza con vista al mar, la brisa cálida les indicó que estaban en el lugar
correcto. Ahí de pie debían bajar unos escalones de granito y hasta donde les
alcanzaba la vista lo único que veían era la inmensa piscina que seguramente
colindaba con el mar y Chiara aún no terminaba de sacar su malestar y la bomba
explotó.
-
¡Cómo es posible! – se indignó Chiara mientras
que Maureen la miraba con cara de asombro y desconcierto pues entre ver a
Chiara desbordar furia y que en alguna parte de la piscina se levantó un gran
chorro de agua tan alto que Maureen sintió que en cualquier momento las mojaría–
Cómo es posible que en tu propia casa tengas que llamarle a tu hija por
teléfono móvil, qué clase de familia vive aquí.
Maureen exhaló profundo, dejó
caer los brazos, cerró los ojos con pasividad y entonó:
-
A ver Chiara Borst Kuznetsor, no has visto la
dimensión que tiene esta mansión ¡En Google maps!
Maureen vio la expresión pasmada
de Chiara, cualquiera lo haría por aquella súbita sorpresa de la piscina, no le
tomó mayor importancia y siguió caminando escaleras abajo, aunque en realidad
no lo logró a penas y pudo dar un sólo paso y cayó en cuenta, tanto, que ella
también tuvo que sorber su propia saliva. Maureen tomó delicadamente la
servilleta que acompañaba su vaso de frutita y la pasó por las comisuras de su
boca terminando con una sincera expresión: ¡Ay!
El motivo de tal alarde de
hormonas femeninas juveniles fue: El señor y amo de la casa, Don Cort Dumarc
terminaba de hacer su rutina de ejercicios al aire libre ¡sin playera! Su torso
desnudo perfectamente trabajado estaba ligeramente cubierto por una capa de
sudor, brillaba seximente a los rayos del sol dejando a cualquiera con la boca
abierta por aquella aparente (y probablemente cierto) suave piel broncínea,
pero no bastaba con aquel derroche de magnanimidad que el buen señor Dumarc osó
por portar aquella tarde las bermudas negras al ras del infinito cardiaco que
cualquier chica de 17 años podría soportar y los bóxers sobresalían tanto como
los latidos de cada una.
Y por si eso no fuera poco,
acarició suavemente su rubia cabellera a ras de su cabeza como si quisiera
entrelazar sus dedos en su corto cabello dejando a las dos chicas sin aliento,
siendo sólo capaces de observarlo anonadadas, que quedaron muy quietas en el
mismo lugar donde estaban con la boca abierta, sin que ellas lo notarán.
Cort Dumarc se acercó animosamente
a ellas para saludarlas y colocó a cada una a un costado suyo, rodeándolas con
sus fuertes y trabajados brazos mientras les recitaba un cálido:
-
Hola chicas qué las trae por aquí – mientras las
apretaba suavemente contra él – seguramente están aquí por Mia.
-
Sí toda suya ¡No! Sí… no… quiero decir no ¿Qué?
– trató de hilar una frase coherente Maureen pero sus hormonas no la dejaban.
-
Vamos las acompañó, la vi que iba a la cancha de
tenis.
Y así abrazadas las escoltó hasta
la cancha de tenis, era una suerte que aún las tuviera abrazadas y bien
sujetas, porque las piernas de Chiara y Maureen se había convertido en gelatina
literalmente, aún tenía que pasar una pequeña sección de escalones que Chiara
había olvidado por completo y por ir mirando a su dios griego personal casi se
cae al tropezarse con sus propios pies, esto les trajó que Cort las sujetara a
ambas con más fuerza. De algún modo
Maureen agradeció en vez de maldecir su acción.
-
Chicas fue un
placer, esta es su casa, cuando
quieran son bienvenidas. Deberían venir más seguido – se despidió el Señor
Dumarc, soltándolas abruptamente, tanto que ellas sintieron que el piso
desapareció bajo sus pies.
-
Los miércoles a la misma hora – recitó Chiara en
un tono de ensueño.
