Hacia varios días que sentía una sensación extraña en
mi cuello, no podía dejar de tocar esa área como si algo extraño fuese a
salirme, tenía la textura de una cicatriz como bordes finos pero inconstantes,
eran muy suaves tal vez por eso no se alcanzaba a ver nada, me pase varios días
frente al espejo tratando algo sobre mi piel que la estuviera marcando, pero
por mucho que me acercara no se veía nada.
Hoy era uno de esos días en los que no perdía la
esperanza de ver de que se trataba aquella inexistente cicatriz, pero como
siempre no vi nada, me aleje del espejo para observar todo mi aspecto, eran los
primeros días de clases y como siempre esto era lo mejor que podría lograr de
mí.
La escuela ya de por sí no era fácil para nadie, pero
yo tenía un punto extra para hacerla aún más complicada mi existencia, venía de
una reserva rusa, yo tenía toda la disposición para adaptarme hacer amigos,
encajar con mis nuevos compañeros, pero al parecer mis compañeros no pensaban
igual que yo.
Me quedó claro desde muy pronto que además de ser la
nueva en una escuela donde al parecer todos se conocían desde el kínder, era
extranjera y con creencias demasiado arraigadas, mis compañeros me veían como
bicho raro todo el tiempo. Sin duda sería un año difícil.
Tenía un largo camino que recorrer desde la reserva
hasta el CUM, pero no me quejaba, me gustaba disfrutar de esos momentos de
soledad donde era invisible para todos los que me rodeaban en el transporte
publico, ninguno para de ojos sobre mí, observando y criticando todo lo que
hacía, estando a la expectativa de que me volviera cada día más rara, creo que
esperaban ver una metamorfosis de mi persona a la versión Kafka, o quizás ya me
veían así y esperaba que algún día me convirtiera en una persona “normal” según
ellos.
La mañana era extremadamente fría me recordaba el
otoño en Rusia, aunque esos días habían quedado mucho tiempo atrás, que
nostalgia de aquellos días, mi pobre madre había sufrido un colapso de nervios,
echaba mucho de menos a papá y su vida de antes, odia vivir en una pequeña
reserva lejos de todo lo que ella había amado, de su familia, odiaba el clima
de aquí, a mí me desesperaba ver así a Madre porque no podía hacer nada para
ayudarla o consolarla siquiera era una impotencia inaguantable ver a la persona
a la que más amas en el mundo en ese estado y no poder hacer nada, me sentía
frustrada conmigo misma.
Caminaba por los jardines que estaban cerca de mi
edifico para cortar camino y llegar antes que nadie al salón de clase elegir mi
lugar y estar a solas durante unos minutos mientras me comía uno de los
panecillos que Madre horneaba por las noches, era el mejor momento de mí día.
Algunos de los alumnos ya estaban por los
alrededores, pero nadie demasiado cerca de mí, como de costumbre, cuando de
repente sin ninguna razón un espasmo de dolor se me esparció por todo mi cuerpo
haciéndome gritar, es como si viniera desde mi interior ese dolor, que me
estaba doblando ¿Qué era aquello? ¿Por qué estaba sintiendo aquel dolor? ¿Qué o
quién me lo estaba provocando? Todos los chicos de la escuela estaban viéndome,
intente soportar en silencio aquel dolor, pero era insoportable, me doble
abrazando mi abdomen, mis puños apretados mi respiración se volvía dificultosa.
El dolor estaba trastornando mis sentidos, estaba
viendo borroso, creo que eran las lagrimas, cuando me di cuenta ya estaba de
rodillas en el piso, mi panecillo rodó directo al lodo.
Y de pronto…nada. El dolor cesó tan espontáneamente
como había surgido, no sentía ninguna sensación extraña, no había ninguna marca
que mostrase que sentí dolor hace a penas unos segundos atrás, me miraba las
manos, mientras seguía arrodillada tratando de explicarme a mí misma ¿Qué había
pasado?
La gente pasaba a mí alrededor, mirándome más extraño
de lo que ya lo hacían, murmurando, segura estoy que burlándose de mí.
– ¿Qué pasa Borst, le ruegas a
Dios tener un amigo? – y se alejaron de mí entre carcajadas.
