Génesis [Capítulo 1.015] - Mi Alfil y mi Peón *Parte 2*



Un estrecho ducto es a donde había venido a parar, después de ver aquello rabiosos ojos de aquel hombre que casi me descubre escondida detrás de esa escalera.
Mientras estaba agachada, había descubierto un borde entre la madera del piso, el espacio que tenía ahí era tan pequeño que agradecía ser una bailarina de ballet extremadamente flexible que cualquier otra cosa en el mundo ya que estaba en una retorcida posición como después de tres rodas de Twistter.
Intenté empujar ese borde a costa de lo que fuera quizás, si lo lograba, podría evitar mi muerte prematura a manos de aquel calvo con barba en forma de candado.
Tenía mis sentidos divididos en abrir o mover aquel borde que esperaba fuera mi salvación y en mirar constantemente hacía los huecos de los escalones en formas de estrellas y… ¡Oh por Dios! Sentí que toda mi sangre me había abandonado, dejándome como un ser sin vida, aterrada y congelada cuando vi a través de las ranuras esos ojos furiosos encontrarse con los míos de un negro intenso tan dispuestos a matar.
Por fin aquel borde cedía y no lo pensé ni un segundo en meterme en aquel agujero negro justo a tiempo para que aquel monumento a la monstruosidad no me tomara por el cuello, me lo retorciera hasta que me quedara sin aire y luego derramara toda mi sangre para que se la bebiera en una galante cena después de haberme cortado en miles de pedacitos que habría escondido en la perrera del jardín…
Ok, tenía que dejar de ver CSI antes de dormir, definitivamente.
Aún así mis nervios me estaba haciendo desvariar, tenía miedo, que digo miedo estaba aterrada, la vida de mis amigas y la mía estaban pendiendo de un hilo.
El ducto en el que había terminado no medía más de cuarenta centímetros de alto y como medio metro de angosto por lo tanto no tenía muchas posibilidades más que arrastrarme. Había entrado en el orden de cabeza y brazos por delante por lo cual no tuve forma de regresar, solo podía seguir adelante y confiar que tanto como Chiara y Maureen estuvieran bien. No había escuchado ningún grito así, no sabía cómo pero Chiara había logrado esconderse y ahora tendría que confiar en que la encontraría o me encontraría antes de que Orlando lo hiciera por separado a cada una y eso sí sería catastrófico.
No puedo imaginar a las terribles cosas a las que nos veríamos sometidas si eso pasaba, quizás tortura al estilo medieval y estas ideas me hicieron recordar que tenían a Maureen, me estremecí, tenía que dejar de pensar de esa forma, para mantenerme cuerda y fuerte moralmente para rescatar a mi  amiga. 
Las paredes del ducto estaban asquerosamente húmedas y llenas de polvo, por lo tanto yo me arrastraba por un ligero lodo, era asqueroso y nauseabundo el olor que desprendía el lugar, no veía nada, pero bueno tampoco es que pudiera perderme dentro de un ducto. Empezaba a sentir que las paredes se reducían y podrían aplastarme ¡Maldita claustrofobia!
El aire me estaba empezando a faltar, de cualquier manera el aire que por ahí circulaba, eran denso, nauseabundo casi irrespirable.
No sé cuanto tiempo llevaba siguiendo el ducto, estaba sudando con mis cabellos pegados al cuello y gotas de sudor corriendo por mi cara, algunas caían en mis ojos, eso ardía.
A unos metros puede ver una tenue luz grisácea, me moví lo más rápido que pude para llegar hasta allá y salir por fin de ahí. Mi cara chocó contra una enorme telaraña ¡Genial! Lo único que faltaba, unos segundos más dentro de esa cosa y ya no tenía tiempo para pensar en tonterías, tenía dos amigas que rescatar.
