Georg Listing…
- Son muy divertidas, lo juro – dice Tom en medio de un ataque de risa. Aprovechamos el tiempo ahora que Bill no está aquí en el estudio el día de hoy para que nos ponga al tanto de un par de cosas de sus vidas.
- Y ¿las trenzas que se puso fue porque la chica sabe mucho de moda? – dice Gustav siguiéndole la corriente a Tom.
- ¡Oh no! eso es otra historia, dejando a su novia la modelo de lado. He decidido que me voy a quitar los dreadlocks – de golpe nos volteamos a mirar Gustav y yo.
- ¿Qué dijiste? – le repito muy anonadado.
- ¡Eso! Que me las voy a quitar, por eso Bill se las puso.
- Los dejamos unos días solo y ya hacen y deshacen – cruzado de brazos, me quejo.
- Ustedes deberían hacer lo mismo. A ti Hobbit te podemos hacer un nuevo corte de cabello.
- ¿A quién hay que cambiar de look? – Natalie nada oportuna se hace presente en la parte del estudio donde estamos – te podemos hacen un corte muy mono como el que usabas cuando eras pequeño Georgie – ante eso las carcajadas se hacen sonar.
El resto de la mañana se nos fue en pelear, falta ya nos hacía. Al medio día fuimos a desempolvar los instrumentos, afinarlos y repasar un poco los acordes de las viejas canciones mientras el creativo regresaba de sus múltiples asuntos en un estudio de doblaje, por Tom nos enteramos de su reintegración al rubro del préstamo de voz. Tuvimos un par de charlas con los productores y noticias de que nos integrábamos con una nueva compañía y dejábamos a la que por años nos acompañó. CherryThree Records e Interescope tenían nuestra batuta.
Lo nuevo, es que nos hacían llegar un par de teclados muy sofisticados y un piano de cola, algunos aparatos que parecen consolas de DJ y lo mejor un par de guitarras para Tom y un par de bajos para mi, nuevo equipo para la batería de Gustav y pareciera que tratan de distraernos con tanta cosa para que expriman nuestra creatividad y talento lo más que puedan, pero con tremendos regalos ¿quién se opondría?
- ¿Tom? ¿Tom dónde estás? – se escuchan los gritos de Bill subiendo.
- ¡Ya llegó! – dice un feliz Gustav – ya podemos hacerle burla – enseguida nos ponemos de pie, dejando de golpe lo que hacíamos con nuestros instrumentos.
- ¡Tom te buscan! – vuelve a repetir él y nosotros nos lo encontramos de frente viene con una chica, una que no le conocíamos – hey, chicos les presento a Phoebe – la chica estira su mano primero para Gustav que está más cerca de ella.
- Soy Gustav – mi amigo tímido detrás de sus lentes de armazón grueso le dirige una sonrisa simple.
- Soy Georg – me estiro un poco para alcanzarla y mi mirada se posa directamente en sus ojos, unos muy azules pero extremadamente parecidos a…
- Hola chicos – repite ella con gracia.
- ¿Saben dónde está Tom? Le he llamado a su celular pero el muy idiota, no contesta.
- Debe estar en la parte de abajo – le digo mirando a Gustav – en sus clases de solfeo – ante eso Gustav se ríe. De los cuatro el único que tiene un carente conocimiento en aquello es él, se ha empeñado en su buen oído que ha dejado aquello de lado y ahora al enterarse los de las nuevas compañías y sus planes creo que a todos nos encontrarán algún defecto para ponernos a trabajar.
- ¿Solfeo? – dice él en un tono burlón – ¿Quién le puso esas clases?
- Los idiotas de CherryThree Records – dice él subiendo las escaleras junto a Dunja – debes de ver el piano que acaban de traer Bill ¡Es genial! – alza los brazos y prosigue a abrazar a Dunja.
- ¡Niño suéltame! – dice ella pataleando entre los brazos de Tom – me vas a tirar.
- ¡Más fuerte! – decimos Bill, Gustav y yo al mismo tiempo y Dunja nos responde con un mal gesto que nos hace reír aún más.
- ¡Bah! Ya déjala Tom al rato no queremos pagar su venganza con alguna de sus bromas.
- ¡Exacto! Tom, no querrás – dice ella en tono autoritario y acomodándose el suéter.
- Está bien – dice él convencido de que será lo mejor – y para qué me llamaste siete veces Bill.
- Porque tienes visita torpe – olvidé por un momento a la chica, Phoebe, que respetuosa se mantiene al margen pero con una ligera sonrisa por toda la faena que Tom hizo.
- ¡Oh sí! ¿Adónde está ella? – pregunta el muy ladino aún en el descanso de las escaleras de donde dejó de estrujar a Dunja. Si no lo conociéramos apostaría que éste trae perversas intenciones con la chica.