¡Qué poca falta de humanidad tenía todos mis
compañeros! Me sentía enfadada y humillada, tenía ganas de llorar y gritarles
todas sus verdades en la cara, pero no les daría el gusto de verme así, sería
un signo de debilidad del que mi padre se ofendería y no le haría semejante
insulto a su memoria, por si fuera poco mi único momento bueno del día estaba
ahora arruinado por el lodo, ya no podría comerme ese panecillo y me quedaría
con hambre ¡Hasta sabe Dios a qué hora! No tenía tiempo para esas cosas ya se
me había hecho tarde y salí corriendo a mi salón.
Si tal cual como me lo imaginaba, el profesor ya no
me dejó entrar a su clase y por si fuera poco me mandó a servicios escolares
por un reporte por llegar tarde, su
clase apenas estaba iniciando, ¡Todas las clases estaban iniciando! Es más
había clases que aún no iniciaban, lo peor es que al tratar de explicar porque
llegue tarde qué diría “Si verá usted, un ente invisible me atacó y me torturó”
¿Quién podría creerme? Sí yo misma no lo hacía, ya era suficiente con ser el
bicho raro sólo por ser de Yoroslav y católica, como para hacer público que
tenía una cicatriz que no se veía y un ente que me atacaba.
Fui por mi reporte, pero antes de llevárselo
nuevamente al profesor debía calmarme aclarar mi mente, me fui al baño para
refrescarme, echarme un poco de agua en la cara, cuando escuche una voz que me
dijo:
– Todo estará bien, sólo no seas
tan explosiva.
Fue el colmo que desató mi desesperación y
frustración. Justo en ese momento todas las tuberías del baño donde estábamos
explotaron, era una locura ¡Acaso no había agotado ya mis reservas de cosas
extrañas! O sencillamente era el día de “Hoy todo le pasa a Chiara Borst” no era posible tanta desventura, qué estaba
pasando con el mundo.
Pobre chica su uniforme quedó completamente
arruinado, ella estaba complemente empapada y yo me sentía culpable, no sabía
por qué, no era mi culpa, pero tenía muy arraigado el sentido de la culpa en mi
persona.
Pero la chica parecía no haberle afectado en nada el
percance, se sacudió su corto y lacio cabello por la gracia que le causaba
estar toda mojada.
– Debes aprender que cosas como
estas pasan muy a menudo pero lo importante es saber manejarlo o te meterás en
grandes problemas ¡Incluso con la justicia! – me dijo ella. Cómo si supiera de
lo qué estaba hablando.
– ¿No eres
de aquí cierto? – medita mi rostro fijo en mi – eres de la Reserva Rusa
Yoroslav. ¡Claro! Aún así tranquila, que lo que pasó por mi nadie lo sabrá. Es
nuestro secreto.
Acto seguido me guiñó un ojo y entró la prefecta de
piso a hacernos millones de preguntas, asustada, en silencio me quedé mientras
que ella salió con paso fresco de los sanitarios e inmediatamente me entró
pánico revuelto con duda, que esa chica había plantado en mi ¿Cuál secreto? ¿De
qué rayos hablaba? Y eso que la rara de la escuela era yo, por ser la única de
la reserva que venía a clases desde lejos y siendo realistas, cómo no querían
que me volviera explosiva y altamente peligrosa de carácter si por ser de donde
era, las burlas de todos en la escuela de Mancher me tomaban a juego, bromas e
insultos. No era fácil soportar a la gente en este lugar cuando no tenían
tolerancia y respeto por el prójimo.
Salimos del baño, la chica empapada por delante para
dirigirnos a la oficina del subdirector y explicar lo que había pasado, a pesar
de haber estado en el mismo sitio en a la misma hora, no me tocó ni una sola
gota de agua, el agua no se había cercado ni a mis zapatos. Lo que atraía
todavía más las miradas curiosas de todos los que estaba a fuera, quería llegar
lo antes posible a la oficina del subdirector para dejar de ser el blanco de todas
aquellas miradas burlonas. Llevaba mi mochila al hombro, caminaba con la cabeza
agachada siguiendo a la prefecta, en silencio total.
Sólo levante la mirada una vez, y mi mirada se
encontró con la de una chica rubia de ojos azules.
