Mila: ¡Espera! No vas a querer toparte con la realidad... |
«En
casa tenía toda la libertad de estar como yo quisiera, y aunque digo que es
mía, no lo es. Desde hace algunos ayeres vivo en casa de Hagen, mejor conocido
en el ámbito famoso como: Georg Listing. Descubrí que le gustaba ser llamado
por su primer apellido un día que nos dedicamos a perder el tiempo, acostados
simplemente.
Ahora,
la historia de cómo llegué a esta casa
o mejor aún cómo es que soy su novia, me remonta a mi rebelde vida cuando las
cosas en mi casa estaban llegando al tope de su límite dentro de mí.
No
recuerdo cuánto tiempo llevaba buscando una excusa para simplemente huir un
rato de casa y ésta llegó la noche en que mamá llegó con una boca más que
alimentar, y no, gracias a Dios no era un hermano más, sino un hombre de edad
madura que según mi madre era el hombre de su vida y de todos modos lo dudo de
alguna manera pero en ese momento no me iba a poner a indagarlo. Un señor,
con toda la pinta de residente del hospital, de rostro duro y escasas pero
marcadas arrugas en el rostro con la piel canela oscuro que a través de sus
años se veía aún más, fue el que se me puso enfrente. A simple vista no era
grosero, tampoco era la amabilidad andando y no estaba dispuesta a descifrarlo
así que reaccioné justo cuando dijo:
—Niños,
él es Mitzrael. Vivirá de ahora en adelante con nosotros. Él es…
Dos
segundos más me tomaron para jalar mi chamarra del respaldo del sillón cercano
y rozar con velocidad a ambos, me detuve en la cerradura de la puerta dándole
aún la espalda sólo por una razón.
—¿Adónde
vas Meghan? —gritó sorprendida mamá.
—No
me voy a quedar a averiguar si a él también lo tenemos que mantener. Me largo
de esta casa.
Justo
cuando terminé mi frase, escuché el llanto de Mila y las piernas me temblaron
montones. Giré mi rostro apenas unos centímetros y pude ver como Maika la
sostenía con fuerza de los hombros.
—¡Megh
no! —gritó Mila tratando de zafarse de las manos de Maika—. No nos dejes Megh…
Su
vocecita mezclada con el sufrimiento y sus lágrimas hacían que te doliera todos
y cada uno de los huesos. Que incluso, calara más allá.
—Yo
te quiero, Megh… por favor no me abandones —dijo ya berreando al ver que no le
decía absolutamente nada.
Maika
ahora trataba de cargarla mientras que ella se retorcía sin parar y estiraba
sus manos a mí. No tardó mucho en que Meltón la cargara en brazos para que no
se me acercara.
—Recuerda…
—exclamé con la voz a punto de ahogárseme en llanto—. Que cada noche, lejos o
cerca, yo te protegeré. Pase lo que pase, siempre voy a estar pensando en ti y
si tú cierras tus ojitos podrás llamarme con el pensamiento.
Y
tuve que salir de ahí con un azote de puerta pues ahora era Mosses quien
comenzaba a llorar y ahí, seguramente no tendría fuerzas para salir del
departamento.
—¡Meghan!
—gritó Mila con todas sus fuerzas—. No te vayas…
Bajé
los escalones a brincos y apretujando la chamarra para no caer de rodillas.
Vagabundeé
por horas.
Aún
no pasaban de las seis de la tarde y pensaba a qué lugar debía ir. Desde luego
el hogar de Izaskun quedaba en automático descartado y en la casa de Rooney
había tantos o más problemas que en la mía todo porque estúpidamente se había
enganchado con las drogas y ahora se la vivía con la supervisión de sus padres
noche y día, además que tenía entendido que sus padres creían que yo era la causante de los problemas de
Rooney, así que me dediqué a evadirlos lo más que pudiera para que no me
echaran bronca y terminaran descubriendo de mi boca que la raíz de sus
problemas era el acoso sexual a la que la sometía su tío, hermano de su madre, que
prefería alagar más a su otra hija y Rooney sin más iba a la deriva.
Una
idea un tanto egoísta pero quitarte la comida de la boca y todo lujo para
mantenernos con vida entre cinco hermanos es igual de torturante y no es que me
pesara cuidar de ellos pues evidentemente los amaba pero en mi vida ya tenía
suficiente drama.
