Capítulo XXVI [ Parte 4 ] Odiamos tan rápido. Amamos tan despacio.



Phoebe Hollins…


Nunca había conocido a alguien más terco que Tom seguido de Bill. El viernes por la tarde dijo que debía volver, no por mucho tiempo al estudio. Melissa y la pequeña Tabatha se quedaron conmigo hasta que Tom volvió con Bill, Melissa se despedía y quise por algún impulso extraño ir con ella y sí yo iba, iba conmigo Tom, si Tom venía, Bill no nos dejaría solos. Fue extraño pero muy divertido. Viajamos en una enorme camioneta que Tom trajo consigo y nos fuimos el fin de semana a la casa de la Abuela Bernardette. Para Bill era desconcertante enterarse de un mil de cosas de Mariella y no dejó de charlar con Melissa.

Por la noche antes de partir, tuve una extenuante plática con la Abuela, sentadas en su cama me abracé a ella como una pequeña niña, la abracé muy fuerte.



- Vamos Audrey, no hagas esperar más a ese lindo chico que está afuera – dijo con una voz picara.



Tom, Bill y yo partimos de nuevo de regreso a Hamburg. Iba un poco cansada, me coloqué en el asiento trasero, Bill y Tom iban al frente platicando en voz queda cosas que no lograba comprender y perdí conciencia de todo el viaje. Al despertar me encontré sobre mi cama, que era en esta ocasión acogedora y tibia por alguna inusual sensación.



- Hola – me recitó Tom.



Estaba abrazada a él por la cintura. Él recargado sobre la cabecera sonreía ampliamente despojándose del par de audífonos. Me di cuenta por la poca luz que la luna reflejaba que su torso estaba desnudo y yo, tenía puesta sólo la pequeña blusa de tirantes y la ropa interior baja que Melissa me llevó al hospital.

Se acercó a mí y beso, me sentí tan en paz, tan relajada que no fue hasta que se asió de mi mano derecha que espeté un sonoro “¡Ouch!”



- Lo siento – se excusó al darse cuenta que era el dorso de mi mano que había sostenido con fuerza.

- ¡Diablos! – murmuré – son unos salvajes en el hospital, se me hará un hematoma por la agresiva manera que pusieron ese suero – Tom río por aquello – ¡Oye! – volví a reaccionar y me alejé de Tom sentándome sobre la almohada – ¿Dejaste a Bill durmiendo en la estancia? – se carcajeó y no entendí por qué.

- Bill está seguramente roncando plácidamente sobre su cama – se dejó desparramar sobre el colchón con rostro divertido – antes de venir hasta acá pasamos a la casa por una maletita de ropa. Se quedó contigo en la camioneta mientras hacía todo eso y tú y yo volvimos aquí.

- ¡Espera! ¿Maletita? – no entendía de qué rayos hablaba.

- Pheebs, no pienso dejarte sola, el Doctor dijo que aún estabas débil. El lunes nos iremos juntos al estudio de Mariella… o por separado como gustes…



Ya no podía alegar a su decisión, ya estaba aquí conmigo y a decir verdad yo estaba muy feliz de que así fuera. Estuvimos juntos en la cama todo el domingo… haciendo una que otra travesura hasta que el sueño nos rindió.

El lunes por la mañana cada uno tomó su auto para ir al estudio. Bill ya nos esperaba en el estacionamiento. Se notaba la preocupación de no haber estado con él, desde luego preguntó por mi salud y si Tom se había portado de una manera correcta, tuve que mentirle. Tom dijo que volvería al estudio y que más tarde estaría con nosotros aquí.

Estaba lista para un día más de trabajo. Estaba lista para todo lo que se me venía encima el día de hoy. Lo estaba. Lo había pensado toda la noche mientras miraba a Tom dormir y le robaba uno que otro beso cuando lo notaba profundamente dormido. No tenía miedo, a final de cuenta era mi destino… el que yo había escogido… estaba segura que quería terminar esta pelea.






Mariella Dekker…


- ¡Estoy harta de ti! – le grité.



Era una más de nuestras bastas e intensas peleas de las cuales ya nos hacían insoportables en la oficina, tanto para ella como para mí era sumamente desgastante. Si no fuera porque no podía prescindir de ella. No sólo por ser altamente recomendada por Xavier sino porque algo más me hacía ser dependiente de alguna forma a ella. Era simplemente como un masoquismo muy marcado entre ambas.



- Y a caso crees qué no lo estoy yo de ti, crees que no me es fastidioso ver cómo te comportas como una niña pequeña y berrinchuda para cualquier cosa que te pasa. Se ve que la vida para ti no ha sido dura y todo lo has obtenido con sólo estirar la palma de tu mano.

