Meghan: Ratio et cor |
—Si
fuera necesario revivirlo, lo haría justo en ese momento.
La
habitación se encuentra a media luz pero ella con su nívea piel puede brillar
hasta lo más profundo de la oscuridad, él lo sabe mejor que nadie. Sus manos acarician
sin parar ese brazo que ha escapado de las sábanas mientras que se detiene
varias veces a darle algunos besos sobre su cabello del tono de una insondable
noche.
Meghan
está completamente dormida, generalmente ella no es asidua a esa necesidad
humana pero esa noche hizo lo que como humana hubiese resultado. Su respiración
es acompasada y tranquila, con todo su cuerpo y alma, está. En sueños siente el
calor de Georg, la protege. Él comienza a hablar en voz alta, ella fusiona sus
sueños con lo que él dice, como si un portal de luz brillante se abriera…
Aquella
tarde, la primera vez que te vi, Gustav y yo ya sabíamos lo que eras. Yo
confundido por tu encanto, no paraba de mirarte.
«Déjala
ya», intervino Gustav en mi cabeza. «No sabe aun lo que es».
Como
Guardián de Gustav, sabía que eso tenía que hacer al pie de la letra, debía
obedecer pero conforme pasaban los minutos todos encerrados en la camioneta de
camino al estadio donde tocaríamos, me daba cuenta que en cualquier momento iba
a ser completamente imposible.
Me
estaba negando, antes de haber comenzado, a no seguir las reglas como estaban
establecidas y no sabía qué loco instinto me estaba llevando por ese camino…
—Un
Guardián puede prestar fidelidad a más de uno —ingenuamente pregunté ante
Gustav, Liam, Häring y Stiffens.
Solíamos
pasar gran cantidad de tiempo dentro del tour bus mientras este se mantenía
sobre carretera, los gemelos iban en compañía de los productores y a nosotros
nos dejaban ser más libres en custodia de los camarógrafos, la vida con ellos
era interesante, Stiffens era un Nefilim, no de sangre pura pero su linaje era
antiguo y poseía mucha sabiduría.
—Es
una muy buena pregunta —dice Liam mientras mastica un pedazo de pizza—. Por qué…
Recibe
un codazo de parte de Stiffens, es obvio el porqué de mi pregunta. Liam
balbucea entendiendo con retraso. Liam era como yo, un mortal, un humano como
cualquier otro pero con el designo de guardar la seguridad de un halado, Nefil,
brujo, hada, demonio, vampiro, duende o cualquier ente en esencia física o no
que existiese en las diferentes dimensiones. Eso, lo fuimos aprendiendo poco a
poco con el tiempo ya que para algunos mortales el asunto resultaba ser a la
inversa.
—El
problema aquí, no es si puedes realizar esa dualidad —responde Stiffens,
limpiándose las comisuras de los labios con una servilleta marchada y arrugada—,
sino que Meghan no sabe lo que es, su origen. En algún condenado lugar debe
estar su protector y me gustaría saber en dónde metió el plumífero trasero,
está cerca de la madurez y sigue en blanco.
—¿Podemos
hacer algo? —estoy ansioso, me crucé de brazos pareciendo firme aunque lo único
que deseaba era correr y abrazarte.
—No
—con determinación Stiffens exclamó su respuesta. Gustav lo imitó con el
movimiento de cabeza agachando la mirada—. Y te sugiero que te alejes de ella
lo más que puedas. No hablar, no cruzar miradas de borrego degollado, no insinuaciones,
nada.
Estoy
seguro de que mi semblante cambió.
—Pero
ella está a cargo de mi consola y la gira está iniciando.
Alegué
algo que era declarado en vano.
—Para
eso está el otro técnico —señaló a Liam con el pulgar, éste me saludó.
«No
te compliques la existencia, Georg», habla Gustav a su modo y yo me enfado.
«¿Qué? No me mires así, yo sólo soy un Caído, me atengo a lo que Stiffens me
enseña. Perdón por no asistir a las clases angelicales antes de que me echaran».
