JELIEL: Memento mei |
—Siempre
pensé que iba a morir.
—Tú
no puedes morir —responde con toda la tranquilidad que puede. El sol es fuerte
aunque apenas pasan las nueve de la mañana.
Ella
continúa sin hacerle el menor caso a Izaskun. Con las piernas en flor de loto
sigue mirando el cielo sin importarle cuán pueda lastimarle, porque en realidad
la luz del sol no le lastima.
—Siempre
pensé que iba a morir, ya sabes, joven. Nada más allá de muchos años o una
larga vida para ver hijos crecer y poder correrlos de casa después.
—Eso
no sucederá… es decir lo primero, lo segundo no lo sé.
Izaskun
descansa en el musgo con los brazos debajo de la cabeza, los ojos cerrados, y
muy relajado.
—Tal
vez algo de golpe e inesperado. Un choque de automóviles era lo que siempre se
me venía a la mente.
Entiende
que será inútil tratar de decirle algo diferente a Meghan por lo que le sigue
el hilo impávido y sin hacer gestos.
—¿Con
sangre y vísceras expuestas?
Izaskun
sabe cómo es ella, pero le costaba hacerle saber o hacerla completamente
consiente de que eso en verdad no pasaría y más si La Guardia tuvo contacto
directamente con ella sin utilizarlo como algún tipo de intermediario,
probablemente el trabajo que le confinaron estaba siendo mal hecho pero después
de todo, las razones iban más allá que reclutar humanos, Nefilim, Caídos o
infinidad de razas para hacer Guardias. Dichas razones, no las sabía por
completo pero lo que le tocaba saber era suficiente para él y el cambio que
pretendían realizar.
—Hummm…
no, no tan dramático. Algo como un ataque fulminante al corazón por la
impresión o una vértebra… sólo, sólo un accidente.
—Miras
demasiada televisión. Las cosas así no están escritas.
—A
veces pretendes hacerme creer de una muy mala manera que no sabes que sabes más
de lo que puedes decir.
Izaskun
se encogió de hombros. No podía hacer más y Meghan tendría que someterse a un
silencio para que ambos siguieran con vida.
—Soy
muy viejo.
—Uno
muy conservado —sonríe, Meghan lo mira de lado.
—Las
cremitas, las cremitas, ese es el secreto —Izaskun libera una de sus manos y
toca las líneas alrededor de sus ojos.
—Cuéntame
un secreto —pide Meghan, ahora que la amplitud de su mente es infinita, tiende
a cambiar abruptamente de tema con él, con el resto de las personas que la
rodean suele ser más cuidadosa, a final de cuentas es Izaskun, es como si fuera
una gran almohada en la que puede rebotar muchas veces y nunca la dejará caer.
Izaskun
deja escapar un sonoro suspiro.
—Veamos…
si Izaskun fuera un mortal común, es decir si yo no habitara su cuerpo, le
gustaría mucho estar con Rooney.
—Eres
un ladino, no trates de separar las situaciones, obviamente te gusta Rooney.
Izaskun
abre los ojos, gira su cabeza hacia la izquierda que es donde está postrada
sobre la piedra Meghan y sonríe a pierna ancha.
—No,
no, no —interrumpe los pensamientos de Meghan—. No me digas que debo ir por
ella y sacarla de su castillo, así no son las cosas.
Meghan
gruñe.
—Entonces
porque a mí me dejas, básicamente, hacer lo que se me dé la gana. Sé que hay
reglas, protocolos, tareas, entrenamientos…
—Vaya,
has andado de meticulosa —responde Izaskun con un tono serio, se levanta con
una agilidad impresionante y brinca hasta donde ella como si fueran los
movimientos agiles de un conejo—. Las hay, los hay, las tienes y lo haces.
Meghan
parpadea, se siente un poco intimidada. Izaskun se acercó tanto a ella para
decirle aquello que podía sentir la energía que despedía la punta de su nariz.
—Entonces…
—Si
he dejado que lleves más allá tus sentimientos por Georg es porque quiero que
las cosas sean diferentes, he visto infinidad de situaciones que no me gustaría
que pasaras, además dejaste muy en claro que no me necesitabas cuando huiste de
tu casa de gira artística por media Europa.
—Me
estás reprochando…
—No,
no, nada de eso. Simplemente que quiero hacer ver que las cosas son difíciles,
tú ya lo sabes —Meghan ladea la cabeza, sabe que se refiere: al dolor físico de
haber cambiado—. Harás las cosas a tu manera, porque siempre lo has hecho así,
siempre estuviste fuera de mi control. No eres como los demás y no lo serás.
Esa será la única regla o ley o como le quieras llamar, pero sabes que lo sabré
y ellos también —levanta su dedo índice y señala al cielo—. Soy un puente que
no debería existir y que sin embargo aquí estoy…
—Hey,
no —Meghan se levanta a toda velocidad hasta quedar frente a él—. No te estás
dando por vencido ¿verdad? No me estás abandonado o ¿sí?
Izaskun
baja la mirada, atrae a Meghan para abrazarla.
