Sapientia aedidificavit sibi domun |
Unos segundos después de
que disparara tremenda revelación…
—Creo que voy a vomitar —dije—.
Cómo es posible que Georg sea tu…
En ese mismo momento que
lo estaba pensando Izaskun me tomó de manera brusca y fue a estampar su enorme
mano contra mi boca, aunque la verdad era que cubría más de la mitad de mi
rostro. Con su otra mano y su dedo índice estirado amenazó colocándolo sobre su
dorso contrario.
—Aquí no —dijo con una
ferocidad en la voz que nunca antes le había escuchado. Los ojos le centellaban—.
No te atrevas ni a pensarlo. Si quieres la verdad, en el patio de la escuela no
será.
Me soltó dándome un ligero
empujón. Jamás había sido en lo minúsculo agresivo conmigo, aunque esta vez
seguramente me lo había ganado a pulso. Recordé algo básico: respirar. De
nuevo.
El acto siguiente fue tan
descarado de su parte como haberme atacado de esa manera frente a ya de por sí
bastantes miradas curiosas por parte de los estudiantes que aún me observaban
con curiosidad; Izaskun había desplegado las alas de manera agresiva.
¡Izaskun jamás desplegaba
sus alas! ¡Jamas!
Lo siguiente percatarme era que los humanos que nos
rodeaban se movían con una lentitud singular, extrema y peculiar por lo
consiguiente no era normal. Estaba entrando en pánico.
—Si tú estás provocando
esto deja de hacerlo —dije sin vacilación a pesar de mi miedo creciente por
Izaskun—. Los humanos no tienen por qué pagar tu furia.
—No me están pagando nada —bramó
y contuve con fuerza que mi cuerpo diese un respingo hacia tras—. Muéstrame
dónde está el Bucle.
Sus alas batieron un poco,
una onda se expandió de ellas y caí en la cuenta que la fuerza que emanaba de
ellas era la que producían aquel efecto.
—¿De qué hablas? ¿Cuál
bucle? ¿Qué es eso?
—Hoy por la madrugada
hiciste uso de uno —sus alas parecieron expresar cierta irritación al tensarse,
lo que en realidad debió reflejar su rostro.
—No sé de qué me estás
hablando Izaskun.
—No finjas Meghan, ¿hace
cuánto que lo descubriste? —el dio un paso hacia mí, yo di un paso hacia tras.
—Voy a volver a repetirlo:
no sé de qué me estás hablando Izaskun —dije su nombre con bastante precaución,
parecía que de un momento a otro iba a lanzarse sobre mí. Mis alas comenzaron a
picarme en la espalda.
Seguramente era momento de
huir corriendo… o salir volando.
—Ayer por la noche hiciste
uso de un Bucle para llegar y encontrarte con tus amigos los misteriosos,
después de eso descaradamente le pediste a Stiffens poder pasar a su casa.
—Yo… yo no…
El terror me atacó. Una proyección
astral era lo que Georg había deliberado, pero esta teoría de un bucle, no
tenía pies ni cabeza.
—No controlo lo que soy —dije
en voz baja y mirándolo con fuerza a los ojos—. No sé a dónde ni como fui a
parar a ese lugar, recuerdo muy poco.
—No creo que necesites
estar en estado inconsciente para que recuerdes cómo volver a llegar al Bucle —sus
alas se abrieron con agresividad—. Estoy seguro que sabes la manera de llegar a
salvo al Balbál —comenzó a dar pasos rápidos, dos, tres… y su mano derecha se
estiró en dirección a mi cuello. Aquel no era el Izaskun que yo conocía de
hacía una década o menos, este era el guerrero Ophanim que era de hacía milenios. El corazón comenzó a latirme con
fuerza sobre el pecho al ver su amenaza cerca, la sangre recorrió mi cuerpo en
cuestión de segundos y mis alas se desplegaron con vivacidad, a comparación de
las de Izaskun, las mías era mucho mayores en envergadura y de tono
blanquecino, las de Izaskun con el ligero movimiento eran perceptibles
diferentes tonalidades de colores pese a aquello Izaskun no vaciló en ningún
momento y mi mente dio giros veloces a todo mi alrededor. Tenía los ojos
cerrados sin embargo parecía haber una cámara de 360° en mi interior que me
daba una vista clara de lo que ocurría. Por dentro sentía un vértigo y la
explosión constante de adrenalina en mi sistema.
El paso de los humanos se
hizo aún más lento, yo también tenía la misma cualidad que la onda de Izaskun.
Y este ya estaba a escasos centímetros de someter mi cuello entre su mano. Eso
es lo que pretendía: alzarme del cuello con la fuerza de su brazo.
Una onda pasó por entre
nosotros, entrando por su lado izquierdo. Dejé de sentir la cercanía del cuerpo
de Izaskun y un grito de lo más profundo de su garganta me hizo abrir los ojos.
Era Scarlett.
