Capítulo XXVIII [ Parte 3 ] Ahora bajo el agua puedo respirar.



Al entrar al departamento con la llave extra que me había dado en casa Geo logré entrar y dejé pasar a mi hermana en medio de la confusión. Iba completamente muda, hasta cierto punto era algo bueno que no hiciera preguntas pero más bien lo que hacía era cerciorarse con la mirada de que estuviera en el lugar correcto, y vaya que lo estaba de aquello no cabía le menor duda. Dimos un par de pasos más.

Yo, insegura porque desconocía el lugar completo y lo admiraba poco a poco, Amélie con paso seguro se dirigió a la barra de la cocina que se encontraba de frente a unos metros de la puerta de acceso, por el contrario a mí que me quedé de pie esperando a que las voces que escuchaba provenir de una similitud de un segundo piso se acercaran a nosotros y remarco similitud pues sólo eran cuatro escalones en un puente que daban, parecían el resto de la casa. Frente a mí se desplegaba la cocina, un comedor, la sala y más al fondo un balcón.



- ¿Quiénes son los que hablan huh? – exclamó mi hermana cortando mi visión para el resto del departamento.

- ¡Qué ganas Hagen! No pudiste sólo llamar. No le va a pasar nada a tu departamento. Nunca le ha pasado nada, confía en mí – esa voz molesta es la de Fabiho – Kin jamás se queda conmigo – se queda de pie en el descanso de las escaleras abrumado. Sólo viste unas holgadas bermudas y el torso desnudo, despeinado por completo, con la barba crecida un poco. Su cara ahora no es de fastidio – ¡Hey, hola chicas!



Se queda estático y detrás de él sale Geo con una ligera risa encantadora en el rostro. Siento como la mirada de mi hermana va de ellos dos a mí intermitentemente. Geo baja las escaleras para acercase y yo ya le estiro la mano para recibirlo, cuando llega a mi lado me da un beso en los labios y su mano, que en pocos días me he acostumbrado a que sea así, se coloca acariciando las costillas de mi lado izquierdo. Esos dos no pueden con la sorpresa, el miedo, el desconcierto y nuestras miradas cruzándose para después sonreírnos.



- Dame un segundo – dice Fabiho perturbado una vez que les hemos explicado todo hasta el día de hoy lo que hemos hecho y queremos hacer – déjame ir a vomitar – Geo y yo soltamos un par de risas.

- ¿Esto es enserio? – recalca mi hermana – vaya, no es una de tus bromitas de mal gusto…

- Amélie – echo la mirada hacia tras – no es ninguna broma. Todo este tiempo he estado con él.

- En nuestra casa – me interrumpe.

- ¿Qué? – escupen a la par.

- ¡Vamos Amélie no te niegues! ¡Por favor! Esa, esta es mi felicidad ahora – imploré.

- Fabiho. Hermano hazme ese honor – Geo se levantó hasta donde estaba Fabiho detrás del sillón de Amélie – lo hemos logrado y no queremos separarnos.



Fabiho se rascaba la cabeza una y otra vez incrédulo aún de lo que veía y peor aún de lo que le pedíamos. Amélie lo miraba buscando la aprobación para concedernos que ellos dos fueran nuestros testigos ante el registro civil. No mucho después, ambos aceptaron alegres. Cuando por fin se dieron cuenta que no era ningún tipo de broma al ver el acercamiento que él y yo teníamos frente a ellos.

Debimos esperar a que Fabiho se arreglara un poco y que los abogados de Georg arreglaran lo que podían. Una decisión a las seis de la mañana no les daba para mucho dado las once que eran. Firmaríamos el acta en blanco completamente y sólo se quedarían las copias básicas de nuestros documentos. Con más tiempo nos dedicaríamos un día con los abogados para especificar los términos y condiciones. Mientras tanto queríamos tener la certeza de que podíamos ir a nuestro viaje a Noruega, todos, como una familia.



- ¿Quién en su sano juicio firma un contrato en blanco? – alegó Fabiho al salir de las oficinas y subiéndonos a mi camioneta.