Llegué
a la parada del autobús sin fijarme cuál era y a dónde era su destino final.
Pagué el monto en la máquina sin regreso y esperé a que llegara. Tampoco me
importó la hora y lo abordé. En la cabeza sólo me rondaba la carita de Mila una
y otra vez rogando con lágrimas que no me fuera.
Hice
un recorrido de cerca de una hora y media, poco más, poco menos y una vez que
se detuvo por completo me di cuenta que estaba en Hamburgo. Sabía medianamente
como moverme en aquellas calles; años atrás, no muchos, vivía obsesionada con
aquella cuidad y la abuela de Izaskun prometió que guardaría un poco de su
pensión y nos llevaría de vacaciones a mí y a mis hermanos a la casa de uno de
sus supervivientes hermanos que vivía cerca del muelle. Estuvimos ahí casi dos
semanas y yo era la encargada de ir por las compras de todo tipo, pues el
hermano de la abuela de Izaskun era ya un viejo vencido por sus buenas jergas,
según él, en sus buenos tiempos. Viejillo escuálido y presumido.
Así
que probablemente una vez llegando al muelle, que al parecer no estaba muy
lejano de donde el autobús me había dejado podría ir a cualquier lado a
adquirir comida. Por suerte también, no había sacado mi vieja cartera del bolso
"secreto" de mi chamarra y en ella llevaba la tarjeta de débito con
la que el gobierno me había asignado una cuota mensual por mi precaria vida de
lujos y en realidad no era por eso si no por aparentar ser buena estudiante,
además de que el dinero servía básicamente para comprarnos ropa, mientras que
el dinero que le sacaba a punta pies Meltón a papá lo usábamos para la comida y
mamá se dedicaba a pagar la renta y gastos extras. De modo que no tenía una
gran cantidad de euros en las bolsas pero podía pagar mi vagabundeo un buen
rato meditando si lo que había hecho a mis 17 años había sido lo correcto o no.
Tal
vez eran ya las seis o siete de la noche cuando me percaté que estaba en una
zona bastante aglomerada de chiquillas y chicas de mi edad que pasaban
desbocadas a un lado mío y caí en cuenta que me hallaba en uno de los recintos
dedicados a conciertos en cantidad masiva. Suspiré y sin saber qué hacer
exactamente, la sensación de un extraño vacío me envolvía lentamente como si
fuera una sábana muy fina y delgada que me acariciaba desde las piernas hasta
los brazos delicadamente. Mila, pensaba sin parar.
Me
alejé rodeando el lugar donde la gente se centraba cada vez con mayor poderío
hasta llegar a una zona donde se encontraba una reja alta de malla, varios
camiones de gran tamaño y algunas camionetas todas con calcomanías estridentes
de radiodifusoras o canales televisivos, me dio enteramente igual y seguí
caminando pegada a la reja por uno de los callejones poco alumbrados con viejos
focos de luz amarillenta.
Al
principio no les presté atención, después sus voces se hicieron cada vez más
interesantes, me había sentado un momento, por el tono de duda que implicaba su
conversación, fisgoneé un poco y vi que dos personajes estaban apoyados
ligeramente sobre lo que parecía una caja de gran voltaje. Muy parecida a la
que usaba el papá de Izaskun para alumbrar el almacén donde dejaban los troncos
de madera.
—Si
tú intención es colocar ese cable ahí lo más seguro es que hagas explotar todo
a una distancia de cinco u ocho metros a la redonda de lo que sea que esté cerca
de esa caja, más lo que sea que estés indeciso a conectar directamente.
Exclamé
y volví mi vista al frente para dejar de fisgonear y seguir pateando el aire.
Pude adivinar que ambos tipos no se dedicaban a conectar cables y tampoco
dudaron de mi afirmación sin en cambio parecieron tomarla seriamente en cuenta.
—¿Nos
estás espiando para obtener un pase directo con la banda? —dijo uno de ellos
muy seguro de su afirmación.
—¿Qué…?
¡Ah! El concierto. Ni siquiera sé quién es el perengano que va a cantar en este
lugar… pero si tú intención es hacerlo volar en pedazos disculpa que haya
interrumpido tu misión. Yo sólo pasaba por aquí y este me pareció un camino
despejado a la nada.