Llegué a una especie de caverna subterránea, no se podía ver casi nada a penas unos bordes sobresalientes de la pared y un poco más a lo lejos lo que parecía ser un destello de agua. Decidí caminar pegada a la pared, rozándola con mi mano, como si fuera mi guía. Di algunos pasos y choqué con lo que supongo era una piedra, pero al intentar moverla me di cuenta que era parte del piso, unos pasos más y había un enorme hoyo que casi hace que me esguince un pie, estaba lleno de agua, hacía un calor de los mil demonios, lo que explicaba la humedad del ducto, me imagino por todo lo que ya pase que he llegado a la caldera. Algo tenía que mantener caliente y funcionando la enorme piscina del jardín trasero y a todas las fuentes. Se escuchaba un escandaloso ruido como de motores, que a medida que avanzaba se iban disolviendo hasta llegar a un sepulcral silencio. Ni siquiera se escuchaban mis propias pisadas.
Constantemente miraba hacia atrás presa de un delirio de persecución, una de las tantas veces que giré para verificar que todo seguía tan silencioso e inmóvil como lo había dejado, choqué de frente con una piel pegajosa y fría, se me salió el corazón en ese grito de histérico miedo.
– ¡¡¡AAAAAAAAAA!!!
– ¿Chiara?
– ¿Mia?
– ¿Estás bien? –preguntamos las dos al mismo tiempo, mientras nos abrazábamos.
Ambas estábamos sudadas y sucias, lo que hizo que nuestra piel se pegara y se hiciera como chicle masticado al separarnos.
– Este es el abrazo más…
– Asqueroso…
– Iba a decir íntimo, pero sí asqueroso se asemeja más.
– Bueno ahora podemos decir que nuestra amistad nos ha hecho perdernos el asco –aunque no estoy muy segura de sí Chiara piensa igual.
– Mientras no nos perdamos el respeto… Mia esto salió verdaderamente mal. Se supone que Andras nos preparó para este momento, debíamos estar serenas, expectantes, alertas y si nos topábamos con alguien, asumir directamente la posición de defensa, nuestros dones, juntos forman un buen par de Anjou sin necesitar de alguien más.
– Y no gritar como niñitas histéricas consumidas por el miedo.
– ¡Exacto!

… Γ έ ν ε σ ι ς …

La casa contaba con vida propia debajo de los cimientos, una oscura. Mia y Chiara habían confiado en lo ciego, como bien Tom lo había mencionado, ¿Qué podían ellas hacer? Lo único certero que tenían era la adrenalina presente a lo largo del recorrido por la casa, habitaciones, escaleras, estancias y sin haberlo pensado más allá del cuarto de las calderas sorprendía con muros medievales de gran grosor y oscuridad latente en toda su extensión.
– Hemos recorrido toda la casa de principio a fin –entonó Chiara– crees de verdad que este en el cuarto de las calderas. No tiene sentido.
– Chiara y crees que algo en nuestra vida lo tiene. Sé que la sientes, no te dejes llevar por el pánico. Además, no hay otro lugar, Andras no señala más que la casa.
– ¡Hey! ¿Escuchas?
Al fondo de aquel largo pasillo parecía provenir luz, una que naturalmente llamó la atención de las chicas, que sigilosas avanzaron hasta ese lugar.
Todo el piso estaba cubierto por una materia viscosa casi líquida, que las hacía despegar los zapatos muy lentamente para no dejarlos pegados en el suelo, en el ambiente se olía tenuemente a putrefacción. Frente a ellas había un muro inconsistente, que las mantenía cubiertas, aunque no lo bastante alto, caminaban un tanto encorvadas.
Cuando Chiara se quiso asomar, hacía el centro del laboratorio se recargó en el muro frente a ella, lo hizo sobre sus puntas y jaló hacía sí ese muro, no contaba con que las partes era desprendibles. Cayó un bloque entero a sus pies, Mia dio un pequeño salto atrás para que le cayera encima; la sorpresa de descubrir que era un cadáver humano el que había caído con sus ojos abiertos parecían mirar directamente a Mia que tenía una mascara de horror infinito. Fue la manera más cruel de darse cuenta que todo el muro estaba construido por cadáveres, uno encima del otro.
El sonido hueco que provocó la caída de ese cadáver además del grito de espanto que ambas soltaron, hizo que las tres personas que estaban presentes del otro lado del « muro » voltearan hacía donde estaban.
– ¡Qué alegría! Tenemos visitas –el diálogo de absoluta cortesía y amabilidad de Orlando fue entre tanto lo que más les preocupaba, nunca era más temible que cuando era amable.
