Carlo Minutti…
En la habitación con Ela, notó que Mercury comienza a ponerse intranquilo y escucho el abrir de la puerta principal y el perro de Mariella rasca desesperado para poder salir. Ela demasiado concentrada en una lectura en su laptop no le presta atención y soy quien sale con Mercury a indagar si es ella quién ha llegado a casa. La verdad es que se le extraña muchísimo, al menos yo, no tengo ya con quien pelear por las noches antes de ir a dormir, con los nuevos chicos en casa las cosas son mucho más atareadas pero definitivamente no es lo mismo.
Pensando en todo aquello llego hasta el último nivel hacia abajo donde está la salida para el jardín trasero, de donde escucho murmullos y el perro me guía hasta allá. Gabrielle y Mariella platican bastante a gusto en un jardín cubierto por nieve. Mercury se mueve alocadamente hasta llamar la atención de su dueña, que al instante de tenerlo cerca deja de prestarle completa atención a Gabrielle. No me animo a salir a saludar a las chicas pues no llevo una buena chamarra para soportar la temperatura del exterior, lo más conveniente es que suba me abrigue y avise al resto que las chicas ya están aquí. Todos decidimos esperarlas para almorzar.
Subiendo los pequeños escalones que me llevan a la entrada principal me encuentro a una pálida Amélie saliendo del baño que se ubica a un lado.
- Hola, Amélie, no te ves nada bien – se me escapa, pero es la verdad.
- Lo sé – dice ella tocándose los ojos – ayer tuvimos una noche loca y creo que lo mío definitivamente ya no es beber alcohol.
- Vamos a la cocina, debe haber algo para el malestar ahí – le propongo y ella me acompaña. En el camino al cruzar por la estancia nos encontramos con Jean Paul revisando algunas cosas en la pequeña cava que está en una esquina.
- ¡Salut jeune! Bonjour – nos saluda, Amélie se acerca a saludarlo. Lo saludo de lejos y me adelanto a la cocina.
- ¿Cómo te va? – escucho que le pregunta Amélie – no sabía que vendrías a vivir acá.
- Sí, se ha dado una oportunidad de trabajo con François y aquí me tienes.
- ¡Oh qué bien! ¿Chris no se ha quedado?
- No, él decidió quedarse en Francia – dice Jean Paul llegando a la cocina – pero prometió venir de visita, si el trabajo se lo permite.
- Espero sea pronto – le dice ella, con el rostro un poco más mejorado a como la encontré saliendo del cuarto de baño – sería magnífico tenerlo de visita.
- ¡Qué hay de nuevo majos! – justo cuando la más pequeña de las Dekker termina su frase entra directamente a la hielera Ashir, saludando cortés a todos.
- Hola – respondemos Jean Paul y yo. Amélie se queda un poco confundida al verlo. Ashir se gira hacia nosotros para sentarse a un lado de ella, tranquilo y callado como es él.
- Y… tú vives aquí o estás de visita – le pregunta ella sin dejar de mirarlo.
- ¡Ah! ¿Quién? ¿Yo? – dudoso Ashir pregunta ante lo obvio y Amélie asiente con la cabeza – bueno yo… sois Ashir, yo ya viví aquí con anterioridad, soy el novio de Deieu y tú quién sois guapa.
- ¿Ashir? – interrumpe Mariella entrando con la cuñada menor del mencionado – ¡Has vuelto! ¡Qué sorpresa! – dice ella saludándolo con su respectivo beso en cada mejilla – ella es mi hermana – le dice tomando un lugar más en la barra donde nos congregamos poco a poco.
- ¡Ohhh, maja! Que yo no sabía que tenéis una hermana.
Mariella se encoge de hombros y poco a poco nos vamos reuniendo todos para planear el fin de semana, las Dekker aseguran que se quedarán hasta el domingo por la tarde para poder regresar a Hamburg, una tristeza la verdad. Transcurren las horas y me voy percatando que Mariella no viene con muy buena actitud, sonríe y es platicadora con todos y sin embargo hay algo que me da mala espina. A lo largo del día trato de buscar alguna escusa para poder platicar con ella a solas como solemos hacerlo sin que nadie se percate de nuestras extensas charlas de media noche, pero esta vez es un poco difícil con tantos merodeando por todos lados.
