Kin Castella…
Habiendo salido de la consulta con el médico que lleváis mi situación con respecto al esguince, Fabiho y yo decidimos que sois buena idea, esa de, ir a comer juntos. Ya le había bajado dos rayitas y estáis más tranquilo, su paranoia porque no moviera ni un solo dedo disminuyó en esta cita. Estaba casi perfecta para subidme a los altos tacones que iban a ir a juego con el vestido de dama de compañía. Ya me veo, glamurosa sobre los tacones.
- Entonces ya podéis dejar a un lado vuestros nervios de que me mate al tratad de dar un paso – durante la comida en el restaurante que tanto os gustaba a ambos discutíamos el tema al que no le gustáis que insistiera.
- Puede ser Kin, siempre y cuando te portes bien y no insistas con eso porque ya sé a dónde quieres llegar – astuto el tío, sois cuando se lo proponía.
- ¡Vamos! Nada os cuesta, sólo será una vez. Además yo no he hecho nada me he mantenido quieta.
- ¡Ah, sí seguro! Usar al pobre de Jean Paul como grúa para que te moviera a todos lados no es mantenerse lo suficientemente quieta pequeña – con vuestro dedo índice toca la punta de mi nariz.
- Bueno guapo, que alguien aparte de François debéis aprovechar esos musculosos brazos para algo que no sois meramente… meramente…
- Olvídalo, entiendo el punto – soltáis una fuerte risotada – lo bueno que ni eres competencia para François y ni es celoso – eso me haced reír descomunalmente.
- Pero enfoquémonos en Rajá – señalo al frente con mi mano recta.
- Se llama retrovisor y no, no te lo voy a prestar – se negáis rotundamente, era duro como una patata.
- ¡Pero por qué! Tú y Deieu sois iguales, igualitos ¡Carajo! La otra porque alegáis que sois nuevo y aún no podéis tocarlo nadie y tú… tú qué escusa me dad.
- Te puedes romper – mirándome de ojo y esquivándome. Me desespera que me dé semejante respuesta.
- Soy de carne y hueso y no me va a pasad ¡Nada! Además me he mantenido lo suficiente sumisa así que: lo merezco – me cruzo de brazos.
- Bien tu ganas – concede.
- ¿Sí? ¿Sí? – me levantáis de la mesa y gritad un poco – ¡Sí! Ahhh sois un amor, bueno más de lo que ya sois Fabiho.
- Kin, Kin, Kin cálmate, cálmate – pedid nervioso – siéntate, cálmate y lo podrás hacer. Podrás conducir mi Audi si te calmas.
Y que me he calmado, me senté. Una vez que hubiera aceptado y que me he salido con la sartén por el mango, había sido genial. Continuamos la comida más felices, bueno, yo. De cierta forma le echaba la culpa a la Mariella que no me habéis liberado un Audi sólo porque según ella le habéis dicho cuando el pedido del Mini Cooper ya lo habían aceptado. Salimos del restaurante y pensé rápidamente: esta sois mi oportunidad para manejad, cuando Fabiho me lleváis directamente al lado del copiloto pero no he renegado. Llegamos a casa a revisad los pendientes de la boda y dadnos cuenta que Ela llegaba hoy por la noche.
- ¿Ya tienen pensado que harán para la despedida de Ela? – hurgando en la alacena de la cocina por zumo me ha recordado aquel detalle.
- No, bueno un par de cosas pero con lo conservadora que de pronto sois, tal vez nos vayamos a rezad a una iglesia o algo por muy del corte inglés que no involucre lo vulgar – se escucháis sus risas por mi comentario y las pisadas acercándose a la mesa del comedor donde me encuentro con el ordenador portátil.
- ¡Sí, seguro! Y sobre todo tú y Mariella van andar rezando. Por Dios si ustedes dos son un par de diablos con sotana.
- ¡Nada más tantito! – le hago la diminuta señal con mis dedos – ¡Rayos! no he revisado el correo electrónico en un día y lo tenéis saturado de tonterías.
Antes de terminar de quejarme y quered darle un trago al zumo de manzana que me ha dado el Fabiho, mi móvil suena del otro lado de la mesa, en el intento de quered ir por él, Fabiho me ataja y el mismo me lo da y muy chismoso mirad en la pantalla.
- ¡Hey! No hagas eso – me quejo – ¿Qué tal que sois el panadero?