El Señor Dumarc que ya se había
alejado unos pasos, se giró sobre si mismo dedicándoles una de sus sonrisas más
encantadoras al tiempo que un destello de rayo de sol se reflejaba en la
marfileña sonrisa, dejándolas deslumbradas. Tanto que dentro del espacio vital
que ambas compartían comenzó a llover ligeramente e incluso era una llovizna
cálida. Maureen salió del trance amoroso que le despertaba el Señor Dumarc con
un desconcierto de sentir y asegurar que el agua sólo en la parte donde ellas
se encontraban. El mágico momento para Chiara lo destrozó una pelota que volaba
muy cerca de ahí con toda la intención de despertarla de su sueño, la excepción
a la regla la dio Mia seguía teniendo muy mala puntería, por lo que la pelota
aterrizó de lleno en el omoplato derecho de su papá.
-
¡Mia! – soltó con un gruñido, pesadez y dolor.
-
¡Sorry, sorry papi! No era para ti…
-
¿Cuánto dices que llevas en estás clases?
-
…treinta y cinco minutos y contando… - miró el
reloj que llevaba en su muñeca que tanto hacia juego con su outfit.
-
Definitivamente tienes que seguir practicando
nena – se giró y llevó su mano izquierda a dónde había recibido el golpe – o
dejarlo definitivamente - musitó en un tono muy
bajo, que sólo las chicas que aún estaban cerca de él alcanzaron a
escuchar.
Al parecer Cort Dumarc no era el
único que sufría las consecuencias del entrenamiento de Mia, ella se acomodaba
para practicar nuevamente su saque y la mueca de miedo del profesor fue
inconfundible ¿Cuántas veces habría sido victima ya de los golpes mal logrados
que servía Mia? Antes de pegarle a la pelota se distrajo viendo hacia donde
estaban sus amigas.
-
¡Hey chicas! ¿Quieren unirse a la práctica?
El maestro, que ya las había
visto desde que bajan las escaleras a trompicones del abrazo del Señor Dumarc,
temió por su integridad física. Pensó que si una era capaz de hacer atrocidades
con una raqueta y una pelota, qué sería de que esas tres chiquillas si tuvieran
una raqueta cada una. Tanto que las imaginó como unas cavernicolitas dándose de
golpes las unas contra las otras.
-
¡No! – fue un gritó involuntario del entrenador
- ¿Por qué no damos terminada por hoy la práctica? Ve con tus amigas,
continuaremos el viernes. ¡Anda!
Mia Giole se encogió de hombros
“De acuerdo” recitó y se fue corriendo con sus amigas.
-
¿Desde cuándo juegas tenis? – preguntaba Chiara,
incrédula de ver a su amiga practicando.
-
Desde hoy – dijo muy firme.
-
¿Por qué? – inquirió Chiara.
-
Ya viste la ropa que hay que usar ¡Me encanta! Y
¡Ya viste a mi entrenador!
Empezaba Amanda a recoger las
cosas de la práctica de su niña Mia, para dejar todo en orden, mientras las
chicas caminaban hacia las regaderas, para enjuagarse el esfuerzo de jugar
tenis, elegantemente se metió al pequeño cuarto de ducha, el vapor ya empezaba
a llenarlo todo impregnado de su característico olor a fresa.
Allí no había servidumbre con
quien las chicas pudieran platicar, entretenerse para hacer la espera menos
larga, Maureen sentada en una de las barras para colocar cosas bajó los pies
meciéndolos de adelante hacia atrás una y otra vez, Chiara estaba sentada en
una posición de mariposa moviendo la cabeza de un lado a otro en una de las
bancas, mientras Maureen mejor colgó la cabeza para contar los 144 focos que ya
tenía perfectamente contados, pero que igual empezó otra vez.
-
¿Qué vamos a hacer hoy? – les preguntó Mia desde
la ducha.
-
¡Ah sí! – reaccionó Maureen – me dijo mi
hermano, bueno no, en realidad me dijo Bill que le dijo Tom que estaban
nominados para los premios “Viva” en chorrocientas mil categorías y tienen que
dar un súper discurso de felicidad porque ganaron o algo así y no quieren estar
solos en el backstage, la premiación y mucho menos el afterparty y me dijo Bill
que te dijera que estás cordialmente invitada.
-
¡Qué emoción! ¡Claro que quiero ir! – se escuchó
a Mia chapotear en el agua de felicidad – ¿Cuándo es la premiación? Claro, para
organizar mi agenda.