Es hasta el día siguiente que llega muy temprano de la casa de su Abuela a visitarnos de nuevo que puedo hablar con ella aprovechando que todos siguen en sus habitaciones, culpa del tremendo frio que viene en este enero.
- Me vas a contar qué es lo que te tiene tan rarita – le pregunto mientras enciendo la chimenea de la parte baja.
- Te preguntaría cómo es que te diste cuenta pero la respuesta es más que obvia – dice ella tomando entre sus manos una taza de té.
- Desde ayer quise hacerlo pero no encontré un momento adecuado y sé que algo no te tiene muy de buenas.
- Efectivamente, mi nuevo problema se llama Phoebe Hollins.
- Así que ya superamos al otro llamado Georg Listing – repongo con ironía – ya nos puso al tanto Kin, que es músico de una bandita de aquí de Alemania.
- ¡Bueno! – ella gira sus ojos con hartazgo – de él creo que ya ni me acordaba, gracias por meterlo a mi lista de cosas molestas.
- De acuerdo, sólo quería molestar – repongo con una sonrisa picara – y ésta Phoebe Hollins, quién es o qué es para que te merme tanto.
- Mi asistente personal.
- ¿Y eso tiene algo de malo? – pregunto sin entender su punto de objeción.
- Y es la aventura de Xavier, la cual tengo que cuidar y soportar.
- ¿Xavier… nuestro tío Xavier? – esperando que no sea el mismo debido a que se me hace difícil imaginar al Señor de tanta categoría con algo tan promiscuo como eso, espero una respuesta negativa.
- ¡El mismo tío! – ok, no fue lo que yo esperaba – y lo peor del caso es que, bueno, hay muchas cosas pero ella es menor que yo por uno o dos años ¡puedes creerlo!
- No definitivamente, no. Esperaba que ese Xavier no fuera el Xavier que todos conocemos, eso sí que es una sorpresa.
- Y deja eso, la chica ni siquiera tiene un carácter con el cual puedas odiarla o algo similar. Ella es del tipo de chicas que todo el tiempo está feliz y a disposición de todo, acata órdenes por más hostiles que provengan de mi parte, nunca tiene un no, como respuesta, es ágil, competente, trabajadora y ¡feliz! O no sé sí sólo lo hace para molestarme.
- ¡Vaya reto que te ha puesto Xavier! – repongo sin mucho que decir ante lo dicho para aquella chica que saca de sus casillas a mi mejor amiga.
- De los peores. Además de que empieza a llevarse bien con Amélie y Andreas y por consecuente con Bill y Tom, que parece perseguirla como perrito faldero.
- ¿No serán celos mi querida Malle? – entendiendo un poco del enredo de su mente y que sacara a colación a los chicos esos con los que trabaja y que me enterara por en despistado de Fabiho hace un par de días que en el festejo de cumpleaños de Kin y ella, ésta se besó con el raperillo ese, es fácil saber lo que puede sentir Malle.
- ¡Ay por Dios Carlo! Cómo dices esas tonterías – con una sonrisa acida me responde – celos de qué le puedo tener a esa niña.
- O son celos por Xavier o celos porque Tom se está interesando en ella.
- ¡Claro que no! – se defiende y acomoda su posición en el sillón que está sentada – Tom me es totalmente indiferente.
- ¿Y por eso lo besaste el día de tu fiesta? – remarco con las cejas muy en alto.
- Estaba ebria – responde ofendida.
- Ahá, seguro. En todos los años que llevo de conocerte nunca te has puesto ebria en alguna fiesta.
- Ok, no. No lo he hecho, pero definitivamente no es por Tom, él sólo es divertido o lo fue ahora me resulta un poco entrometido. El caso es que no sé por qué esa chica hace que me hiervan las paredes de las venas cada que se me para enfrente.
- Entonces debes ser paciente…
- Debes de ser paciente – me dice él frente a mí.
- Sabes que es difícil tomar esa posición, lo sabes muy bien – le respondo con un poco de desesperación en la voz – volver aquí es sentir todo esa impotencia en el cuerpo. Ambos ahí tirados y todos nosotros esperando por ser pacientes. Es de lo más estresante que puede pasarme.
- Lo sé, sé perfectamente cómo te sientes pero no podemos hacer nada por el momento, únicamente unirnos al resto y pensar en cosas positivas, no hay más. El resto queda en ellos – la última parte de su frase la deja escapar con poco optimismo que provoca que me quede por un segundo helado. Pocas veces él es negativo y sí lo era, nunca lo hacía con cosas tan serías.
