Sentadas en una de las mesas de la
biblioteca con Maureen y Chiara frente a mí, dejaba ir mi mente por todo lo que
estaba ocurriendo y ellas ni se daban cuenta, en especial Chiara. No podía
quitarles la mirada de encima. Maureen estaba completamente absorta con una
lectura de fantasía que había sacado de un estante, tan privada la tenía que no
había dicho nada al respecto de sentirse enclaustrada de estar en la biblioteca
pero Chiara por su parte peleaba con sus mapas de Geografía, estábamos en el
primer bimestre del año escolar, Maureen por fin se había acoplado al sistema
del CUM pero Chiara seguía frustrada porque alegaba que no era lo mismo que en
el apartado Católico del CUM.
Cuando menos lo sentí vi la cara
de susto de Maureen mientras se hacía chiquita en su asiento y miraba a Chiara
con pavor.
– Qué diablos te pasa –dijo
Maureen.
– No logro aprenderme los países
del continente Americano –Maureen la vio con cara de espanto.
– ¿Y? Ni siquiera vives ahí.
– Pero existen los exámenes Maureen
¡Los exámenes!
– ¿Y? –volvió a repetir con el
mismo susto Maureen, además de no encontrarle sentido.
– Y… y… y ¡Tu amiga me distrae!
–dijo torpemente al no poder rebatir con la indiferencia de Maureen. Yo sólo me
limité a enarcar en alto, muy en alto las cejas.
Desde aquel día en el que había
encontrado a Chiara en los baños y habían explotado las tuberías por alguna
extraña razón desconocida, que, la verdad es que sí la sabíamos aunque Chiara
no la quería aceptar y parecía que cada que estaba cerca de mi lo único que
quería era correr y mientras ella más corría yo estaba aún más cerca. Era una
especie de imán sobre natural, cuando menos me lo esperaba ya estaba a su lado.
– Es bonito saber que le adjudicas culpas que no tienen nada que ver al
que está a tu lado… – dijo Maureen sin despegar la vista del libro.
– Yo… yo no le echo la culpa a
nadie –balbuceó Chiara.
– Yo no estoy hablando de ti –dijo
con burla Maureen– estoy leyendo en voz alta.
En ese momento me hubiera gustado
saber qué era exactamente por lo que se iba a poner a discutir, en realidad no,
con algunos datos que tengo de buena fuente, seguramente Chiara se quedaría
callada en ese momento y Maureen ni lo tomaría en cuenta. Pero era la misma
Chiara quién se asomaba por detrás de uno de los estantes que estaban repletos
de libros, la cuestión aquí era que había dos Chiara en el mismo lugar; la que
estaba escondida me hacía ligeras señales que de inmediato capté.
– ¡Oye! –reprochó un vez que
llegué a ella– no puedes dejar que te hable así.
Fruncí el cejo.
– ¿Disculpa? –dudé– estás, Chiara
estás diciéndome que le diga a Chiara que no me hable así.
– Básicamente –dijo ella muy
feliz.
– ¡Ahá! Y qué, quieres que me de
media vuelta y le diga: Chiara, dice tu Yo Astral que me respetes.
– Vaya, vaya, no de esa manera
Andras pero ese pudo ser un buen momento para que no te quedarás callada. Mira
que sé lo dura y difícil que soy y en ese momento pudo surgir más palabrería y
ve –se señaló y a Maureen– ahora quién sabe qué le reprocharé…
– Dijiste que te distraía –me alcé
de hombros– oye esto de perseguirte no es nada cómodo y lo peor es que no me
doy cuenta hasta que me gritoneas a la cara que te deje en paz.
Chiara, de tal vez unos 21 ó 22
años sonrió. Hubiera querido que en ella se marcaran algunas arrugas pero era
ilógico desde luego.
– Ya sé es divertido –torcí el
gesto– de acuerdo, tal vez para ti no pero mientras más rápido actuemos, más
fáciles serán las cosas…
– ¿Qué cosas? –interrumpí.