- Es Dunja – me miráis con los ojos entreabiertos y le mando un beso.
- ¿Ahora qué querrá esa mujer? – imaginando que tenéis que ver con el niñato de trenzas o el pijo ese que trae coladita a mi hermanita, trato de contestar lo más animada posible – Sí, diga.
- Hola Kin, soy Dunja ¿Cómo sigues de tu pie?
- Bastante bien, las muletas han quedado en el olvido y traigo una férula más pequeña – bueno por lo menos pretendía sed amable.
- Me da gusto. El pequeño Fabiho ya no es tan paranoico, me dijeron por ahí que te consiente mucho – mirándolo de reojo como perdéis su mirada por la vista de la ventana pienso inmediatamente en que seguro la que dijo todo fue la Mariella.
- Me consiente mucho, eso si no os puedo negar – sonrío pensando que mi Fabiho sois más bueno que el queso en rebanadas.
- Bueno Kin, el motivo de mi llamada a parte de saber cómo estás es por trabajo ¿Si te han llegado los depósitos a tiempo?
- Sí, Dunja, lo acordado, aunque sigo pensando que sois demasiado – trato de no pareced ambiciosa pero la verdad sois que las industriales cantidades de dinero por atajad a los paparazzis cuando tenían información de esos tíos era muy bien redituada.
- De hecho Kin, la cantidad subirá por órdenes de Jost, ¿lo recuerdas?
- Claro, claro – recuerdo al joven señor representante de las niñas esas – pero ¿Por qué va a subir?
- Bien, la verdad es que no sé bien a bien como está la situación pero necesitamos que tengas cubierto a Georg también.
Mirando la pantalla del ordenador dándole siguiente a los correos que no tenéis ni la más mínima importancia entra uno con la notificación de urgente. Acostumbrada a que mi jefa de pronto sin piedad mande trabajo a des horas pongo los ojos en blanco dispuesta a lidiad con la noticia y con Dunja del otro lado de la línea, a mi que carajos me importaban esos chicos, bueno sí debéis pues el Georg sois el mejor amigo de Fabiho y debía ser tolerante y prudente hablando del majo pues Mariella estaba de por medio en todo ese embrollo. Aunque, un momento, ¿Cómo es que le hacía la maja esa para soportarlo en el estudio? No me había detenido a pensar en eso por tratad de evitar ese tema pero sois algo bastante interesante dado que ya era hora de que se diera cuenta que lo quería.
- Tuve que salir de viaje y me han dejado ese pendiente, Georg y Gustav llegan hoy desde Los Ángeles.
- Dunja, Dunja. Dadme un segundo. Que me han llegado un par de imágenes, de… de Georg justamente – por la poca redacción que mandan me quedo perpleja con la quijada hasta el culo.
- ¿Pasa algo?
- Par de cabrones pero deja que los vea – Fabiho a mi lado que se sobresalta – voy a haced justamente uso de la chequera ahora y te veo en un par de horas en Hamburg.
- ¿Qué pasa? – pregunta asustada.
- Que ¿Qué pasa? Justo ahora lo sabrás te he reenviado el mensaje. Te veo en un par de horas, debéis lidiar con el mal, con un novio – lo fulmino enseguida con la mirada y asustado se encoge – con una mejor amiga y con un cara de niña. Pero me van a escuchar.
Más que enfadada me pongo de pie con habilidad de la mesa, cojo el ordenador y me voy cojeando hasta llegad a las escaleras, para mi sorpresa Fabiho no se ha movido de su lugar y no me sorprende que no lo haya hecho, conociéndome lo atrabancada que soy, sé que duda hasta de respirar.
- ¿Manejas o manejo? – con un tono por demás cortante me giro para encararlo.
- Manejo – decid con un tono sumiso.
Le ordeno que me lleve a un centro fotográfico cercano a la agencia donde se encargan de imprimid las cosas. Ahí, pido que me hagan el enorme favor y sin decid más que pio de me dan dichas fotografías. Minutos más tarde y ya acostumbrada a lidiar con gente abusiva, firmo el cheque por una estratosférica cantidad de Euros que en mi vida veréis en vuestras manos. Demonios, si no fuera porque esa mujer sois mi amiga y me debe más de mil explicaciones antes de sacarle los ojos, hubiera dejado que esas fotografías salieran a la luz. Fabiho aún cohibido y sin preguntarme absolutamente nada se queda en el auto paciente esperando a las afueras de la cafetería donde me han citado una vez más.