- Y sí ella nunca la hubiera convencido de hacer aquello crees, que las cosas hubiesen sido diferentes – pregunto con miedo.
- De ser así nadie hubiera sido feliz. Muchas cosas y éxitos personales nunca hubieran pasado. Me atrevo a decir que fue el mejor consejo que pudo darle y ella supo la razón exacta del por qué lo hacía, de lo contrario no hubiera llegado…
- ¿A nuestras vidas? – completo su frase con un dejo de duda – es tan macabro utilizar los verbos en un tiempo que no existen o existirán. Todas las cosas se movieron a la velocidad de la luz, que me pregunto si de verdad las vivimos o sólo fue el sueño de alguien y nos utilizó a su antojo.
- Tom… ¿necesito contarte todo para mostrarte cómo es que comenzó?
Miro a Bill a los ojos. Ojos que son como un espejo para mi, son un reflejo de mi mismo y sé que en ellos puedo encontrar millones de respuestas a las tantas dudas que me acongojan por las noches.
Llevamos un día más. Uno que en sus minutos serán tan lentos de asimilar que prepararse mentalmente no funciona del todo. Necesito analizar algunas cosas, desearía no sentirme estúpido y culpable por cosas que nos ocurrieron hace años; llorar y patalear como un niño pequeño de nada me servirá pero necesito desahogarme de algún modo. Bill no puede cargar con mi pesar todo el tiempo, necesito gritar de alguna forma lo desesperado que me siento. Es la vida de uno de mis hermanos la que está en juego, es la vida de una de mis mejores amigas la que pende de un hilo y todos aquí no podemos hacer absolutamente nada.
¡Maldita sea! Qué hace uno cuando el alma se escapa a suspiros…
Somos treinta y tantos seres humanos los aquí abarrotados, en un pent-house en Berlín, más de treinta cabezas que no podemos hacer absolutamente nada y estamos aquí porque atascar una sala de espera sería una idiotez. He visto que en ciertas horas del día unos van y otros tantos vienen; ellos nunca están solos por lo que comprendo. ¡Qué valor de ellos! Meterse a esas habitaciones completamente desabridas, con olor desagradable y un matiz de soledad repugnante… pero que tonterías dices Tom… son tus propios amigos los que se hayan atrapados en esas paredes con la mente nublada y tú Tom sólo has podido mandar un escuálido arreglo de flores que ni el valor de escogerlo personalmente pude hacer.
Agacho la cabeza entre mis manos tallándome el lagrimal de los ojos con los dedos índices. Hasta que una vocecilla logra sacarme de mis pensamientos.
- Hola cuñado.
- ¡Oh por Dios Gabrielle estás con bien! – con un sosiego tono de voz, escucharla me tranquiliza al mil. Parte de mi desesperación o temor, es Bill, que vive sentado en el banco de los nervios por su pequeña mujer que no se encontraba en Alemania y que la cuñada de Bill viajará con premura a España también lo tiene preocupado.
- ¡Estoy bien! – dice ella muy optimista – todos os lo van a estad, mi hermana ha llegado a España.
- Eso debes correr a decírselo a Bill, no sé por qué no aceptaste venir por carretera…
- ¡Tom! Tranquilo majo, eso hubiera retrasado mi llegada por días, nada malo pasará de nuevo – me abraza con fuerza para alejar mi testarudo sentir – ¿desde hace cuánto no duermes bien?
- No lo lograré, hasta que todo esto vuelva a la normalidad aunque ahora que ya estás aquí le quitas un peso de encima a Bill por lo tanto…
- Lo hago para ti – complementa mi frase, sabe lo importante que es Bill para mí y lo que yo represento para él. Una chica a su medida es lo que ha encontrado a lo largo de los años mi hermano en Gabrielle a pesar de que pueden pasar largos periodos de tiempo separados el uno del otro. Sólo ellos entienden lo importante de su conexión.
