Capítulo XXIV [ Parte 1 ] El tiempo es tan corto.





Es una noche fría como muchas en esa ciudad. En un alto piso de un gran pent-house la vida se ha detenido para muchas personas. La confusión y el dolor no dejan dormir a más de uno; una angustia y dolor constante invaden cuerpos ajenos que tambalean al borde de nervios y cabales muy frágiles. Un rechazo constante entre personas de diferentes edades, generaciones, estilos de vida, clases sociales, uniones sanguíneas, amistades profundas, amores perdidos.

Cosas que se creían perdidas, ahora lo parecen aún más. La sinceridad juega un papel muy grande y nadie se atreve a lanzar la primera piedra de bondad. Las culpas a muchos carcomen, sentimientos que nunca debieron existir y sin embargo crecieron y desarrollaron raíces tan profundas de sacar como un viejo árbol de la tierra.

Culpar a las circunstancias antes que a los humanos, a los hermanos, a los amigos, a la familia, compañeros y personas circunstanciales en sus vidas. Nadie tuvo la culpa y eso nadie lo sabe. Nadie dice nada y no se atreven a confrontar la verdad que tienen ante sus ojos. Una verdad que sólo saben dos. Es una lástima, que aquellos dos, no puedan levantarse y darse un abrazo, reconfortar a sus seres queridos y demostrarle al mundo que sólo es un obstáculo más que se pone en medio del camino.

Un camino… ¿Qué, podrán seguir juntos?



- ¿Qué tienes?

- Nada – entumecida con las piernas flexionadas en el marco de la ventana, está sentada.

- Nada, siempre es algo – con una voz aún infantil por su edad, le recita algo que sus padres le han dicho hasta el cansancio cada que la miran triste.

- De acuerdo, sí es algo…

- ¡Ya sé! Estás así porque tu mamá salió de aquí hace ya un buen rato y no ha vuelto – aquella frase le saca una sonrisa, los niños son ingenuos, mucho y muy sinceros. Logran ver la vida de un modo diferente a como los adultos lo hacen y aunque ella no lo es, está creciendo y ve lo difícil que es vivir la vida.

- Ven, siéntate conmigo – palmea el borde donde ella se ubica.

- Pero ahí hace frío, tienes la ventana abierta y me dará a mí – ella cree que al mantener la ventana abierta el frío puede hacer que sus ideas sean más claras – te vas a enfermar – pequeña, la otra niña, repite con sabiduría todo lo que le han dicho – espera… – le dice ella y corre al armario, toma una manta que envuelve en su cuerpo y dispone a sentarse a un lado de la niña que es más grande.

- ¿Sabes por qué somos hijas únicas? – le pregunta con un dejo en voz como si fuera toda una catedrática.

- Mamá y Papá dicen que ellos eran muy jóvenes cuando me tuvieron.

- Sabías que tu mamá y mi mamá se embarazaron a la misma edad – con una sonrisa pequeña en el rostro, le hace una observación que pocos en la familia habían notado.

- ¿En serio? – dice ella con una gran cara de sorpresa.

- Sí y eso nos hace como hermanas, además de que la diferencia en edad que tenemos tú y yo es la que mi mamá y tu mamá tienen.

- ¡Wow! Deja de decir tantas cosas, me dará dolor de cabeza – pequeña e inexperta en muchas cosas, se sorprende de las coincidencias mayores que existen en su propia familia.



La niña más grande la abraza a ella, la quiere como si fuera su hermana y el sentimiento es reciproco. Ambas tienen un héroe en común: Mariella Dekker…



- Y Malle qué tiene en común – su mente ágil y prodigiosa le hace preguntas a su mayor.

- No muchas – suelta en un suspiro – por más que busco, no encuentro algo certero.

- No te entiendo – ella, estando recargada en su pecho tiene que girar su cara hacia arriba para poder verla y expresarle con más seguridad su dudar.

- Es como si ella se reusara a tener cosas en común con ambas…

- Osea, qué no las quiere – interrumpe la pequeña con un susto.

- ¡Claro que las quiere! ¡Nos quiere a todos!

- ¡Ahhhhh! – pasa una mano por su frente, exagerando los modismos para expresar que se siente aliviada de la respuesta que le proporcionó.

- Si te digo un secreto… no se lo dices a nadie – inquiere para la pequeña.

- ¡Te lo prometo!

- ¿Segura?

- ¿Alguna vez te he fallado? – dice ella testaruda – nunca le dije a la Abuela Olga que tomaste uno de los platillos de la navidad pasada y se los diste a los niños que merodeaban por la Casa Real – encorvada de hombros espera que aquello sea suficiente para demostrar su fiel silencio.

