En la mente de ambos cruzo el
pensamiento “No puede ser”, de todos los lugares donde uno puede ir a comer en
todo Mancher, de todas las personas con las que te puedes topar por casualidad,
tenían que coincidir el guitarrista de Tokio Hotel con la primera bailarina de
A.I.M.
Mia puso los ojos en blanco
cuando lo vio y Tom en respuesta soltó un bufido más que sonoro. Ella estaba de
salida, él apenas estaba entrando.
-
¡De todos los restaurantes en Mancher tenías que
venir a este!
-
Cómo ha
bajado el nivel de este lugar ¿A poco ya vende aire sabor a wiskas?
-
¡Eres exasperante!
-
Y tú hiperodiosa – le arremedaba los manoteos
que daba Mia.
La hostess que estaba cerca de
donde ocurría la escena mira con atención a ese par que no dejaba de pelearse,
se encontraba atónita, no podía creer la suerte de tener a Tom Kaulitz el
guitarrista de Tokio Hotel justo frente a sus narices, su primer impulso fue
correr a sus brazos a pedirle un autógrafo, pero luego recordó el anuncio de
una revista que invitaba a todos los lectores de enviar cualquier información
sobre los famosos, la recompensa era un incentivo económico. Mandó un texto
mientras esos dos seguían peleando.
-
¿Qué vas a hacer? – le preguntaba Tom, ya
bajando un poco la hostilidad.
-
¡Irme! – Giole le señalaba la salida –
Obviamente, ya que estás aquí.
-
¡Ay por favor! Cómo si alguna vez te hubiera
preocupado mi bienestar.
-
Crédulo, ya quisieras que me fuera por ti, tu
sola presencia me agrede visualmente.
-
Miau,
miau, – le decía mientras le rodeaba los hombros con su brazo derecho – no necesito verte para agredirte,
también puedo hacerlo a distancia, además no finjas Maureen me dijo que no tenías nada que hacer
hasta las seis de la tarde –con toda la confianza que nunca demostraba Tom la
rodeó el hombro con su brazo derecho y caminaban al interior del restaurante, a
la zona de la terraza, que justamente Mia había abandonado momentos antes– así
que vamos te invitó un trago, pero sólo uno no vayas a abusar de mi nobleza,
como si no te conociera, te dan la mano y tú te tomas todo lo demás.
-
¡Cállate! Como si tú fueras él más sensato,
buena persona o por lo menos agradable…
-
¡Lo soy! Y además él más guapo –le guiñó el ojo.
-
¡Ay no! Creo que te estás confundiendo con tu
gemelo, él sí es guapo.
Su usual conversación/pelea continuó
por varios minutos más hasta que llegaron por fin sus tragos, uno tras otro, el
mesero no dejaba que sus vasos se vaciaran por completo cuando ya les llevaba
la siguiente ronda, todo con tal de poder estar cerca de Mia Giole, la gran
bailarina de Mancher que evidentemente había reconocido, además le coqueteaba
descaradamente.
-
…eres un poco hombre, mala persona, que siempre
me está molestando…
-
Tú una anoréxica, mimada y caprichosa
insoportable.
-
¡Salud! –los interrumpió el mesero, con los
siguientes tragos.
-
¡Salud!
Los chicos olvidaron sus insultos
para brindar con el mesero, al que le invitaron un trago mientras le cantaban a
coro
-
Fondo, fondo, fondo.
Sin duda eran la mesa más animada
de la terraza, que no estaba muy llena de cualquier manera, y poco a poco los
tragos les iban haciendo efecto. Un rato después ya estaba cantando usando los
saleros de micrófonos, haciéndole la competencia al solista que estaba en el
escenario con su guitarra.
-
¡Gracias guapo! –le guiñaba el ojo y sonreía
ampliamente al mesero que llevaba una ronda más a la mesa.
-
Tal vez no debería coquetearme enfrente de su
novio –le respondió el mesero, al tiempo que señalaba con la vista a Tom.