Drako y Dirce en seguida flanquearon por detrás a Orlando, tensando sus cuerpos, esperando atacar en seguida, sin embargo se podía leer el miedo en los ojos de Dirce comparada con la absoluta seguridad de Drako hacían flaquear la seguridad de Chiara principalmente, cada una rodeo el muro de cadáveres para salir de su trinchera y quedar frente a frente a sus enemigos.
– Venimos en son de paz, no queremos problemas –dijo muy diplomáticamente Chiara.
– Irrumpieron propiedad privada, eso no es un signo muy pacifista que digamos, pero no importa linduras me da gusto que estén aquí para hacerle compañía a su amiguita.
Con un gesto, como si le molestará tener que señalarnos, nos mostró donde estaba Maureen.
Estaba sentada con las rodillas dobladas hacia un solo lado, la cabeza agachada y los brazos extendidos por encima de su cabeza, amarrados a la columna donde estaba recargada, no se distinguía si estaba dormida o demasiado débil para moverse, quieta, su palidez sobresalía desde ese rincón oscuro de donde colgaba; sus muñecas enrojecidas por el amarre que las sujetaba dejaban ver un leve hilo de sangre que escurrió de sus muñecas, sus manos casi moradas por lo apretado de la soga o por el flujo anormal de sangre era una señal clara que había estado luchando durante bastante tiempo contra la soga sin resultado positivo.
Con un esfuerzo mayúsculo hizo uso de toda la energía que le quedaba para voltear y mirar a sus amigas. El azul de sus ojos estaba opaco casi a llegar a gris, las mejillas amoratadas daba la idea clara que la habían estado maltratando, sus labios resecos casi blancos creaba en las chicas una imagen del sometimiento de tortura al que fue expuesta, le habían exigido demasiado de sí misma.
– ¿Qué le has hecho? –gritoneo Mia totalmente fuera de sí, con lágrimas de impotencia en los ojos.
– No estoy para darte explicaciones, mucho menos para sentimentalismos –dijo en un tono tan despectivo, agitando su mano a penas para señalarlas.
Inmediatamente después de aquello sintieron una terrible descarga de dolor recorriendo  su cuerpo, la reacción de poderse defender no fue activada a tiempo mucho menos pensar en cómo podrían hacerlo; ambas se retorcían de un dolor desconocido. Nadie ahí se estaba moviendo y ellas no soportaban por más que intentaban mantenerse en pie lograrlo con éxito quedaban expuestas ante los enemigos, mostraban su vulnerabilidad. Sin lograrlo y mucho más abatida que Mia, Chiara solo se doblaba más y más hasta caer al piso.
Todo era causado por los estallidos psiónicos de Drako y Dirce. Sin detenerse siquiera las sujetaron y en menos de lo que se imaginaron ya estaban amarradas alrededor de la misma columna que Maureen, ella ahora estaba completamente inconsciente.
Furiosa por todo lo que estaba sucediendo, Chiara, no había logrado rescatar a Maureen y sí había conseguido ser también parte de los rehenes de Orlando, era de no creerse lo débil que ella se mostraba. La necesidad de escapar, parecía recaer en Chiara o al menos ella así lo asimilaba, ser la única responsable, miraba de hito en hito a sus dos compañeras, a su par de Anjou: Maureen inconsciente y Mia completamente ida. Necesitaba actuar y necesitaba ser rápido.
Para Chiara, Mia podría haber parecido que estaba a punto de sufrir la misma suerte que Maureen. Sin embargo era todo lo contrario, por mucho que pareciera que los Anjou debieran trabajar con sus respectivos grupos, su naturaleza también los caracterizaba por ser impulsivos ante reacciones de peligro como esta. En lo que Mia estaba enfocada era en lograr un rápido equilibro y llegar hasta el punto débil de Drako, desde luego era una locura prematura ir directamente contra Orlando, el Brecket más poderoso que se había conocido hasta el momento en más de un universo. Un deflector por nacimiento, que había tomado un camino diferente.