Cuando entro al auto sin ayuda de él y el sobre de todos los rastros habidos y por haber y el contrato de confidencialidad a muerte que el fotógrafo amable firmó; con toda la calma del mundo saco un puñado de imágenes. Tomo una gran bocanada de aire y me dedico a sorrajárselas en donde puedo.
- Pero que ustedes me vieron la cara de tonta o qué les pasa – comienzo a despotricar – pero cómo sois posible, seguramente tú lo sabías ya y por eso no has dicho ni pio y esa que se dice mi amiga ocultadme algo a mí, yo que soy su mejor amiga, cambiarme por ese cabello de niña que sois tu mejor amigo. Les he tenido mucha paciencia y nunca digo nada y esa que seguro ya se revuelca con él.
Y viendo la culpabilidad en el rostro de Fabiho comienzo a detenedme sobre mis palabras esperando a que me diga algo una vez que me he quedado callada y terminé de aventar las fotos por todo el auto.
- Bueno – decid con un tono muy bajo – Kin no te enojes – ¡Uy mala idea, majo! Ya lo estoy – lo único que, hay bueno eso dos llegaron un día antes de que Mariella se fuera a Noruega a festejar el cumpleaños de su mamá, llegaron con Amélie también y nos explicaron que llevaban para ese entonces más de medio mes juntos.
- ¿Qué? – exclamo con indignación.
- No me preguntes cómo fue exactamente, sólo sé que Amélie también estaba sorprendida. Era de no creerse que esos dos estaba, así besándose como en las fotos del paparazzi.
- ¡Sí Fabiho pero aquí le estáis dando un anillo! – trato de que mi tono de voz sea tranquilo cosa que no resultad.
- Bueno supongo que era el detalle que le faltaba.
- ¿Cómo? – bufando por la rabia que sentía trato de sed lo más precisa en mis preguntas.
- Cuando vinieron – suspiró – fue porque los dos habían decido casarse esa misma mañana, según ellos no durmieron en toda la noche por estar platicando y cuando les llegó la lucidez a la cabeza dijeron: sí nos casamos – tranquila y contando hasta lo más que puedo recojo las fotos una por una – y Amélie y yo fuimos los padrinos, a la fuerza, bueno no tanto, pero ese par están locos. No podíamos decirles nada, así nos lo pidieron.
Una vez que tengo cada una de las fotografías en la mano y acomodo en el orden correspondiente al que van y que Fabiho terminó de contadme la historia, con un aire de indignación total y un estilo muy al corte inglés lo miro de reojo y comienzo a gritarle de nuevo.
- ¡Infame! ¡Desgraciado! ¡Infeliz! Tú lo sabías y no me dijiste nada. Cómo sois posible que mi novio y mi mejor amiga me oculten algo tan importante – dejo de golpearlo y comienzo a hablar sola mientras él iniciad la marcha del auto para id a Hamburg.
- Kin, tranquila – tratáis de tocarme el brazo el cual esquivo.
- ¡Suéltame! Dejadme, no quiero hablar con vosotros – me quejo – voy a creer par de cretinos cojonudos, que no puedan decidme algo tan importante, que si sois para ellos, lo es para mí – lo vuelvo a mirar con culpa en su ser y le vierto más limón a su herida – yo pensé que tú me contabas ¡todo! Que no había secretos entre vosotros; pensé que era lo más importante en vuestra vida y compartíamos ¡todo! Yo que todo te digo porque me importáis. Pero nada más que vea a Mariella.
Todo el camino hasta llegar al estudio Fabiho tuvo que escuchadme decir una y otra vez lo mismo sin parar. Al salir de la junta con la Dunja y un tal Benjamín, entregad los documentos para que se hicieran cargo en el momento que quisieran, ver la cara de Dunja fue tan sensacional, quién iba a decir que el Georg les ocultara tanto. Al salid del estudio una vez más le ordené a Fabiho que me llevara al departamento de Mariella, una vez que hice una delicada llamada:
- Hola amiga – con mi mejor tono de alegría le llamé a su móvil – ¿Cómo estad eh?
- Bien gracias y tú Kin.
- Bien, ya sabéis como siempre más buena que el pan, oye quería sabed si estabas en tu departamento, vengo con Fabiho y queremos visitadles – a eso, respinga Fabiho asustado.
- Sí Kin, estoy, bueno estoy por llegar cuestión de minutos.