- No digas estupideces – farfullo.



Me acerco a ella lo más que puedo de una manera agresiva. Es justamente de mi estatura, sus ojos son tan azules como los míos; pareciera que al verlos y buscar un reflejo sólo me encuentro con los míos. Llena de furia por no saber de lo que ella según sabe de mí, para poder hablarme y defenderse, la tomo por la solapa de su saco.



- no sabes, lo que en mi vida aconteció y acontece. Ni mucho menos sabes qué es de mí – con rabia en la voz, sus palabras me han herido más de lo que imaginé. Ella qué sabe de mí y mi ser.

- eres la que no sabe lo qué es el dolor de amar, no sabes cuál es el dolor de dejar ir a la persona que amas por la muerte, no sabes lo qué es madurar a costa de la soledad. Te escudas tras tus lentes y crees que dejando pasar las cosas ellas simplemente se alejan de ti y todo puede ser normal.



Como si fuera mi propia conciencia la que dice aquellas palabras me produce un amargo nudo en la garganta que de puro orgullo hace que levante el rostro en señal de superioridad ante ella. Así ha sido desde que llegó. Yo soy superior.



- Deja ya de ser la persona que se guarda las cosas para sí misma, MADURA MARIELLA, eso es lo que te hace falta, madurar y darte cuenta de que las cosas no se deben dejar a la deriva. Lucha por lo que quieres, por el que amas, por las que amas, lucha por recuperar a tu familia…

- DEJA DE DECIR COSAS QUE NO TE INCUMBEN ESTÚPIDA – la tengo a escasos centímetros de mi rostro con ganas de darle un buen puñetazo que tan bien está preparado en mi mano contraria con la que la tengo sujetada – no tienes derecho a decir cosas, ¡NO TIENES EL DERECHO! – grito desesperada – No porque le abras las piernas a Xavier cada que está en la cuidad, no te da derecho a decir u opinar algo acerca de mi… ¡Zorra!

- ÉSTA… A LA QUE LLAMAS ZORRA – me da un fuerte empujón, al parecer la criatura linda empieza a sacar las garras y se muestra como tal – y a Xavier al que ofendes sin razón…

- ¡Sin razón! Por favor, podría ser tu padre y sin embargo eres…

- Sin embargo – me interrumpe y se pone frente a mi tan rápido que me es imposible hacer algo al respecto para ponerme a la defensiva – ésta, a la que acabas de llamar zorra, es exactamente lo que tú has dicho ¡la hija de Xavier! a la que te has encargado de pisotear, a la que le has hecho los días imposibles porque crees que puedo quitarte a un chico el cual no te interesa y es ahora mi único mejor amigo, soy la chica que has sometido a extenuantes horas de trabajo por el hecho de saber cosas muy precisas de tu vida. La chica que inútilmente ha venido a una familia que no tiene ni pies ni cabeza, una familia donde parece que todos tienen el destino marcado para morir en el primer intento, cuando no se lo merecen…



Me quedo pasmada, no hay más, veo como de su rostro corren gruesas lágrimas una tras otra. He bajado la guardia. Simplemente me he quedado con lo estúpido de mis pensamientos y mi ser al borde de un peñasco.



- La chica la cual no pudo ayudarte a ser lo que todos de verdad creen, la chica que sólo fracaso una vez más en la vida porque no pudo hablarle a nadie de frente y decirles por temor de lo que los demás dijeran de ella, quién realmente es. La que tenía un plan de vida y se lo arruinaron al saber que tendría que venir a una estúpida cuidad la cual no había pisado en años, para que al final nadie me reconociera… y sólo ser nadie.



Su voz se fue apagando poco a poco.

Tan frágil como una fina capa de hielo en un lago muy bien oculta esperando a ser quebrantada por alguien al pisarla, era la apariencia que me daba ahora y la torpe persona que piso ese fino hielo fui yo sin haberme dado cuenta. Sin darme cuenta de que todos los errores una vez más los cometí yo. Yo solamente yo.

La cabeza me zumba. He escuchado tanto que inmóvil y sin argumentos me he quedado petrificada ante a ella. Ella… mi… prima hermana, mi único lazo consanguíneo de lo que pudo ser una familia.

Creo que me he olvidado de cosas básicas como respirar y siento como el corazón late muy forzado de la impresión.



- ¿Qué error cometimos para que lo más sagrado nos fuera arrancado de nuestro lado por la muerte? – con la cabeza abajo suspira y deja escapar forzadamente a causa del llanto silencioso en el que ella está sumida – Alun Dekker y Laura Hollins las personas que más hemos amado, tu padre y mi madre. Nos fueron arrebatadas de un momento a otro que no supimos ni cómo fue.