Ahora que sé que Bill puede pensar un poco mejor sin mí a su lado. Salgo de entre la multitud, tan sumergidos están todos en un sin fin de ideas que no llevan a ningún lado, que es fácil escapar sin que nadie me diga algo o me pregunte hacia dónde me dirijo. Aunque la respuesta sea obvia, no tengo ganas de contestarla. Salgo con las llaves en mano, jugueteando con ellas entre los dedos; miro al suelo para no toparme con ninguna mirada curiosa en el camino y sin embargo no lo logro. Gustav posa una mano sobre mi hombro y me detiene un poco.
- Sólo ten cuidado Tom.
Recita él, prudente no dice más y sé que se encargará de decirle a Bill cualquier cosa que se le ocurra en el momento que repare que ya no estoy ahí con ellos. Asiento con la cabeza y sigo con un andar tremendamente nervioso. Al llegar al auto no sé si quiera sí en verdad deseo pisar el acelerador y mover la palanca de velocidades por lo que me quedo varios minutos sentado con un pie fuera del auto, la portezuela abierta… ¿dudo de mi mismo?
Azoto con fuerza la puerta, en esta ocasión no me importa las indicaciones que Jost nos haya dado, presiono con fuerza el botón para poder iniciar la marcha del auto y en cuestión de segundos estoy dando reversa para salir de este lugar. El camino no es lejano pero si brumoso y difícil de sopesar.
¿Qué diferencia hay entre la blanca y fría nieve que hay en el exterior a lo blanco y frio del lugar en el que se encuentran ellos dos?
Exhalo ante no querer saber la respuesta de mi propia pregunta. Meto las manos a la holgada chamarra que porto sin cerrarla y nuevamente inicio mi andar a pie con la cabeza baja. Fue una idea loca manejar desde Berlín hasta Magdeburg. Bill se dará cuenta, le dirá a mamá y probablemente me ganaré un sermón a mis casi fabulosos 30 años pero qué más da sí ya estoy aquí. El frío merma mi camino y me cuesta trabajo entrar al lugar.
- ¡Oh lo siento! – repongo al ver que alguien más está en el mausoleo que entró – debí tocar, disculpe – enfatizo.
- Está bien, no se preo… – dice la chica que supera mi edad – ¿Tom? ¿Tú eres Tom? – me dice ella incrédula de que sea yo. Perplejo me he quedado al ver que ella está en el mismo lugar que yo.
- Melissa ¿cierto? – trato de evitar que la sorpresa sea notoria en mi rostro.
- Melissa Dekker, así es – me extiende su fina mano que desenfunda de unos negros guantes de piel. Jamás la había visto en persona. Había escuchado miles de historias de Amélie, Andreas, comentarios al aire de Georg incluso de Mariella. En infinidad de pláticas ese nombre salió a relucir por parte de una de mis mejores confidentes en la vida y nunca, hasta hoy, tuve el placer de tener de frente a la Princesa de Noruega.
- Mucho gusto, sí soy Tom Kaulitz – reafirmo y aún sostengo su mano entre la mía y una sonrisa por cortesía se desprende de mi rostro al igual que del suyo.
- ¡Claro! tú fuiste el que le regaló a Tabatha una playera hace años con la leyenda “El tío más guapo” – me recuerda una anécdota muy buena del viejo pasado cuando la pequeña viajo con Mariella en una gira.
- He sido yo – bajo la mirada y una buena sonrisa iluminó mi rostro.
Sin más que decirnos, ambos, nos quedamos de pie y callados, ninguno dice algo. Divago con mi vista pegada al mármol del piso encontrando figuras tontas en las líneas que lo conforman. Me cruzo de brazos y alzo la mirada que va a dar directamente al nombre de la que fue una de mis mejores amigas. Lo puedo decir orgulloso, amiga y no más, ella supo poner límites a todo lo que hacíamos juntos, supo estar a mi nivel todo el tiempo, confió en mí desde el primer momento, teníamos el mismo interés y logramos llevar a cabo lo que juntos planeamos.
Su nombre brilla en unas caracoleadas letras en oro, debajo, su fecha 1987 – 2009 y aún más abajo una nota:
- ¿La conociste? – su femenina voz me distrae.
- Mi amiga… – le respondo con tono posesivo.
En la habitación con Ela, notó que Mercury comienza a ponerse intranquilo y escucho el abrir de la puerta principal y el perro de Mariella rasca desesperado para poder salir. Ela demasiado concentrada en una lectura en su laptop no le presta atención y soy quien sale con Mercury a indagar si es ella quién ha llegado a casa. La verdad es que se le extraña muchísimo, al menos yo, no tengo ya con quien pelear por las noches antes de ir a dormir, con los nuevos chicos en casa las cosas son mucho más atareadas pero definitivamente no es lo mismo.