«No
podría. Jamás», le responde. Posa su barbilla en su coronilla y toma una gran
bocanada de aire sintiendo como fluye por todo su cuerpo se anida segundo en
sus pulmones le da fuerza a sus alas y sale por su nariz.
—Cuánto
tiempo me queda… vaya, podré terminar la gira… o peor aún iniciarla.
Izaskun
negó con la cabeza. Meghan se irguió, respiró profundo, para no caer fingió que
el tomarlo por los brazos era muestra de fuerza y resignación.
—Está
bien, está bien… mi voz ya no es tan fuerte como lo era antes, qué bueno que
nunca soñé con ser cantante de ópera.
Meghan
se encogió de hombros y dejó escapar un seco: Ja…
«¿Y
bien?», dice Gustav. «¿Ese recuerdo nos ayuda en algo en concreto?».
—Para
que te quede claro que Meghan hará lo que se le dé la gana, con o sin nosotros
—responde Liam—. Eso y que puede hacer mucho más de lo que nosotros tiernamente
creemos.
—Podrían
dejar de hablar entre líneas de lo perversa o no que es mi hermana. ¡Es mi
hermana! —Melton los mira con los ojos desorbitados.
—¡Sí,
ew! —dice Bill—. Podríamos pasar a lo verdaderamente interesante de todo esto.
Fiesta gente, fiesta.
—Tenemos
unas cuantas horas más en lo que… —Melton mueve las manos de un lado otro
mirando a Bill saliendo de la cocina.
—¡Es
tu hermana! —arremeda Tom desde una esquina tomando una botella de cerveza—.
Bueno pero sí, basta de charadas, qué vamos a hacer.
—Ya
está todo resuelto —contesta Izaskun merodeando en el librero que hay en una
esquina, metiendo y sacando libros al azar—. Stiffens conoce un lugar… ya
saben, del tipo —señala a Gustav, Liam y a él alternadamente.
—Ese
tipo me da miedo —parlotea Melton y prosigue a meter las manos a los bolsillos
delanteros de su sudadera.
—Sólo
lo has visto una vez.
—¿Y
qué? —refunfuña. Izaskun pone los ojos en blanco.
—Puede
que sea viejo pero sabe divertirse, sino dile él y a su dupla —Izaskun señala
con la barbilla a Gustav que alzan las cejas.
—Sí,
ojala los raptaran las hadas madrinas —dice Bill dejándose caer en uno de los
sillones de la casa de Liam.
—Y
que los muerda el ratón de los dientes ¿no? Bill a veces eres medio infantil
—Melton se le queda mirando desde el otro lado de los sillones.
—Mira
quién habla —bisbisea Liam con la botella de cerveza cerca de los labios.
—Las
hadas no son madrinas de nada y no se dedican a raptar —el silencio se hace
entre todos—. Y el ratón de los dientes definitivamente no existe pero conozco
un brujo que los uti…li-za…ba —el tono de voz de Izaskun baja lento hasta que
se da cuenta que todos lo miran con atención.
—Izaskun
—dice calmado Liam, se levanta del sillón hasta llegar a él, al librero no muy
ancho pero que está repleto en sus entrepaños de libros—, creo que las clases
de historia sobrenatural tan de golpe para algunos humanos son… es…, no es
bueno.
—¡No!
—se escucha un tono melodramático acompañado de llanto—. El ratón de los
dientes no existe —es Tom que hace rabieta en la barra incrustada en el muro
que separa la estancia de la cocina. Ahora todos lo miran incrédulos como se
cubre los ojos con las manos—. ¿Qué? —les pregunta regresando a la compostura—.
De pronto se ponen tan paranoicos por cualquier cosa, diferencia entre humanos
y no humanos que creen que no podemos comprender —todos siguen sin parpadear—.
Ok, ok, fue duro el golpe de lo del ratón pero por lo demás, y creo poder
hablar en nombre de todos los humanos aquí presentes, pueden hablar como se les
dé la gana sin que rompan nuestros queridos “humanos” sentimientos.
Todos
se quedan callados, no es muy a menudo que Tom hable con algunas palabras que
no sean ofensas o bromas para alguien.
—Ya
tranquilos, sí me dolió lo del ratón pero estaré bien, anden, respiren y a todo
esto, qué es lo que buscas en un librero que no es el tuyo —Tom recarga los
codos de manera casual sobre la barra y holgazanea.
Todas
las miradas vuelven para Izaskun que balbucea un poco.
—Necesito…
—¿Necesitas…?
—alentó Tom, mueve su cuello hacia delante, quiere escucharlo mejor.
—No
creo que sea el mejor momento para decirlo.
Tom movió
ligeramente las palmas de sus manos hacia arriba esperando una respuesta
pronta. No es que le cayera mal Izaskun, tan solo era el hecho de ser un simple
mortal, uno que para ellos la mayoría de las ocasiones causaban problemas en su
mundo de fantasías y Tom sabía que los simples mortales no siempre estorbaban,
algo dentro de él le decía que los simples
humanos ayudaban mucho más al equilibro de las cosas de lo que los seres de
diferentes dimensiones creían. O quería ser simplemente por instinto
competitivo ser parte de los héroes de esta historia.
