NICASI: Sint Unum |
Las llaves
repiquetearon sobre una mesa de cristal que estaba a un lado de la entrada. Los
días habían sido largos, tediosos y cansados, a Mila las idas y venidas la
dejaban sin fuerza cayendo rendida sobre su cama, Meghan volvía a los días que
le parecían lejanos, aquellos donde llevaba las riendas de su casa, de sus
hermanos…
Mis hermanos.
Las
imágenes de un falso funeral: los tres féretros frente a ella cada uno
haciéndose más pequeño, lo recuerda, el de Melton era largo, el de Maika se
reducía notablemente y el dolor te atravesaba al ver el de Mosses. No hubo
excepciones, en los tres féretros las
personas lloraban y se preguntaban el por qué a unos niños les tocaba un
destino tan mordaz. Las lágrimas, suspiros y tristeza de la gente que acudió se
a galopan en su mente. Esa, será una cosa que no podrá borrar de su memoria. Lo
peor, cuando su madre tuvo que interpretar su papel y salir escoltada por parte
médico de un psiquiátrico.
Meghan
suspiró, recorrió el pasillo angosto de las habitaciones, abrió la puerta de la
que siempre fue de los más pequeños, esa que siempre estuvo llena de juguetes
por toda la alfombra; primero fue Melton y Meghan, después llegó Maika con un
montón de muñecas Barbie que poco a poco fue dejando por accesorios de moda y
su aparato favorito: un iPod, Meghan no puede creer que eso sólo era una
fantasía. Varios años después llegó Mila con unas mejillas encantadoras, unos
grades ojos unos días azul otros gris que miraban a Mosses, el más pequeño con
todo el amor del mundo, como si la ternura de un bebé recién nacido jamás
hubiese escapado de él.
—Sé que Melton la adorará, será su
hermana favorita.
Eso
había dicho su mamá cuando tuvo por primera vez a Meghan sobre sus brazos.
¿Ella
recuerda un primer momento de su vida?
Lo
hace.
Ella
puede evocar los más viejos recuerdos, ahora lo sabe pero no recuerda a su
padre y sí, ve al pequeño Melton siendo un bebé con los ojos azules, del mismo
azul traicionero que sus hermanas; aunque a ella siempre le parecieron fríos y
distantes de la vida. Camina para dejar a Mila sobre la cama y no puede evitar
recordar todas esas tonterías que hizo con Melton durante más de quince años.
Las
lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas. Al estar cerca de la puerta, la
voz adormilada de Mila la sorprendió.
—¿No
iremos con papá? Él es el único que nos queda, ¿lo buscaremos?
Cómo
le explicaba Meghan, que ella no conocía a su padre. Trata de forzar aquella
memoria primaria, pero sólo vienen los rostros de Melton y su madre, su padre
se encuentra más allá de los escasos centímetros que posee de visión y se ve
como un gran manchón.
—Duerme
Mila mañana regresarás a casa.
—Pero
en esa casa no vives tú…
—Ahí
estarás más segura Mila. Duerme.
Fue
lo último que pudo decirle a su pequeña hermana sin soltarse a llorar. Salir de
la habitación era lo más adecuado. Dejó que su espalda resbalara por la pared
hasta toparse con el suelo para hundir
la cara en las rodillas. ¿Qué más podía hacer? Dejar a Mila fuera de todo
aquello sería mucho mejor y si tenía que apartarla de su lado, así sería.
Mitzrael la cuidaría.
—Quisiera
tirarme al piso y hacer algún berrinche estúpido —piensa un segundo—. Pero es
estúpido.
Georg
ríe, a pesar del mal momento Meghan podía conservar un humor extraño sobre sus
palabras.
—Lo
único que se me viene a la cabeza es qué voy a hacer sin las risas de cada uno,
sin su alegría, sin los deberes que me demandaba cada uno como hermana.
Meghan
sonrió, de lado y con tristeza, miró a los ojos a Georg rogándole que nunca se
fuera como los demás.
Al
amanecer, Meghan se alegró de que la luz clareara sobre su ventana y dejara de
fingir dormir. Georg la había acompañado recitándole frases al azar sin
sentido, pero aquello, su voz, lograba calmarla, detenía sus locos pensamientos
y la centraban en la realidad.
El
momento era definitivo, una breve despedida, un gran abrazo, un beso en la
frente de Mila y pronto estaría lejos de ella.