-
Hoy por la noche – aclaro con simpleza Maureen
mientras que Chiara ahogaba una risa.
-
¡Quéeeeee! No puede ser ¿A qué hora?
-
Tenemos que estar ahí a las seis o creo que
Hagen me dijo que pasaba por nosotras, no lo recuerdo… es confuso en este
momento ahora que lo cuestionas.
-
¡Ay por Dios! ¡Ay por Dios! No nos va a dar
tiempo ¿Se van a ir vestidas así?
-
Estás loca faltan como seis horas, yo aún voy a
pasar a mi casa a darme un baño y cambiarme.
-
Las locas son ustedes – Mia salía completamente
empapada sólo envuelta en una toalla que sujetaba con las manos al frente -
¡Vamos, vamos! – las llevaba a empujones a cada una a una de las regaderas
respectivamente, abría las llaves para dejar salir el agua caliente.
-
¿Qué haces? – le preguntaba Chiara.
-
Se darán un baño y nos arreglaremos aquí en mi
casa, no hay tiempo que perder…
-
No, Mia yo tengo que regresar a Yoroslav, le
dije a mi mamá que volvería pronto.
-
Le llamaremos después, además un baño no ha
matado a nadie y ahorraremos mucho tiempo si se bañan aquí que si vuelven hasta
su casa.
Mientras, Maureen ya se quitaba
los tenis y buscaba con la mirada una de las toallas de baño para envolverse
con ella abriendo y cerrando las puertas que estaban detrás de la barra donde
se había sentado.
-
Maureen ¿Qué haces? – exclamó con locura Chiara.
-
Me pongo la bata, no querrás que ande desnuda
antes de meterme a bañar; con eso de que eres re bien impudica ¡Qué tal que me
ves y te enamoras de mí! – alzó su rostro con seguridad y llena de petulancia.
-
¡Maureen! – gritó Chiara.
-
¡Chiara! – le gritó Maureen.
-
¡Las dos! a las regaderas – terminó gritando
Mia.
Pese a los alegatos de Chiara las
tres se estaban duchando. Mia salió antes que las chicas y se apresuró a tomar
su celular para llamar a Edward mientras que las chicas terminaban. Ambos
llevaban varios días muy buenos, contentos y enamorados sin ninguna pelea de
por medio, era de esos momentos en los que la hacían querer pasar cada momento
con él, así que ni dudó en invitarlo al evento de los chicos, pero de ante mano
Edward sabía que en un evento de ese tipo Mia podría estar con todos menos con
él, sus amigos no lo toleraban y para que ir a un lugar donde terminaría solo así
mismo colocó en la balanza que no podía echar a perder la buena racha con su
novia y después de todo aceptó, esto puso eufórica a Mia.
Las chicas salieron envueltas en
las batas de baño y toallas enrolladas en la cabeza y se echaron a correr por
toda la mansión, hasta llegar a la habitación de Mia; por más discreción que
intentaran tener, toda la servidumbre no podía evitar voltear a ver a esas tres
niñas en bata de baño corriendo por la casa y reir; al llegar a la habitación
casi chocan de frente con Viveka de Dumarc.
-
¡Nena,
nena! Fíjate casi chocas contra mí ¡Una princesa no corre! Camina con
elegancia – recitó con toda paciencia Vivieka de Dumarc.
-
¡Mamá los premios Viva son hoy!
-
¡No puede ser, los premios! ¿Qué vas a usar? –
las tres chicas fueron empujadas por Vivieka a la habitación de Mia
directamente hasta el armario – ¿Estás nominada, cariño? ¿De qué son los
premios, encanto?
-
No mamá, son premios de música de Bill y los
chicos de la banda están nominados.
-
Y ¿Así se van a ir? – respingó Viveka de Dumarc.
-
Ese el problema mamá, no tenemos nada que
ponernos – justo en ese momento Viveka abría el clóset mientras su boca formaba
una “o” de preocupación.
-
Igual no pasa nada si nos vamos en bata,
podríamos imponer moda o algo del estilo – dijo Maureen mientras hacia nuditos
los amarres de la bata.