- Nosotros – suspira Amélie – nosotros, por culpa de éste par.

- Sólo díganme que no se van a divorciar en tres meses o algo así, hermano – no me aguante las ganas de fulminarlo con la mirada por su imprudente comentario.

- Cuando una se casa, generalmente no está pensando en divorciarse Fabiho – le aclara Geo.

- ¡Dios! ¿Cómo me voy a aguantar las ganas de decírselo a los chicos y sobre todo a Kin?

- No dirás nada – inquiero – absolutamente nada hasta el día de la boda de Ela. No falta mucho así que puedes soportarlo un par de semanas más.

- ¿Irán juntos?



Afortunadamente la camioneta seguía apagada, Geo y yo volteamos al mismo tiempo a la parte trasera donde iban ellos dos a ver directamente a Fabiho por su reiterante pregunta.



- Creo que eso significa que sí – con un dejo de nervios Amélie le aclara.



Regresamos al departamento de Geo para despedirnos de Fabiho, una despedida sin duda emotiva.



- Cuídate hermano – Geo abraza a Fabiho quien es el que le habla – cuídala y cuídense ambos, quiéranse mucho.

- Así lo haré Fabiho. No lo dudes ni un momento – voltea a mirarme y sonreírme – me ha costado mucho llegar a ella para dejarla ir. La amo y la cuidaré – se dan un abrazo fuerte, de esos donde las palmas de las manos hacen fuertes ruidos de amistad en la espalda de cada uno.

- ¡Ven acá! – me extiende los brazos ahora a mí – felicidades Mariella.

- ¡Gracias! – atino a decir a secas antes de que lo que sea que tenga que decirme me haga ponerme ridículamente sentimental.

- Ya era justo para ti y para él. ¡Cuñada! – grita feliz y con su abrazo logra alzarme del piso varios centímetros – ahora tienes una comida pendiente con tus cuñadas y tu suegra.

- ¡Fabiho no la asustes! – entre risas alega Geo que abraza a mi hermana – ya firmó, no digas nada más.

- ¡Oh no hermano! Mis hermanas deben saberlo, ¡mi madre, por Dios! No vas a olvidar a la mujer que te soportó durante tantos años mientras Penny iba y venía por su trabajo en el hospital y tú no dejabas de hacerte chichones y heridas cuando te quedabas solo en casa.

- ¿Tienes hermanas? – pregunto extrañada, no me imagina a Fabiho con hermanas.

- Sí y tres: Jessica, Celina y Veronika – enuncia muy feliz él.

- Y ni digas que me muero de los nervios debo conocer aún a mi suegra directa – expreso.

- Y yo mañana viajo con ellas a Noruega a enfrentarme a toda una Realeza – los nervios en la voz de Geo son notorios.

- ¡Suerte! – exclama a lo alto Fabiho – su familia es encantadora. Sobre todo su Abuela.

- La Abuela Olga te matará – agrega muy divertida mi hermana dándole palmaditas en el hombro a Geo, lo que le saca una buena cara de susto.

- ¡Amélie no lo asustes! ¡Ya firmó! – repito las palabras de mi marido.



En un ambiente más tranquilo volvimos al departamento a dejar a Amélie y que hiciera sus maletas para a media tarde encontrarnos e ir de vuelta a Magdeburgo a casa de la Abuela Bernardette para la cena. Una de sus tareas era cerrar la boca acerca de lo que esta mañana habíamos hecho, mucho menos decirle algo a Andreas. Nosotros llegaríamos de sorpresa para ver una cara más. Y así fue sólo que nosotros también entramos dentro de la sorpresa cuando en el departamento nos encontramos con Bill y Tom divertidos con Andreas jugando con la consola de videojuegos.



- Dice Jost que le avises cuando no se te ocurra ir al estudio – se quejó Tom jadeando por lo concentrado del juego.

- ¿Qué? – replicó Andreas que no despegó la vista de la pantalla.