- ¡Hola! – se asoma ella por el barandal para que Tom la pueda ver.
- Muy bien Pheebs, ¿nos vamos? – le extiende una mano para que la chica baje hacia él.
- Con permiso, chicos, mucho gusto – con una sonrisa ingenua se despide y nos quitamos del paso para que ella pueda descender. Ambos se pierden de mi campo de visión y es hora de atacar al pequeño Bill. Miro a Gustav que levanta las cejas y sonríe con maldad.
- Ya nos contaron de tu romance con la modelo – se adelanta Gustav.
- Y que se te ponen las orejas rojas ¡eh! – complemento yo.
- ¿Qué? ¡Qué! – nos mira a ambos desorientado – ¡ah! Par de bastardos. ¡TOM ERES UN IMBÉCIL! – grita lo suficientemente fuerte para su gemelo que aún se encuentra dentro del estudio.
Después de burlarnos muy plácidamente del gemelo menor, nos dan salida minutos después, Gustav y yo iremos a perder el tiempo por ahí toda la tarde…
Phoebe Hollins…
Por la mañana trabajamos con Bill practicando algunas cosas que se le dificultan a la hora de interpretar. Poco a poco le voy tomando el gusto a este trabajo, las impacientes órdenes de Mariella y su mal genio con el que a diario llega y por las tardes he quedado de acuerdo con Tom para platicar de algunos detalles que siempre dejamos pendientes entre nuestra conversación. Regreso, como siempre, mucho antes que mi adorable jefa, de la hora que tenemos destinada para comer. Lo que encuentro sobre mi escritorio es una nota de ella:
Phoebe, Amélie vendrá por ti después de la comida. Irán al estudio de Magdeburg, ahí te encontrarás con Paulo Filho, él te dará un par de carpetas que necesitamos para trabajar el día de mañana. Probablemente regresen tarde.
Te veo mañana.
Mariella Dekker.
- ¿Lista? – Amélie detrás de mi sonríe – una camioneta nos está esperando.
- Creí que alguna de las dos manejaría – tomo mi bolso y abrigo para salir junto con ella de la oficina.
- Podríamos pero no confío en mi misma con las carreteras llenas de hielo.
- Y yo, aún me es difícil acostumbrarme a que los autos aquí se maneja por el lado izquierdo.
- Es por eso que alguien nos llevará hasta nuestro destino – alegre como se distingue ella me da el paso para que nos adentremos en el elevador. Al llegar al estacionamiento, me percato que dicha camioneta, la cual nos llevará, no es de Prato Theater und Studiotechnik.
- ¿No nos llevará alguien de aquí? – intrigada porque la camioneta parece más una se seguridad privada, negra, enorme, blindada hasta la antena del radio y sin distintivos característicos como un auto comercial. Es obvia la respuesta.
- Ahm – empieza a dudar ella – lo que pasa es que vinieron unas amigas ayer y una de ellas es una chica famosa, sí, ella nos hará el favor de llevarnos – ¡ay por Dios! Como si no supiera que esta camioneta es de la imponente Realeza con la que se codean, pero en fin digámosle que sí, igual y el drama de la amiga famosa es cierto.
Al adentrarnos a la camioneta, efectivamente hay dos chicas una de ellas es de cabello largo lacio y de un color castaño que hace que sus ojos claros se realcen, viste muy juvenil, unos jeans entubados con una zapatillas de un prominente tacón en blanco con un coqueto moño en dorado y una blusita de un grisáceo, es linda la chica, es sonriente como Amélie. La segunda chica con rasgos muy parecidos a los de la otra chica pero ésta se nota que es un poco más joven, es: muy espigada, de facciones extremadamente finas, muy blanca y su cabello es de un rubio que la hace ver inocente. Hecho, un vistazo general, viste muy diferente, me atrevo a decir que no cualquiera sale así a la calle, es como una pequeña rock star, si ya es notorio que es alta, porta uno altos botines, unos vaqueros de cuero muy estilizados, una sudadera gris deportiva y por encima una chamarra negra de piel.
Ambas me miran y saludan, detrás de mí Amélie sube y alguien más cierra la puerta.
- Chicas – llama la atención de las otras dos – ella es Phoebe. Phoebe ellas son Kin y su hermana Gabrielle…
- ¡Gabrielle Castella! ¿cierto? – interrumpo la presentación de Amélie. Después de todo, la versión de su amiga la famosa es verdad – mucho gusto chicas.
- Hola – dicen a la par.
- ¿Conoces a Gabrielle? – inquiere Amélie y la marcha del auto inicia.