-
No entremos en pánico – ignoró Vivieka de Dumarc
la osadía de Maureeen y comenzó a divagar en sus recuerdos – ¿Qué tal ese
vestido Channel que te dio tu abuela para tu cumpleaños? No lo has estrenado y para Maureen y Chiara
encontraremos algo también – terminó con desdén.
Maureen y Chiara se veían una y otra
vez sin saber qué decir o cómo detenerlas, veían como salían volando vestidos y
prendas que Mia o Viveka aventaban, de vez en cuando alguna de ellas se acercaba para sobreponerles alguna prenda,
hacer que se midieran otra, hacían combinaciones, les pedían que giraran para que
les modelara como les amoldaban las prendas.
Viveka era la más feliz de
las cuatro, parecía que estaba vistiendo
a tres muñecas, les colgaba bolsos y alguna pashmina, collares, pendientes,
pulseras, después pasó a los abrigos y chalinas para que se cubrieran un poco
el frio, por fin había encontrado el atuendo perfecto para cada una, Maureen y
Chiara quedaron tranquilas, aquel ir y
venir de las Dumarc jugando con ellas se
había terminado.
-
Mami pero ¿Con qué zapatos? – se le ocurrió
rematar a Mia.
Y el desfile empezó de nuevo.
Después de casi una hora de estar
metidas en el armario eligieron los vestidos que usaría cada una para Maureen
un lindo y fresco vestido azul de flores de cuello halter con una cinta en la
cintura, le quedaba bien sólo sufría por lo corto que le quedaba pues ya de por
sí era corto para Mia pero Maureen era más alta que su amiga y el vestido la
hacia ver tremendamente sexy e infantil. Chiara portaba un sobrio vestido negro
con tirantes gruesos de transparencias, con algunos holanes de la misma tela,
este vestido era el más grande que tenia Giole sin embargo Viveka y Mia
tuvieron que ejercer un poco de presión sobre el ziper y le cerró con duras
penas cuando le exigieron no respirar al subir el cierre. Mia se engalanó en un
vestido tipo corsé con estampado ondulado y tres pliegues a la cintura en un tono perla que resaltó su
cabellera dorada.
Una vez seleccionados los
atuendos se dejaron sobre la cama para que la servidumbre si hiciera cargo de
lavarlos y tenerlos perfectamente pulcros al momento que las chicas terminaran
su sesión en el apartado especial que tenía la mansión Dumarc para consentir a
las mujeres de esa familia, un mini spa con sauna, masajes y faciales al que Viveka de Dumarc las llevó
directamente.
Chiara iba aterrada por todo
aquello, ya de por sí sentía que abusaba de la confianza de esa familia al ir deambulando
por los pasillos secretos, comiendo la comida y ahora esto, trató de hacer
cálculos y deliberó: ¿Le cobrarían todos aquellos servicios? ¿Cuánto cobrarían?
Dudaba bastante que los precios se asemejaran a los que pagaba en Yoroslav y
aquel vestido seguro era de una de esas marcas carísimas que sólo veía en las
revistas y aún faltaba: ¡la tintorería! para cuando lo tuviera que devolver.
Empezaron en el sauna, después un
masaje en la espalda y al final un riquísimo facial, mientras les arreglaban
las uñas a las tres tanto de pies como de manos, mientras las atendían, le
entró una llamada a Maureen, era su hermano que ya estaba histérico esperándola
en la casa; se hacía tarde y tenían que estar en los premios a las seis.
-
¿Dónde estás? – todos escucharon el grito de
Hagen por el teléfono mientras con exageración Maureen lo alejaba de su rostro.
-
En Beverly Hills 90210.
-
¿Qué?
-
Bueno en el Beverly Hills de Mancher, si lo
quieres mejor plantado en ubicación.
-
¡Maureen! – gritó Hagen, tanto que sus
compañeros de banda también lo miraron extrañado.
-
Estoy en casa de Mia.
-
Moo, nos tenemos que arreglar, van a pasar por
nosotros en una hora. Tú tenías que haber estado aquí para cuando llegara
Clarissa.
-
¡Clarissa! – se incorporó abruptamente del cómodo
reposet recordando tal responsabilidad – ¿Sigue viva?
-
Sí Moo y no gracias a ti.
