Génesis Segunda Temporada [Mi amiga Mia Dumarc]


¡Qué terrible dolor de cabeza! Las cosas aún se movían a mí alrededor, no había recuperado mi estabilidad.
La luz de la tarde ya estaba por completo iluminando toda mi habitación, no quería despertar aún, me moví un poco para hundir mi cabeza en las almohadas y volver a perderme en mis sueños, pero cuando lo intente sentí dolores punzantes en todo el cuerpo ¿Acaso en la borrachera de ayer me había arrollado un tractor?  
Todo estaba en silencio, excepto por mi respiración acompasada, seguramente los demás chicos seguían dormidos, recuperándose.
Cerré los ojos, tratando de no pensar pero me fue imposible venían a mí imágenes confusas y borrosas de lo que había sucedido la noche anterior, sólo una cosa la tenía clara, la culpa de todo esto la tenía Mia ¿Culpa de qué? Ya ni siquiera estaba seguro, pero era su culpa.
La imagen más engañosa que pude concebir en ese momento aterrizó en mi mente, como una broma, Edward y yo hablando copiosamente tirados en la alfombra de mi sala, con una botella cada quien en mano, eso sí que debía ser una invención de mi imaginación… pero recordaba la conversación, realmente paso y ahora debía hablar con mi Mia y contarle todo antes de que lo olvidara por completo, justamente eso fue lo que me había pedido hablar con él ¡Si no la quisiera tanto! ¡Jamás lo habría hecho! Yo hablando con aquel monigote…
Lo intenté pero el cansancio me ganó, me volví a quedar dormido entre las sábanas y el sol.
Me sentía todavía bastante mal cuando desperté, pero al menos ya podía ponerme en pie. Me di una ducha y almorcé los restos de la comida de anoche. Aunque disfrutaba conducir, esta vez pedí que me llevaran al pent-house de las M&M.
Cuando Mia abrió la puerta se le iluminaron los ojos cuando me vio parado en el marco de su habitación, me abrazó, me besó las mejillas, dio pequeños saltitos conmigo aun abrazado.
-          ¿Hablaste con él? – me preguntó ella, mientras yo me tumbaba en su cama.
 Mia se desvivía por aquel sujeto que me irritaba los nervios sólo de escuchar nombrarle, no era un secreto para nadie, era un misterio por qué lo quería tanto eso sí, pero un secreto no ni para él. Edward sabía perfectamente la adoración que ella le profesaba, me lo había confesado entre copas. Me enojaba de sólo pensarlo un tipo tan escueto e inexpresivo con más ausencias que detalles para su novia, se mostraba más amoroso con sus “amigas” ¡Qué fastidio!
-          Sí, hable con él. – enuncié con los ojos cerrados.
-          ¿Y? – me preguntó con impaciencia – Bill, cielo, anda dime, no me dejes así… por favor.
Esto era espantoso, incluso doloroso ¿Por qué tenía ella que preguntarme a mí lo que su “novio” piensa o siente por ella? Cuando tenía que ser él quien sin tapujos,  miramientos, ni pudor debería gritarle al mundo lo feliz y orgulloso que debía sentirse por tener a una chica como Giole, como él le llamaba, a su lado, pero no, más bien hacía todo lo posible por esconderse, por ocultarla ¡Que rabia! Porque era yo quien estaba aquí con ella viéndola suplicarme que le dijera todo. Eso estaba mal.
Edward decía que de verdad la amaba, que era la mujer de su vida, que no podía imaginar no tenerla a su lado, perderla significaría perder una parte de él mismo. Cada noche soñaba con su piel, con su aroma con sus besos, enloquecía pensando en que su Giole se desabotonara su ropa pensando en él.
Y sí todo eso era cierto ¡¡Por qué diablos me lo decía a mí y no a ella!! ¿Por qué sólo se atrevía a hacerlo borracho?
Mi Mia, tan frágil. Tantas veces la he visto temblar de los nervios, del miedo incluso de la angustia esperando una palabra tierna de su parte, un gesto amoroso ¡Un abrazo! Él no la había visto como yo, él no la conocía como yo, su parte más quebrantable,  suspirando eternamente por Edward Rotmensen y su falta de tacto, debería intentar conocer más a fondo su lado vulnerable.