—Ven
acá. Entra.
Dijo
otro de los tipos y le ordenó a otro, que estaba cerca de ahí, que no parecía
de su círculo social de trabajo que abriera una de las puertas de la reja.
—Cuélgate
esto —me ordenó y así lo hice con un gafete que tenía un largo cordón, aunque
básicamente no lo hice yo sino él. Aquel hombre calvo no parecía tener mucha
paciencia—. Ahora dime exactamente cómo es que funciona.
—Exactamente,
no lo sé pero ésa es una entrada cargada de voltios. Si lo que quieren es
transmitirla usen aquella con una clavija especial para que el voltaje no se
dispare a menos que sean focos como los que nos alumbran —miré lo que traían en
manos y agregué—, que seguro no es el caso.
—¿Qué
eres? —preguntó el calvo.
—¿Una
chica? —respondí sin mayor chiste.
—Eso
es evidente niña. A qué te dedicas.
—¡Ah!
Estudio… estudiaba.
—¿Qué?
—Estoy
11º grado…
—¡No!
Niña, mi pregunta iba a enfocada a la parte de "estudiaba" que
mencionaste.
—Mi
nombre es Meghan, por si te causa conflicto decirme niña. Y acabo de dejar la escuela porque justo hoy decidí huir de
casa.
Ambos
hombres dejaron de hacer sus cosas, cuales quiera que fueran, se irguieron y me
miraron.
—Entonces
cómo diablos sabías que explotaríamos —dijo el tipo que parecía estar sacando
de una maleta una cámara profesional de vídeo.
—El
padre de un amigo usa una cosa de esas para mantener alumbrado el almacén de su
negocio.
—¿En
dónde vives? —preguntó el calvo y yo dudé—. No te llevaré de regreso a tu casa.
Seguramente tienes condenadas buenas razones para hacerlo…
—En
Magdeburgo —dije alzando los hombros.
—¿Ya
comiste? —y hasta que no dijo aquello el hombre calvo no caí en la cuenta de
que en verdad no lo había hecho desde el desayuno junto con mis hermanos. Mi estómago
estúpidamente respondió por mí.
—Bueno,
supongo que debo ser yo quien la lleve pero estos escuincles sólo han pedido
puras porquerías.
—No
creo que sea muy distinto de lo que una niña de quince años ingiere. Ya le
explicaré a Jost la baja de comida y tu ausencia.
—¿Qué?
—dijo el tipo entregándole un rollo de cable amarillo.
—Si
no encuentras nada, que es lo más seguro, llévala al hotel en una de las
camionetas y pides algo bueno de cenar y una habitación.
—¿Qué?
Oigan… no esperen yo…
—¿Qué?
—me interrumpió el calvo. Era un tipo un tanto hostil—. Debes seguir
vagabundeando por una ciudad que ni siquiera es la tuya. Vamos Meghan acepta
nuestra hospitalidad que nos acabas de salvar la vida y varios millones de
euros a la banda que va a tocar esta noche.
—Pero
yo…
—No
te vamos a violar. Es más —volvió a interrumpirme el calvo— puedes quedarte a
la presentación. Vamos, llévala con el resto del Staff.
Y así
lo hizo aquel chico, se notaba que le tenía bastante respeto.
En el
trayecto me dijo su nombre, Christopher, en ese momento no me percaté de lo
joven que era comparado con el tipo calvo, Stiffens. En la caminata me hizo
preguntas básicas y confesé mi falta de trabajo lo que a él le llamó la
atención más de lo debido, dejé pasar la intensidad de su pregunta y nos
enfocamos en otras tantas. Cuando entramos al recinto yo seguía sin prestar
atención a quien daría el concierto aquella noche y la verdad es que durante el
trayecto por los enredados pasillos y me hallé frente a la cabina de audio con
la puerta abierta dejó ver una gran tornamesa llena de luces y botones me fue
imposible seguir caminando.
—¿Qué
no tenías hambre? —dijo Christopher sacándome ligeramente de mis
pensamientos.
—No,
sí… bueno tal vez un poco…
—¿Tienes
alguna idea de cómo funciona todo eso? —preguntó con curiosidad.
—La
verdad es que… es que probablemente me meta en un lío si toco alguno de esos
botones pero sé en un 70% cómo es que funciona el programa al que está enlazada
la consola.