La conversación telefónica fue
relativamente corta y sólo para dar indicaciones de cómo sería la manera en que
las tres chicas se reunirían con la banda, la cual no fue muy del agrado de
Viveka de Dumarc y de inmediato hizo llamar al servicio para que estuviera
lista una de las limusinas de la familia mientras los estilistas personales peinaban
y maquillaban.
La última batalla por terminar
dentro de la mansión se suscitó segundos antes de abordar la limusina, teníamos
a una asustada Chiara sosteniéndose con fuerza a uno de los hombros de Maureen
y de Mia.
-
Dios mío – dijo agitada – en donde aprendiste a
domar estas cosas Mia.
-
Camina Chiara, no te va a pasar nada – renegó
Maureen al sentir casi lívidamente encajándose las uñas de su amiga en su
pálida piel – me van a salir moretones, van a demandar a mi padres y me
mandaran a vivir lo que queda de mis 17 años al Orfanato…
-
¡Maureen cállate! – manoteó Mia en la cara de la
quejosa chica, se detuvo en seco y se colocó de frente a Chiara tomándola de
ambas manos. Exhaló – bien, antes que nada respira y deja de temblar. Tomaremos
un curso intensivo de tacones de aquí a la entrada de la limusina…
-
¡Bah! En diez pasos no lo logrará…
-
¡Que te calles Maureen! – exigió de nuevo Mia,
mientras que Chiara contenía exitosamente el temblor de sus piernas – de
acuerdo – dijo para sí misma – un paso a la vez y en línea recta, sin doblar
las rodillas; prefiero mil veces que camines con las piernas como robot a que
parezca que hallas perdido un caballo. Apoyas el tacón y posas la fuerza en el
metatarso.
Diez pasos bastaron para que
Chiara lograra no perfectamente caminar hasta la limusina pero sí llegar con
vida a ella.
Una camioneta negra llegó a un
entronque justo al mismo tiempo en que la limusina se detenía dejando a los
cuatro chicos con la quijada dislocada.
-
¡No es justo! – se quejó un incrédulo Tom –
David, David nosotros estamos viajando en una Van apretujados mientras que
ellas… ¡Ellas! Que son las invitadas coladas van en una limusina…
-
¡Sí, no es justo! – alegó a su vez Bill. Jost,
el joven manager de igual manera no concebía esa rara idea.
-
A ver tú inútil – zarandeó Tom a su compañero –
Hagen dile a tu hermana que se baje de ahí.
-
No le voy a decir eso – se bufó el chico de la
desesperación de Tom.
-
Bueno… entonces tú, Bill, dile a tu amiga la
bailarina que nos deje subir a su limusina…
Tom rogó y tanta fue su
desesperación que a Bill no le quedó más que liberar la llamada telefónica para
que el intercambio se realizara, poco a poco los cuatro chicos y su manager
fueron descendiendo de la camioneta para subir a la limusina Dumarc…
-
Gracias Mia – recitó Bill siendo el penúltimo en
subir y saludándola con un agradable beso en la mejilla.
-
A ver – se escuchó la voz de Tom aún afuera del
automóvil, petulante y arrogante – quítate de ahí, mueve tu tutú para otro lado
que la estrella va a subir…
-
¡Viktor, acelera! – gritó Mia ante la majadería
de Tom.
La entrada triunfal como Tom
creyó que se la merecía y tal vez en parte sí pero colgándose de la atinada
presencia de Mia. Los flashes de las cámaras se dispararon uno tras otro
captando al grupo del momento y más nominado de la noche, eso tan sólo fue una
pequeñísima parte del tiempo a invertir en aquella noche, el Staff encargado
separó a la banda de sus invitadas que siguieron dentro de la limusina hasta un
estacionamiento que de igual manera daba acceso a la sección de camerinos por
la cual la banda entró minutos después. Las chicas deambulaban por el amplio
pasillo y más que deambular Mia intentaba seguir con sus clases de tacones con
Chiara.
Los chicos fueron llegando uno a
uno con la sorpresa de verlas de pie lucir los bellos vestidos, estaba de más recalcar
que Tom se había quedado petrificado al ver a Maureen muy lejana a la pose
desenfadada que siempre portaba y más sin en cambio se movía con delicadeza y
precaución, sus ya de por sí largas piernas estaban casi al descubierto…
-
¡Qué bonita mi her…, qué bonita la Moo! – dijo
Hagen al verla – seguro ese disfraz no fue elección tuya.