Alun Dekker.

Rebota una y otra vez en mi cabeza junto al zumbido en mis oídos.

Melissa Dekker.

Se une a la fila india de cosas que me atormentan en segundos.

Georg Listing.

Un amor que deje ir sin darme una sola oportunidad…

¿Quién sigue…? Y fue la peor estupidez que pude haber pensado en toda mi vida. Nada se comparó a lo que mis ojos de pronto vieron descender.

Phoebe se colapsaba contra la alfombra de la oficina, se dejaba caer sin oponerse a ello, la gravedad y su inconsciencia efectuaron que su cabeza de inmediato se estampara y rebotara en dos ocasiones. Con los ojos muy abiertos y en dirección a mí, veía su pánico reflejado. Seguir el trayecto de su caída con la mirada hasta toparme con su fija mirada; me convirtió en una barra de acero la espina dorsal, una que no me dejaba mover. Su boca se abrió, espere que soltara alguna maldición en mí contra… lo que fuese para que yo pudiera reaccionar y a ese momento: la gruesa alfombra de color grisáceo se manchó de un color carmín intenso mezclado con un borgoña lúgubre. Dos espasmos de su estomago y sus ojos se cerraron…






- ¡SEGURIDAD!


Un largo, amargo y profundo, en dolor, grito soltó lo más fuerte que pudo Mariella aferrándose al marco de la puerta que de un jalón abrió, enterrando las uñas en él. En todo el piso se pudo escuchar su lamento al mismo momento que las fuerzas la vencían y se dejaba caer de rodillas al suelo.


- Seguridad…


Dijo en un mal intento que sólo fue un débil suspiro ahogado en un llanto que la consumía mientras giraba el rostro al lado contrario para no ver a Phoebe tirada al pie de su escritorio tal vez… muerta.


- ¡MARIELLA!


Dijeron al unísono Amélie, Bill y Tom, al reconocer entre el amargo dolor una inflexión de voz de Mariella. No les bastó nada para pensarlo y dejar caer las cosas que tenían en los brazos para salir corriendo al pasillo donde se ubicaba dicha oficina.

Dos personas de seguridad, Amélie, Bill, Tom y tres más de los empleados que se encontraban cerca se arremolinaron ante Mariella como súbditos a sus pies, sin dar crédito del como la veían. Sus conocidos enunciaron su nombre de forma desesperada, buscaban una respuesta y ella sólo pudo girar su rostro adentro de la oficina. De inmediato ellos mismos gritaron su nombre con un pánico atravesado. El personal de seguridad enseguida brincó a Mariella tirada en el suelo en un mar de lágrimas y entre los radio comunicadores pedían auxilio. Tom incrédulo se había convertido en piedra al verla por segunda vez inconsciente…



- Ella ha logrado por un momento ponerse estable – anuncia quien se identifica como el Doctor Derek James – podrá pasar y, únicamente porque ella lo pide, su padre y Mariella Dekker – busca entre todos los presentes quien fuese aquella chica y pronto Mariella asiente con la cabeza.



Es fúnebre entrar a la habitación de un hospital, es aciago entrar a ver a la persona a la que has casi matado. Un paso a la vez, es el que marca Mariella para Xavier que va detrás de ella como su apoyo, el que ha sido siempre, desde que su padre falleció. Ella en la cama parece tranquila, llena de tubos y el estrepitoso y pausado ruido que denotan los aparatos a los que está conectada.

Marmolea, es la descripción perfecta para el color de su piel, las cuencas de sus ojos se han marcado dejando a la vista un apagado azul en el tono de sus ojos, poco se puede notar como su pecho se levanta y le vaho en la mascarilla que lleva puesta es casi nulo…



- Hola – dice Phoebe con voz ronca y poco existente.



Xavier rápidamente se aproxima a darle una indicación típica de “no te esfuerces” pero Mariella lo detiene estirando uno de sus brazos para advertirle que no es necesario, de una manera tajante. Ella con los ojos hinchados y con derrames a causa de contener el llanto la mira fijamente, poco a poco se acerca a su cama. Dejando pasos atrás a Xavier.



- Hola – vuelve a repetir en su poca voz – oye… olvidando todo Malle, me harás un último favor…

- Audrey – Mariella la llama por su segundo nombre – no te pongas a decir hilaridades…

- Audrey… – suspira – Xavier lo escogió ¿cierto? Mi madre me lo dijo, es francés como el de Amélie y el de la pequeña Moniquée – le echa en ligero vistazo a Xavier que tímido está detrás de Mariella – es lindo, así me hacía llamar mientras viví en Londres – sonríe ligeramente y poco es percibido pues la máscara cubre gran parte de su rostro – ¿si te pido algo Mariella lo cumplirás? – ella asiente en silencio pues las palabras se anudan fácilmente en su garganta – Tom dice… que Stiffens necesita una asistente… y te ha visto como trabajas, ha puesto atención a tu trabajo.