—Desertaste
—escupo con veneno, sin embargo Gustav sabe que solo es la furia del momento.
«Da
igual, no puedo hacer nada».
—Ya
lo sé, de todos modos ella parece vivir en otro mundo.
De
algún modo deseaba gritarte lo que te esperaba y deseaba con todas mis fuerzas
que sufrieras lo menos posible. Yo estaría dispuesto a lo que fuese porque tu
sufrimiento fuera el menor posible.
Había
estado con Gustav el día de su juicio y también desde mucho antes. Cuando me
contaba las cosas que le sucedían y a todas las que le temía, veía realmente
terror dentro de sus ojos, él siempre parecía más pequeño de lo que en verdad
era y sus cabellos rubios lo hacían verse tierno. Stiffens le hizo ver de
manera sencilla y casi como un juego lo que iba a suceder si aceptaba lo que
sea que le dijera La Guardia que lo contactara y también lo que sucedería si
les decía no a su destino. Gustav no lo pensó dos veces, casi estoy seguro que
desde antes fue un no rotundo, admiraba su valentía, tan sólo tenía catorce
años. Su familia lo supo, lo predecían y fingieron un viaje a Rusia para que
Gustav tuviera de alguna manera presentar armas. Gustav de verdad sufrió. Yo no
quería verte en la misma situación.
Durante
setenta y ocho días me dedique a ignorarte lo más que pude y lo único que
lograba era pensarte más de lo que debía tratando de pensar que no debía
pensarte, muchas veces metí la pata, Stiffens me reprendía y no sólo él,
también David me regañaba algunas veces en lo laboral, regaños en el tour bus,
regaños en el escenario, regaños detrás del escenario, regaños en todos lados;
llegaba un momento en donde no podía soportarlo. Encontré que el mejor momento
para acercarme a ti era cuando entrabamos a los hoteles, todos deseaban dejar
lo reducido del tour bus, los minutos en que podían estar completamente a
solas, yo los pasaba contigo.
Te entretenía con cualquier palabrería caminando por los pasillos, dentro de los elevadores, si nuestra estancia era de más de una noche me percaté rápidamente que te gustaba estar despierta por las madrugadas vagando por las terrazas, decías que tus ganas de dormir disminuían terriblemente y no sabías porqué, yo sí y temí que me odiaras cuando te lo explicara y aunque lo hice, Stiffens hizo su magia contigo. Hizo que olvidaras las muchas veces que estuve a tu lado o te decía algo que no debías saber. Cuántas noches no quise meterle un palo en el culo.
Cuando llegamos a Magdeburgo, estábamos por fin solos sabía que no podía dejarte ir así como si nada hubiese pasado y pensando en lo que te fuera a suceder en los futuros días. La cálida presentación entre Izaskun y yo no se comparó con el caluroso encuentro que provocó después de que te dejara con tus hermanos explicándote la nueva mecánica familiar.
—¡Hey
tú! —tenía las llaves listas para abrir la puerta de mi auto—. Georg ¿verdad?
—Sí,
dime —de alguna manera ya sabía a donde quería llevar nuestro segundo
encuentro. Detecté su ser antes de ser presentados, algo a lo que me tenía muy
bien entrenado Stiffens.
—Dime
una cosa —estaba claro que Izaskun era un halado, uno muy fuerte y
desafortunadamente más alto que yo. Su actitud era agria—. Una muy sencilla, un
resumen corto de estos días, ya sabes, cosas que ella tal vez Meghan no debería
saber…
—Tal
vez debería ser lo contrario, ¿no crees? —de la parte trasera de mi auto salió
Stiffens pegándome tremendo susto.
¿Cómo
había logrado entrar? O llegar hasta nosotros peor aún.
—Humm…
huele a Nefilim —altanero, sería la descripción correcta para la forma de
actuar de Izaskun contra nosotros.