Lo tenía sometido con el
brazo izquierdo completamente doblado sobre su espalda y con su otra mano
inferí que lo tenía agarrado de la base de las alas, de lo contrario no hubiese
bramado de dolor. Izaskun estaba hincado con la cara hecha un mohín; sin piedad
alguna pateó la corva derecha e Izaskun dejó caer sus nalgas sobre sus tobillos.
—¡Eres imbécil o
simplemente te haces!
Dijo Scarlett en un
perfecto Enoquiano, parpadeo un poco por instinto para poder sopesar el cambio
de idioma. Scarlett suelta las alas de Izaskun aventándolo con fuerza al suelo,
éste se queja por medio de un gruñido en la garganta y se sostiene por cuatro
puntos enterrando sus manos sobre el escaso pasto que crece en aquella zona.
—Prometiste protegerla no atacarla.
Sería cuestión de minutos para que los Alas Negras y los Avatares estuvieran
aquí para armarte una revuelta.
Las palabras de Scarlett
no se miden en agresividad, y me resulta increíble que de algún modo me esté
defendiendo si por mi causa Rooney fue descubierta ante el Vidente… o eso me
dejó de entendido cuando pasó por mi lado a toda velocidad con el cuerpo inerte
de mi amiga y me empujó.
—Muy tarde —anuncia la voz
de la misma persona que me envolvió en una burbuja y me inmovilizó. Damabiah.
Aún peor, a su lado se
encuentra otro Divergente que parece tener cierta curiosidad con Izaskun en el
suelo. Se acerca a él y le tiende una mano para ayudarlo a levantarse.
—No es nada —dice Izaskun
con pesar, no me mira. Lo comprendo. Yo desaté su furia.
—Claro que lo es —dice el
Divergente curioso, me sorprende el descaro de todos estos al estar con las
alas negras expuestas, Izaskun con las alas abiertas, yo con las alas abiertas,
mientras la zona se siente de pronto completamente vacía—. Vamos viejo, no te
dejes dominar por la rabia, Meghan está aprendiendo —algo en mí se hace bolita
al escuchar mi nombre en su boca.
—Jamás llegaría de forma
consiente al Balbál —agrega Damabiah.
—Y por si fuera poco el
Bucle nunca se abriría ante la furia irracional. Se abre ante la serenidad y
paz en el interior de cada uno de nosotros —Scarlett nos mira a todos. Ella se
siente una de nosotros. Todos somos uno de… algo.
Algo que no me cuadra.
En mi cabeza fluyen
infinidad de preguntas y ninguna llega hasta ser exclamada. Pareciera que estos
dos Divergentes y Scarlett tienen el control de la situación.
—Cuando estés listo
desvelaremos el Bucle —anuncia el Divergente curioso. Entiendo que es más masculino
a comparación que Damabiah y aun así resulta sumamente confuso con todos los
Alas Negras.
—No he ido al Balbál en
cerca de cien años —la voz de Izaskun es ronca y llena de temor.
Yo sigo anclada al suelo
donde solo veo cómo es que interactúan diferentes tipos de alados entre ellos.
Me siento fuera de lugar.
—Es obvio el por qué no he
vuelto —dirige su mirada a Scarlett.
—Y de todas formas
pensabas entrar ahí a decirle todo…
—¡De acuerdo! —exclama el
Divergente—. Nuestro trabajo ha concluido, el Bucle está listo y en la
dirección exacta para llegar al Balbál.
Damabiah mira ligeramente
confusa pero le sigue la corriente al otro. Hace una reverencia. Una para
Scarlett y aquello no tiene ni pies ni cabeza.
—Gracias Lezalel, gracias
Damabiah. Meghan regresará a salvo.
No he dicho ni una sola
palabra y nadie se ha molestado en explicarme de que coños han estado hablando.
—Frustración —dice
Scarlett con una voz cantarina cargada de burla. Me mira.
—¿Qué? —exclamo ligerito.
—Tus alas denotan la
frustración que contienes. Si los dos son tan amables de replegar sus alas y
caminar hasta el callejón que da al campo de futbol, los humanos volverán
cuanto antes a su ritmo normal.
Hago caso a lo que dice
Scarlett y comienzo a analizarla mejor. Es ligeramente más alta que yo y su
cabello es tan largo que parece de una modelo de revista; viste toda de negro,
al día con la vestimenta actual y sin embargo destaca todo en ella. Me siento
atraída visualmente todo el tiempo. Comenzamos a caminar en aquella dirección
en flecha y las miradas van de rostro en rostro y de arriba para abajo sin
parar, es aún más molesto tener tantos ojos curiosos sobre nosotros.
En el callejón todo se ve
normal, como cuando traté de huir con Mila de uno de La Guardia, tan callado
todo entre los altos muros y de pronto todo es ruido y ruinas de todas las
tonalidades del café al blanco variando según la posición de la luz. ¿Gente?
¿Personas? No lo sé con exactitud, todos son tan similares entre sí y yo estoy
muy lejos de ellos sobre un peñasco. Unos más vuelan y a la vez son tan
diferentes… la voz de Scarlett entona:
—Balbál te da la
bienvenida. Lugar donde los ángeles habitan.
Sin más, desaparece.
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