- Es que tengo mucho miedo – expresa ella en un tono de inseguridad. Es la primera vez que la pequeña niña la mira asustada, siempre es la valiente, la aventurera, la primera en todo y ahora uno de sus grandes héroes sabe que tiene miedo.

- ¡No lo tengas! – le dice ella realmente asustada. Se gira tan rápido como puede para darle un abrazo que la reconforte.

- No debí meterme a la habitación de Malle sin permiso…

- ¿Te regañó la Abuela Olga? – preocupada de que la más grande autoridad en la familia esté enojada con ella, es también presa de algún miedo.

- No, no es nada de eso. Sabes que Malle está un poco enferma, por eso estamos aquí – la pequeña asiente con la cabeza y eso la pone triste – cuando la vi, ella también me vio…

- ¿Y qué te dijo? – dice animosa, de todo lo que escucha de los mayores nunca ha identificado algún dialogo de ella.

- Es que… ellos creen que está como dormida pero no lo está, ella me miró y me suplicaba muchas cosas con la mirada…

- ¡Quiero verla! ¡Quiero que me mire! – ruega ella – los adultos no quieren que nosotros estemos allá pero yo la extraño mucho…



Cuando uno es pequeño pocas cosas son imposibles porque las cosas a pesar de ser enormes, así de voluminosas son las oportunidades que tenemos para resolver nuestros pequeños problemas. Cuando crecemos, encontramos tan pequeño el mundo que nosotros mismos cerramos las oportunidades al amor, al corazón, a la razón, a la ayuda, al entendimiento y somos capaces de alejarnos de los que tanto amamos para no hacerlos sufrir con escusas tontas. Cuando uno es pequeño, aquellas escusas tontas ante los adultos son las más habilidosas para escapar al mundo de fantasía que es la imaginación donde no hay límites y sí grandes posibilidades.

Imaginar qué es lo que haremos es un juego de niños. Pensar qué es lo que debemos hacer es un deber de adultos.



- Ya estamos aquí – dice la más pequeña merodeando por la blanca habitación.

- No vayas a tocar nada – le advierte la mayor. Es un juego peligroso haber entrado a la habitación.

- ¡No lo haré! – se queja ella – ¿Por qué está dormida? Si sólo está dormida deberían llevarla a casa.

- Es más complicado que eso. Sabes bien que a los grandes les encanta complicarse la vida.

- Si dices que ella está dormida pero a ti si te ve ¿cómo es eso? – desesperada porque no logra que la mire a ella, empieza a hacer preguntas, muy obvias.

- Ten, sube a este banco para que no cuelgues de la cama – obediente la pequeña sube a la escalinata que le ha dado.

- ¿Dime qué hacemos? – ansiosa pregunta – ¡quiero que me mire!

- ¡Es que no sé cómo funciona!







- ¡Vamos dime! ¡Tú eres la mayor!

- Sí pero eso no significa que lo sé todo.

- ¡Mariella ayúdame! – le grito del otro lado de la puerta del baño, puerta que abre de un jalón.

- Sólo dice que… que lo hagas y que se pondrá de colorcito y ¡Voila! Andreas dejará de morderse las uñas allá afuera.

- ¿Qué nunca has usado una de esas pruebas? – sentada sobre la tapa del escusado la miro como juguetea con la caja de la prueba.

- ¡Disculpa! – dice ofendida – te equivocaste de hermana, yo no soy la que tiene una hija que ya acude al kindergarten.

- Ya sé pero si le digo a esa hermana me colgará del asta más alta que encuentre en Alemania. ¿Nunca usaste una de estas?

- ¡Qué no niña! Yo soy de las que acude a las fiestas con globos, gorritos, serpentinas y todas esas cosas monas – con mal gesto le he respondido a su nada divertido comentario – ¡Andreas! – grita lo más que puede – ¡Ven! – cuestión de segundos y la puerta de la habitación se abre.

- ¿Ya? ¿De qué color se puso esa cosa? – dice él con la respiración arrítmica.

- No la ha hecho – le contesta mi hermana – creo que no sabe cómo usarla y…

- Pero leímos las instrucciones todos juntos ¿no? sólo tiene que… hacerlo y ya.

- Lo hacen sonar tan fácil – me llevo las manos al rostro de desesperación.

- ¡Tengo una idea! – con las manos en alto Mariella anuncia.

- ¿Qué? – le decimos como robots Andreas y yo.

- Son las… – mira la pantalla de su celular – las siete de la noche. Llamaré al laboratorio para una cita el día de mañana a primera hora. Sólo que ya no podrás cenar Lielie.