– Cosas… cosas –giré los ojos por
la poca información que daba– ¡Ay Andras no te pongas hostil!
Chiara volvió a sonreír como si
todo esto que sucedía fuera extremadamente gracioso y tal vez lo era, lo era
para ella que ya lo había vivido o tal vez en su plano Astral las cosas fueron
diferentes y por eso le causaba mucha más gracia.
Hasta el momento Chiara (en su
cuerpo Astral de más edad) no me había mostrado nada, sólo se había dedicado a
palabrear sin parar de la unión que se debía formar. Iba y venía constantemente
argumentando que estar en este plano Astral, en su cuerpo y no en el de la
puberta Chiara era una desgaste de energía masivo.
Una tarde que estaba tirada en el
jardín de mis abuelos, se acercó sigilosamente.
– ¿Qué haces? –dijo a mi oído.
– Salvo al mundo de una gran
destrucción con mis poderes aniquiladores invisibles.
– Tú no tienes poderes activos
Andras –levanté mi vista hasta encontrarme con ella en cuclillas.
– ¿Qué? –dije en mi tono más
desesperado– Eso no es justo…
Y justo cuando comenzaría mi mejor
rabieta en contra de ser un Touraya Chiara desapareció en medio de una bruma,
segundos después de que mi vista se aclarara apareció Maureen y alguien más en
realidad dos más, dos chicos flanqueándola, tan desiguales que causaban gracia,
por un lado estaba su mellizo con ese cuerpo tan diferente al de Maureen pero a
la vez tan parecido en estatura y por el otro, se encontraba un pequeño rubio
con unos lentes redondos que le llegaba más o menos a la altura del hombro a
ambos mellizos.
– Juraría que estabas con una versión de Chiara,
algo así como reloaded – dijo antes
que otra cosa Maureen.
-
¿Qué…? ¡Qué haces aquí! –dije precipitadamente.
-
Vivo del otro lado de la calle –Maureen señaló
con la mirada– ¿lo olvidas?
-
¡Ah no, claro que no! Es sólo que… olvídalo.
¿Qué decías?
– Juzgaba el aspecto de la chica con la que estabas
y que –miró para todas direcciones– y ahora no está.
-
¡Oh! Sí, ella es mi prima… entró a la casa… está
de visita –trastabillé.
– Como digas –me ignoró y se volvió hacia su
mellizo– bueno Moritz, hemos llegado del largo viaje de cruzar la calle con guardaespaldas
–ante eso, el pequeño, rió– y entonces supongo que los veo hasta la hora de la
cena –su mellizo asintió. A veces era tan callado que juraba que tenía
problemas de habla– ¡Ah! Por cierto, Andras, él es Wolfgang y al revés.
– Hola –recitó aquel niño, porque eso parecía con
su escasa estatura, un niño– mucho gusto –finalizó con una sonrisa muy tierna.
-
¡Hola!
– Hasta la vista… ¡Moo! –dijo su mellizo tomándola
por sorpresa y apretujándola hacia él, tanto que por poco pierde el equilibro y
ella sólo se medio quejó entre risas.
Una vez que estuvimos solas y
deambulamos un rato por las calles no pude evitar pensar en mil cosas a la vez,
tanta que no le prestaba la suficiente atención a Maureen hasta que gritó:
– ¡Ay demonios! –y prosiguió a dar un buen brinco–
la gente debería tener más cuidado –miraba para todos lados con la vista
enfurruñada en como unos niños iban y venían corriendo por el parque sin
control– de esos niños malcriados –señaló.
-
¿Qué? –dije sin saber.
-
Que, esos malditos niños pusieron petardos en
este tambo de basura…
Hubiera querido seguir mi mirada
primero al enfado de Maureen pero mi cuerpo reaccionó ante un berrido del otro
lado de la calle, era Chiara. Con las mejillas completamente encendidas,
trabada en una posición bastante dura y con el entrecejo muy junto. Miré
inmediatamente el bote que había estallado a un costado de Maureen con unas
leves llamas naranjas que la poca basura dentro expedía.
