AOMS - Capítulo 24: Un ángel en mi hombro

MEGHAN: Vide Cor Meum
















—8 —dice uno.
—4 —confirma el otro.
—7…
—3…

Los nervios atacan al segundo y comienzan a subírseles las comisuras de los labios.

—6… —niega el primero proclamando su anticipada victoria.
—2… —alarga la vocal.
—5… —da una calada profunda al cigarrillo.
—1…

El Bucle emite esa luz que solo pocos pueden ver con claridad. No habría que ser un experto pero no se debía ser un ser humano bloqueado y dadas las circunstancias había demasiados como ellos a los alrededores por lo que no resultaba un gran problema y sí bastante divertido para ambos.

—¡Gané! —exclama quien había llegado a término su cuenta.
—Meghan, uno; Izaskun, cero —dice el otro—. Ya veré cómo nos recuperamos.

El Bucle se cierra por completo y deja como estela a Meghan y su acompañante.

—Vamos, vamos —apura el ganador—. Cierra las alas Meghan —ve la turba en su rostro—, las apariencias primero después los malestares —aunque apenas si los han visto Damabiah sabe perfectamente en qué condiciones viene Meghan, sabe que está aterrorizada, triste, le duele el estómago y tiene la cara manchada de mugre por haber llorado—. Respira Megh —simula hacerlo con ella, le infunde paz, su fuerte es la Sabiduría pero puede infundir un poco de paz también­—, tranquila y retrae las alas.

Dos pasos a la izquierda de ellos:

—¿Nombre? —la voz es un poco brusca, tal vez él esté enojado por haber perdido la primera apuesta o tal vez solo hable así.

El cuestionado levanta la mirada, tiene las manos sobre las rodillas y jadea. El Pasado no es como se lo imaginaba. En nada. Ni poquito.

—¿Tu nombre? Mientras más pases en silencio mayor será mi causal a cometer un error.

Pero él no puede contestar. Está impactado al haber levantado el rostro y verlo.

—Lezalel… —murmura. A pesar de ser un varón, criado en contextos irreales hasta el momento fuera de lo común. Su línea del tiempo le apelotona todos y cada uno de los recuerdos y las lágrimas están en sus ojos— la última vez…

Las imágenes pasan a la cabeza de Lezalel. Comienzan a reproducirse, son sus últimos momentos, unos no muy hermosos como él se imaginó en aquel mundo donde se originó su ser. El Lezalel de las imágenes lo piensa así. Le falta un ala y le falta la respiración, su ala derecha ha perdido el tono negro con el que se distingue de ser un Divergente e incluso los tonos multicolores que sus alas deberían por naturaleza tener son tan pálidos… Mira a la oscuridad de la ciudad devastada, “Lo primero que harás al verme —toce y la respiración inadecuada lo consume— será patearme el trasero”; el chico niega, el dolor está en todo su ser, todo lo que él conoce está desapareciendo, los seres a los que ama son devorados con las garras de la guerra; “Lo harás, lo harás porque eres fuerte”; las lágrimas del chico dejan unos caminitos limpios en su rostro del hollín que lo cubre; “¡Sí lo harás!”, grita con rabia el Trono, alza su mano y toma el rostro del chico, a pesar de estar en lo que considera sus últimos momentos tiene fuerza suficiente para lastimar ligeramente al chico cuando le presiona la barbilla para reafirmar que está sobre de él y debe acatar sus órdenes. “Tu nombre será Isaac en el pasado, no… —sonríe de lado— suena a un cliché moderno que sea Yitzhak, en hebreo”. Los relámpagos alumbraban el cielo lóbrego y los truenos hacían su eco a kilómetros de distancia, amenazando con llegar a donde ellos estaban. “No te puedes ir, no me puedes dejar”, implora con lágrimas el chico, “¡No te puedes ir!”, gritó; el trueno fue más sonoro que su voz, “Aléjate, vuelve con tu hermana y Scarlett. Ya saben qué hay que hacer, no le des más vueltas”, el chico negó con la cabeza, “Aléjate o la descarga te matará también”, “No”, dijo con gritos, lágrimas y la desesperación del holocausto que Lezalel realizaba. Una descarga eléctrica más cerca paralizó al chico, miró al cielo; “No olvides la patada en el trasero”, fueron sus últimas palabras al ver que sería inútil. Arrastrarse por el suelo hasta encontrar el camino era lo que debía hacer… antes, la crueldad del destino le haría ver cómo es que su guía devolvería su energía: Las descargas electicas fueron cada vez más intensas, una dio justo en el pecho de Lezalel, le atravesó y éste desapareció físicamente uniéndose a la luz azul radiante y convirtiéndose en una gruesa columna que iluminaba y cegaba…

—Entiendo —pronunció Lezalel—, tranquilo hoy estoy aquí.
—Pero allá no lo estás más…
—Noticias camarada. Tú nunca volverás allí. Vamos, de pie Yitzhak —le tendió una mano­—. Cómo vamos por allá Damabiah.
—Excelente mi capitán. Como los chicos malos que somos, los alumnos saben ahora que Meghan es una rebelde que se junta con nosotros y anda un poco high… tengo una duda Yitzhak, quién muere primero, Lezalel o yo.
—¿De verdad quieres saberlo? —Lezalel voltea el rostro y saca un cigarrillo de un empaque rojo—. Digo, cada quien, pero no crees que…
—No sé quién eres, es decir he escuchado tu nombre pero nunca te vi vivo —corta Yitzhak.
—Oh… —exhala Damabiah con sorpresa.
—No me lo tomes a mal ­—él mira como entrega sus esfuerzos para reanimar a Meghan—, dicho de otra manera, veo que estás muy ligado a Meghan supongo que yo no llegué a conocerte por la misma razón.
—No hay por qué aminorar el golpe; yo muero antes que Lezalel.
—Basta… —pronuncia por fin Megh con un nudo en la garganta y la cabeza amenazadora punza tan fuerte que no duda que explote en cualquier momento­—. Basta…

Las lágrimas ruedan por su rostro y comienza a asimilar todo lo que a su alrededor ha ocurrido mientras se va poniendo de pie. No sabe hasta cuándo volverá a ver a Izaskun, tiene una ligera percepción de que el mundo que conoce no existe más y con eso muchas de las personas qué ama… ¿cuántas?. Qué ha hecho para que las cosas estén tan mal en el mundo de Yitzhak.