No hubo castigos ni reprimendas, para ninguna de las
dos, se había considerado un desafortunado accidente, hipócritamente días
después frente a la junta con algunos padres de familia dieron gracias a Dios
de que estuviéramos bien y que no hubiese pasado a mayores.
No sabía si era mi delirio de persecución o la
paranoia por ser la rechazada de la escuela que todo lo veía sospechoso o que
el hecho de sentirme culpable por la empapada que se dio aquella chica en el
baño, me hacía reconocer su rostro, pero yo sentía la ahora la veía en todos
lados, no importaba donde estuviera o adonde ella siempre estaba ahí mirándome.
Hice mi mejor esfuerzo por tranquilizarme, debían ser sólo coincidencias,
repetidas y constantes coincidencias.
Todo continuo su curso normal, creo que hasta me
acostumbre a la constante presencia de aquella chica en mi vida.
Como cada miércoles mi pesadilla de las 11:30 estaba
por iniciar, la clase de geografía. Los mapas eran el pan de cada clase, no era
una clase de geografía sin que nos pusiera a hacer algún tipo de mapa, con todo
respeto le faltaba inventiva al profesor.
– ¿Me prestas tu color azul? Por
favor. – ¡Qué cruz! Que mis compañeros me hablen sólo para pedirte cosas.
–Sí claro, toma.– le extendí la
mano con la caja de colores para que tomará el que quisiera.
–Gracias. Yo pensé que si había
echado mis colores a la mochila pero parece que no, a veces soy muy despistada,
así que bueno la verdad no me sorprende tanto. – yo miraba a todos lados, la
chica que me había pedido el color azul, ya lo tenía y aun así seguía hablando
conmigo.
–Sí bueno a veces pasa.
–¡Ay sí que horror! Debo fijarme
más, sobre todo si este maestro no hace más que ponernos a dibujar mapas.
–Sí le falta un poco de inventiva
para dar sus clases – me aventuré tímidamente a dar mi opinión.
–Lo sé
–Voy a repartir los temas para su
trabajo que deben entregar a final del mes, hagan equipos de dos. – La voz del
maestro desde su escritorio, nos hizo levantar la vista y suspender nuestra
conversación. Era la conversación más larga que haya tenido con alguien de CUM
sin burlas ni críticas, hacia mi persona.
–¿Tienes equipo? ¿Podemos trabajar
juntas?
-Ah… no yo….
–¡Genial! Ya somos equipo… – la
chica seguía parloteando de no sé que tantas cosas, mientras yo me concentraba
en averiguar si su conversación no tenía alguna mala intención, terminar mi
mapa, saber por qué quería ser mi compañera de trabajo geografía no era mi
materia más fuerte como para que lo hiciera por interés.
–¡Señorita Dumarc! Ese mapa lo
puede hacer en silencio. – Le dijo el maestro a mi compañera que no dejaba de
platicar…conmigo.
Ella me miró y en susurros me dijo
“Sí pero no tan divertido” ambas nos reíamos por lo bajo, era asombros. Creo
que acababa de hacer mi primera amiga en el CUM. Salimos juntas del salón de
clases aún platicando, al parecer a mi nueva amiga le gustaba bailar ballet, me
estaba contando de las clases extras que tomaba en otro apartado el CUM donde
tomaba sus clases de ballet, jazz y otras cosas, me contaba de sus amigas de
allá, parece que no le costaba trabajo relacionarse con otras personas.
Una vez más ahí estaba la chica
del baño, al acecho de mi persona o eso creía yo, estaba recargada en la pared
con sus otras amigas, nuestras miradas se cruzaron por unos instantes,
notándose mi incomodidad de inmediato.
– ¿Eres amiga de esas chicas? – me
preguntó la Dumarc, porque hasta ahora no me había atrevido a preguntarle su
nombre de pila, sería descortés, que estuviéramos en la misma clase, escuchar
pasar lista cada miércoles y no saberlo.
–
No, para nada. Sólo que la chica de allá la de
pelo oscuro, pareciera que me persigue.
–
A lo mejor le gustas
–
¡Qué!