-
¡Éste! ¿Mi novio? ¡Ja! ni en sus mejores sueños.
-
Te mueres por ser mi novia –le replicó Tom a la
defensiva.
-
Ni siquiera me caes bien… bueno sí, la verdad es
que sí –Mia Giole jaló del saco al mesero para acercar su boca hasta su oído–
pero eso no se lo digas a nadie –le susurró.
-
¡Salud! –Tom levantaba su vaso– porque sí nos caemos
bien.
-
Y si sí nos caemos bien –reaccionó de pronto
Mia– ¿Por qué siempre nos la pasamos peleando?
-
Porque eres una boba.
-
¡Babas!
-
¡Tontis!
Mia le sacó la lengua. Las risas
se desataron.
-
Eres bien curiosita –le dijo Tom.
-
¿Eso es bueno? –interrogó la bailarina, dando un
trago a su bebida.
-
Sí, digamos que sí –aceptó él.
-
Tú eres bastante chistosito –Mia aseguró.
-
¿Lo tomó como un halago?
-
Sí, digamos que sí –le devolvió sus palabras
entre risas –chocaron sus vasos en el aire, para brindar por eso.
-
¿Escuchaste? –interrogaba Mia al guitarrista de
Tokio Hotel.
-
No ¿Qué? Lo mal que toca ese amigo la guitarra,
estoy a punto de quitársela y enseñarle un truco o dos…
-
¡No! Bueno, sí toca realmente mal, pero en tu
estado dudo que puedas si quiera levantarte –ambos se reían como un par de
bobos– pero no era eso, los vasos hacen clin,
clin, clin.
Volvieron a chocar sus bebidas
para escuchar el tintineo del cristal al chocar contra los hielos, “clin, clin, clin” un chiste local del
pequeño grupo de amigos de sus momentos etílicos espontáneos donde bebían sin
tener hielos o vasos de vidrio, ellos mismos recreaban ese sonido, para ellos,
melodioso sonido.
Estaban de lo más divertido, se
dieron cuenta que ya no podía levantarse sin tambalearse, aún eran responsables
de sí mismos, pero caminar, era otra historia.
Mia puso a bailar al mesero, al
grito de “¡Mesero! ¡Mesero!” dos segundos más tarde su mesero estaba a su lado
para complacerla
-
¡Mesero! ¡Baile… conmigo!
Ella se levantó con dificultades
y traspiés, se pusieron a bailar pero el pobre mesero no sabía qué hacer cuando
Giole sacaba sus excéntricos pasos de ballet, más bien debía estar al pendiente
de ella para que no se cayera o pegara con las mesas del alrededor, no conforme
con eso Mia sacó a Tom de su silla para que los acompañara en su danza.
Y entonces el pobre mesero no
tenía que cuidar sólo a uno sino a dos borrachos tratando de hacer pasos de
ballet, tan emocionada estaba Mia Dumarc que empezó a dar shenés, claro que
alcanzó a dar dos antes de estamparse contra Tom.
-
¡Wow! Cómo se mueve el piso – comentó ella,
entre los dos ayudándose uno al otro volvieron a la mesa.
El mesero cayo en la cuenta de
que era buen momento para retirar la botella, pero Tom lo sujetó de la mano y
le dijo:
-
Viejo mejor deja… dej-ja essto aquí, no… no…sotros
la cuidaremos ¿Verdad Gato?
-
Pero pershhhhha –le contestó con el dedo índice
bien levantado y arrastrando la voz. El mesero sin más se alejó de la mesa,
claro, teniendo cierta reserva de que siguieran medianamente bien.
-
De verdad Mia, eres… eres –Tom miró su vaso con
suma atención, divagando por un momento en qué tan cerca estaba el líquido del
fondo– …talento-sa –eructó– bonita, inteli-gente –en este punto ésta, era una
verdadera confesión, algo que jamás se dirían estando sobrios y evidente que no
estábamos en tal caso– realmente me agra-dassss,
te tengo cari-nio –le decía Tom sin dejar de llenar ambos vasos.
