Meghan: A todos y cada uno los voy a proteger con mi vida. |
«Hola. Me llamo Megh. Vivo en Alemania, para ser más precisos en Magdeburgo. Tengo cuatro hermanos, aunque debería ser la segunda al mando, siempre pareció que era la primera, ¿La historia? Esa la contaré después. De lo que estoy orgullosa y tengo que presumir, es del grupo de amigos increíbles que están a mi lado… por otro tanto, bueno ¿Mis padres? Creo que la explicación de ellos me la puedo saltar para evitar el dolor, ya bastante tuve con el físico que me provocaron las heridas de ser un…»
—¡Alto! Eso, aún no puedes escribirlo.
Miro de reojo su rostro que está muy concentrado en las últimas líneas que acabo de escribir y reflexionó.
Sí. Podría ser un error decirlo ahora.
—Puedes saltarte a la parte de tu guapo novio que te acompaña ahora…
—¡Pufff! —se escucha más allá el quejido de Tom—. El guapo de esta historia definitivamente no eres tú.
—¿Quién habla de mí? —muy sincronizado con los diálogos de los otros dos, entró por la puerta muy quitado de la pena y desenfadado como siempre se ha caracterizado nada más y nada menos que mi primer mejor amigo: Izaskun.
—¿Dónde está Maika? —dijo Hagen por mí, reflejando la misma preocupación que yo hubiera expresado.
Si hubiera podido.
—Con Melton…
Dijo en un suspiro que intentó no crear pánico entre nosotros; en seguida el silencio se creó. Los ojos de todos se hicieron grandes y mis omóplatos y sus extensiones se tensaron un tanto.
Bueno, habrá que empezar por Melton, Maika e Izaskun. Lo demás acerca de mi persona y lo que soy seguramente carece de importancia.
Me relajé lo más que pude omitiendo lo que acababa de escuchar de Izaskun y comencé a escribir de nuevo mirando la pantalla de la laptop dejando de lado los primeros renglones en los que yo era la idea principal.
«Melton, es el primogénito de Nicasi y Tobías. Apenas unos meses mayor que Meghan… o sea yo, ni siquiera nos llevamos más de diez meses. Después de nosotros viene Maika rozando el récord de cuatro años menor que yo. Sí ya sé. Meltón, Meghan y Maika. Nuestros padres carecían de imaginación, niéguenmelo.
¡Ah! Y casi lo olvidaba, Izaskun. A él lo conocí hace algunos ayeres y muchas noches atrás. Aunque mi poca fiable memoria me jugó una de las suyas pues resultaba que había compartido el salón todo el último año del Grundschule y sus expectativas de que pudiéramos comenzar una amistad se vieron truncadas ya que nos separaron en la 5º Klasse y a él lo asignaron al Hauptschule. Sus padres no tenían mucho dinero en aquel entonces y creyeron que Izaskun debía seguir por el camino porque el que su padre comenzó recolectando madera de las zonas permitidas de tala e invertirlo en un pequeño comienzo de una empresa constructora de modo que Izaskun debía seguir una educación de carpintería o construcción y siendo el menor de tres hermanos, en él depositaban las esperanzas necesarias de las que perdieron en su hermano el mayor de los tres y a su hermana la de en medio, que la mantenían con una precaria educación de enfermera mientras que los problemas en su casa también aumentaban.
A mí por otro lado, a los profesores se les ocurrió mandarme a las estúpidas clases del Gymnasium justo cuando las cosas en casa se ponían color de hormiga y una niña de cachetes regordetes y sonrosados, con unos ojos muy grandes y vívidos de un color azul mezclado con gris muy extraño que para lo que hicieras y te movieras ella siempre te miraba con atención, llegó a casa envuelta en una ligera frazada color rosa. Si los profesores veían aptitudes grandes en mí, yo no le veía el chiste por ningún lado en esos momentos.
Sabía cosas acerca del sexo. Sabía que la gente medianamente mayor comenzaba con esa práctica y en los adultos era el pan de cada día. Sabía que Maika fue resultado de una de esas prácticas e incluso Melton y yo pero, sabía también que en ese momento todo iba a ser mucho peor y cuando Maika le soltó una patada muy certera en la espinilla a mamá que estaba de pie aún en el umbral de la puerta con el rostro reflejando cansancio y victoria; lo siguiente que vi fue a mi desquiciada hermana menor queriendo halar de la punta de la frazada suelta que envolvía la niña de grandes cachetes y ella cayó bruscamente en mis brazos pues el plan de Maika era arrojarla a la basura, afortunadamente Melton la agarró antes de que mamá pudiera hacerle algo por su mala actitud. Ahí, supe que Mila sería el bebé que me hiciera abandonar la niñez y comenzar una precoz madures.
Sí, Mila era mi tercera hermana.