De pronto todas tuberías explotaron, el agua surgió como una fuerza insospechada, lo inundo todo, rompiendo los materiales de cristal de todo el bien armado laboratorio, Drako presenciaba la escena más tortuosa de su existir, el agua, arrastraba a Dirce casi inconciente hasta chocar contra una de las piedras que sobresalían de la pared, la dejaba inconsciente de inmediato.
– ¡Dirce! –gritó Drako mientras intentaba correr hasta ella entre la furiosa corriente de agua– ¡Dirce!
Nuevamente con todo su ser gritó.
– Bien hecho –recitó Chiara para Mia lo más sigiloso que pudo para no desconcentrarla.
– ¿Qué te pasa? –dijo Dirce sacudiendo a Drako por un hombro– Yo estoy bien, es ésa estúpida que te está haciendo ver ilusiones. Tranquilo.
Drako pareció despertar abruptamente de un extraño sueño.
Desde luego Orlando se había percatado de aquel buen truco que manejaba aquella Moussa y con gusto hubiera ido a patearle pero la codiciada sangre de Maureen, una cronoquinésica, importaba mucho más en rango del poder que necesitaba que las simples ilusiones de una bailarina sin posibilidad a nada que creaba.
Bajo las garras de Orlando ya habían desfilado más de diez personas, todas y cada una de ellas había recibido una muy buena cantidad de la sangre de Maureen. Así como había infectado el cuerpo de Dirce con la sangre de Drako y surtido efecto una vez acoplada, Orlando había matado a cada uno de los simples mortales con la sangre de Maureen al ver que ninguno era compatible con el poder de la sangre de un Touraya.
– Eres una estúpida –le gritó Drako a Mia mientras la sujetaba de la barbilla con fuerza haciendo que la mirara pese a su cansancio.
Dirce irritada había esperado bastante tiempo dentro de aquella sucia habitación para lograr que Orlando tuviera éxito con sus planes que el ver llegar a Mia le crispó muy fácilmente los nervios al atacar a Drako. Orlando había volteado a mirar de soslayo a Dirce, al verla sintió un dolor intenso directo en su cabeza.
– Di-Di-Dirce –se quejó Orlando.
Drako soltó la cara de Mia enseguida mirando perplejo como Dirce atacaba a Orlando esperando que todo aquello por lo que lucharon durante años no hubiese servido de nada para Dirce.
El tubo de ensaye que Orlando tenía en su mano derecha con la preciada sangre de Maureen se hizo trizas en su propia mano, provocándole heridas.
– ¡Orlando reflexiónalo!
Gritó exasperada Dirce al ver que la mirada que le había dirigido no era de complicidad para un ataque. Había tomado a Orlando totalmente por sorpresa.
– Chiara –la inflexión de Mia iba bien cargada de miedo– el próximo estallido seguro será para mí. Utiliza mi voz para hacer algo.
Tuvo un escaso segundo para poder implantar una imagen más y turbar a Drako, dejándolo aturdido y fuera de combate antes de que Dirce y Orlando se le abalanzaran.
Mia aulló de dolor.
Chiara pensó en todas las posibilidades de salir con vida de aquel lugar estando amarradas. Jamás pensó en la idea de usar ambas habilidades al mismo tiempo, no era posible. Era la desventaja de sus poderes, la pregunta en su mente divagaba: ¿Lo que el fuego iniciará el agua lo calmaría?
Las octavas altas que la voz de Mia emitía permitieron que los muros vibraran al mismo tiempo, todo en ese lugar comenzó a zumbar, la fuerza del universo comenzaba a unirse poco a poco a su favor. Chiara estaba aprovechando la ecoquinesis que el dolor le provocaba a Mia para atraer toda el agua que corría por las tuberías de aquella casa.
Ahora todo vibraba intensamente.
Mia haciendo acopio del propio dolor proyectó todo lo que sentía contra los pensamientos de Drako que no había tenido suficiente tiempo para despabilarse, él era ella y sentía de la misma manera como la fuerza de Dirce a través de Orlando era amplificada. Ambos gritaban.
– ¡MAUREEN!