Así que al final de todo no sólo
había hidroquinesis… ¡También piroquinesis!
¡Chiara era toda una máquina de
matar!
… Γ έ ν ε σ ι ς …
Era la segunda vuelta que le dábamos
corriendo al circuito del parque, en donde estábamos entrenando. Mia se la
pasaba quejándose de en qué momento se me había ocurrido que ella debía
aprender a pelear, esto no era para nada lo suyo, ni los golpes, ni correr,
pero yo sabía que esto le sería útil… algún día.
Además de todo, cómo podía
alegarnos algo de no haber sido por mí o Chiara, no habría podido entender,
soportar o sobrellevar todo esto de los Tourayas.
– Muy bien, Mia cuando lleguemos de nuevo con
Maureen, yo me detendré y tú seguirás corriendo, para que yo pueda tomarte el
tiempo.
Miré a lo lejos como Maureen
estaba desparramada sobre las gradas boca arriba con los audífonos puestos
ausente de toda la verdad, de todo esto y hasta cierto punto ella me preocupaba
más que el resto.
– ¿Estás segura? Porque a mí no me gusta correr y
menos si lo tengo que hacer sola, mejor sigue corriendo conmigo y que Moo tome
el tiempo…
– No Mia, debes hacerlo tú sola –gimió, de todas
formas lo haría y si seguía quejándose no tendría aliento para seguir
discutiendo y corriendo.
Yo me detuve cuando llegamos
nuevamente a la parte del parque donde estaba Moo muy entretenida con un nuevo
juego en su celular, Mia siguió corriendo y por si no fuera poco la había hecho
correr con la mochila en la espalda. “Tienes que estar lista en cualquier
circunstancia” le había dicho alguna vez y lo tenía que hacer con completa
concentración, no música, no distracciones banales para hacer dicho entrenamiento
lo que debía ser y no una de las fiestas a las que estaba acostumbrada.
Correr sola era mucho más fácil,
lo hacía más rápido porque no iba platicando con nadie y todo su aliento era en
función de la velocidad, pequeñas gotas de lluvia empezaban a caer, debía
terminar su vuelta, quizás la lluvia detuviera el entrenamiento, seguramente
era su esperanza, pero en medida que avanzaba la lluvia empezar a ser más
copiosa, cuando llegó nuevamente con nosotras o donde debíamos estar ya no nos
encontró.
– Sigue corriendo, no te detengas –le grité para
que no se detuviera, siguió corriendo hasta que nos localizó con la vista, nosotras
estábamos perfectamente resguardadas de la lluvia en la pequeña casa de juegos
del parque.
– A esto te referías con «cualquier circunstancia»
–gritó a través de la lluvia.
– ¡Exactamente! Da dos vueltas más y nos alcanzas
aquí.
Grité a todo pulmón y Maureen hizo
gesto de molestia.
Completamente empapada llegó unos
momentos después, la verdad es que dejamos de ponerle atención mientras
terminaba y reíamos muy plácidamente en la comodidad de lo seco alejadas de la
lluvia.
Ella llevaba a penas una semana en
todo el entrenamiento, le había prometido aprender golpes y patadas pero cada
minuto que pasa se veía más ansiosa por aprenderlos, la cuestión era que aún no
podíamos hacer ese tipo de rutinas, no sin antes pusiera a raya su
temperamento, fuerzas y energías. Así que sólo hacíamos ejercicios complicados
a los que ella no estaba acostumbrada pero Mia era aún más complicada de
sobrellevar, lo que en su momento fue entrenar a Chiara; día a día me inventaba
rutinas para apaciguar sus ganas de comerse al mundo y la mareaba con todo esto
del acondicionamiento físico, según lo que ella me explicaba, con el ballet no
trabajaba varios músculos y le advertí que seguramente después de estos días le
dolerían algunos que seguramente no sabía que tenía.
– Entre AIM y tú van a acabar conmigo, todo me
duele, vaya, hasta respirar. Yo no quería aprender todo esto…
– Pero es necesario aprender a defenderte. Mira
Mia, todo esto por lo que estás pasando es nuevo para ti, no es fácil
sobrellevarlo.