 ¿Por qué me hacía esto mi amiga? Yo no toleraba si quiera ver que su sonrisa se ensombreciera un poco por la tristeza ¿Cómo podía él hacerla sufrir tanto? Y ¿Ella aún quererlo?
Estaba frente a mí con sus bellos y enormes ojos, bien abiertos escuchándome nómbrale… Mia lo amaba, ella no tenía dudas, yo lo sabía, Edward lo sabía.  
Le conté a grandes rasgos, lo poco que recordaba de nuestra conversación, fue suficiente para ponerla contenta por un rato.
Todo ese desvarió de noche de copas surgió porque hace dos semanas, como siempre Rotmensen había desaparecido, sin llamarle o comunicarse de alguna manera con Giole, pero ella me había convencido para ir a buscarlo, para hablar con él. Fuimos pero Mia no me comentó que su plan era interceptarlo, estuvimos esperando en la terraza de un restaurante alrededor de la hora que él volvía de sus clases.
Habló con él, arreglaron las cosas. Yo diría que le lavó el cerebro y ella con tal de arreglar las cosas le creería si le dijera “la luna es de queso” si eso ponía fin a sus problemas, estaba seguro que no es que le creyera, es que necesitaba creerle, albergar una esperanza de que su relación tenía algún futuro, que realmente valía la pena estar juntos, después de un rato ya se comían a besos, mientras yo la esperaba en el auto.
Fue ese día, cuando ella le recordó que haría una fiesta para festejar su cumpleaños y lo único que deseaba era que Edward estuviera ahí. Él lo prometió.
Llegó el día del festejo, la fiesta a todo lo grande, así como los Dumarc acostumbran, pero él no la llamó, no le envió un texto para felicitarla y en la fiesta no apareció, el corazón de mi amiga se hizo trocitos, yo ya no sabía que decirle o qué hacer para verla feliz, salí sin que lo notará y fui hasta casa de ese imbécil para traerlo a rastras de ser necesario, pero no, no hubo poder humano que logrará sacar a ese apelmazado de su casa, estaba en pijama, ni siquiera tuvo nunca la intención de asistir.
Ojalá pudiera meterme en su cabeza para saber qué demonios piensa, por qué hace tantas estupideces, dominaría su mente y lo volvería una marioneta que simplemente siguiera mis ordenes, haría de él el novio perfecto, ese que idealiza Mia, ese que piensa que es él, que espera sea él, así Giole sería feliz y yo lo sería también al verla.
¿Por qué no se enamoraba de alguien más? Alguien que realmente la apreciara, la valorara, la quisiera y estuviera dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de verla sonreír, alguien que llenará su vida de victorias, que las únicas lagrimas que le hiciera derramar fuesen de alegría, que renovara todos sus sueños e ilusiones, alguien como…yo.
Cuando me di cuenta que mi amiga necesitaba alguien como yo, me descontrole un poco, estaba nervioso y hasta un poco ausente sólo quería escribir mis canciones, algo que me mantuviera ocupado y además sería productivo alguna tendría que ser un buen material para el disco en el que estábamos trabajando . Al final termine escribiendo una canción que hablaba sobre Mia. 

Les lleve la nueva canción ya terminada a los chicos, para que opinaran sobre la letra.


Estábamos en casa Gustav, los mellizos, Tom y sólo faltaba por llegar Mia, que estaba ensayando hasta tarde como siempre, queríamos ver películas mientras comíamos algo, sacamos todas los dvd’s que teníamos en casa para poder elegir uno, inmediatamente el mando lo tomó Maureen, estaba haciendo tres hileras la primera con lo que ya había visto, la segunda con lo que no quería ver y la tercera con las posibles películas que veríamos.
-          ¿Están seguros que la Miau va a venir? – preguntó Tom, despreocupadamente mientras examinaba la tercera fila de dvd’s que Maureen tenía en el piso.