-
Tom, yo también te quiero, te… te qui-e-do por ser divertido, esssspon-taneo,
protedtor, shi de verdaaaaad que tú y yo podríamos –y Mia encontró fascinante
el sonido de la “i” en la palabra que la alargó más de lo debido– llegar a se-r
amigos sólo –aclaró su voz de modo teatral– no me agradasssss cuando haces
sufrir a mi amiguita con tussssss ton-terías y ella llora por ti –sorbió de su
nariz y las lágrimas estaban a punto de derramarse– Es una tonta… ¡Insegura…! ¡Miedosa…!
–cada adjetivo iba también acompañado de una octava más en su voz– que te ama
con locura pe-ro no ssssse atreve a decírtelo, no sabeeeeeee cómo hacerlo y le
aterraaaaa la idea de amar a alguieeeeen y ser abando-nada, la ausencia de su
padre la dejo mássssss herida de lo que ella mis… ma esté dispuesta a aceptar,
pero créeme Bill… no, no, no –Mia miró fijamente a Tom cayendo en la cuenta de que por costumbre
nunca pronunciaba su nombre sino el de Bill– tú eres Tom, shí… eh… y… ¡ahhhh! ¡ah, ya, ya! eres la persoooona a la que máááááás
ama en el mundo, yo, yoooo sé –Mia se picoteó el pecho y se balanceó hacia
delante para topar con el borde de la mesa– que daría la vida por ti… por ti…
no, no, por ti… ¡Tom no te muevaaaaaaas! –alegó Mia ya que frente a ella veía
más de un Tom y éste simplemente había bajado la mirada pesarosa a su vaso
analizando esas palabras– Toooom, lo haría sin du-darlo, debes –aspiró
nuevamente por su nariz tratando de alejar la melancolía que le implicaba decir
todo aquello como si estuviera viendo por enésima vez Serendipity– debessss ent-tender
que necesita sentirse seguraaaaaa pero cabrón –de casi un sorbo se tomó más de
media bebida de su vaso– te enredas con
cualquier pinche zorra que se mete a tu camerino ¡Así cómo quieres! –las
últimas palabras salieron con tanta fluidez que quién las pagó fue el vaso que azotó
en la mesa.
-
Todo eso no es cierto, Mia escúchame – la tomó
de los hombros para ponerla frente a él –
es la reputación que me han creado, los problemas y chismes que me meto
por pendejo pero – le sujeto el rostro para obligarla a mirarse a los ojos, sus
narices se rozaban – yo no me he metido
con nadie, ella es todo para mí LA AMO.
-
No es a mí a quien debes decírselo – lo empujó
torpemente lejos de ella.
Tom dio un trago, tratando de
poner en orden sus ideas, toda la información que Mia le había dado. Maureen
realmente lo amaba, aunque nunca tuvo verdaderas dudas al respecto, sabía que
ella lo quería pero cuál era la raíz de tantos problemas, de su insistencia en
alejarse de él, ahora lo sabía era el miedo al abandono, sus pensamientos
fueron interrumpidos por Giole, que no dejaba de ver su vaso crédula.
-
Y a mí por qué no me serviste, mala persona.
-
Sí te serví.
-
No, mira – volteo el vaso de cabeza para
demostrarle que nada salía de él.
-
Ya te lo tomaste.
-
No.
-
Sí.
-
No.
-
Sí, no seas necia.
-
No. Entonces dame más.
-
¡ash!
No sé cómo Bill te soporta – le decía mientras le volvía a llenar la bebida.
-
Porque él sí es una buena persona.
-
Él te quiere…
-
Ya lo sé, es mi mejor amigo en todo el mundo –
con los brazos hacía un enorme círculo, para enfatizar su idea.
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