-
¡Ja! No, fue la mamá de Mia ¿Está lindo no?
-
¿Lindo? – interrumpió Clarissa – Lindo es ver
como se le está cayendo la baba al tarado de Tom.
Y Tom se volvió el centro de atención
por su peculiar forma de mirar a Maureen.
Entre la multitud de gente que se
hallaba en aquel lugar era muy fácil aburrirse personas desconocidas iban y
venían por los pasillos. Hagen comenzó de deambular y claro está siempre con
una persona de seguridad detrás de él. A pocos meses de la salida del sencillo
de la banda, la libertad de lo chicos se había vuelto mermada y aunque el
backstage de los premios Viva era un lugar seguro, no estaba de más. La
caminata de Hagen lo llevó hasta casi la puerta de acceso sin él saberlo, ahí
se topó con una grata sorpresa del otro lado del enrejado.
Era Edward Rotmensen.
El chico del otro lado estaba
completamente enfrascado con la pantalla de su teléfono celular que no se
percató hasta que el personal de seguridad hizo su advertencia en voz alta.
-
Georg, vámonos. Esta no es un área para que
deambules.
-
¿Georg? – alzo la vista Rotmensen al escuchar la
mención.
-
Sí y me preguntaba que haces aquí…
-
¡Ah bueno! Verás, Giole me invitó a tu evento
pero mi celular al parecer ya no tiene crédito.
-
Georg, vámonos – volvió a repetir el hombre de
seguridad.
-
Ellos vienen con nosotros – respondió Hagen –
¿Hay manera de conseguir accesos? – el hombre exhaló con fastidio y le tendió
un gafete. Quedaba sobre entendido que si era personal de seguridad vendría muy
bien equipado. Hagen se lo tendió y en automático el personal de la fornida
reja de cilindros le abrió las puertas.
-
¡Hey! Georg, bueno… sólo que hay aquí una
cuestión – Hagen lo miró preocupado – no vengo solo…
Los chicos regresaron al camerino
donde los habían asignado y en teoría de ahí no debían moverse hasta que se les
hiciera el primer llamado para la primera prueba de sonido o ya sea que se les
llamara o los entrevistadores tuvieran acceso a los camerinos para hacerles
entrevistas. Desde luego Hagen se ganó una reprimenda de parte de su manager en
cuanto lo vio llegar todo despreocupado por el pasillo.
-
Ya, Jost, no pasó nada. Sólo fui a dar una
caminata por ahí, además mi amigo tenía problemas con el acceso, estaba ahí
afuera abandonado por culpa de Mia.
-
¿Que yo qué? – dijo Mia que miraba muy atenta a
como se movía la nada frente a ella.
-
Que según tú invitaste a mi amigo de la escuela
de música y su novia…
Todos los chicos salieron poco a
poco de su limbo personal para voltear y mirar con duda a Hagen y quiénes eran
las dos personas detrás de él mientras que Mia ya había enfocado la mirada en
Edward, con su cuerpo inclinado lista para salir y correr a sus brazos y hasta
reclamarle por su tardanza. Al mismo tiempo el cuerpo de la segunda persona se
hizo completamente visible a los ojos de todos.
Era Dorothy Kösen.
Como reacción en cadena, desata
por la más afectada, Mia, que su corazón y cerebro se desconectaron del resto
de su cuerpo para asimilar sensaciones completamente diferentes; su mente no
concebía que aquella chica de cabello negro estuviera de frente a ella aunque
con el rostro tímido su actitud no lo parecía tanto; su corazón se hizo un
pedazo de hielo que en cualquier momento y al menor toque se rompería en mil pedazos
difíciles de volver a colocar en su lugar.
La cadena prosiguió hasta
alcanzar a Bill, Maureen y Tom consecutivamente y así como si fuera una de las
tan ensayadas coreografías que Mia solía llevar a cabo, los tres chicos se
irguieron con el mismo y exacto movimiento de pies, brazos y gestos para
colocarse frente a Mia que no hacía nada, ni parpadear, moverse, mucho menos
respirar.