– Ya vi –se quejó con amargura– he perdido
infinidad de cosas, Maureen tiene suerte de despertar en su cama todos los días
y no en la cocina, en el estacionamiento o en alguna bodega al otro lado de la
cuidad.
– Todos tenemos puntos débiles, el tuyo puedo casi
asegurar, es tu cercanía o peor aún te lejanía
con Dirce y la mala relación que llevan.
– Hemos tenido algunos… muchos… quizás casi puros
malos momentos, pero al final de todo somos familia…
– Me temo, que eso sea lo que la impulse
sinceramente, la influencia de Orlando es impresionante. Tienes que aprender a
defenderte mental y físicamente. La verdad es que no comprendo cómo es que
siendo he…
– ¡Shhhh! No lo digas, ni se te ocurra escupir esa
palabra.
– ¡Pero es la verdad! ¿En qué momento dejaron de
tratarse como tal? Si ustedes pusieran atención a lo que realmente sucede las
cosas serían mucho más prácticas, tanto como para ustedes como para todo el
universo seguramente.
– Ni si quiera sé cómo es una relación de ese
tipo…
– Pero nunca es tarde para comenzar Mia, claro
está que yo tampoco tengo lazos de esa índole pero somos un grupo y debemos
actuar como tal, entre todos debemos llegar a ese clímax de unión mas no
podemos dejar que ningún eslabón ande suelto y mucho menos causar problemas… o
bueno dramas de ese tipo.
– Y… ¿Qué me dices de los amoríos?
– Ahmm… eh pues… verás –tartamudeé.
– «Ahmm… eh…» –entrecomillo las palabras– ¡Vamos
Andras seré neófita pero no soy estúpida! Y sé lo que te traes desde hace mucho
tiempo con Orlando, bueno, mejor dicho a Maureen se le salieron unas cuantas
cosillas y la verdad es que no entiendo –se quejó y eso me abrumó– tú por un lado
nos dices unas cosas y por el otro al menor descuido estás con él y él ¡Por
Dios! que mente tan mal sana tiene ese hombre, si con el paso de los años odié
aquella gala a la que a Cole se le ocurrió invitarlo hace tres años y que curiosamente
fuera el dueño de NORS… ¡Arg! –pude jurar que su ruido fue tan similar a un
bramido– lo odio. Lo único que ha hecho era complicar la ya mala relación entre
Dirce y yo.
Mia suspiró con añoranza e imaginé
que el tema estaría muerto por un largo tiempo y eso me exoneró de muchas más
acusadoras preguntas de Orlando. A pesar de todo, ese discurso la había
convencido de estar aquí aprendiendo a dar patadas. Lo siguiente que hicimos
fueron ejercicios para desarrollar la potencia de sus piernas, parecía que toda
una vida de bailarina no era suficiente y sus piernas aún debían sacar lo mejor
de ellas.
– ¡Pero ya tengo un precioso par de piernas! –tanto
Maureen como yo elevamos los ojos.
– Mia tienes elasticidad y fuerza en las piernas,
pero necesitas potencia, no es lo mismo saltar para que te carguen en ballet
que saltar para salvar tu vida mientras golpeas a tu atacante.
– Yo creo que Moo también debería entrenar –dijo
mientras hacía una serie de sentadillas, súper complicadas que Chiara había
inventado.
– ¡No espérate! Yo qué, a mí no me metas –alegó de
inmediato Maureen que, aunque, portaba ropa deportiva para acompañar a Mia en
la mayoría de los entrenamientos ella simplemente se acunaba en su pereza y se
burlaba con constancia de los reniegues de su mejor amiga.