Pensando en todo aquello llego hasta el último nivel hacia abajo donde está la salida para el jardín trasero, de donde escucho murmullos y el perro me guía hasta allá. Gabrielle y Mariella platican bastante a gusto en un jardín cubierto por nieve. Mercury se mueve alocadamente hasta llamar la atención de su dueña, que al instante de tenerlo cerca deja de prestarle completa atención a Gabrielle. No me animo a salir a saludar a las chicas pues no llevo una buena chamarra para soportar la temperatura del exterior, lo más conveniente es que suba me abrigue y avise al resto que las chicas ya están aquí. Todos decidimos esperarlas para almorzar.
Subiendo los pequeños escalones que me llevan a la entrada principal me encuentro a una pálida Amélie saliendo del baño que se ubica a un lado.
- Hola, Amélie, no te ves nada bien – se me escapa, pero es la verdad.
- Lo sé – dice ella tocándose los ojos – ayer tuvimos una noche loca y creo que lo mío definitivamente ya no es beber alcohol.
- Vamos a la cocina, debe haber algo para el malestar ahí – le propongo y ella me acompaña. En el camino al cruzar por la estancia nos encontramos con Jean Paul revisando algunas cosas en la pequeña cava que está en una esquina.
- ¡Salut jeune! Bonjour – nos saluda, Amélie se acerca a saludarlo. Lo saludo de lejos y me adelanto a la cocina.
- ¿Cómo te va? – escucho que le pregunta Amélie – no sabía que vendrías a vivir acá.
- Sí, se ha dado una oportunidad de trabajo con François y aquí me tienes.
- ¡Oh qué bien! ¿Chris no se ha quedado?
- No, él decidió quedarse en Francia – dice Jean Paul llegando a la cocina – pero prometió venir de visita, si el trabajo se lo permite.
- Espero sea pronto – le dice ella, con el rostro un poco más mejorado a como la encontré saliendo del cuarto de baño – sería magnífico tenerlo de visita.
- ¡Qué hay de nuevo majos! – justo cuando la más pequeña de las Dekker termina su frase entra directamente a la hielera Ashir, saludando cortés a todos.
- Hola – respondemos Jean Paul y yo. Amélie se queda un poco confundida al verlo. Ashir se gira hacia nosotros para sentarse a un lado de ella, tranquilo y callado como es él.
- Y… tú vives aquí o estás de visita – le pregunta ella sin dejar de mirarlo.
- ¡Ah! ¿Quién? ¿Yo? – dudoso Ashir pregunta ante lo obvio y Amélie asiente con la cabeza – bueno yo… sois Ashir, yo ya viví aquí con anterioridad, soy el novio de Deieu y tú quién sois guapa.
- ¿Ashir? – interrumpe Mariella entrando con la cuñada menor del mencionado – ¡Has vuelto! ¡Qué sorpresa! – dice ella saludándolo con su respectivo beso en cada mejilla – ella es mi hermana – le dice tomando un lugar más en la barra donde nos congregamos poco a poco.
- ¡Ohhh, maja! Que yo no sabía que tenéis una hermana.
Mariella se encoge de hombros y poco a poco nos vamos reuniendo todos para planear el fin de semana, las Dekker aseguran que se quedarán hasta el domingo por la tarde para poder regresar a Hamburg, una tristeza la verdad. Transcurren las horas y me voy percatando que Mariella no viene con muy buena actitud, sonríe y es platicadora con todos y sin embargo hay algo que me da mala espina. A lo largo del día trato de buscar alguna escusa para poder platicar con ella a solas como solemos hacerlo sin que nadie se percate de nuestras extensas charlas de media noche, pero esta vez es un poco difícil con tantos merodeando por todos lados.
Es hasta el día siguiente que llega muy temprano de la casa de su Abuela a visitarnos de nuevo que puedo hablar con ella aprovechando que todos siguen en sus habitaciones, culpa del tremendo frio que viene en este enero.
- Me vas a contar qué es lo que te tiene tan rarita – le pregunto mientras enciendo la chimenea de la parte baja.