-
¿Cómo que su novia? – dijeron con suma sincronía
los tres chicos ahora a la defensiva mientras que Tom miraba a la supuesta
novia con desdén, Bill miraba con recelo a Edward y Maureen con incredulidad a
su propio hermano por las palabras que había soltado.
-
¿No…? Yo creí… pensé que… yo, los vi y… ay, ¡Yo
no sé! – alegó con las manos en alto por el meollo en el que se hallaba sin él
saberlo.
-
¿Cómo que su novia? – gritó Tom para Dorothy que
no hacía más que esbozar una macabra sonrisa. Seguido de Bill que habló para
Edward.
-
Pero ¡Cómo te atreves a pararte aquí con ella!
¿qué no piensas?
-
Y tú – finalizó Maureen para su hermano – a estas
alturas todavía dudas quién se supone que es novio de quién. No eres más
estúpido porque no puedes – su última frase aunque seguía mirando a su hermano,
claramente no era para él.
Mia postrada en la silla en la
misma posición de salida no era capaz de asimilar todo lo que pasaba a su
alrededor y parecía que todo lo que sus amigos recitaban por separado era todo
un solo dialogo que ella hubiese querido gritarle en la cara para derrumbar
aquella sonrisa que Dorothy no dejaba de enmarcar con satisfacción.
Sin percatarse los tres chicos
que desempañaban buen papel de guardianes, Mia se levantó de su silla con el
sigilo de una pantera a punto de atacar.
-
Cómo que ella es tu novia…
Dejando a un lado sus miedos, con
toda seguridad logró decir Mia.
-
¡Ay vamos! Harás un drama por esto…
-
A ella no le hables así – salió a su defensa Tom
a voz de grito mientras que todos estaban a la expectativa de lo que sí o no
era verdad.
-
Aún no lo desmientes Edward – enunció Mia
esperando que las palabras certeras de Edward comenzaran a salir y todos ahí
pudieran entrar en razón de lo que en verdad acontecía.
-
Tú no te metas – dijo Edward haciendo por
completo caso omiso a Mia. Tom por su parte estuvo a punto de avanzar un paso
más hacía él, pero la súbita y oportuna mano de Gustav detrás de él lo detuvo
por el hombro y Bill le lanzaba una mirada de advertencia; no era el lugar, ni
el momento. Tom lo comprendió.
-
¿Edward…? – volvió a repetir Mia con la
esperanza colgando de lo más alto de un edificio de 100 pisos.
-
¡Qué! – pronunció Edward dos octavas más altas y
bruscas de lo que en realidad el quiso. Pero lo hecho, hecho estaba. Mia se
sobresaltó conteniendo la respiración a sabiendas que de él no iba a recibir
nada más y sentía el vértigo de caer en picada contra la dura realidad.
-
Si no te ha quedado claro con mi hermano, que te
quede claro por mí – enunció con fuerza Bill, que a pesar de que era bastantes
centímetros más bajo que Edward no por eso menos seguro que él – mientras que
Mia esté con nosotros siempre tendrá quiera o no quien la defienda y no nos
vamos a inmutar en decirte que tu novia
tiene la cualidad de moral distraída tanto para andar pasándose por tal en un
lugar que no le corresponde.
Bill prosiguió a señalar con el
dedo índice a Dorothy, lo cual a Edward le colmó la poca paciencia que tenía
con respecto a ese par de chiquillos.
-
Vaya – enunció lentamente Edward – ya que no
puedo hablar claramente contigo Giole y en vez de eso me lanzas a este par –
dejó de mirar a Bill y cambió su mirada con la de Giole – y además yo tengo que ser el que de explicaciones ante tu grupito
de niños de modo que si ustedes no soportan a mi acompañante no tengo nada que
hacer aquí.
Edward tomó por la cintura a
Dorothy que en una mueca triunfante miró el semblante derrotado de Mia, él la giró
ofendido por el desplante de aquellos niños y que Mia no saliera a la defensa
de ambos como compañeros de academia que son. Preocupado Rotmensen miró el
rostro de Dorothy que ahora hipócritamente mostraba un semblante de dolor y más
que ofensa.
Bill, Maureen y Tom se sentían
abatidos ante semejante golpe de indignación de ese par. No tenían el valor de
mirar hacia tras para cruzar mirada con la de Mia…
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