AOMS - Capítulo 10: Infierno perfecto.


MAIKAIn at flamma cardia













Uno… ¡Ay!

Dos… ¡Ouch!

Tres ¡Hummm!

Nunca me imaginé que el cuerpo podría dolerme de una manera tan… tan… singular.

¡Auh!

Trato de despejar los ojos, los parpados y tomo el pomo de la puerta, quito el seguro y la abro.

—Buenos días —digo mientras me tallo el ojo izquierdo, me giró para ir a sentarme. No veo que se pase por lo que me regreso sobre mis talones desnudos a mirarla—. Pásate —insisto. 
—Meghan…
—¿Mmmm?
—Estás desnuda.

Me miro, recapacitando en mi aspecto y en teoría no es verdad.

—Llevo puestas mis pantaletas. Por eso te estoy diciendo que te pases —me dejó caer de una manera desparramada sobre el sillón. Todo el cuerpo me duele.
—Cómo es que abriste antes de que tocara…

Sigue de pie en el marco de la puerta disimulando que iba a tocar la puerta antes de que yo abriera y sus manos están sosteniendo las correas de su mochila a la altura de sus axilas.

—Te sentí… desde que bajaste del autobús y cruzaste la calle… o te vi mejor dicho.
—Megh… —me mira con desconfianza y me preguntó ahora de qué mal padezco—. ¿Estás hablando en voz alta?
—¿Meghan eres tú… ¡Woh!

Georg asomó no solo la cabeza por el pasillo, sino todo su cuerpo. Un cuerpo desnudo. Un cuerpo desnudo frente a Maika. Mi hermana.

—¡Órale!
—Como si no hubieras visto hombres desnudos antes —Maika no hace absolutamente nada por dejar su posición—. De acuerdo, yo cierro la puerta y tú cierras los ojos —me levanto del sillón para jalar a Maika dentro del departamento y le tapo los ojos—, y tú te cubres —miro a Georg con una ligera cara de diversión y al mismo tiempo de vergüenza.
—Lo sigo viendo en mi mente.

Dice Maika mientras camina a tientas. Escuchó reír a Georg en la habitación.

—Nunca creí que tuviera cuerpo de modelo de calzones.
—Por algo es mi novio Maika —digo como si fuera una obviedad.
—Puedes explicarme por qué estás hablando en voz alta —llevo a Maika aun con los ojos cubiertos por mi mano hasta el sillón—. Mientras puedo seguir viendo a tu novio en mente, tus manos no funcionan para impedirlo —siento como sus cachetes se abultan hacia arriba, está sonriendo.

Gruño.

Georg regresa con un pantalón de un conjunto deportivo gris y una playera negra hasta nosotras por el pasillo angosto en el que están las habitaciones. Deja sobre uno de los sillones, indicándome primero que lo hará, unos shorts y una camiseta para mí. Suelto a Maika para colocarme la ropa frente a ella. Podrían tacharme de libertina pero la verdad es que sin el cuidado de un adulto, la mayor parte del tiempo muchas veces parecíamos cavernícolas y nos acostumbramos a ver como lo que somos: hermanos, aunque unas veces desnudos y otras con ropa, pero el caso era el mismo.

—No tengo idea, probablemente están siendo amables conmigo por mi cumpleaños… —me detengo después de haberme colocado la playera el bajar los brazos hace que en mis músculos sienta un repentino tirón de cansancio—, por cierto, no es que yo sea grosera pero qué haces aquí tan temprano —veo el reloj de la pared cerca de la cocina por donde danza de un lado a otro Georg—. Son las ocho.

Me rasco la mejilla más por costumbre que porque de verdad sienta algo y tomo los shorts frunciendo el cejo, si los brazos fue doloroso, levantar las piernas fue algo que me saco varias muecas de dolor. Veo que mira primero a Georg y luego me responde. Trato de ver qué reacción tiene Georg de reojo pero sale ve mi campo de visión.

—Qué bueno que te has puesto ropa porque mamá no tarda en llegar para festejarte… aunque deberían bañarse, huelen a pecado.

Yo chicoteo la cabeza y mi mirada se congela al frente antes de querer soltar la carcajada que Georg sí escupió para después darle un vaso de cristal con jugo de naranja.

—¡Ay, vamos! Llevas meses viviendo sola con ese espécimen humano de hombros anchos y abdomen recién revelado a mis ojos de modelo de calzones y me vas a decir que solo le das besos. Ay, ahá.

Maika manotea de un modo teatral y Georg está revolcándose de la risa. Trato de comprimir la sensación de reírme junto con ellos y contestar:

—Hay chicas que queremos conservarnos vírgenes hasta el matrimonio y no somos unas cascos ligeros a los trece años…
—¡Seguro conservadora! —se burla—. Pero lo de la ducha es en serio, vienen las cinco emes.

La miro con cara de tonta.