- Te preguntaría cómo es que te diste cuenta pero la respuesta es más que obvia – dice ella tomando entre sus manos una taza de té.
- Desde ayer quise hacerlo pero no encontré un momento adecuado y sé que algo no te tiene muy de buenas.
- Efectivamente, mi nuevo problema se llama Phoebe Hollins.
- Así que ya superamos al otro llamado Georg Listing – repongo con ironía – ya nos puso al tanto Kin, que es músico de una bandita de aquí de Alemania.
- ¡Bueno! – ella gira sus ojos con hartazgo – de él creo que ya ni me acordaba, gracias por meterlo a mi lista de cosas molestas.
- De acuerdo, sólo quería molestar – repongo con una sonrisa picara – y ésta Phoebe Hollins, quién es o qué es para que te merme tanto.
- Mi asistente personal.
- ¿Y eso tiene algo de malo? – pregunto sin entender su punto de objeción.
- Y es la aventura de Xavier, la cual tengo que cuidar y soportar.
- ¿Xavier… nuestro tío Xavier? – esperando que no sea el mismo debido a que se me hace difícil imaginar al Señor de tanta categoría con algo tan promiscuo como eso, espero una respuesta negativa.
- ¡El mismo tío! – ok, no fue lo que yo esperaba – y lo peor del caso es que, bueno, hay muchas cosas pero ella es menor que yo por uno o dos años ¡puedes creerlo!
- No definitivamente, no. Esperaba que ese Xavier no fuera el Xavier que todos conocemos, eso sí que es una sorpresa.
- Y deja eso, la chica ni siquiera tiene un carácter con el cual puedas odiarla o algo similar. Ella es del tipo de chicas que todo el tiempo está feliz y a disposición de todo, acata órdenes por más hostiles que provengan de mi parte, nunca tiene un no, como respuesta, es ágil, competente, trabajadora y ¡feliz! O no sé sí sólo lo hace para molestarme.
- ¡Vaya reto que te ha puesto Xavier! – repongo sin mucho que decir ante lo dicho para aquella chica que saca de sus casillas a mi mejor amiga.
- De los peores. Además de que empieza a llevarse bien con Amélie y Andreas y por consecuente con Bill y Tom, que parece perseguirla como perrito faldero.
- ¿No serán celos mi querida Malle? – entendiendo un poco del enredo de su mente y que sacara a colación a los chicos esos con los que trabaja y que me enterara por en despistado de Fabiho hace un par de días que en el festejo de cumpleaños de Kin y ella, ésta se besó con el raperillo ese, es fácil saber lo que puede sentir Malle.
- ¡Ay por Dios Carlo! Cómo dices esas tonterías – con una sonrisa acida me responde – celos de qué le puedo tener a esa niña.
- O son celos por Xavier o celos porque Tom se está interesando en ella.
- ¡Claro que no! – se defiende y acomoda su posición en el sillón que está sentada – Tom me es totalmente indiferente.
- ¿Y por eso lo besaste el día de tu fiesta? – remarco con las cejas muy en alto.
- Estaba ebria – responde ofendida.
- Ahá, seguro. En todos los años que llevo de conocerte nunca te has puesto ebria en alguna fiesta.
- Ok, no. No lo he hecho, pero definitivamente no es por Tom, él sólo es divertido o lo fue ahora me resulta un poco entrometido. El caso es que no sé por qué esa chica hace que me hiervan las paredes de las venas cada que se me para enfrente.
- Entonces debes ser paciente…
- Debes de ser paciente – me dice él frente a mí.
- Sabes que es difícil tomar esa posición, lo sabes muy bien – le respondo con un poco de desesperación en la voz – volver aquí es sentir todo esa impotencia en el cuerpo. Ambos ahí tirados y todos nosotros esperando por ser pacientes. Es de lo más estresante que puede pasarme.
- Lo sé, sé perfectamente cómo te sientes pero no podemos hacer nada por el momento, únicamente unirnos al resto y pensar en cosas positivas, no hay más. El resto queda en ellos – la última parte de su frase la deja escapar con poco optimismo que provoca que me quede por un segundo helado. Pocas veces él es negativo y sí lo era, nunca lo hacía con cosas tan serías.
- Y sí ella nunca la hubiera convencido de hacer aquello crees, que las cosas hubiesen sido diferentes – pregunto con miedo.