- Le digo a ese idiota que está parado a lado de tu cuñada.

- ¿Quién? – Andreas voltea y nos mira asustado.

- ¡Gané! – festeja con brazos en alto Tom.

- Ay Andreas eres un idiota, como volteas, Tom siempre hace lo mismo para ganar – Geo le habla y Bill se burla.

- Si no es mucha indiscreción ¿Qué hacen ustedes juntos aquí? – Andreas se acerca demasiado a nosotros de una manera misteriosa, analítica.

- ¡Ya son novios Andy!



De las escaleras baja lentamente mi hermana con una pequeña maleta en mano. Anunciando que en cuanto nos quisiéramos ir, ella ya estaba lista. Enseguida las preguntas para nosotros del por qué también nos íbamos saltaron de parte de los gemelos y alegando que en otro par de días viajarían a Los Ángeles para una revisión con la disquera de allá. Lo maravilloso era que habíamos pedido permisos para ausentarnos un par de días y Geo llegaría directamente a USA en un vuelo desde Noruega, David no se opuso siempre y cuando Geo llegará a tiempo.

Platicamos un par de minutos más mientras nos despedíamos de los hermanos y Andreas peleaba con Georg con respecto a que camioneta llevar sí la de Amélie o la mía. Al final ganó Andreas y Geo fue su copiloto. Lo frustrante: Andreas manejaba tan cual viejito por cuidar según él la integridad de Moniquée. Afortunadamente llegamos a escasos minutos de que sirvieran la cena, lo genial era la cara de la Abuela que no dejaba de mirarme con su gran sonrisa; poco le faltó saltar sobre la mesa para abrazarme y apretujarme. Hizo buenas conversaciones con Geo, su tema central figuró en el deporte de balonmano hasta que casi nos fuimos a dormir. Al día siguiente temprano a primera hora saldríamos en un jet directamente a Noruega a sorprender a mamá el día de su cumpleaños.

Cuando llegamos a mi habitación Geo se quedó recargado a un lado de la puerta con la cabeza baja.



- ¿Qué pasa? – pregunté asustada de que se quedara tan inmóvil.

- ¿Puedo pasar a tu habitación? – musitó.

- ¿Qué?

- La única y última vez que estuve aquí me…

- ¡No lo digas! – me sobresalté – ¡No lo digas! – supliqué. Sabía perfectamente que aquella noche le había roto el corazón por completo.



Lo lleve a tirones hasta dentro, cerré la puerta tan rápido que se alarmó; sin soltarlo de la mano lo llevé hasta la cama que se ubicaba del lado derecho invariablemente, ahí lo aventé prácticamente lo cual lo sorprendió más cuando me subí en él.



- Olvida aquel día por favor – bisbisé – olvídalo por completo – acaricié su fino rostro con las yemas de mis dedos.

- Sólo era una broma, lo siento Malle – sonrió y fugazmente me besó – de aquella noche sólo recuerdo tu bello dormir y aquel beso…



Interrumpí su diálogo para irme contra esos finos labios que estaban ligeramente abiertos. Deseaba aparentar que no había pasado el tiempo y la habitación estaba llena de velas encendidas, llena de rosas como encontré al despertar la noche de mi cumpleaños. Cerré mis ojos rápidamente y él dejó de sostenerse con sus brazos para enredarlos en mi cintura, esos labios que eran mi propia perdición. Hábil me cargó y reposó con cuidado sobre la superficie de la cama, comenzó a besarme, acariciarme y despojarme de la ropa y la cordura con sus manos bailando su propia danza en mi cuerpo. Jugueteó con mi oreja haciéndome sentir más cosas de lo normal…



- ¿Sabes qué adoro? – preguntó tan suave en mi oído y siguió tanto en su juego de seducción que respondí con un gemido – estos tres lunares que tienes de tu lado derecho en tus costillas.