-          Sí va a venir pero estaba en AIM ensayando, va a llegar un poco tarde – le contestó Moo.
-          Y ¿Si empezamos sin ella? Muero de hambre y aquella ni come.
-          Mia va a traer la cena – le contesté al acercarme a ellos, sentándome en el sillón.
-          ¡Qué! – gritaron al uní solo Hagen y Tom
-          ¡Estás loco! Nos va a traer aire de sabores. Mejor pido una pizza ¿Grande, con todo? – nos preguntaba, ya con el teléfono en la mano.
Tom se puso a dar vueltas por todos lados mientras ordenaba la pizza, Gustav y Hagen atrás de él diciéndole que pidiera más cosas – unos dedos de queso para mí – comentaba uno – una orden de espagueti – pedía el otro. Los tres caminaban todos juntos por toda la cocina.
Cuando Maureen por fin tenía una lista de posibles películas, nos preguntaba nuestra opinión al respecto, mostrándonos las portadas, debatíamos todos en la sala, dando nuestro voto al título que más nos atrajera, con este grupo de amigos hasta esto era divertido.
Tocaron el timbre.
-          ¡La pizza! – saltó Tom, sacando su cartera y animando a los demás a que sacaran dinero para pagar todo lo que habían pedido.
Yo era el más cercano a la puerta, me acerque para abrir.
-          ¡Mia! Lindura ¿Por qué tardaste tanto? Pasa, pasa… - le quite las bolsas que traía en las manos.
-          Lo siento el ensayo se prolongo más de lo que esperaba.
-          ¿Qué traes ahí? – le preguntó Moo desde la sala aún.
-          Traje carnes frías, queso y vino, mucho vino. – le contestó Mia, mostrando las botellas de vino tinto que traía dentro de su enorme bolsa.
Tom bufó, elevando los ojos al techo, ella lo fulminó con la mirada.
-          ¡Qué bueno que pedimos la pizza! – susurró mi hermano, pero lo escuchamos perfectamente.
-          Y ¿Edward? – entonces fue a mí a quien casi asesinó con la mirada. Pero era una mirada triste.
-          Terminamos.
Alguien, supongo que Hagen o Gustav ya había descorchado dos de las botellas que había traído Mia, ya las empezaban a repartir entre todos.
-          ¿Cuánto duraron esta vez? – Pregunté
-          Tres meses, parece que mi paciencia solo dura tres meses.
-          Tranquila nena – le rodee los hombros con mi brazo derecho mientras le daba un beso en la coronilla.
Llegó la pizza, minutos después, servimos un enorme platón con las carnes frías, los quesos, el vino era lo que no dejaba de fluir en nuestras copas, nadie vio la película, Tom y Maureen comiéndose a besos todo el tiempo hasta el hambre se le olvido a mi gemelo. Hagen y Gustav peleando como niños chiquitos por no sé que cosa, mientras Mia y yo hablábamos de lo qué había pasado, estaba completamente abatida, crispada, con los nervios a flor de piel, tenía los sentimientos casi en la superficie de su ser. Al parecer esta vez si había sido una fuerte despedida.   
Todos estábamos muy entretenidos en cualquier cosa menos en la televisión, hasta que se fue la luz, todos rezongamos y alegamos, fuimos a la cocina en busca de las lámparas que teníamos para esas ocasiones.
Todos iluminándonos con los celulares, eran tan escasas las veces en las que nos sucedía que no estábamos seguros del lugar dónde las habíamos guardado la última vez… terminamos encendiendo velas, saque la guitarra y empezamos una noche bohemia.
Todo iba de maravilla hasta que se me ocurrió cantar la nueva canción, que dicho sea de paso ya estaba grabada y aprobada para el disco. Mia abrió los ojos como platos, se quedó inmóvil, no le había dicho nada pero era evidente que era su canción, su triste canción, se le llenaron los ojos de lagrimas, su carita lentamente iba tomando tonalidades escarlatas, pero yo no dejaba de cantar.
Mia Giole se levantó, la alcance casi en la puerta.
-          ¿Qué pasa? – le pregunté realmente extrañado.