- ¡Vamos Amélie! Cualquier chica de tu edad o de la mía alguna vez ha tenido en sus manos una revista de moda, ¿cómo no saber que ella es una modelo? ¡y de las más codiciadas!
- ¡Gracias! – responde Gabrielle alagada. Nunca me imaginé que las Dekker se codearan con selecta gente, ¿quién lo diría?
Todo el camino platicamos de moda, moda y sólo moda. Estás chicas eran increíbles, livianas de carácter y muy simpáticas. Admirables amistades las que poseía Mariella. Ambas chicas nos acompañaron a la otra sede de Prato Theater und Studiotechnik. Minutos más tarde un chico que se presentó como Fabiho novio de Kin, se las llevó. Yo me encontré con Paulo Filho, que me dio un par de carpetas como lo había mencionado Mariella, me dejó toda una letanía de saludos y buenos deseos para mi adorable jefa. Eran cerca de las seis de la tarde ya y Amélie llamaba a mi celular…
- Hola, Pheebs, estoy en la cafetería de enfrente, alguien vino a buscarme, aquí te espero – me colgó sin que yo pudiese decirle algo más y salí del edificio en busca de dicho lugar.
No fue difícil identificarla, estaba sentada con otra chica de cabello largo castaño en la sección de fumadores. Debía entrar para acceder a dicha zona. Podía ver de frente a Amélie que reía muy a gusto; en cuanto fui enfocada por ella, alzó ligeramente un brazo para llamarme, como respuesta le sonreí. Sin darme cuenta por pensar en aquello tropecé con una pequeña niña con unos rizos encantadores que sobresalen de un gorrito rosado que porta en la cabeza.
- Hola.
Me dice ella y sigue su apresurado camino después de haber colisionado con mis piernas, la pequeña me saca una sonrisa y la veo como sigue su carrera entre las mesas del establecimiento. Amélie parece divertida y le dice un par de cosas a la chica de cabellos castaños que gira un poco su cabeza pero no lo hace por completo.
- Hola – les digo al legar a su mesa.
- ¡Hey Pheebs! Te presento a Melissa – extiende su mano señalándola y algo dentro de mi hace corto circuito – la pequeña con la que tropezaste es su hija se llama Tabatha. Ella es Phoebe – ante aquello Melissa se queda perpleja y sólo por puro reflejo ha tomado mi mano que extendí para saludarla. A las dos se nos cae la cara de sorpresa.
- Un gusto – decimos al mismo tiempo y soltando nuestras manos. Al instante que el celular de Amélie suena.
- Ok… de acuerdo… voy enseguida para allá – dice presurosa y toma su bolso – chicas debo regresar al estudio, tienen problemas con mis encargos y necesitan de mi súper ayuda. Pheebs puedes quedarte con Melissa unos minutos no tardaré, lo prometo – asiento con la cabeza.
- ¡Tía Amélie! ¿A dónde vas? – grita la pequeña en cuanto la ve alejarse del lugar y corre a los brazos de su madre. Amélie sólo agita su mano y camina a prisa.
Melissa Dekker…
- ¿Así que Phoebe eh? – le pregunto saliendo poco a poco de la impresión de verla de nuevo. Si algo no había cambiado en ella eran: sus miles de pecas en el rostro y esos ojos tan azules como los de Mariella.
- Fue idea de él, no quiso que me dejara el nombre con el que me conocieron – me responde un poco triste y me pregunto el por qué – ahora soy Phoebe Hollins, olvidemos a Audrey Haletky.
- Bueno, nunca fue de tu agrado tu segundo nombre pero por qué usas el apellido de tu madre en vez de su segundo apellido. Siempre me pareció una estupidez que no fueras una Dekker como nosotras.
- ¡Noticias! – dice con una falsa sonrisa – Mariella no me recuerda, mucho menos Amélie, supongo que siendo tan calculador, previó que alguna cosa como esta sucediera.
- Cosa como qué no te comprendo – una cosa era que mis hermanas no la reconocieran pero yo no tengo una mente tan flexible como ellas y sé perfectamente que un rostro tan similar al de Mariella no se puede olvidar.
- Laura murió hace poco más de medio año – suelta con un enorme suspiro y su vaho se ve en el frío aire.
- Dios. Audrey cuanto lo lamento…
- En cuanto él se enteró de lo ocurrido y que yo estaba instalada con una tía en Los Ángeles, California sin darle aviso de que había dejado la residencia en la que vivimos por largos años en Londres fue a investigar en qué estaba invirtiendo mi tiempo.
- Supongo que para nada le agrado, si es que estás aquí – sacando conclusiones de cómo es su forma de actuar, tan precipitada y rigurosa, que pocos soportaban. No es difícil intuirlo.