- De ser así nadie hubiera sido feliz. Muchas cosas y éxitos personales nunca hubieran pasado. Me atrevo a decir que fue el mejor consejo que pudo darle y ella supo la razón exacta del por qué lo hacía, de lo contrario no hubiera llegado…
- ¿A nuestras vidas? – completo su frase con un dejo de duda – es tan macabro utilizar los verbos en un tiempo que no existen o existirán. Todas las cosas se movieron a la velocidad de la luz, que me pregunto si de verdad las vivimos o sólo fue el sueño de alguien y nos utilizó a su antojo.
- Tom… ¿necesito contarte todo para mostrarte cómo es que comenzó?
Miro a Bill a los ojos. Ojos que son como un espejo para mi, son un reflejo de mi mismo y sé que en ellos puedo encontrar millones de respuestas a las tantas dudas que me acongojan por las noches.
Llevamos un día más. Uno que en sus minutos serán tan lentos de asimilar que prepararse mentalmente no funciona del todo. Necesito analizar algunas cosas, desearía no sentirme estúpido y culpable por cosas que nos ocurrieron hace años; llorar y patalear como un niño pequeño de nada me servirá pero necesito desahogarme de algún modo. Bill no puede cargar con mi pesar todo el tiempo, necesito gritar de alguna forma lo desesperado que me siento. Es la vida de uno de mis hermanos la que está en juego, es la vida de una de mis mejores amigas la que pende de un hilo y todos aquí no podemos hacer absolutamente nada.
¡Maldita sea! Qué hace uno cuando el alma se escapa a suspiros…
Somos treinta y tantos seres humanos los aquí abarrotados, en un pent-house en Berlín, más de treinta cabezas que no podemos hacer absolutamente nada y estamos aquí porque atascar una sala de espera sería una idiotez. He visto que en ciertas horas del día unos van y otros tantos vienen; ellos nunca están solos por lo que comprendo. ¡Qué valor de ellos! Meterse a esas habitaciones completamente desabridas, con olor desagradable y un matiz de soledad repugnante… pero que tonterías dices Tom… son tus propios amigos los que se hayan atrapados en esas paredes con la mente nublada y tú Tom sólo has podido mandar un escuálido arreglo de flores que ni el valor de escogerlo personalmente pude hacer.
Agacho la cabeza entre mis manos tallándome el lagrimal de los ojos con los dedos índices. Hasta que una vocecilla logra sacarme de mis pensamientos.
- Hola cuñado.
- ¡Oh por Dios Gabrielle estás con bien! – con un sosiego tono de voz, escucharla me tranquiliza al mil. Parte de mi desesperación o temor, es Bill, que vive sentado en el banco de los nervios por su pequeña mujer que no se encontraba en Alemania y que la cuñada de Bill viajará con premura a España también lo tiene preocupado.
- ¡Estoy bien! – dice ella muy optimista – todos os lo van a estad, mi hermana ha llegado a España.
- Eso debes correr a decírselo a Bill, no sé por qué no aceptaste venir por carretera…
- ¡Tom! Tranquilo majo, eso hubiera retrasado mi llegada por días, nada malo pasará de nuevo – me abraza con fuerza para alejar mi testarudo sentir – ¿desde hace cuánto no duermes bien?
- No lo lograré, hasta que todo esto vuelva a la normalidad aunque ahora que ya estás aquí le quitas un peso de encima a Bill por lo tanto…
- Lo hago para ti – complementa mi frase, sabe lo importante que es Bill para mí y lo que yo represento para él. Una chica a su medida es lo que ha encontrado a lo largo de los años mi hermano en Gabrielle a pesar de que pueden pasar largos periodos de tiempo separados el uno del otro. Sólo ellos entienden lo importante de su conexión.
Ahora que sé que Bill puede pensar un poco mejor sin mí a su lado. Salgo de entre la multitud, tan sumergidos están todos en un sin fin de ideas que no llevan a ningún lado, que es fácil escapar sin que nadie me diga algo o me pregunte hacia dónde me dirijo. Aunque la respuesta sea obvia, no tengo ganas de contestarla. Salgo con las llaves en mano, jugueteando con ellas entre los dedos; miro al suelo para no toparme con ninguna mirada curiosa en el camino y sin embargo no lo logro. Gustav posa una mano sobre mi hombro y me detiene un poco.
