MEGHAN: Vide Cor Meum |
—8 —dice uno.
—4 —confirma el otro.
—7…
—3…
Los nervios atacan al
segundo y comienzan a subírseles las comisuras de los labios.
—6… —niega el primero
proclamando su anticipada victoria.
—2… —alarga la vocal.
—5… —da una calada
profunda al cigarrillo.
—1…
El Bucle emite esa luz que
solo pocos pueden ver con claridad. No habría que ser un experto pero no se
debía ser un ser humano bloqueado y dadas las circunstancias había demasiados
como ellos a los alrededores por lo que no resultaba un gran problema y sí
bastante divertido para ambos.
—¡Gané! —exclama quien
había llegado a término su cuenta.
—Meghan, uno; Izaskun,
cero —dice el otro—. Ya veré cómo nos recuperamos.
El Bucle se cierra por
completo y deja como estela a Meghan y su acompañante.
—Vamos, vamos —apura el
ganador—. Cierra las alas Meghan —ve la turba en su rostro—, las apariencias
primero después los malestares —aunque apenas si los han visto Damabiah sabe
perfectamente en qué condiciones viene Meghan, sabe que está aterrorizada,
triste, le duele el estómago y tiene la cara manchada de mugre por haber
llorado—. Respira Megh —simula hacerlo con ella, le infunde paz, su fuerte es
la Sabiduría pero puede infundir un poco de paz también—, tranquila y retrae
las alas.
Dos pasos a la izquierda
de ellos:
—¿Nombre? —la voz es un
poco brusca, tal vez él esté enojado por haber perdido la primera apuesta o tal
vez solo hable así.
El cuestionado levanta la
mirada, tiene las manos sobre las rodillas y jadea. El Pasado no es como se lo
imaginaba. En nada. Ni poquito.
—¿Tu nombre? Mientras más
pases en silencio mayor será mi causal a cometer un error.
Pero él no puede
contestar. Está impactado al haber levantado el rostro y verlo.
—Lezalel… —murmura. A
pesar de ser un varón, criado en contextos irreales hasta el momento fuera de
lo común. Su línea del tiempo le apelotona todos y cada uno de los recuerdos y
las lágrimas están en sus ojos— la última vez…
Las imágenes pasan a la
cabeza de Lezalel. Comienzan a reproducirse, son sus últimos momentos, unos no
muy hermosos como él se imaginó en aquel mundo donde se originó su ser. El
Lezalel de las imágenes lo piensa así. Le falta un ala y le falta la
respiración, su ala derecha ha perdido el tono negro con el que se distingue de
ser un Divergente e incluso los tonos multicolores que sus alas deberían por
naturaleza tener son tan pálidos… Mira a la oscuridad de la ciudad devastada,
“Lo primero que harás al verme —toce y la respiración inadecuada lo consume—
será patearme el trasero”; el chico niega, el dolor está en todo su ser, todo
lo que él conoce está desapareciendo, los seres a los que ama son devorados con
las garras de la guerra; “Lo harás, lo harás porque eres fuerte”; las lágrimas
del chico dejan unos caminitos limpios en su rostro del hollín que lo cubre;
“¡Sí lo harás!”, grita con rabia el Trono, alza su mano y toma el rostro del
chico, a pesar de estar en lo que considera sus últimos momentos tiene fuerza
suficiente para lastimar ligeramente al chico cuando le presiona la barbilla
para reafirmar que está sobre de él y debe acatar sus órdenes. “Tu nombre será
Isaac en el pasado, no… —sonríe de lado— suena a un cliché moderno que sea
Yitzhak, en hebreo”. Los relámpagos alumbraban el cielo lóbrego y los truenos
hacían su eco a kilómetros de distancia, amenazando con llegar a donde ellos
estaban. “No te puedes ir, no me puedes dejar”, implora con lágrimas el chico,
“¡No te puedes ir!”, gritó; el trueno fue más sonoro que su voz, “Aléjate,
vuelve con tu hermana y Scarlett. Ya saben qué hay que hacer, no le des más
vueltas”, el chico negó con la cabeza, “Aléjate o la descarga te matará
también”, “No”, dijo con gritos, lágrimas y la desesperación del holocausto que
Lezalel realizaba. Una descarga eléctrica más cerca paralizó al chico, miró al
cielo; “No olvides la patada en el trasero”, fueron sus últimas palabras al ver
que sería inútil. Arrastrarse por el suelo hasta encontrar el camino era lo que
debía hacer… antes, la crueldad del destino le haría ver cómo es que su guía
devolvería su energía: Las descargas electicas fueron cada vez más intensas,
una dio justo en el pecho de Lezalel, le atravesó y éste desapareció
físicamente uniéndose a la luz azul radiante y convirtiéndose en una gruesa
columna que iluminaba y cegaba…
—Entiendo —pronunció
Lezalel—, tranquilo hoy estoy aquí.