—Humm…
huele a novato —arremetió Stiffens azotando la puerta trasera de mi auto lo que
me estresó—. A caso no sabes cuál es tu trabajo.
—Ése,
no es tu problema —cruzado de brazos levantando una ceja y sonriendo de medio
lado nos comunicó—. Es mía, la tengo devuelta. Ahora ustedes deben alejarse y
olvidarla…
—¡Oh, no lo creo! —sonreí—. Legalmente trabaja para nosotros. Si está devuelta no fue porque eres muy hábil para cuidar de ella tú solo, agradécele al olor a Nefil, un Caído y un Pasivo Mortal…
—Yo
no tengo que agradecerte nada —con un tono petulante arremetió Izaskun.
—No
lo dice por él —atajó Stiffens—. Si fueras un poco más responsable con tus
obligaciones ayudarías en verdad a Meghan antes de que La Guardia a la que esté
asignada venga a patearte el trasero, que bastante falta te hace, novato…
—Vaya,
vaya pelea de plumas. No se ve esto muy a menudo —se escucha de pronto una voz
no muy lejana—. No es necesario que me presente ¿verdad?
Stiffens, Izaskun y yo volteamos rápidamente a ver el rostro de aquella voz, una muy serena pero con un toque de burla y diversión en la voz.
—No es necesario que se arme una trifulca por un bello rostro. Déjenme aclararles una cosa a ambos bandos —desde luego que no era necesario que se presentara formalmente, cualquier halado o Guardián sabría con exactitud quién era él, además de que a los de su tipo les gustaba ser bastante dramáticos para presentarse frente a los demás. Era un Alas Negras—. Tú —señaló a Izaskun—, haces muy bien tu trabajo asignado con ella y ustedes —nos señaló—, hicieron un perfecto trabajo al mantenerla a salvo durante todos estos días. Pronto se acomodarán las cosas a como están previstas en el orden de transformación para Meghan, es obvio que es inevitable y debemos dejar que las cosas ocurran como deban. Sigan así y en el futuro serán recompensados con la salvación.
Todos
nos quedamos en silencio. A un Alas Negras no se le solía hacer preguntas,
contradicciones o ignorar los tratos que ellos exclamaban por deseo de sus
labios, seguramente en el futuro sería útil para cualquier causa, hasta la más
insignificante.
—Unan
sus fuerzas y Meghan Tanneberger, logrará salir muy bien librada de ésta.
El
Alas Negras sonrió, chasqueó los dedos de su mano izquierda, sus alas se
desvanecieron justo antes de que el sonido de sus dedos terminara, dio media
vuelta y se alejó.
Nosotros
tres nos quedamos confundidos, pronto las amenazas llegarían. Decidimos
quedarnos con el plan original, hacerte olvidar muchas de las cosas que
sucedían…
—Lo
sé.
Dijiste
de pronto sin abrir los ojos, me quedé pasmado.
—Lo sé Georg, lo sé todo, lo he sabido todo desde el inicio — enderezas tu cuerpo ligeramente haciendo que la sábana que cubre tus senos resbale más de lo debido y yo ahora tenga que preocuparme por las diferentes reacciones de mi cuerpo, que van desde el asombro hasta la excitación . Nunca han podido hacerme olvidar, lo cierto es que lo he fingido y aunque técnicamente no es mi cumpleaños aún, muchas gracias por el regalo, tú y yo, es mi mejor regalo.
—¿Qué?
Es la impresión de todo y si le agregamos una más: estás hablando en voz alta.
«Lo sé todo, duerme o sigue hablando para que tu voz entre en mis pensamientos me agrada… pero mejor duerme conmigo», me besas rápidamente en los labios, vuelves a tomar tu lugar junto a mi cuerpo con los ojos cerrados. «Mañana te lo explicaré todo, ahora abrázame Georg».
Aunque
confundido por seguir los impulsos de la razón o los de mis primitivos
instintos, hice más que eso.
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