Los
documentos oficiales los mantenía dentro de un folder de plástico, cruelmente
estaban listos. Meghan nunca supo cómo se formuló el papeleo y muchas otras
cosas, su madre estaba casada con Mitzrael, el doctor que había visto en
contadas ocasiones, las cuales no superaban en número los dedos de su mano.
Mila
no se mostraba triste y eso era lo más duro para su hermana mayor, el saber que
esa pequeñita comprendía con claridad el mundo que le había tocado vivir, el
mundo que debía afrontar y protegerse del mismo.
Su
vista enfocó la pequeña maleta rosada en una mano grande de tez morena. Los
tenis Convers negros que Mila se calzó. El linóleo perlado. El rubio oscuro de
su larga cabellera. Un destello en su espalda.
La
puerta cerrándose.
El
silencio que hizo eco.
El
roce del abrazo de Georg.
La
ausencia de su hermana.
«Soy Meghan Tanneberger. Tengo dieciocho años. Mi novio es Georg Moritz Hagen Listing, lo último a lo que me queda aferrarme; he abandonado a mi hermana menor Mila Tanneberger. No sé quién es mi padre, ni cuál sea su nombre. Mi madre, Nicasi Tanneberger está internada en un psiquiátrico y por lo menos dentro de seis meses no podré visitarla, no sé si viva para verla una vez más. Mi abuelo ha vuelto, en realidad nunca se fue… él es un Abraxas, se me ha negado revelar su identidad. Tres de mis cuatro hermanos están muertos, Melton, Maika y Mosses Tanneberger… la realidad: nunca existieron, eran tres Avatares que me mantenían protegida, están aguardando en las principales tres puntas de mi departamento, atraviesan los muros y cambian de posición conforme cambia el sol; no tienen intención u orden de moverse de aquí. Mi mejor amiga Rooney Vesprick ha muerto, es plasma y se encuentra en formación para su futuro reclutamiento.
La Guardia me contactó hace no mucho y me dejó un ultimátum de vida. No me interesó, nunca pedí nacer siendo lo que soy, nunca lo supe para ser sincera, hasta que ellos me torturaron y me desprendieron de mi voz. Esta ha vuelto, no por completo, fue todo por el hecho de haber perdido la virginidad con mi novio, yo tampoco comprendo la magnitud del problema. Mis alas se mantienen ocultas la mayor parte del tiempo. He descubierto que tengo mucho más poder que el simple ángel que creí ascender. Tampoco soy un ángel, mi esfera angelical es bastante alta. Por herencia.
La verdad no es como me la han ido contando.
Mi hermana menor, es perseguida por La Guardia. Ella no les tiene miedo. Mila sabe perfectamente lo que hace y cuando actuar a diferencia de mí. Tengo la esperanza de que sus alas no se hayan desprendido de su cuerpo, pero desgraciadamente eso ya no tengo manera de investigarlo. La he dejado a cargo de Mitzrael Coxe, un médico humano con el que mi madre se casó para dejar protegida y en ignorancia a mi hermana. La cuidará.
Stiffens, el viejo idiota que guarda información, investiga todo sobre mí, él no sabe que lo sé. Sus ayudantes son: Liam Thresher (un Guardián Pasivo) que me mantiene vigilada en horas laborales; Izaskun Flax (Guardián Activo) que tiene un curioso pasado y ha fingido ser mi Guardián, ignoro la razón de por qué vive dentro de un cuerpo humano, huye de alguien, Scarlett es su mayor pecado y ella mi posible salvación…; Bill y Tom Kaulitz, gemelos que son unos poderosos Cofres Humanos y no están en contacto con su protector, seguro eso lo sabe Stiffens; Gustav Shäfer, Nefilim Caído Desertor, se mantiene al margen de todos, habla poco pero mucho con sus dos jefes, he descubierto que trabaja para ambos bandos.
No hay ninguna conexión entre el Abraxas y su ejercito de Avatares con el de Stiffens y los Divergentes.
Mi plan de muerte inicial, ha sido descartado.
La Guardia me asecha de cerca y no tengo ningún plan de sobrevivencia ahora. Entregarme a ellos nunca fue una opción. Huir tampoco, pero funcionó durante un tiempo. Morir era mi única salvación.
Ya no tiene sentido. Seguiré viva para descubrir cuál es el verdadero engaño.
La historia escrita de mi vida termina aquí…»
En la pantalla aparece una ventana emergente:
¿Desea usted eliminar este archivo?
Meghan no duda, lo elimina sin que este pueda ser nuevamente restaurado dentro de la memoria del disco duro.
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