– No es mala idea Maureen, no está de más que aprendas
tú también a defenderte –la miré por escasos segundos en los que esa idea
pareció perfecta ante mis visones e información tan valiosa que alguna vez el
Yo Astral de Chiara salió súbitamente de mi armario cual monstruo de
caricatura. Sólo que sin la gracia dé…
– No yo para qué, no, me niego rotundamente y para
eso estás entrenando a Mia, para me defienda y entonces yo me convierta en toda
una damisela en apuros y llegue ésta con saltitos de hada y los aniquile con
súper patadas de heroína e inesperados los atacantes sin aliento queden en el
suelo y con la baba escurriendo moribundos y llegué la policía y se quede
impactados y una vez más salgas en los tabloides ¡ah! Pero eso sí con una
historia mucho mejor.
– ¡Ves demasiada televisión Maureen! –alegué.
– Mi amiga como goza burlándose de mí –dijo Mia– supongo
que con lo poco que ha visto ya se dio cuenta que yo no soy una promesa de los
enfrentamientos.
– Pues no pero igual me divierto viéndote sufrir
–se carcajeó Maureen.
– Bueno ahora te voy a enseñar los golpes básicos,
imítame –ignoré sus comentarios y nos colocamos en la posición para combatir–
primero pie izquierdo atrás, los puños cubriendo la cara uno más arriba que
otro, eso así y sueltas el golpe directo, limpio como si le dieras en la cara
así y regresas a la posición de defensa. Este golpe se llama Yap. Inténtalo.
– ¿Así? –Mia lanzaba el golpe sin éxito.
– Sí… pero con más fuerza. Otra vez…. No Mia no es
baile, no debe ser delicado, con fuerza – mientras ella intentaba sacar fuerza
para dar un golpe y que no pareciera un delicado movimiento de baile, Moo se
reía por lo bajo sus vanos intentos.
Lo estaba intentando sólo con el
brazo derecho, hasta dominarlo, sin moverse de su lugar, unas cuantas
repeticiones y luego lo intentó con el brazo izquierdo.
La lluvia en esta época del año seguía
cayendo hicieras lo que hicieras y donde estuvieras. Nuestro lugar de
entrenamiento era la casita de juegos que había en un parque, no nos mojábamos
pero se sentía la ligera brizna que nos llegaba fría, hacía aire y lo
impresionante era que a pesar de estar entrenado Mia tenía la piel más fría que
como había empezado.
– Bien ya lo tienes ahora intenta avanzar
alternando el yap, derecho,
izquierdo.
– Y ¿Cómo
avanzo? –preguntó Mia frenando sus movimientos.
– Ah, sí, claro lo harás: derecho, izquierdo –le
decía a la vez que ella lo iba haciendo– y después avanzas, así, como dando un
saltito. Ves uno, dos avanzas, uno, dos avanzas.
– Ok.
Realmente lo intentó, trataba de
dar los golpes con fuerza y directos mientras avanzaba, pero su cuerpo ya se
manejaba solo, hacía movimientos inconscientes que no notaba y tampoco podía
evitarlos, eso, lo noté por la explosiva carcajada que soltó Maureen al verla
intentando avanzar y golpear.
– No Mia, no muevas la cadera, no estás bailando.
No, no los hombros que no se muevan así, el salto no es en puntitas. Mia,
fuerza.
– Ella pelea como baila –las risas de Maureen
continuaban y estaba a nada de revolcarse en el piso– ya viendo como pelea mi
amiga, mejor cargó un ladrillo siempre en mi mochila, no es que dude de tus
capacidades para defenderme amiga, pero… –ya no terminó su frase por otra
carcajada que soltó.
– ¡Ay no! Yo me rindo. Los golpes no son lo mío
–dejó caer los brazos de la posición de defensa abatida.
– No Mia no te rindas, sólo necesitamos seguir
entrenando. Vamos, una vez más.
– Esto será más complicado de lo que había
pensado… –murmuré lo más inaudible que pude.
… Γ έ ν ε σ ι ς …
«Estasis cronoquinésica inestable…»
«Estasis cronoquinésica inestable…»
«Estasis cronoquinésica inestable…»
Y así nos la habíamos pasado
durante mucho, mucho, mucho tiempo una vez que Maureen cayó en la cuenta de lo
que era y lo que poseía…
– ¡Deja de jugar ya! –dijo exasperada Mia.