- Sólo ten cuidado Tom.
Recita él, prudente no dice más y sé que se encargará de decirle a Bill cualquier cosa que se le ocurra en el momento que repare que ya no estoy ahí con ellos. Asiento con la cabeza y sigo con un andar tremendamente nervioso. Al llegar al auto no sé si quiera sí en verdad deseo pisar el acelerador y mover la palanca de velocidades por lo que me quedo varios minutos sentado con un pie fuera del auto, la portezuela abierta… ¿dudo de mi mismo?
Azoto con fuerza la puerta, en esta ocasión no me importa las indicaciones que Jost nos haya dado, presiono con fuerza el botón para poder iniciar la marcha del auto y en cuestión de segundos estoy dando reversa para salir de este lugar. El camino no es lejano pero si brumoso y difícil de sopesar.
¿Qué diferencia hay entre la blanca y fría nieve que hay en el exterior a lo blanco y frio del lugar en el que se encuentran ellos dos?
Exhalo ante no querer saber la respuesta de mi propia pregunta. Meto las manos a la holgada chamarra que porto sin cerrarla y nuevamente inicio mi andar a pie con la cabeza baja. Fue una idea loca manejar desde Berlín hasta Magdeburg. Bill se dará cuenta, le dirá a mamá y probablemente me ganaré un sermón a mis casi fabulosos 30 años pero qué más da sí ya estoy aquí. El frío merma mi camino y me cuesta trabajo entrar al lugar.
- ¡Oh lo siento! – repongo al ver que alguien más está en el mausoleo que entró – debí tocar, disculpe – enfatizo.
- Está bien, no se preo… – dice la chica que supera mi edad – ¿Tom? ¿Tú eres Tom? – me dice ella incrédula de que sea yo. Perplejo me he quedado al ver que ella está en el mismo lugar que yo.
- Melissa ¿cierto? – trato de evitar que la sorpresa sea notoria en mi rostro.
- Melissa Dekker, así es – me extiende su fina mano que desenfunda de unos negros guantes de piel. Jamás la había visto en persona. Había escuchado miles de historias de Amélie, Andreas, comentarios al aire de Georg incluso de Mariella. En infinidad de pláticas ese nombre salió a relucir por parte de una de mis mejores confidentes en la vida y nunca, hasta hoy, tuve el placer de tener de frente a la Princesa de Noruega.
- Mucho gusto, sí soy Tom Kaulitz – reafirmo y aún sostengo su mano entre la mía y una sonrisa por cortesía se desprende de mi rostro al igual que del suyo.
- ¡Claro! tú fuiste el que le regaló a Tabatha una playera hace años con la leyenda “El tío más guapo” – me recuerda una anécdota muy buena del viejo pasado cuando la pequeña viajo con Mariella en una gira.
- He sido yo – bajo la mirada y una buena sonrisa iluminó mi rostro.
Sin más que decirnos, ambos, nos quedamos de pie y callados, ninguno dice algo. Divago con mi vista pegada al mármol del piso encontrando figuras tontas en las líneas que lo conforman. Me cruzo de brazos y alzo la mirada que va a dar directamente al nombre de la que fue una de mis mejores amigas. Lo puedo decir orgulloso, amiga y no más, ella supo poner límites a todo lo que hacíamos juntos, supo estar a mi nivel todo el tiempo, confió en mí desde el primer momento, teníamos el mismo interés y logramos llevar a cabo lo que juntos planeamos.
Su nombre brilla en unas caracoleadas letras en oro, debajo, su fecha 1987 – 2009 y aún más abajo una nota:
“Aquí yacen los restos del alma que con elegancia portó. Su alma acompaña en un infinito camino a su madre. Su padre, abuela, tía y primas la recuerdan como el ser que iluminó temporalmente nuestras vidas. Sus amigos le dan las gracias de unirse a su camino, en vida, dejó enseñanza de la fuerza y temple con el que se debe vivir a diario”
- ¿La conociste? – su femenina voz me distrae.
- Mi amiga… – le respondo con tono posesivo.
2 Alas:
orale amiga! este si estuvo muuy interesante jaja como la revista jajaj
aasshh tus jodidos relojes me sacan canas verdes, chingao!!
y pobre de mi... no habrá historia de amor para mi bebé!!! D:
Y no diré nada más... no vaya siendo que se te ocurra..
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