—Pero allá no lo estás
más…
—Noticias camarada. Tú
nunca volverás allí. Vamos, de pie Yitzhak —le tendió una mano—. Cómo vamos
por allá Damabiah.
—Excelente mi capitán.
Como los chicos malos que somos, los alumnos saben ahora que Meghan es una
rebelde que se junta con nosotros y anda un poco high… tengo una duda Yitzhak, quién muere primero, Lezalel o yo.
—¿De verdad quieres
saberlo? —Lezalel voltea el rostro y saca un cigarrillo de un empaque rojo—.
Digo, cada quien, pero no crees que…
—No sé quién eres, es
decir he escuchado tu nombre pero nunca te vi vivo —corta Yitzhak.
—Oh… —exhala Damabiah con
sorpresa.
—No me lo tomes a mal —él
mira como entrega sus esfuerzos para reanimar a Meghan—, dicho de otra manera,
veo que estás muy ligado a Meghan supongo que yo no llegué a conocerte por la
misma razón.
—No hay por qué aminorar
el golpe; yo muero antes que Lezalel.
—Basta… —pronuncia por fin
Megh con un nudo en la garganta y la cabeza amenazadora punza tan fuerte que no
duda que explote en cualquier momento—. Basta…
Las lágrimas ruedan por su
rostro y comienza a asimilar todo lo que a su alrededor ha ocurrido mientras se
va poniendo de pie. No sabe hasta cuándo volverá a ver a Izaskun, tiene una
ligera percepción de que el mundo que conoce no existe más y con eso muchas de
las personas qué ama… ¿cuántas?. Qué ha hecho para que las cosas estén tan mal
en el mundo de Yitzhak.
—Hey, hey, no Megh,
tranquila —Damabiah la abraza y Megh responde del mismo modo, solo que aferrándose
más de lo usual—. Recuerda que las cosas pasan por algo… diablos.
—¿Qué sucede? —Lezalel no
entiende a primera instancia el cambio tan abrupto de energía de Dabamiah.
—Uno de los tipos que
rondan por los pasillos, no sé cómo se les llama, viene hacia acá.
—No podemos dejarlos tan
pronto…
—O nos largamos o nos
volvemos pubertos… sin ofender —Damabiah mira a Yitzhak y Meghan
alternadamente.
—Puedo cuidar de ella —se
envalentona Yitzhak— para eso he venido aquí.
—De acuerdo niño, veamos
de qué estás forjado y si estás preparado para el mundo de los adolescentes de
tu infancia —Lezalel le avienta una mochila negra al pecho—. Esto fue lo último
que dejó Izaskun para ustedes.
—Suerte… —grita Damabiah
alargando la última letra con exageración mientras desaparecen y su voz se
extingue.
Yitzhak abraza a Megh
mientras salen de entre el par de edificios que desembocan en el amplio campo
de entrenamiento y actividades deportivas. La coloca cerca de las gradas y
comienza hurgar en la mochila mientras Megh no para de llorar. Con lo que se
encuentra mientras mueve las manos son cosas irrelevantes, al menos por el
momento.