—Mamá, Mosses, Mila, Melton y Mitzrael.
—Tu mamá tiene alguna condena con respecto a la letra “m” o algo por el estilo.
—No lo sé, ni quisiera adivinar la razón —le ocntesto a Georg y volteó a ver a Maika—, ¿y su hijo?

Se encoge de hombros.

—Esta mañana antes de salir de casa dijo que lo llevaría con su madre para que asistiera al entrenamiento de gimnasia.
—Desde que se mudaron…
—Nos abandonaste —interrumpió Maika.
—Lo que digas. Nunca he visto a su hijo, es decir, no es que me muera de ganas de conocerlo pero pasa tanto tiempo con Mila y ella canturrea tantas cosas de él que…
—Te dan celos —dice con ese ligero tono de voz de Georg con el que siempre me habla a diferencia del resto. Maika hace un gesto de esfuerzo en el rostro por asegurarse de haber escuchado lo que él me dijo.

Georg se sienta en el brazo del sillón para abrazarme por la cintura y darme otro vaso. Hasta que no siento la temperatura fría en la palma en mano consciente de que de verdad mi cuerpo necesita algo de ese líquido y caigo en la cuenta también de que cuando fui a abrir la puerta moría de sueño y además estoy hablando en voz alta, no es una muy clara, es como si susurrara pero lo estoy haciendo, siento dolor en el cuerpo y a la vez no siento.

Volteo a encarar a Georg bruscamente.

—Te dije ayer que te lo explicaría, que te explicaría cómo es que estoy hablando ¿cierto?
—Sí —él y mi hermana me miran con mucha precaución—, pero no veo que tengas prisa por hacerlo y yo no tengo prisa porque me lo expliques. Extrañaba escuchar tu voz…
—Pero lo he olvidado, recuerdo en ese momento el por qué tenía esa facilidad, ahora no y tengo hambre y sueño… o tenía, ahora ya estoy despierta —comenzaban a entrarme nervios—, pero eran cosas que no sentía desde que ellos me visitaron.
—¿Ellos? —dijo Maika, cerró la boca de inmediato, cayendo en cuenta de lo poco que sabía.
—Ok, Megh. Tranquilízate, la verdad es que no recuerdo que a Gustav le sucediera algo parecido así que en cuanto estemos con tu familia asumirás nuevamente tu papel, finges mover la boca pero el sonido no saldrá y será con tu mente y bla, bla, bla… ¿puedes comunicarte mentalmente aún?
—No lo sé —contesté de inmediato tratando de no caer en pánico—, es decir no siento la necesidad de hacerlo si puedo usar mi garganta.
—¿Sabes cómo lo hace Izaskun? —pregunta Maika tratando de ayudar.
—No, nunca me había preguntado algo como eso, él sólo lo hace como si pareciera natural y… y… 
—Calma Megh —me toma de los costados Georg.

¿Cómo diablos le hace para no estar perdiendo la razón en algo tan extraño?

—Puedo llamarle a Stiffens…

Y justo cuando lo dijo el sonido de mi celular en mi habitación se escuchó.

Corrí lo más que el dolor de las piernas y brazos me permitieron hasta mi habitación, era Stiffens. No sé cómo lograba ser tan oportuno.

Sinceramente no sé qué hubiera hecho sin los oportunos consejos de Stiffens minutos antes de que toda mi familia llegara, según él la transición sólo se estaba completando. Logré, de alguna manera, volver a mi conocido estado de mudez durante un almuerzo en honor a cumplir dieciocho años organizado por mamá que pasó a ser una comida y una plática por la tarde hasta que solo quedamos Georg, extrañamente Maika y yo.

—Y bien tú… —traté de hacer ademanes para hacerle saber por qué no se había ido con mamá. Había tomado una posición muy cómoda sobre uno de los sillones frente al ventanal con los audífonos puestos y perdida en el minúsculo mundo de su iPod.
—¡Georg! —gritó y este asomó la cabeza por la barra de la cocina bebiendo con prisa una botella de agua, él alzó las cejas sin dejar de hacer lo suyo—. ¿Aún no le dices? Ya casi es la hora.

El agua salió por los bordes de la boca de Georg y caminó con prisa a mí.

—Oh, sí. Lo siento.

Besó mis labios, mejor dicho los rozó. Me separé de él y miré de reojo la puerta.

—El timbre —anuncié—. ¿Qué hace aquí Rooney?
—¿Ya llegó? —dijo con toda la alegría posible Maika lanzándose a la puerta.

Por el pasillo se pudo ver segundos después como el cuerpo de Rooney salía del cubo de las escaleras, con su andar despreocupado y esos tenis de agujetitas cortas que le había dado por usar todos los días recientemente.

—¡Wow! Las comitivas en la puerta sólo las veo en casa cuando voy a ser castigada.