El grito de Tom al verla sin sentido amarrada no pudo evitar lo que se venía. Un torrente de agua de una altura de un metro con fuerza lo derribaba por detrás, amenazaba con inundar el lugar. Los muros seguían retumbando, la pared más cercana a Dirce comenzó a desplomarse, las enormes piedras volcánicas caían sin piedad uno sobre otra, los recipientes de cristal explotaban y caían al agua, Drako y Mia gritaban de dolor al mismo tiempo, el agua ya les llegaba a las rodillas, a la altura del pecho a las tres chicas amarradas.
Tom tosía, se había atragantado con el agua al haberlo arrasado un par de metros acercándolo a las chicas. Orlando reaccionó una vez que dejó de sentir la fuerza de Dirce sobre él y era consiente de lo que en verdad ocurría. Una de las piedras le había caído en la cabeza a Dirce.
– ¡Maldito entrometido!
Gritaba Orlando para Tom, Dirce estaba boca a bajo inconciente ahogándose. Drako se desplomaba de rodillas, empapándose, sin fuerza alguna para detener a Tom que daba tras  pies entre el agua creciente para acercase a las chicas.
– Vamos Tom no tenemos mucho tiempo –apuró Chiara– desata a Maureen.
– Pero Mia… ella –tartamudeó mientras peleaba con la soga que a las tres las tenia unidas al mástil. La cuerda de Chiara estaba aflojándose.
­– Ella está bien, date prisa por favor.
Las manos de Maureen quedaron en completa libertad y se desplomaron enseguida, a pesar de no serlo, cayó sobre Tom y se sentía sumamente pesada.
– Llévatela por ese hoyo en la pared.
– ¿Estás loca? –le replicó a Chiara– tengo que pasar entre ellos tres me matarán.
Debían encontrar una forma de mantener a salvo a Tom, para que lograra salir, pero no eran muchas sus opciones, una de las reglas básicas para sobrevivir era nunca atacar directamente a Orlando, él como un gran Brecket, reflejaría todo lo que le hiciesen.
Las opciones se le acababan y Chiara necesitaba hacer algo para distraer a Orlando, no tuvo más opción que atacarlo. Había logrado liberar sus manos.
Con el control que tenía del agua logró aprisionar a Orlando detrás de muros de agua, haciendo que todo su alrededor quedara completamente secó, a reacción de un espejo inmediatamente Chiara estaba también aprisionada detrás de muros de agua, fue un momento en el cual Tom logró escurrirse lo más cerca que pudo de la salida, pero no lo suficiente.
– Realmente crees que un poco de agua me da miedo, crees que vas a poder detenerme.
Chira era consiente de las palabras de Orlando, él tenía razón.
– No, pero que tal algo de fuego.
Las llamas alrededor de ambos eran enormes, impenetrables, el calor insoportable de las llamas se iba haciendo cada vez más y más denso, quemándose sin tener contacto directo con las llamas, pero estas estaban creciendo avanzando poco a poco acercándose peligrosamente a su piel.  Era  la oportunidad de Tom para salir por aquel hueco que tenía en la pared, camino en medio de la lucha que sostenían Chiara y Orlando, cantando victoria estaba a menos de dos pasos de salir por fin cuando Drako se paró enfrente de él, tenía una mirada furiosa, estaba agotado y sin duda consternado por todas las imágenes que Mia había metido en su mente en este momento no estaba seguro de que todo lo que viera fuese real, se encaró con Tom.
– A caso creíste que sería tan fácil…
Estaba listo, estaba preparando para lanzar un nuevo ataque psiónico contra Tom y aquello no requería tanta energía para atacar a un simple humano, las primeras y muy débiles descargas de dolor las estaba sintiendo Tom, la fuerza de sus piernas empezaban a flaquear sintiendo como poco se le iban doblando incapaz de soportar ese dolor y sostener a Maureen al mismo tiempo. Drako tenía una sonrisa maliciosa en el rostro, de completa satisfacción, estaba torturando a Tom lentamente, subiendo de intensidad suavemente, estaba a punto de derrumbarse de rodillas Tom con Maureen en brazos, cuando Drako miró accidentalmente hacía su lado izquierdo y vio a Dirce inconsciente bajó el agua.