- Audrey por favor… yo ya…

- ¡Vamos…! Es mi última petición. Debes tratar de ser feliz y esa es una buena oportunidad – el dejo de su voz es lento y muy bajo, cansado y aún así está gastando hasta la última célula con energía para hacer entrar en razón a Mariella – Xavier no se enojará te lo aseguro, es hora de probar algo más que el doblaje…



Con compasión Mariella toma de la mano a Phoebe Audrey, su mano es ligera pero fría como el tempano de un hielo. Sin querer repara en sus uñas, de un tono amoratado del cual se percata la dueña de esa mano.



- Esto ya está mal… – entra en propia razón – el tiempo ya está a contra reloj. Malle no debes negarte a esa oferta, Tom es un buen chico, tal vez él logre algo de lo que yo no pude… Melissa es un tema muerto, como lo estaré yo, y enterrado al cual nadie puede tener acceso, nadie más que ustedes dos… pero para el resto aún hay un futuro. No dejes de se acabe como el mío. Tom sabrá que hacer, dile que estaré bien y que me agrado su compañía y su buen sentido del humor a pesar de que es… que es Tom. Dile que se enamoró de la persona equivocada y que yo adoré cada uno de sus detalles. También lo amo.



Phoebe sonríe al recordar los buenos momentos de ocio que pasó con Tom.



- Olvídate de las mentiras y errores deja que el pasado se quede donde está y deja que el presente alcance al futuro que poco falta… – Mariella siente como ella hace un vago intento por acariciar su mano y agradece el gesto – Papá… – hace una pausa debido a un absceso que provocan unas nauseas acompañadas de una espesa tos que la ahoga un poco.

- Audrey tranquila, vamos, deja las palabras para después – dice un agraviado Xavier y ella testaruda mueve la cabeza en negación – debes tranquilizarte habrá tiempo…



Pero ella está segura de que no lo hay y mientras trata de tranquilizar el malestar que poco se detiene, los monitores comienzan a dar señales de alarma y la mano que tiene con Mariella es apretada con fuerza. Es un su último esfuerzo y las células de energía se han agotado...

Un vomito incesante la está atacando, la liberan de la mascarilla y las manchas de color rubí dejan huella fiel de su sufrimiento sobre lo inmaculado de las sábanas en las que posa. Apneas en su respiración hace que las cosas se compliquen. Dos enfermeros y el Doctor James han entrado ante la señal de alarma. A empujones son replegados Xavier y Mariella, que bañada en lágrimas no se opone y mira desde el pie de la cama como Phoebe hace un débil intento por respirar mientras su pecho está a la alza de querer lograr lo mismo.

La bata le es arrancada del cuerpo de un tirón, dejándola a la deriva de todos y el frio desfibrilador es colocado al centro y a un costado de su dorso, la advertencia de alejarse la grita el Doctor James y el sonido particular de la descarga de energía contra el exánime cuerpo de Phoebe que la hace levantarse.

No funciona…

El segundo intento… el sonido se produce, como reacción el cuerpo vuelve a levantarse y Mariella no soporta más, se pega contra el cuerpo de su Tío Xavier que la abraza con fuerza a él mientras baja la mirada por respeto al cuerpo inerte de su hija.

El tercer intento es en vano… y la sábana con manchas de color rojizo es colocada sobre el rostro de Phoebe…

Hay cosas que hay que dejar ir en la vida por más cruel que sea el modo de despedirse de quienes amamos. Respetar y cumplir los deseos de quienes nos lo han pedido con una última exhalación, debe hacernos entrar en razón para saber que somos lo suficientemente fuertes para seguir respirando. Continuar hasta encontrar el presente que se une al futuro es el impulso de vivir cada día como el último instante de nuestras vidas…



Ab amando ductum est amicitiae nomen...

En memoria al ángel que luchó hasta el final y me brindó su compañía.
En apoyo de todas aquellas que luchan por encontrar la salida…
En orgullo de las que han superado la lucha contra la bulimia…





3 Alas:

Harlu dijo...

CONFUNDIDA.

Es la forma en la que me dejó este capítulo. [Además de un poco enfurruñada al ver cómo Tom se agasajaba a esta niña XD Ya sabes, yo y mis celos]

Te quiero y excelente capítulo. Prometo pasar por aquí más seguido :)

Karla Díaz dijo...

Me gusto amiga!
pero quiero leer a los telerines!
bss

OreoEffeckt dijo...

que no había publicado yo aquí?