–
Digo, en estos días ya no es tan raro, en AIM se
da mucho, ya sabes muchos de los bailarines, no les gustan precisamente las
niñas, así que supongo que no es tan raro que a las niñas también les gusten
las niñas. Además si te arregláramos un poco, un corte de cabello, algo de
maquillaje…
–
¡Qué!
–
Sacaríamos lo mejor de ti.
Me preguntó si todo lo que me dice, será en serio,
por qué d ser así me espantaba.
–
Bueno debo irme, tengo clase de historia, nos
vemos luego ¿Cómo dices que te llamas?
–
Chiara Borst
–
Yo soy Mia.
Una vez que se fue seguí mi camino, tenía clase de
matemáticas y eso estaba en otro edificio, a penas gire en el pasillo cuando
sentí una mirada sobre mí, gire un poco la cabeza para saber si alguien venía
detrás de mí.
¡Sí! Era mi acosadora personal, ya no sabía que hacer
para que dejara de perseguirme, pese a mis peores miedos lo mejor era
enfrentarla, así que me gire y le dije.
–
Puedes dejar de perseguirme – en un tono
frustrado acuso.
–
¿Qué? – dice ella como si no supiera nada – ¿Yo?
¡Hey, espera! No lo hago a propósito y ni te asustes de que me gustas o algo
así, no eres mi tipo.
–
¡Por Dios! No digas tonterías, las relaciones
del mismo sexo no son… – ¡Qué tipo de
personas estudiaban en esta escuela, que este tipo de relaciones que no son de
Dios se les hacía tan habitual!
–
¡Ya, ya! Ya entendí no te apures. Era broma –¡Ah pues que bromitas! Desde el accidente
del baño me tenía los nervios crispados.
–
Bueno, entonces sólo deja de… ¡perseguirme!
–
¡NO! – me detiene con las palmas de sus manos y
siento como todo es una sensación extraña en mí – no es que sea yo, así son las
cosas, yo no manejo las cosas, deben ser así por una razón y… y… seguramente
algo más falta porque la atracción es fuerte pero no lo suficiente, debe faltar
algo…
–
¿Algo? ¿De qué rayos hablas? Eres una rara… tus
frases no tienen sentido y parece que todo lo que hablas es de algo oscuro y
peligroso…
… Γ έ ν ε σ ι ς …
Saliendo de mi clase de historia
que por suerte era la última de mis clases del CUM por hoy, me fui a mi
siguiente roda de clases a AIM, me quede de ver con Emma y Loretto para llegara
juntas, con tiempo suficiente para descansar y despejarnos un poco bajo los
rayo de sol , tiradas las tres en los jardines en del CUM.
Estábamos platicando, mientras
nos cubríamos la cara del sol, cuando pasó muy oportunamente ZImmerman junto a
nosotras.
-
¡Hola chicas! ¿Cómo están? – Nos saludaba muy
animadamente ella, con todo el entusiasmo del mundo.
-
…bien -
Le dije sin que ninguna de las tres le mostrara el mismo nivel de
alegría.
-
¿Quieren uvas? ¡Están peladas! – Las tres nos
incorporamos de inmediato, moríamos de hambre y ninguna de las tres teníamos ganas
de movernos, para comprar algo.
-
Zimmerman amiga siéntate, aquí, aquí – señalaba
Emma un lugar junto a ella- te prestó el suéter de Mia para que te sientes. –
le hice un mal gesto a Emma ¡Cómo que prestar mi suéter para que Zimmerman se
sentará en él - ¡Qué! Quieres uvas peladas.
-
Bueno.
Zimmerman, se sentó con nosotras,
aún después de que se habían acabado sus uvas, nos pusimos a platicar muy
plácidamente hasta que Loretto se acordó que tenía tarea pendiente de su clase
de Geografía Eclesiástica del siglo XVI y necesitaba colores.
-
¿Alguien de casualidad trae colores?
-
No, me pasó lo mismo en mi clase hace rato en mi
clase de geografía no eclesiástica. Tuve que pedir colores para hacer mis mapas
¡Los benditos mapas!