- Efectivamente. A pesar de que ya soy mayor de edad en mi propio país; no sé de artimañas se valió para cancelar un contrato que tenía con una banda llamada Flipsyde para ser la voz femenina.
- ¡Wow! Algo así como los Black Eyed Peas – afirma con la cabeza y una ligera sonrisa – sí, el ámbito de “las estrellitas de televisión” nunca fue de su agrado – consiento.
- De modo que ¡aquí me tienes!
- ¿Haciendo qué? O ¿Por qué estás con mis hermanas y ellas no saben quién eres?
- Soy la asistente de Mariella – sorprendida, las cejas se me elevan más de lo que yo hubiera deseado para no expresar lo mal que suena aquello – y eso no es lo mejor…
- ¿A no? – bueno… que mi familia está llena de dramas, no lo puedo negar.
- No, el muy cretino le hizo creer que soy su amante – suelta ella con un dejo de desesperación.
- ¡Oh! – respingo – Te hubiera dicho algo por llamarlo así, aunque en definitiva creo que fue buen adjetivo – me sorprendería de algunas cosas sino supiera cómo es su característica forma de tratarnos y ponernos “obstáculos” para salir adelante – no creo que sea justo, lo que te está haciendo.
- No me harías un favor yendo con él para acusarme – suelta con una risa y eso siempre me ha gustado de ella, su optimismo por las circunstancias.
- Ni me atrevería – suelto irónica – sé como es y he preferido evitarlo a él y a Mariella desde hace cuatro años.
- A ver, a ver. Dame un segundo, qué quieres decir…
Explicarle la historia de nuestras vidas y ponerla al corriente de todo lo que ha pasado en más de 16 años, la muerte de nuestro padre, la rebeldía de Mariella y mía en nuestra pubertad, la complicidad que tuvimos por largos años sin tomar en cuenta a Amélie y lo desafortunado de haber encontrado a Robert en nuestros caminos, la ley del hielo con la que he vivido hacia Mariella desde hace cuatro años, los mismos que tiene Tabatha, la tenía sin habla. Advertirle que ni se le ocurriera alguna reconciliación familiar, debido a que por lo menos Mariella creía que yo seguía viviendo en Noruega y las razones que tenía para estar aquí, eran básicamente por el aprendizaje del idioma de mi hija y que dentro de un periodo a un año regresaría a Noruega para tomar el legado que por herencia nos correspondía a mi hija y a mí. Historia muy trillada que ya me tenía aburrida desde hace un par de meses hacia acá, contarla una y otra vez resultaba tedioso.
Me percaté que el tiempo pasaba, la noche caía poco a poco y Amélie no regresaba, sin embargo fue algo que pasó esporádicamente mientras la plática con Audrey continuaba. Nos desviamos por un momento a cuando éramos unas niñas. Ella siendo la más pequeña contaba con 4 años como máximo, Mariella con 5 y yo con la misma edad o tal vez ya los 6 cumplidos. Siempre nos llevaban a un parque cercano de casa de la Abuela. La mentira era que era la hija de una de las amigas del trabajo de él, desafortunadamente nadie nunca se percato que yo era muy curiosa y cuando merodeaba por la casa y los adultos platicaban, yo, me enteraba de las cosas de la familia.
En aquella ocasión era la Abuela Bernardette quien alzaba la voz en el despacho que pertenecía a mi padre, junto con él y mamá le recriminaban muchas cosas; una de ellas que no era justo que sólo nos dejaran convivir con ella en las vacaciones y que debería hacer algo para que Audrey viviera en este país, con su familia, que si bien no la conocía, también tenían derecho a estar con ella y no en otro continente. Gritos de parte de la Abuela fue lo que más escuchaba y de pronto… un gran silencio y él salió azotando la puerta del despacho de mi padre. Me sobresalto y por un segundo me sentí en problemas si no hubiera sido porque se fue del lado contrario a donde yo estaba parada detrás de un pedestal que sostenía un florero y en altura era mucho mayor que yo.
- ¡La Abuela debe verte! – le hice mención, después de recordar todo aquello.
- ¡Estás loca! ¿Crees qué ella querrá saber de mi después de tanto tiempo? ¡Vamos no seas extremista! – me dice girando los ojos. Juguetea con Tabatha, mi hija, un alma inquieta por naturaleza encuentra sorprendentemente calma en ella mientras la sostiene en sus piernas.
- Eres una Dekker te guste o no – con un imponente tono, me dirijo a ella – y es justo que la Abuela sepa que estás aquí, ahora y todo lo que ha pasado con tu familia.
- ¡Pero! – sobresaltada me interrumpe, parece que la idea no le desagrada del todo – sólo hagamos esto de la manera más discreta no quiero que Amélie se entere…
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Y por acá las imagenes de las hermanitas Castella con las que se encontró Phoebe...
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