- Perfecto ahí te veo, baby.
Esperando a las afueras del condominio donde está el pent-house, Fabiho se notáis nervioso y no ha querido decidme absolutamente nada y, mejor, no estoy como de suficiente humor para contestadle de buena gana. Pocos minutos después vemos llegar un BMW negro.
- Ese es el auto de Geo – me dice Fabiho con voz tímida.
- Enciende el auto y has como que vamos llegando también – obediente y sumiso, con el rostro lleno de tristeza cumple mi orden.
Nos registramos con el custodio del condómino mientras que no pierdo de vista hacia dónde va el auto del Georg ese. De mi bolso tomo una cinta adhesiva, saco una foto al azar y la pego detrás del asiento donde voy. Fabiho sólo me miráis apenado. Marco desde mi móvil una vez que veo a Mariella salid del auto de su marido.
- Hola, amiga – vuelvo a fingir mi tono de voz – estoy justo en la entrada, creo que ya te vi, espérame ¿sí?
- Ah… sí, claro Kin aquí me quedo, ya te veo llegar – decid dudando.
Le hago una señal a que suba con vosotros en la parte de atrás y mientras ella se gira puedo ver como su maridito se hace el desentendido en el auto. En cuanto abre la puerta puedo mirad por el retrovisor lateral su cara de sorpresa al ver la foto pegada en el respaldo, abro mi puerta y a la misma velocidad lo hace Fabiho del otro lado dejando el auto encendido. Mariella no podéis con la cara de sorpresa.
Mariella Dekker…
Sin aliento me quedo al ver una fotografía mía y de Georg en el respaldo del asiento, eso apenas aconteció unas horas atrás y sin creérmelo miro mi atuendo para corroborarlo, algo tonto de mi parte. No sé en qué momento Fabiho salió del auto pero cuando reaccioné estaba cuidadosamente ubicado a un costado de Kin.
- ¡Ups! – fue lo único que pude articular.
- ¿Ups? Mariella ¿Ups? – la miro directamente a los ojos y puedo ver su furia.
- Kin, yo… bueno es que – tartamudeo no queriendo decir los estúpidos diálogos trillados que uno escucha en las películas y que tan bien encajan a la ocasión.
- Tú: ¡mala persona! ¡mala amiga! ¿Qué pretendéis decidme, cuando naciera el primer niño?
Me reclama y con justo derecho, pensé que las cosas, las podía hacer un poco diferentes y más digeribles para algunos pero creo que una vez más me equivoqué. Y si Kin estaba tomando esa actitud tal vez era de meditar la que tomaría mi familia, la familia de Geo, el resto de mis amigos, los chicos en el estudio. ¡Wow! Me estaba mareando por tanto repentino estrés, creo que no respiré por varios segundos.
Lo siguiente que pude ver fue el inquisidor dedo de Kin a escasos centímetros de mi rostro cuando Fabiho la atajó por detrás y sólo la vi tan pequeña comparada con él entre sus brazos pataleando en el aire y quejándose porque la soltara. Al siguiente segundo Geo ya estaba a mi lado con la respiración agitada por la carrera que emprendió desde el auto a mí.
- Suban al departamento – interrumpe Geo y Kin en seguida lo fulmina con una mirada, Geo afortunadamente no parece inmutarse – yo acomodo tu auto hermano.
- La llave está adentro, está encendido – dice Fabiho forcejeando con Kin – Malle… puedes bajar las muletas por favor – me pide condescendiente y seguro esperando a que Kin no intente aventárseme una vez más.
- No quiero las estúpidas muletas – escucho quejarse.
- Te las llevas – le dice Fabiho en un duro tono, uno que nunca le había escuchado e incluso Geo ya dentro del auto respinga – se consiente Kin, por favor llevas renegando y pataleando desde que salimos de tu casa – su tono cada vez se hace más dulce. Ella aprieta los ojos fuertemente para no contestarle alguna grosería como es su costumbre.
- Toma – con un tono apesadumbrado le doy las muletas a Kin que me las arrebata.
- Tú, llévate esto – a Fabiho le da un sobre pequeño y comienza a caminar con enfado hacia el elevador del edificio.
Introduzco el código para abrir las puertas principales del edificio y una vez que se liberan caminamos en completo silencio hasta el pie del elevador, que, aunque subiremos un piso este tarda un poco en bajar.