– Claro, lo siento. No… ¡Espera! –dijo un tanto
ofendida– No me puedes venir a pedir eso –dirigió Maureen su dedo a Mia– tú
menos que nadie. La que me hizo creer que sufría de un «repentino sonambulismo
por abandono de hogar» y por eso hasta un día amanecí en la terraza sin
explicación alguna en medio de un fuerte invierno.
Chiara se revolcó en el sillón
privada de la risa y aunque Mia sí había hecho pasar varios momentos raros a
Maureen, ella, por mañosa estaba sacando de quicio a Mia acelerando o
retrayendo el tiempo a su antojo una vez que estalló dentro de ella aquella
marca en su cuello y supo con más habilidad que las demás el cómo activar su
poder.
Esperamos no mucho tiempo más
dentro de la sala de espera donde se encargaban de darnos o mantenernos en
forma, física y mentalmente como los Tourayas que éramos. Este era un lugar de
completa paz. Una señora de estatura muy baja se acercó a nosotras, llamando a
Maureen por su apellido.
– Señorita Zandervang y acompañantes, favor de
seguirme.
Y así lo hicimos, nos dirigimos
por un pasillo el cual nos llevaría a nuestro destino, pero ya era muy típico
de Maureen quejarse por todo y esta no fue la excepción.
– Qué
iba yo a saber, yo con mis alegres colores y ustedes tan propios de blanquito.
Aparentemente tranquila pero en el fondo muriendo de nervios
por lo inesperado que resultaba todo esto en la vida de Maureen, ella, va
escoltada hasta el frente por mí, detrás de ella la señora que parece antigua y
llena de sabiduría; de su lado derecho flanqueada por Mia y de su lado izquierdo
por Chiara.
– Señorita
Zandervang permítame aclarar que así mismo usted puede vestir con el color más
sombrío y aquello no significará que realmente se sienta de esa forma.
Aquella mujer a pesar de su sobriedad y respeto que imponía
parecía divertida por el comentario tan inesperado que Maureen había soltado en
medio del silencio por aquel largo pasillo por el que llevábamos caminando como
si no hubiera fin en él.
De paredes infinitamente pulcras, cubiertas de una capa de
pintura blanca tan penetrante que no se distinguía de alguna forma donde
comenzaba el muro, el techo o el piso puedo asegurar que estábamos cerca del
medio kilometro caminando.
– Pero
una cosa sí le puedo recomendar –Maureen puso atención– dejaremos de andar por
este pasillo tan pronto usted se sienta segura de sí misma.
– ¿Qué
quiere decir con eso? –expresó Maureen deteniéndose y a su vez casi
mecánicamente Chiara y Mia. Yo me volteé para encararla.
– Significa
que llegaremos a nuestro destino en cuanto tu mente esté en paz y calma y deje
de divagar en quién sabe qué tanta cosa.
– ¿Significa
que también leen mentes?
Chiara y Mia se
soltaron a reír a la par, a veces, Maureen era un tanto ingenua.
– No
señorita Zandervang, lo que aquí sucede es que posee muchas dudas y esas mismas
no la llevaran a ningún lado, junto con nosotras, que sólo seguimos su camino. Debe
encontrar su centro de energía para que podamos llegar a esclarecer todas sus
preocupaciones.
– ¿Y
cómo logro eso que usted me está diciendo?
– Respira
profundo –interrumpí– e imagina la típica historia en tu mente de ver la luz al
final de un túnel oscuro, busca esa luz dentro de tu mente y llegaremos tan
pronto como tú quieras.
– Bien,
aquí vamos…
Y más que pronto,
logramos que Maureen encontrara su centro de energía, hallamos una puerta no
muy lejos, en la que de igual manera, todo era tan blanco e inmaculado, tan
perfecto como nunca me lo pude imaginar que fuera. Ahora que el círculo de
Anger estaba completo podía apreciar con claridad lo bello y perfecto que
éramos.