­—Hey, hey, no Megh, tranquila —Damabiah la abraza y Megh responde del mismo modo, solo que aferrándose más de lo usual—. Recuerda que las cosas pasan por algo… diablos.
—¿Qué sucede? ­—Lezalel no entiende a primera instancia el cambio tan abrupto de energía de Dabamiah.
—Uno de los tipos que rondan por los pasillos, no sé cómo se les llama, viene hacia acá.
—No podemos dejarlos tan pronto…
—O nos largamos o nos volvemos pubertos… sin ofender —Damabiah mira a Yitzhak y Meghan alternadamente.
—Puedo cuidar de ella —se envalentona Yitzhak— para eso he venido aquí.
—De acuerdo niño, veamos de qué estás forjado y si estás preparado para el mundo de los adolescentes de tu infancia —Lezalel le avienta una mochila negra al pecho—. Esto fue lo último que dejó Izaskun para ustedes.
—Suerte… —grita Damabiah alargando la última letra con exageración mientras desaparecen y su voz se extingue.

Yitzhak abraza a Megh mientras salen de entre el par de edificios que desembocan en el amplio campo de entrenamiento y actividades deportivas. La coloca cerca de las gradas y comienza hurgar en la mochila mientras Megh no para de llorar. Con lo que se encuentra mientras mueve las manos son cosas irrelevantes, al menos por el momento.

—De acuerdo, lo único que hay aquí de utilidad es esta sudadera, puedes colocártela —aunque el proceso lo hace Yitzhak por ella—, hay una toalla pequeña y una botella de agua. Puede servir para limpiar tu rostro —pica con su dedo índice la mejilla de Megh.

Como un súbdito vuelve a realizar la faena de ser él quien haga las cosas por ella.

—Nunca te he visto —pronuncia muy bajito Meghan y detiene la mano de Yitzhak aun sobre su mejilla—. ¿Dónde estás?
—No te lo puedo decir, nunca fueron decisiones mías —Yitzhak baja la mirada—. Siempre supe que existías, que eras lo mejor que le había pasado en la vida a Mila, ella te adora pero yo vivía de sus palabras y jamás pude adorarte como lo que somos.
—¿Me dirás tu verdadero nombre?
—No puedo.
—No importa. Lo vamos a lograr…
—Vaya, vaya señorita Tanneberger ­—se acerca un señor de escaso cabello en la cabeza y una ligera barriga­— ¿Fomentando problemas?

Meghan se despega el cuerpo de Yitzhak y mira al señor Zweig.

—Usted ya no es la misma señorita Tanneberger desde que el señor Flax ha dejado de asistir a esta institución, no digo que usted señor… Schütz sea una mala semilla ­—Yitzhak se encoge un poco de hombros—. Deberían dejar de saltarse clases o tendrán un exclusivo pase bimestral al parque de diversiones de Orientación Vocacional. Sólo un mes y ya dando problemas señor Shütz, no es posible, no es posible —el señor Zweig levanta las manos al cielo implorando paciencia mientras espera una reacción de ambos.

Los chicos se desperezan y se levantan de las gradas con dirección a las aulas de clase, un par de metros después escuchan al señor Zweig recitar: seguramente esa niña ya salió embarazada. Meghan contrae todo el estómago con ganas de voltearse y reírse de él en su cara, estar embarazada sería una situación sin mayor gravedad a comparación a lo que en verdad sufre Meghan ahora mismo.

Ambos lograron sobrevivir pasado el mediodía y el término de las dos clases pendientes en el itinerario de cada uno. Cómo se habían acoplado las cosas, ninguno lo sabía, pero resultaba ser que Yitzhak tenía un mes dentro de la misma escuela que Meghan, compartían algunas clases juntos y la mayoría de los estudiantes tildaban al chico de un súper dotado arrogante con el que Meghan tenía sus qué ver mientras su novio oficial y ahora más famoso cada día dejaba de asistir a clases por semanas enteras. La prueba final y la que ya no soportaba Meghan era fingir poner atención a la clase final de gimnasia por la tarde.

La salvación.

Camino a los vestidores un grupo detrás de ellos se colocó rápidamente y una voz desesperada dijo un par de cosas mientras ejercía cierta fuerza en su brazo.

—¿Dónde rayos te has metido?
—¡Suéltala! ­—intervino veloz Yitzhak sin ser fructuoso.
—¿Qué ha sucedido? Has estado fuera de nuestro radar ¿Dónde se ha metido Izaskun?

Meghan bajo la mirada sin hacer el mínimo esfuerzo de detener la situación y el dolor que le provocaba el apretón a su brazo.

—¡Contesta!
—¡Suéltala imbécil! —volvió a gritar Yitzhak. Él lo ignora y trata de arremeter pero alguien por detrás lo retiene.
—Liam suéltalo por favor —murmura Meghan aún con el rostro fijo en el suelo.
—¿Quién es Megh? —dice este antes de cerciorarse a soltarlo y ella se libra del amarre de Stiffens.
—Es mi hermano.


FIN DE LA PARTE UNO.



ANGEL ON MY SHOULDER