—¿Y
tú eres? —dijo un chico con un tatuaje en uno de sus hombros, se movió tan rápido
que no pude ver qué era. Miré a Christopher para un poco de ayuda. No dudó en
contestar.
Liam Tresher |
—¡Wow!
—se me salió la expresión más que llena de asombro de admiración y ambos se me
quedaron viendo fijamente.
—Bueno
Häring veo que la chica le interesa más esto que lo que sea a lo que la ibas a
llevar…
—¿De
verdad no tienes hambre? —me preguntó y en él vi la duda de sacarme de ahí o
no. La verdad es que no le respondí.
—¿Por
qué tanto interés en la consola Meghan? —Liam hablaba con tanta fluidez
que era imposible no contestar, su voz era como una calma para cualquier cosa.
—En
la escuela jugaba a ser el DJ…
Aquello
era cien por ciento verdad y lo que más recuerdo era que el profesor encargado
de la cabina de audio hizo hasta lo imposible porque la escuela aceptara
comprar equipo básico con buena tecnología e incluso una laptop que prometió
que en cuanto me fuera del 11º grado podría llevarme para seguir usándola y
aunque lo creía imposible, me daba igual siempre y cuando no me quitaran la
diversión de poder echar a volar la imaginación con lo que la escuela me
otorgaba para ser un DJ.
—Vaya,
por lo menos tú sí llevarás el nombre en alto de tu familia a comparación de tu
primo…
—¿Qué?
—reaccioné ante las palabras de Liam y miré a donde él— ¡Oh! Claro, mi primo.
Mi primo.
Caí
en la cuenta de que esto podía traerles muchos problemas a él y al mentado
Stiffens por tenerme aquí, además de que se notaba que estábamos en una zona un
tanto restringida y yo era simplemente nada en ese lugar.
—¿Por
qué no te vas con Stiffens y dejas que Meghan terminé de conocer lo que puede
hacer esta hermosura? —palpó cariñosamente la enorme consola y vi como dudaba
Christopher.
—Yo…
bueno… podría pero ella…
Y yo
tenía exactamente la misma cara de confusión que él. Ese no era mi lugar pero
tampoco me sentía en otro mundo. Después de mucho meditarlo, tal vez una hora,
Christopher accedió a dejarme sola con Liam que encontró habilidades
sorprendentes en mí. La consola en la que trabajamos era la encargada del bajo
y la batería de la banda, que ahora sabía era una banda la que tocaba ante
miles de chamacas, y su trabajo según él fue mucho más divertido y ligero
durante el tiempo que la banda estuvo en el escenario.
Al
final, las cosas se pusieron interesantes, pues no sólo estaba de intrusa en un
lugar que no debía si no que Stiffens se empeñó en que pasara la noche en el
hotel que les habían asignado y ya vería él como se las arreglaría con no sé
quién al día siguiente.
La
verdad es que dormí bastante bien pero con el remordimiento de estar abusando
más de lo debido me hizo dar muchas vueltas sobre la habitación durante varias
horas; el toque de salida, había mencionado Stiffens era a las diecisiete
horas, mejor dicho a esa hora él debía partir nuevamente al foro ya que la
banda tocaría tres noches consecutivas y ahí me quería ver en la recepción.
Divagué entre huir a hurtadillas o quedarme en aquel hotel durante unas dos
horas, dos horas donde gran parte de mis pensamientos sólo pensaban en una personita.
No tenía idea de por qué exactamente pero cada que cerraba los ojos, unos
idénticos a los míos, aparecían en mi mente. De todas las personas especiales
que habitaban en mi corazón y la que más me preocupaba conservar para siempre
era a Mila, su sonrisa, su alegría, su sinceridad, la forma en que te mira
cuando le hablas y le explicas la razón de las cosas su rostro adquiere una
picardía y un toque de escepticismo, como si ella supiera más cosas que uno
no.
Para
cuando no había decidido nada aún, me fui a dar más vueltas a la recepción y me
había sentado en uno de los tantos sillones colocados ahí, al cabo de un rato
escuché una voz molesta cerca de mí.
—¿Quién
diablos está ocupando esa habitación? —seguro ya tenía problemas. Seguro.
—¡Ah!