-          ¿Qué pasa? Me preguntas qué ¿Qué pasa?  Bill por dios es mi canción, es mi historia, si nada más te falto poner mi nombre.
Ella estaba realmente enojada, había mal interpretado las cosas, yo quería regalarle una canción, una poesía a mi estilo y ella creyó que estaba lucrando con su pena, con su historia.  Ella se fue, con el coraje trabado, me quede paralizado sin saber que hacer, todos me miraban, no entendían lo qué había pasado.
Estaba muy afectada por lo que había pasado, venía muy sensible, enojada, cuando escuchó mi canción seguramente le cayó de sorpresa, no le había comentado nada, no creí que lo tomará así. En otras circunstancias, si ella hubiera estado más estable, le habría gustado el detalle. Sólo espero que algún día cuando todo esto haya pasado y este ella más tranquila, entienda que lo que nunca quise fue contar su historia porque pudiera resultar conmovedora.
No podía dejarla irse así, había bebido lo suficiente para impedirle que manejara, salí corriendo tras ella.
-          Vamos Mia, tú sabes que esto no es por mí, ni por la canción, es Edward el que siempre lo esta  arruinando todo, no permitas que destroce también nuestra amistad. Él no te conviene, déjalo ya, olvídalo.                
-          Es muy fácil para ti decirlo, tú no tienes que lidiar con todo lo que estoy sintiendo – ella ya estaba llorando amargamente, la tomé entre mis brazos fuertemente para que ella se desahogara.
-          ¡Perdona! Debí decírtelo primero.
-          No, tú discúlpame. Estaba fuera de mis cabales, es que Edward puede sacar lo peor de mí, es que de verdad me hace enojar tanto que no lo soporto, intentó controlarme, darme terapia a mi misma, pero hay veces que no lo logró y explotó, no debí portarme así, no contigo lo siento de verdad.
-           Mia, sólo es una canción, antes que mi trabajo está tu amistad, se pueden escribir mil canciones más, pero no encontraré una sola como tú. – una sonrisa tierna asomo a sus labios.
-          Gracias, Bill te quiero más de lo que pueda decir…
-          En mi defensa puedo decirte que este es mi manera de decir las cosas ¿Me entiendes? No sé trata de mi trabajo, la fama o los discos es el lenguaje  que se hablar, tú te expresas bailando yo lo hago de esta manera.
Ahora era Giole quien me rodeaba el cuello con sus brazos, parándose de puntitas para alcanzarme mejor, me dio un beso en la mejilla, casi, casi rozando la comisura de mis labios sentí como el corazón se me agitó de pronto.
Mi niña Dumarc, era tan dulce, era la princesa de mi propio cuento, a la que había que rescatar constantemente del engendro del que se había enamorado, por quien daría la vida si él se lo pidiera, cayendo una y otra vez en el círculo vicioso. Mi amiga estaba atrapada en un cuento infinito.
-          Tan sólo pretendo que cuentes conmigo ¿Lo sabes, verdad? – asintió con su cabeza pegada a mi pecho.
-          Eres mi mejor amigo, tú también siempre podrás contar conmigo…
Lo era, por supuesto que lo era, desde hacía ya varios años, algunas veces no sólo era la amistad lo que me tenía cerca de ella, el tiempo pasa,  las emociones crecen, se intensifican, el amor entre nosotros era inquebrantable… nuestra amistad podía soportarlo todo.
¿Había puesto amor y amistad en la misma secuencia lógica de pensamientos?  A quien quería engañar, algún día y espero sea pronto debía aprender a hablar sin tantos rodeos, pero qué oportunidad tenía…
-          Bill…
-          Dime, bonita.
-          Sé que puedo llegar a hartarte siempre con mis mismos problemas, la misma tontería una y otra vez, yo misma me fastidio pero… - le puse un dedo en los labios, para que callará.
-          Todo lo que te pase me importa, todo, sin excepciones. Necesitó saber lo que ocurre contigo y que estás bien. Tu bienestar es parte crucial de mi propia supervivencia, toda esta historia con Edward – hice un gesto mostrando mi repulsión al nombrarlo – me importa porque eres mi amiga.