—De
acuerdo, de acuerdo —Izaskun pronto se sintió nervioso al ser el centro de
atracción—. El tiempo se está terminado.
—¿Tiempo?
¿Cuál tiempo? —escupió Bill sin pensar mucho y miró su reloj de su mano
izquierda.
«La
Guardia», en un tono lúgubre responde Gustav. «Vienen por Meghan».
—¿Qué?
—un alterado Melton—. ¿Qué le harán? No se la pueden llevar, ¿la van a matar?
—No
sabemos con exactitud —es Liam con su tono de voz que tranquiliza a
cualquiera—. Hábil Meghan ha logrado bloquear todo hecho para Izaskun.
«O
ellos lo bloquearon, no se distinguen por sus buenos modales», expresó Gustav.
—¿Recuerdas
algo de ellos? ¿Cómo lucían? ¿Cuántos eran? —Izaskun sacó un libro blanco, uno
muy delgado y pequeño, pasó sus dedos para abanicar las hojas.
Gustav
negó con la cabeza. Caminó hasta el ventanal frente a los sillones con las
manos metidas en los bolsillos de sus pantalones cortos. Dejó que su hombro se
incrustara un tanto en el marco, lo natural sería sentir dolor, él no sentía
siquiera molestia.
«Sólo
llegó a recordar cosas vagas como sensaciones o colores. Todo aquello que me
dijeron que era y que ya no, soy es vago, incluso nulo; no lo recuerdo pero en
teoría un rincón de mi cabeza sabe lo que soy y lo que debo y no hacer conmigo
mismo. Tengo muy claro el dolor de perder las alas, de tenerlas unidas a la
piel», Gustav cerró los ojos. «Sentir como cada pluma se iba fusionando a mi
piel a hiel y fuego. Como se cortan cada una de mis terminaciones en mi
garganta, mi castigo por desertar: no poder gritar nunca más. Tengo la
sensación de que salmonean algo, un lenguaje que poco a poco dejo de ir
comprendiendo mientras el dolor se hace agudo, punza… Jeliel. Jeliel. Uno se
acercó a mí y dijo: Jeliel. Me hizo abrir los ojos en medio del dolor que
recorría mi cuerpo, el sudor que me empapaba de pies a cabeza y son sus ojos
penetrantes hizo que lo mirará firmemente, con su mente dijo: Jeliel».
Las
caras de dolor en todos, era evidente, jamás sabrían qué era físicamente el
dolor que Gustav sintió pero su relato era tan vívido que no podías dejar pasar
un detalle sin imaginarlo en la piel.
—Tu
nombre… tu-tu nombre… cuál es —dijo Liam poniéndose de pie nuevamente muy cerca
de Izaskun—. ¿Tu nombre ante los Celestiales?
«Ifriamdiel».
Todos
los chicos repitieron en su mente la misma manera en que Gustav se los
comunicó, lenta y dolorosamente: If-riem-del.
A eso sonaba.
—Voces
del Universo —dijeron a la par Izaskun y Liam.
—De
la cadena del Amor y la Sabiduría: Jeliel —Izaskun parecía repasar sus años de
experiencia, sus conocimientos—. Tú eres descendiente de Jeliel, mas nunca
debiste saberlo si ahora eres un Caído, ¿Por qué te dijo su nombre? ¿Por qué lo
recuerdas?
—Damabiah
—pronunció suavemente Bill.
Parecía
pétreo, su blanco rostro lo estaba aún más. Tom lo miraba con los ojos al borde
de sus orbitas. Izaskun sabía que algunos humanos eran Cofres. Cofres de
información por parte de sus Guardianes que no siempre eran una cadena de seres
alados.
—Un
Alas Negras —se encargó de aclarar la pregunta a lo que Bill había dicho en
trance—. Es el nombre de un Alas Negras. Fuente de Sabiduría: Damibiah. Un
Divergente de alto rango tengo entendido.
Izaskun
guardó el pequeño libro blanco y lo colocó dentro de uno de los bolsillos de su
pantalón, nadie lo notó, la atención era para el físico de Bill. Liam comenzó a
pasar la vista por todos los libros que había en aquel estante.
—¿Qué
te sucedió? —dijo Tom para Bill que ahora se notaba ligeramente ausente.
—No
lo sé.
—Nos
dio una respuesta —apresuradamente comenta Liam—. Ahora tenemos que hacer una
fiesta para Meghan y encontrar al que puede salvar a Meghan.
«Meghan».
1 Alas:
O sea, no entiendo ni papa y me mandas al Glosario! asdfghjklñ ¬¬'
¿Izaskun se va a ir? ¡NOOOOOOOOOOOOOOOO! Aclárame eso, no me importa en dónde: Twitter, FB, WhatsApp, pero aclaramelo!
Cada vez se pone más interesante, comadre! :'3
Besotes tronados!
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