Se inclinó un poco para saludar a Maika y dejó caer un par de maletas de viaje pequeñas.

—Estas son algunas cosas que le puede tomar prestadas a la zorra de mi hermana, espero que sea consiente que no se las devolveré.

Por curioso que pareciera, esa chica a la que Rooney llamó zorra, era la típica chica popular del Gymnasium por la que más de la mitad de la población varonil moría por ella, era la presidenta del consejo escolar, capitana del equipo de porristas que apoyaban al equipo de balón mano y la peor de las maldiciones, que no era precisamente que nosotras éramos a las que nos hacían sufrir con sus burlas o malas pasadas, no, lo peor de todo eso era que Osmara, era la hermana gemela de Rooney.

Esa fue una de las tantas razones por las que acepté la imponente orden de Stiffens para asistir a clases nuevamente mientras la banda no hacía giras, lo divertido era que a la banda también la habían regresado a la escuela, excluyendo a Gustav ya que él no había dejado de estudiar y consiguió a edad correcta su Abitur, básicamente hacía unos meses atrás y a Georg lo regresaron a donde se había quedado, justo en el 11° y era mi compañero de banca, de Rooney y mío, lo que nos hacía (los días que Georg asistía a clases todo el día) una mejor estancia para ignorar a Osmara.

«Bueno, después de tu introducción, ¿me puedes decir qué es lo que se traen en manos?». Rooney abrió la boca para quejarse pero Maika la calló.
—Aún no le ha dicho.
«Decirme qué». Georg giró los ojos y por fin dijo.
—Vamos a festejar tu cumpleaños oficialmente justo a la media noche en SchwarzLinie —abrí mis ojos tanto como pude, Georg era bueno para leer mis casi nulas expresiones faciales—. Lo tenemos todo cubierto, Rooney se encargará de arreglar a Maika, Melton está con el resto…
«Cómo van a entrar si son humanos», expresé haciendo un conflicto en mi mente.
—Muy sencillo, al momento en que un humano sabe lo que a su alrededor ocurre es capaz de tener una mente más abierta y puede llegar a tener momentos de lucidez para la visión que se requiere y tener acceso a SchwarzLinie.

Por supuesto que eso no me tranquilizaba en absoluto, mi hermana sólo tenía trece años e intentaba tener acceso a un bar donde se reunía todo tipo de cosas y aunque era un punto muerto para la magia, poderes, habilidades, manipulaciones y todas esas cosas que los habitantes de otras dimensiones poseían, no dejaba de ser relativamente peligroso.

«No la vayas a vestir como una zorra», fue lo más coherente que pude expresar, dado que no quería que vieran mi temor de llevar a un menor de edad a… ¡Bah! En ese lugar ni siquiera pedían credenciales de identificación.
—Claro que no, sólo la maquillaré y se vestirá para la ocasión.
«No la vayas a vestir como una zorra». 

Fui reiterativa mientras las veía caminar para una de las habitaciones libres, la que en su momento fue de los más pequeños de mis hermanos. Entre una cosa u otra no me di cuenta de lo cansada y adolorida que estaba. Me tumbé en el sillón halando conmigo a Georg, quedando él sobre mí.

—Me duele todo el cuerpo, desde que desperté —dije en su oído tan suave como pude, no era una intención seducirlo, simplemente era una queja real. Él sin embargo se rió—. ¿En dónde está la gracia?
—Dime por favor que te has estado quejando en silencio acerca de eso y no lo has expresado a nadie —no supe qué contestar a su comentario, no le encontraba el hilo y él lo notó—. De acuerdo, parece que no. Simplemente no lo vayas a decir en voz alta o por lo menos a alguno de nosotros o puedes quedar en evidencia.
—No te comprendo —enterré mi cara en su cuello aspirando su olor.

Sus acciones fueron tan rápidas que tarde en comprender que estaba en sus brazos con dirección al final del pasillo a mi habitación, donde se dejó caer conmigo. Un beso lleno de fuerza en los labios recibí.

—Son una de las consecuencias de estar de traviesa durante toda la noche.

Tomó de entre mis dientes, con los suyos, el labio que presioné después de haber comprendido que el dolor muscular que sufría era a causa de uno de los placeres y una de las mejores noches que había pasado a su lado.

No me quedó otro remedio que arrastrarlo con caricias al cuarto de la ducha o se nos haría terriblemente tarde.



ANGEL ON MY SHOULDER

2 Alas:

Anónimo dijo...

¿Cuando publicara el siguente capitulo? Estoy ansiosa por saber la continuación. :)

@ZaybetFrias dijo...

Hola anónimo! Pronto je! Si termino el capítulo antes prometo que lo publicaré en cuento esté de lo contrario será hasta el jueves SIN FALTA LO PROMETO. LO JURO.

Por cierto, no me hables de usted xD no estoy tan mayorcita ji ji ji :)