– Hemos
logrado lo que en pocas partes de este planeta dentro de este universo se ha
logrado, somos un Círculo de Anger completo y nuestra misión ahora es conservar
su pureza y vitalidad –dijo una voz salida de la nada prácticamente. A todas
nos sobre saltó–. Cumplir con las reglas y mandatos no debe ni será difícil para
aquellos Tourayas que se comprometen con su ser, con su vida, con su alma y el
salvaguardar la vida de la humanidad de cualquier origen que la rodea. Así
mismo encontraran que no todo lo que menciono está al alcance de su mano.
Breckets y Gigvidias han iniciado un camino en lo incorrecto, en lo blasfemo de
lo puro en que la mente humana debe seguir su camino y lo ha mezclado con
nuestra raza de una forma incorrecta. Ustedes como poseedoras de un gran poder
están destinadas a buscar el equilibrio. Ustedes con ayuda de su Alix deberán
volver a colocar su piedra angular en el sitio adecuado para que vuelva todo a
funcionar. De no cumplir con el mandato debido reducirán el Círculo con la
muerte de quienes no centren su ser en lo correcto. Bien así, están aptas ahora
para usar sus cuerpos Astrales en el presente para mejora del futuro.
Una fuerte luz nos cegó a todas en cuestión de pocos
segundos en que la misteriosa voz se esfumó y el silencio mortal reinó. Maureen
fue la primera en hablar:
– Tenemos
que matarla…
– ¡Jamás!
–interrumpió Mia– sobre mi cadáver, antes morirá él –y las miradas se
dirigieron a mí.
– Si
en tu destino está en cumplir a costa de lo que sea tus creencias o deseos, Mia
–dije con voz tenue– habrá entonces que sacrificar la vida de muchos para que
aquello se cumpla.
– No
piensas defenderlo ¿o sí? –dijo Chiara con la voz centrada.
– Eso
sería lo peor que pudieras hacer –agregó Maureen.
– Voy
a defender lo que crea correcto –aclaré– si debo de morir yo para que esto
funcione, lo haré, se cuales son mis mandatos, desde hace mucho más que ustedes
y ahora que Maureen sabe qué es lo que debe de defender, hará lo mismo que yo
si ella fuera yo, morir.
Días más días menos fueron los que me tomaron estar a solas
con Maureen, ahí la veía presa de un miedo inminente.
– Andras,
escucha, yo… yo no quisiera interponerme en la vida de nadie, la mía ya de por
si es complicada. Yo no quiero verme entre la espada y la pared por ninguna de
las dos.
– Lo
sé –suspiré.
– ¿Lo
amas cierto?
– Como
no tienes una idea –la miré a los ojos esperando que me entendiera– sé que no
estás realmente consciente de lo mucho que amas a Tom pero sé que me puedes
comprender cuando te digo que de mi boca podrían salir las mismas palabras que
dijo Mia en el cuarto blanco: sobre mi cadáver.
– Ella
también le ama, aunque no lo acepté –moví la cabeza afirmativamente.
– Y
es un nexo completamente diferente, jamás entenderá lo que una mujer enamorada
puede hacer…
– Pero
eso es sanguíneo, definitivamente no lo puedes comparar para nada –dijo Maureen–
por mi hermano también haría hasta lo imposible. Mataría por él o por los que
amo pero creo que el destino nos tiene planeado algo mucho más macabro que
aquello que matarnos los unos a los otros, puedo asegurarte que la vida va a
ser lo menos que lleguemos a lamentar perder si no logramos que alguno de ambos
mandos deje de luchar por algo que nunca valdrá la pena. Yo no quiero morir –la
miré con los ojos como platos– sé que soy la más nueva pero sé también cosas y
he visto mi cuerpo tendido en la arena sin vida. He visto el derrame de sangre
que aproxima si no nos damos prisa. Mi muerte si no nos damos prisa…
1 Alas:
O_o ¡Andale! La Moo ya se vio morida! Ö
La Mia y la Didí her...? ¿Eso? Ö ¡No lo creo!.. o leí mal??
Un des... papaye con tanto nombre... pero sobreviví ¡Eeeehhhhh!...
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