—De acuerdo, lo único que
hay aquí de utilidad es esta sudadera, puedes colocártela —aunque el proceso lo
hace Yitzhak por ella—, hay una toalla pequeña y una botella de agua. Puede
servir para limpiar tu rostro —pica con su dedo índice la mejilla de Megh.
Como un súbdito vuelve a
realizar la faena de ser él quien haga las cosas por ella.
—Nunca te he visto
—pronuncia muy bajito Meghan y detiene la mano de Yitzhak aun sobre su
mejilla—. ¿Dónde estás?
—No te lo puedo decir,
nunca fueron decisiones mías —Yitzhak baja la mirada—. Siempre supe que
existías, que eras lo mejor que le había pasado en la vida a Mila, ella te
adora pero yo vivía de sus palabras y jamás pude adorarte como lo que somos.
—¿Me dirás tu verdadero
nombre?
—No puedo.
—No importa. Lo vamos a
lograr…
—Vaya, vaya señorita
Tanneberger —se acerca un señor de escaso cabello en la cabeza y una ligera
barriga— ¿Fomentando problemas?
Meghan se despega el
cuerpo de Yitzhak y mira al señor Zweig.
—Usted ya no es la misma
señorita Tanneberger desde que el señor Flax ha dejado de asistir a esta
institución, no digo que usted señor… Schütz sea una mala semilla —Yitzhak se
encoge un poco de hombros—. Deberían dejar de saltarse clases o tendrán un
exclusivo pase bimestral al parque de diversiones de Orientación Vocacional.
Sólo un mes y ya dando problemas señor Shütz, no es posible, no es posible —el
señor Zweig levanta las manos al cielo implorando paciencia mientras espera una
reacción de ambos.
Los chicos se desperezan y
se levantan de las gradas con dirección a las aulas de clase, un par de metros
después escuchan al señor Zweig recitar: seguramente esa niña ya salió
embarazada. Meghan contrae todo el estómago con ganas de voltearse y reírse de
él en su cara, estar embarazada sería una situación sin mayor gravedad a
comparación a lo que en verdad sufre Meghan ahora mismo.
Ambos lograron sobrevivir
pasado el mediodía y el término de las dos clases pendientes en el itinerario
de cada uno. Cómo se habían acoplado las cosas, ninguno lo sabía, pero
resultaba ser que Yitzhak tenía un mes dentro de la misma escuela que Meghan,
compartían algunas clases juntos y la mayoría de los estudiantes tildaban al
chico de un súper dotado arrogante con el que Meghan tenía sus qué ver mientras
su novio oficial y ahora más famoso cada día dejaba de asistir a clases por
semanas enteras. La prueba final y la que ya no soportaba Meghan era fingir
poner atención a la clase final de gimnasia por la tarde.
La salvación.
Camino a los vestidores un
grupo detrás de ellos se colocó rápidamente y una voz desesperada dijo un par
de cosas mientras ejercía cierta fuerza en su brazo.
—¿Dónde rayos te has
metido?
—¡Suéltala! —intervino
veloz Yitzhak sin ser fructuoso.
—¿Qué ha sucedido? Has
estado fuera de nuestro radar ¿Dónde se ha metido Izaskun?
Meghan bajo la mirada sin
hacer el mínimo esfuerzo de detener la situación y el dolor que le provocaba el
apretón a su brazo.
—¡Contesta!
—¡Suéltala imbécil! —volvió
a gritar Yitzhak. Él lo ignora y trata de arremeter pero alguien por detrás lo
retiene.
—Liam suéltalo por favor
—murmura Meghan aún con el rostro fijo en el suelo.
—¿Quién es Megh? —dice
este antes de cerciorarse a soltarlo y ella se libra del amarre de Stiffens.
—Es mi hermano.
FIN DE LA PARTE UNO.
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