Perfecto, ya estás aquí Jost —pude identificar la voz de Stiffens, el calvo—,
yo dispuse de esa habitación y pagaré los gastos de las comidas —¿Qué? El tipo
ése estaba loco—, pero quiero hablarte de eso, mejor dicho de la persona que
ocupa esa habitación –hizo una pausa y me encogí en el asiento, imaginé que me
estaría buscando, ya eran pasadas las diecisiete.
—Por
un momento pensé que la fichita de Tom se había salido con la suya y había
dejado pasar a la chamaquilla esa que seleccionó ayer —respondió con alivio en
la voz su interlocutor—, tenerlo quieto parece más difícil cada gira que
realizamos, pero al grano, no nos queda mucho tiempo para irnos. Lo haremos por
el estacionamiento mientras ustedes hacen tomas de la parte frontal con las
fans.
—De
acuerdo. El tema es el siguiente: tengo una pequeña invitada en aquella
habitación que me gustaría que tomaras en cuenta.
—Woh,
woh, ho… recuerda que soy casado y… tú también.
—¡Ja!
—rió Stiffens—. Bonita tu imaginación. La chica que está, está. De hecho
tendría que estar ya aquí, tiene algunas buenas capacidades para manejarse con
las consolas, ayer estuvo todo el concierto ayudándola Liam y dice que le
interesaría bastante trabajar con ella…
Todo
lo que comenzó a decir Stiffens sonó como algo lejano y hueco, como si estuviera
sucediendo dentro de una botella de cristal y yo apenas pudiera escuchar lo que
ambos se decían. También a su vez sentía un par de miradas sobre de mí y unos
cuantos comentarios entre asombrados e indiferentes…
—Mira
eso…
—Mírala
a ella —dijo otra voz muy parecida pero que seguramente había pasado bastante
tiempo practicando el hablar de una forma muy callejera.
—¿Crees
que sea real?
—Tiene
que ¿No? —de pronto rió—. Aunque sería fantástico… que fuera de esas personas
que se ponen como estatuas y te meten un susto…
—No,
yo creo que es más como alguien normal, aunque eso que lleva en la espalda es
genial. Completamente genial.
—Yo
digo que en cualquier momento te va a meter un susto. Tócala.
—Quiero
tomarle fotos.
—¿Qué
diablos están haciendo aquí? —escuché otra voz medianamente familiar.
—¿Qué
haces aquí Meghan? Tenías que reunirte conmigo a las diecisiete en punto —dijo
ahora Stiffens y las cosas volvieron a tener sentido, cada una en su lugar y
espacio.
—¿Qué?
Yo… ahm…
—¿Es
ella? —dijo otro hombre de buen porte y que se notaba uno o dos años menor que
Stiffens y al mismo tiempo más bajito, lo que lo hacía un tanto simpático pero
de pronto no tanto con su tono de voz.
—Sí
—asintió él con una sumisión bárbara.
—Ustedes
dos —miró al par de chicos que tenía en frente que ahora que reaccionaba, uno
no paraba de mirarme a los brazos y el otro directamente a la cara—. ¿Qué hacen
aquí? A las camionetas, salimos por el estacionamiento.
De
pronto o mejor dicho de la nada salió un tipo de estatura descomunal y les dio
ligeras palmaditas en los hombros para que giraran y comenzaran a caminar.
—Bien,
nosotros tres nos vamos en la otra camioneta…
—¿Qué?
—medio logré balbucear después de que con trabajos le quitara la vista de
encima al par de chicos.
—Que
te calles y camines —dijo Stiffens a mi oído, me tomó por los hombros y no me
quedó remedio que caminar al frente de él básicamente de una manera forzada.
—Ya
—dije de mala gana—, pero de una vez te advierto que tengo malos nexos con las
personas que pretenden hacer un papel paternal —Stiffens rió y por poco me
tumba al abrazarme.
—Me caes bien Meghan.
2 Alas:
necesito saber mas...
este capitulo me ha parecido tan
corto, me he quedado con ganas de
mas..
espero publiques pronto pues tu
historia tiene un no se que, que
me envuelve....
nos estamos leyendo mi querida Zaybet
Wow! mi querida Agatha y yo pensando que estaba muy largo xD
Claro que las publicaciones seguirán, el próximo jueves sin falta.
Xo.
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