-
No traes colores, no traes colores y esto qué
traes en la cabeza qué es ¡Eh! – soltó Emma al mismo tiempo que me zafaba el
chongo de mi cabello que precisamente tenía sujeto con un color azul. – que es
de…- se le quedó mirando fijamente al color que tenía una etiqueta en forma de
espiral a todo su alrededor con el nombre de la dueña del color. Emma hizo una
cara de susto seguido de – aaaah me quemo, me quemo ¡Tienes un color de Chiara
Borst! ¡Te atreviste a quitarle un color a Chiara Borst!
-
¿Qué no
sabes quien es Chiara Borst? – amabas tenían una cara de asombro y susto.
-
La que me prestó un color azul.
-
Ella es la más… bueno la menos… - intentaba
explicar Emma.
-
Chiara Borst es la más… aguerrida, bueno era,
ahora que se cambió de apartado ya no podemos decir que es la más aguerrida de
nuestro aparatado, ahora sería la más aguerrida de tu aparatado porque…
-
Zimmerman – le troné los dedos cerca de la cara
para que regresara a su realidad y ya no siguiera desvariando.
-
Así, te decía que es de esas que te fulmina con
la mirada, no le podía hablar, no la podías tocar, mucho menos pedir prestado
su color azul, ya sabes es como el típico niño de octavo grado que molesta a
sus compañeritos indefensos de cursos inferiores y que solo verlo cerca agachas
la mirada para que no lo molestes con tu presencia.
-
¡Hey, hey! – tenía que regresarla nuevamente al
punto de su conversación.
-
A bueno en pocas palabras, lo que ellas
quisieron decir es que le tienes que comprar una nueva caja, no color, caja de
colores, porque le has descompletado sus colores. A mí una vez me costó muy
cara una caja de colores - nuevamente la habíamos perdido en sus desvaríos –
tuve que dejar de dar diezmo en la iglesia por un mes para comprármelos, aún me
siento culpable.
-
Si Zimmerman ahora tienes una deuda con el
señor. Vámonos ya que se nos hace tarde. – Emma siempre tenía el comentario
oportuno.
Después de nuestras clases en
AIM, llegue a mi casa realmente preocupada por lo que las chicas me habían
dicho acerca de Chiara Borst, yo no lo veían tan mortalmente peligrosa, tan
terrible como me la habían pintado, a mí me parecía más… bueno menos… justo
ahora comprendía perfectamente las palabras de Emma.
Pero esa chica era tan rara, en
realidad no nadie la conocía que tal que resultaba ser toda una sicópata
coleccionista de colores azules.
Fui a buscar a mi mamá a la
cancha de tenis, porque era hora de su clase, justamente la encontré con su
instructor, tomándose un descanso.
-
Mami
-
¿Qué pasa dulzura?
-
Necesito comprar una caja de colores, no quiero
tener problemas allá arriba.
-
¿Arriba? – mientras yo miraba al cielo, mi mamá
miraba al piso superior de la casa. - ¿Te atreviste a tomar las cosas de Dirce?
Eso no se hace mi vida, lo que te haga falta sólo dímelo para eso está mami ¿Acaso no me tienes confianza?-
me acariciaba la cabeza.
-
No mamá, son para una compañera de la escuela.
-
¡Ah! Chiquita preciosa, me encanta que seas tan
altruista con tus compañeritas de la escuela.
-
Ajá, si es justo por eso mami. Pero ¿Cuánto
cuesta una caja de colores? – mi mamá hizo la misma cara de incógnita que yo,
de verdad nunca nos habíamos puesto a pensar en algo así.
-
Ah, no lo sé – mi mami busco en su bolso, hasta
encontrar su cartera – ¿Te alcanzará con la American Express? – me dijo
mientras me enseñaba la tarjeta.
-
Seee
-
A bueno pero que te lleve el chofer, no quiero
que andes por ahí deambulando sola.
-
Si mami gracias – tomé la tarjeta decidida a
irme de ahí en un par de saltitos, para pagar mi penitencia, evitar el castigo
y la furia de Chiara Borst.
-
¡Ah Mia!
-
Sí mamá.
-
No quiero que vuelvas a agarrar las cosas de
Dirce.
-
Mamá que yo no le agarre nada, que acaso no me
escuchas, no hay comunicación en esta familia. – mi mamá me levantó una ceja,
dando por terminada la conversación.
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