- ¡Ay Malle! Hambre es lo último que tengo – le hago saber levantándome y saliendo tras de ella a lo largo de mi habitación, Andreas va detrás de nosotras – ¡hey detente! – le exijo en cuanto veo que toma el teléfono para llamar.

- ¿Qué? – dice ella confundida.

- Sí ¿Qué? – repite Andreas.

- Nadie se enterará ¿verdad?



Me pone de nervios pensar que tantas cosas puedan pasar sin habernos dado cuenta. Yo, yo me veo normal, nada diferente hay en mi ¿o sí? Acaricio mi vientre frente al reflejo del espejo, un vientre que se ve normal. Son las tres de la mañana Andreas duerme, a mi la preocupación no me deja.

Salgo de mi habitación y merodeo por todo el pent-house sin saber qué hacer. ¿En cuántos problemas voy a meter a Mariella? Y ¿En cuántos me metí yo? Alguien dígame que hay una solución a todo esto.

Nunca había visto a Andreas tan tenso, tal vez no lo conozca lo suficiente y su silencio mortal en el que se ha sumergido después de dar las gracias y salir del laboratorio no es nada cómodo. Me ha llevado a un restaurante para que desayune, él se rehúsa a comer algo, sólo mira hacia la ventana y tuerce la boca sin parar. Mi teléfono celular en modo vibrador comienza a hacerlo en el bolsillo de mi pantalón, un mensaje de Mariella avisándome que estará en su oficina hasta pasado el medio día y que podemos estar a solas y tranquilos en el pent-house. Eso mismo le notifico a Andreas que apurado paga la cuenta y en el mismo silencio salimos hacia otro rumbo. Con el sobre, cerrado aún en mi bolso.

Por lo poco que me pude guiar estamos al sur de la cuidad, en una enorme casa. Andreas abre la puerta y un larguirucho perro nos da la bienvenida.



- ¿Quién es? – se escucha al fondo, parece ser la voz de Bill o Tom, con ese grito es difícil distinguirla.

- ¿Qué hacemos en la casa de tus amigos? – le pregunto, mirando a mis alrededores y que el perro que nos recibió me sigue por el olor que llevo impregnado del perro de Mariella.

- ¡Soy Andreas! – grita y de inmediato sale Bill con apenas una camiseta sin mangas y un pantalón de pijama que lo hacen ver muy escuálido.

- ¡Hola! – comienza él muy animado hasta que repara su mirada en mi – ¡oh, oh! Hola Amélie – dice un poco nervioso y se cruza de brazos tratando de disimular su atuendo – ¿Qué los trae por acá?

- Puedo usar la habitación de huéspedes por un momento – le dice Andreas con el semblante serio y haciendo caso omiso a las palabras de cortesía que Bill le ha dicho. Sin saber sus planes exactos atino a bajar la mirada y Bill nos mira confuso.

- Ah, bueno, sí, claro… adelante – duda y balbucea para dar su aprobación – ya… ya sabes el camino Andreas. Vayan.

- Gracias – le recita apenas audible Andreas.

- ¿Desde cuándo ese idiota nos usa como hotel? – escucho a Tom cerca ya del lugar donde está Bill de pie – ¿Le cobraste cover? – las risas de Bill se hacen sonar por el comentario de Tom.



Doblamos en un pasillo y me abre paso en la primera habitación, al hacerme pasar delicadamente me despoja de mi bolso, me toma de la mano y me guía hasta la cama, se sienta y por inercia lo hago yo. Me acurruca en su pecho y acaricia el cabello.



- Duerme – me recita en un tono tranquilizador mientras me da un beso en la coronilla.







Andreas Dagen…

Acaricio su cabello hasta que logra quedarse completamente dormida, cosa que no fue nada difícil. Por la noche pude darme cuenta que no durmió absolutamente nada. Ahora mientras la rodeo con mis brazos pienso todas aquellas posibilidades que hay una vez abriendo este sobre. Sinceramente ahora tengo mucho miedo y desearía estar solo pero sé que no me puedo ocultar de mis actos y tengo que hacerme responsable de lo que pueda venir…

Suenan un par de golpeteos en la puerta, temeroso a que Amélie se despierte, susurro un pequeño “¡Adelante!” es Tom asomándose.



- ¿Oye hermano, estás bien? – me dice tímido desde el marco. No sé porque pero no puedo responderle a esa pregunta.

- ¿Se puede? – la voz aún más tímida de Bill suena por detrás.

- Está vestido – le responde Tom y Bill curioso se asoma un poco.