Llevó una de sus manos hasta ahí para acariciarme exactamente donde se ubicaban. Sonreí inmediatamente al contacto, quién se iba a imaginar que unas diminutas manchas como esas enloquecieran a un hombre. Ahora entendía también porque le gustaba asirse constantemente con su mano derecha a mí la mayoría de las veces y si no podía, hacía todo lo posible por cambiar de lugar para sostenerme como le placía.



- Otra cosa que adoro es el infinito azul de tus ojos… – en medio de la oscuridad los abrí para encontrarme con el brillo de su mirada y en mi mente recordaba el jade de sus ojos.

- Tu sonrisa es hermosa…



EL juego de halagos, caricias y besos nos duró casi toda la noche. Argumentaba que ya tendría tiempo para dormir cuando se fuera a América. Ahora sólo quería disfrutar de la noche, de la noche de bodas que aunque no era una como tal para mí fue la mejor; acompañada todo el tiempo de su voz en medio de la oscuridad y su piel tocando la mía de mil maneras posibles me hacían no querer ignorar ni un segundo a su lado. Los quería todos para mí.

La visita a Noruega fue todo un éxito, éramos esperados por todos menos por la cumpleañera. Hasta Xavier se dio el lujo de acompañarnos en el mismo jet, había dejado botado su trabajo por ir hasta aquel frío país para felicitar a su hermana y estar un día más con ella. Se divirtió como todo un quinceañero ganándoles en el póker a Andreas y Geo. Mi madre casi se desmaya de vernos a todos, a sus dos yernos, hermano, madre, su hija enorme, saludar a la pequeña Moniquée y en un abrazo me recitó al oído que si no fuera porque había demasiada gente festejándola estaría llorando de alegría por verme por fin después de muchos años con una sonrisa en el rostro.

Sophia, cumplía 40 años, era una mujer muy bella, siempre han dicho que sus tres hijas tenemos muy marcada una parte de su rostro; ojos azules y grandes, de largo cabello rubio, con un rostro redondo y angelical, era una mujer de imponente altura, era aún más alta que Melissa que era la más alta de las tres. A primera instancia no le creerías que tiene esa edad y mucho menos es madre de tres hijas y abuela de (casi) otras dos niñas.

En La Realeza Noruega, desempeñaba el cargo honorifico de Viuda del fallecido Príncipe, Alun Dekker. Un trámite que fue muy engorroso para que pudiera tener su nombramiento oficial y principalmente se encarga de la administración de todos los negocios que dejó mi papá de exportaciones que logró formar cuando la Abuela Bernardette escuchó su historia y financió una carrera en Negocios Internacionales. Ahora Sophie era la encargada de ese gran imperio que construyó desde el rincón de Magdeburg.

Durante la cena de cumpleaños, hubo una bandera blanca. Geo se había encontrado de inmediato con Melissa, platicaron durante varias horas mientras yo jugaba con Tabatha, estaba enorme, su rostro ya era un poco más alargado, estaba dejando la inocencia de los tres años y a su vez los encantadores rizos que la hacían verse como toda una muñeca de aparador estaban alejándose (algo bastante cómodo ya que no era muy agradable ver el reflejo del cabello de su padre todos los días) también su cabello se estaba oscureciendo un par de tono, casi siete meses y su cambio era muy notorio. Además de juguetona al por mayor.

Cuando fue la hora de interactuar con la Abuela Olga, extrañamente a mi parecer, se comportó de una manera muy condescendiente al decirle a que se dedicaba Georg. Cuando salimos de la hora del té me explicó Amélie que la Abuela estaba completamente resignada a que nosotras dos no formáramos parte de la Realeza, a pesar de ello, nuestra felicidad la hacía feliz. Nos dejaron una hora para poder arreglarnos antes de bajar a la cena preparada en honor de mi madre.

Un bonito detalle de la Abuela más: el equipaje de Geo estaba en mi habitación.



- ¿Segura que esto es legal? – me preguntó abrumado.

- Y si no, la única que da órdenes para que los equipajes se acomoden es La Reina, nadie más por lo que lo veo completamente legal – disipé su duda.