- Y que: no vamos a esperar al pelos de niña – con acidez en la voz Kin espeta.
- Él puede subir solo – tratando de omitir su comentario me limito a contestarle.
Al entrar al departamento esperaba al cumulo de gente ahí, para mi fortuna estaba completamente despejado, una nota cerca de la mesa de la entrada principal decía que todos habían salido a comprar cosas básicas de la despensa y algo para la cena. Genial. Por lo menos podía calmar a Kin primero y después seguiría con el resto de la familia. Geo no tardó en subir y en cuanto entró le entregó la llave del auto a Fabiho.
- Y ya me van a decid vuestro cuento de hadas o empiezo a enmarcar las fotos del recuerdo y otras tantas las mando como postales navideñas a las revistas así me gané una demanda y vaya a la cárcel.
- Kin – pido con hastió por su tonito de voz – por favor…
- Creí que éramos amigas – me interrumpe.
- ¡Y lo somos Kin!
- Pues no lo pareced ¡eh! – alegando como si fuera una niña se pone al tú por tú.
- ¡Kin cállate y déjame explicarte!
No hubiese querido gritarle pero a lo mejor era la única forma de que se callara y me dejara explicarle de buen modo lo que pasó entre Geo y yo y porque la precipitada decisión, lo cual me tomó cerca de una hora, en la cual Kin escuchó paciente lo que decía y cada una de mis razones justas o no. Al final su respuesta nos tomó por sorpresa a todos.
- Está bien amiga, te perdono y espero que seas muy feliz – me acerco a ella, que se pone de pie con un poco de dificultad y me abraza.
- ¡Gracias! – con la nostalgia subiéndome por la garganta y amenazando por desbordase en mis ojos trato de contenerme – gracias por entenderme.
- Bueno – se alza de brazos, una vez que me ha soltado – ven acá cuñado – le pide a Georg que también la abraza y aunque no es tan alto como Fabiho se ve graciosa mi amiga con su pose de puntitas en un solo pie.
Entre la, ya más relajada plática, Geo les pidió quedarse a cenar de manera contundente varias veces. No entendí la razón del porque lo hacía pero como siempre Fabiho era su segundero no puso objeción. Cuando nos dimos cuenta Kin había caído rendida en el sofá. Dormida completamente, le dije a Fabiho que podía llevarla a la que era mi habitación para que descansara mejor y la cubriera con una manta, aceptó y lo vimos partir a Kin en vilo hasta mi habitación.
- ¡Vaya! Eso fue difícil – de pie junto con Geo le recito mirándolo a los labios – no pensé que Kin se pusiera así.
- Pero salió bien y espero recuerdes todo lo que argumentaste para que no tengas que pensar en nuevas escusas cuando sea el siguiente enfrentamiento – riendo sutilmente me pregunto: ¿Qué traerá entre manos?
- No habrá ningún enfrentamiento más. Me rehúso – lo atajo antes de que me salga con cualquier locura y lo beso.
- ¡Tú Dekker! – escucho la voz seria de Fabiho – deja a ese hombre en paz.
- Fabiho vete con tu pequeña novia a dormir – manotea Geo.
- ¡Oh no! ustedes dos me metieron en este lio y ahora me van a ayudar a en contentar a Kin.
- Mmm – medito un poco sin mirarlo – cántale una canción.
- ¡Seguro! ¿Al pie de su ventana? – me responde con ironía.
- O de su cama, donde más quieras Fabiho a mi me da igual, no será para mí – me burlo y Geo me besa olvidándome por completo del amigo de pie.
- Dekker – se queja.
- Está bien Fabiho – me separo de Geo con pesar – te prometo que te ayudaré, te diré cómo, cuándo y cuánto.
- ¡Gracias cuñada!
Grita acercándose a mí y Geo me deja a su merced, me toma entre sus brazos de igual fuerza que los de Geo y me da vueltas lo que provoca que me ría sin control. Le pido a ligeros gritos que me baje, hasta que lo hace y todo me da vueltas.
2 Alas:
Yo sí lq agarraba a muletazos!!! minimo!!! poca mujer!!!
jajaja
no puedes negar que Kin Castella te da mucho material.
el pelos de niña! jaja porque su mami sí que se lo cuida!
a no vdd que es de pantene!
jaja
El pelos de niña!! jajaja su mama si que se lo cuida jajajajaja...
esa Kim me cae tannnn bien, genial capitulo
saludos y nos leemos pronto
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