- Bueno Andreas nosotros vamos a salir por un poco de comida y nos preguntábamos si querían algo. Llevan ahí dentro más de dos horas – caigo en la cuenta que aquello es verdad.

- Sí, estamos bien – me levanto de la cama para ir hacia ellos – Amélie necesitaba dormir…

- ¿De verdad están bien? – Tom vuelve a preguntarme y señala el sobre que tengo en la mano donde es evidente el logo del hospital a donde fuimos. Cierro la puerta con sigilo y miro a mis dos mejores amigos de toda la vida verme con temor.

- ¿Están bien Andreas? – inquiere Bill – por qué ese sobre y tus nervios…

- ¡Nervios! – dicen a la par los gemelos y me miran de golpe.

- ¿Ella… ella y tú… van a…?

- No sé Tom, eso se supone que dice este sobre pero aún no lo abrimos – le respondo con los ojos acuosos.

- ¡Oh por Dios! Andreas – Bill me mira demasiado sorprendido – cuándo se los entregaron.

- Hoy por la mañana – suspiro.

- Mariella te va a matar – dice Tom tratando de ser divertido, Bill lo mira serio y él se alza de hombros.

- Ella, ella creo que también está nerviosa, dijo que iba a ir a trabajar hoy hasta el medio día. Nunca hace eso.

- Bueno no falta mucho Andreas, deberías ir con ella y vean juntos que dice el sobre ese.



Tom me da aquel consejo, después de todo parece tenerle un buen aprecio a mi cuñada. Tomo mucho aire y me despido con una mirada nostálgica de mis mejores amigos para despertar a Amélie y salir con ella rumbo al pent-house.

Cuando llegamos Mariella ya está esperándonos nerviosa, justo como lo auguró Tom. Repara de inmediato en la cabizbaja Amélie y luego en mi autismo en el que me sumí debido a los nervios que me provoca todo esto. Me dejo caer en el sillón a un lado de ella, es audible como traga saliva y nos mira sin cesar. Nadie se atreve a decir algo, es una tensión nefasta la que se siente en este estúpido lugar y para colmo es uno de esos días en los cuales el clima no termina por componerse, no señor, el día de hoy pinta tan negro, tan frio que un escalofrío me recorre por la espina dorsal.

El timbre se hace sonar, los tres nos miramos de inmediato, no tengo idea de qué piensen las chicas pero las únicas personas que vienen a mi mente son mis padres. ¿Ellos vendrían el día de hoy justo aquí?

Mariella al ver que nos hemos quedado con un miedo paralizante se levanta y la piel de los sillones hace un ruido de lo más tétrico cuando lo hace. Habilita el interfon para averiguar por medio de la cámara quién nos llama. La imagen se despliega desde la entrada de la residencial y son bastantes cabezas las que se alcanzan a ver por la pantalla. Enfoca un poco la cámara hacia abajo y…



- ¿Qué hacen aquí? – es lo primero que suelta, tan abrupto y cortante, como si le hablara a Phoebe. A escuchar eso Amélie se levanta hacia mí para ver lo que pasa.

- ¿Quiénes son? – me dice ella recargándose en el descansa brazos del sillón – ¿Los gemelos? – niego con la cabeza por su comentario y dispuesto a contestarle una vocecilla me interrumpe.

- ¡Ya te he dicho que os des la copia de las llaves!

- ¡Oh por Dios! – se lleva las manos a la boca – ¿Vienen todos o sólo es Kin?

- Un segundo – dice Mariella por el micrófono – estoy hablando con los de seguridad para que los dejen entrar ¿Cuántos autos son?

- Vienen todos – le respondo con pesar y ella deja soltar una gran cantidad de aire por la boca.



La tomo de la mano para que deje su posición extraña para ver lo que pasa en la pantalla y la siento en mis piernas, se acurruca fácilmente en mi cuello y sus brazos rodean mi cuello. La tomo por la cintura y con eso quiero expresarle que sea lo que venga todo estará bien, aunque, no me sale ni una sola audible palabra de la boca…





3 Alas:

Karla Díaz dijo...

exacto!! si ya te lo habéis dicho maja! jooder que no te enteras!! de verdad! cuando me das la copia!!!
jajaja!!!
claro! en momentos tan oportunos la llegada de todos le da el toque!

OreoEffeckt dijo...

todo este pinche chisme para quedarse así! :@


además ya todo el mundo sabe que vana tener un bebé!

ahora saldrás con la mamada de que esta es falsa alarma y es después pfffffff xD

y al fin un capítulo largo!

shaira beluga dijo...

jajajajjajajaj Kin!!! jajajaja