- Hasta pareciera que nos hemos tatuado en la frente que nos hemos casado. Melissa está feliz por cierto, nos desea lo mejor – recostada en su pecho, ambos dentro de la amplia bañera. Su comentario me hace muy feliz – no le dirá a nadie, me lo prometió.

- Y ¿te ha dicho algo más? – el tono de mi voz, uno dudoso, le reveló el anhelo que tenía.

- ¿Estás lista? – preguntó sorprendido.

- Creo que tanta felicidad me da impulsos para querer arreglar todo…

- No la presiones – suspiro en mi oído – está feliz por nosotros pero el fuero interno que tiene es una pelea con ella misma muy abrumadora.

- Me da gusto que la conozcas tan bien – sonrío – ¿Qué piensa? – solté demasiado curiosa.

- Sabe que su temperamento y el tuyo son una bomba mortal por eso prefiere quedarse callada…

- Ya sé – me rendí – sólo dile que la amo.



Con esa frase di por terminado el tema. Sabía de antemano que esa era una de las razones principales por las que se había alejado de mí. El silencio, al principio, definía una furia contenida de muchas cosas, que si me hubiera reprochado en ese momento probablemente terminaríamos peleando por quién perdió la muñeca cuando teníamos seis años. El silencio después de meses me pareció una exageración pero seamos realistas quién en su sano juicio soportaría que al hombre que amas no te corresponda y éste busque amor no sólo en tu mejor amiga de toda la vida sino tu hermana. El silencio por años, hasta hace poco tiempo lo comprendí: una hija de aquel patán.

La cena recatada de mi madre (que verdaderamente era nada a su estilo) se llevó a cabo con gran éxito. Al día siguiente por la noche nos despedíamos de Noruega. Mi madre vendría con nosotros para estar presente en la boda de Ela y Carlo y por supuesto el nacimiento de Moniquée. Una experta mujer que parió tres niñas, seguro le sería de ayuda a mi hermanita.

Desafortunadamente y lo sopeso con un gran suspiro en la enorme sala de espera del aeropuerto privado de La Realeza; es: que tengo que separarme de Geo por largos quince días. Era nueva en el equipo y no era demasiado indispensable que yo viajase y para Geo lo molesto había sido que los de Interescope querían que grabaran ciertas canciones bajo su supervisión. Al momento de despedirnos, estaba molesto por esa razón.



- Soy toda una recién casada y mi marido me abandona – abrazada a él de frente le sonrío.

- Te llamaré a cualquier hora que me nazca, recuerda que hay siete horas de diferencia – se ríe del mismo modo pícaro que yo – dale las gracias a tu Abuela por mandarme en uno de sus jets. Jost se va a ir de espaldas cuando le reporten que no he utilizado el pase de abordar y llegaré un poco antes.

- No te preocupes, estoy lista para soportar la paranoia del jefe – nos reímos a la par siendo discretos para no mermar la plática del resto.



Pocos minutos después llega el capitán del jet en el que Geo viajará para indicarnos que puede abordar. Lo acompaño hasta el túnel cerrado que conecta la sala de espera con la entrada del jet. Cinco minutos de privacidad no nos son suficientes para despedirnos, abrazarnos y prometernos estar en contacto. Una aeromoza nos interrumpe delicadamente. Es la hora de que me retire y Geo entre.



- Te veré pronto. Te amo.



Me dice al oído para darse la media vuelta en sentido contrario a la que yo me doy.





2 Alas:

Anónimo dijo...

ya pasa a la siguientes etapas para que lleguemos por fin a la aceptación y no te hagas pato al escribir!

reitero que falta la presencia de los telerines y no sólo de nombrarlos que actuen hagan algo!si sí ya sé la primera parte de este fan fic... bla bla, pero son parte importante asique al menos media cuartilla de aparición no?

auguró que Kin matará a Mariella cuando se enteré que se casó y no la invito tsss!!!

Atte: Kin Castella

OreoEffeckt dijo...

Presente querida profesora...
sino fuera porque sé que tendrá todavía su parte difícil lloraría de felicidad xD