Podría ser sólo una visión provocada por Mia para distraerlo y dejar escapar a sus amigos, pero de no serlo, Dirce podría estar muriendo y debía actuar cuanto antes.
Mia seguía peleándose con la soga que aún le aprisionaba las muñecas, se concentró como nunca lo había hecho para poder trasladar algún objeto con el cual liberarse, una Moussa era capaz de trasladar objetos reales.
Ella nunca lo había hecho –al menos no conscientemente– necesitaba enfocarse ver claramente el objeto que quería atraer hasta a ella y visualizó en sus manos amarradas la navaja de bolsillo de color amarillo que Maureen tenía en su estudio de fotografía. Se concentró. Tardó algunos segundos, pero al fin logró sentirlo entre sus manos.
– ¡No seas estúpido Drako! Esa no soy yo, no te estoy creando ninguna ilusión, ella realmente se esta ahogando ¡Sálvala! –le gritaba Mia desde el otro extremo de la habitación.
Poco a poco sentía como las cuerdas iban perdiendo fuerza, liberando sus manos.
Drako no resistió más y se quitó de aquel lugar que les impedía la salida, para arrojarse a salvar a Dirce, sacarla del agua.
Mia se liberó al fin.
Chiara no resistiría más con aquellas enormes llamas acariciando su piel pero sus amigos aún necesitaba tiempo, Tom salió por el enorme hoyo en la pared, corriendo tan rápido como le era posible, con Maureen en brazos a nada de morir, cada segundo era vital para ella.
Chiara logró crear un ataque a sí misma haciendo que las paredes de agua que tenía su al rededor se desplomaran apagando el fuego con el que Orlando la había atacado como reflejo de su propio ataque, Orlando seguía atrapado entre los muros de fuego. No podría liberarse del mismo modo que Chiara pues ella no lo había atacado.
– ¡Ahora, corre! –sonaba la voz de Chiara, dando la señal que esperaban para poder escapar.
Mia atravesó el laboratorio lo más rápido posible entre el agua que estaba inundando todo a su alrededor, salió por el enorme hoyo, aún tenía un pie adentró, ya era momento tenían que escapar, pero no pudo hacerlo, regresó tratando de acercarse hasta donde estaba Drako con Dirce en brazos, fue más un impulso, su sensatez le demandaba lo contario.
Chiara notó que Mia regresaba para tratar de acercarse a Dirce.
– ¿Qué estás haciendo? ¡No podre soportarlo más! ¡Sal de aquí!
Las llamas estaban introduciéndose ya en la piel de Orlando, obligándolo a emitir lastimosos gritos de dolor.
– ¡No lo entiendes! –le gritó también– No la puedo dejar así –le decía con abatimiento, mientras las lágrimas le inundaban los ojos.
Manteniendo las llamas sobre Orlando, Chiara corrió hasta Mia comprendió perfectamente lo qué hacía y por qué, pero no tenían tiempo, sólo podría salvara a una, no había suficiente tiempo para ayudar a ambas, Maureen no resistiría más tiempo sin ayuda.
¿Cuál de las dos sobreviviría?
– ¡Mia! ¡Vámonos!
Le gritó mientras la jalaba fuertemente del brazo en dirección a la salida.
– Esas llamas solo duraran mientras esté yo aquí y luego el agua las apagará.
Chiara miró a Dirce inconsciente, todo el tiempo que había pasado bajo el agua, sería fatal para ella.
– No hay nada que hacer… vámonos… – su tono de voz fue funesto.
A jalones logró sacarla de ahí. Logrando alejarla del cuerpo inconsciente de Dirce, alejándose a toda velocidad, tal cual lo había previsto Chiara, al salir de ahí perdió toda autoridad de agua y fuego.
Las paredes de agua que rodeaban a Orlando cayeron sobre si mismo, apagando las torturantes llamas, liberándolo al fin, dejándolo lacerado y casi inmóvil.
Al salir de aquel lugar que colindaba con uno de los jardines, Mia aún seguía preocupada y devastada por la condición de Dirce. Subió detrás de Chira, abatida y agotada por la situación, en completo silencio a la camioneta de Tom rumbo al lugar que ya esperaba a Maureen.