Y que tiene que ver todo esto si yo estaba hablando de Izaskun, bueno cuando las cosas siguieron su curso en lo complicado, en algún lado debían de cuidar de Mosses mientras era un recién nacido, mientras Melton, Maika, Mila y yo seguíamos como podíamos en la escuela, y hasta sus tres años en que pudimos dejarlo en el Kindergarten para que la abuela de Izaskun, ya bastante mayor, pudiera por fin disfrutar de su vejez.
¿Adivinaron?
Sí, Mosses es mi cuarto hermano.
Tal vez después de todo Magdeburgo no es una ciudad tan grande pues la abuela de Izaskun era la acompañante autorizada de su hija, la madre de Izaskun, aquella señora que no se dejaba derrotar ante la adversidad y las malas pasadas que le dio la vida. Ella estaba condenada a una silla de ruedas y asistía a terapias en el hospital en que mamá trabajaba como recepcionista, más turnos de los debidos por semana y poco a poco fue entablando amistad con ambas al grado en que Mosses parecía un miembro más de aquella familia y no del destrozo en el que se había convertido la nuestra. Mosses se divertía en ir y venir sobre las piernas de la mamá de Izaskun en su silla de ruedas sin mover ni un sólo músculo el muy perezoso o si lo era mejor para él, en los anchos y fuertes hombros de mi tonto amigo que disfrutaba como enano la compañía de mi hermanito.
Si les describiera cómo es Izaskun probablemente terminarían enamoradas de él y es que la verdad no sé qué le ven, sólo es un chico alto tanto como lo no común que sean, de piel clara ligeramente bronceada, el cabello es de un castaño peculiar pues no es ni muy oscuro ni cercano a lo claro, el tamaño real de sus ojos por lo general los esconde detrás de los lentes que usa la mayor parte del tiempo en que no está acarreando de un lado para otro troncos sumamente pesados de madera sin hacer caso de la maquina asignada para el mismo trabajo, a eso le agradecen muchas chicas el fornido y muy marcado cuerpo con el que cuenta y que Mosses aún a sus siete años disfruta de poder ser cargado y les puedo asegurar que mi hermana Maika vive eternamente enamorada de él y no se atreve a admitirlo porque piensa que algún día Izaskun y yo seremos algo así como un matrimonio feliz o eso es lo que la mayoría de la gente sigue creyendo.
Lo cierto es que él y yo sabemos la verdad.
Después de que casi cumpliera los quince años y que Melton y yo tuviéramos que estar menos pendiente de Mila y Maika mientras que Mosses estuviera al cuidado de la familia de Izaskun, por lo general sólo tenía que ir a recogerlo a aquella casa tan pequeña en la que pasaba el tiempo mi hermano si es que a mamá se le ocurría la puntada de cubrir el turno de la noche en la zona de emergencias. Al principio fue un niño regordete el que abría la puerta en medio de bostezos y con el cabello lacio despeinado en mil direcciones y que en cuanto se percataba que era yo la que tocaba a imprudentes horas de la noche se daba media vuelta y gritaba el nombre de su papá que salía dando tumbos con Mosses en brazos perdido en sueño tratando a su vez de darle algunos golpes a su hijo por gritar de esa manera cuando mi hermano ya estaba dormido. El señor se encargaba de regresarme a casa en su camioneta desgastada, en cuanto encontraba la manera de depositar a Mosses en mis brazos se sentía de nuevo él y subía a la cabina mi bicicleta con la que solía llegar hasta su casa, también solía llevarme a un mini súper a unas cuadras de casa si es que no era muy tarde y ya se encontraban cerrados para comprarle leche y galletas a Mila y Mosses, a Maika la premiaban con dulces de colores y de sabor a jabón que ella alegaba que eran perfumados y daba igual porque simplemente sabían a jabón.
La cosa fue cambiando poco a poco y el niño regordete que me abría la puerta enfurruñado estaba creciendo, y tanto, que también se veía afectado su humor o su odio hacia mí, al grado, que un día en que esperaba a que Mosses saliera de una de las habitaciones y yo me hallaba sentada en uno de los sillones desgastados, él en vez de irse por pasillo ligeramente alumbrado ignorándome como era su costumbre me dijo:
—Tú y yo íbamos juntos en cuarto grado. Seguro no lo recuerdas ¿Verdad?
Y seguramente los ojos se me salieron de sus cuencas pues Izaskun volvió a su acostumbrada cara enfurruñada. Por supuesto tuve que aclararle que no estaba molesta, sino sorprendida de que después de casi dos años de estar sólo en el umbral de su casa por fin me dijera algo que no fuera su típico: “¡Ah! Sí, eres tú… ¡Papá ya llegaron por Mosses!” Y una aclaración nos llevó a otra; su furia no radicaba en que irrumpía en su hogar con mi presencia y la de Mosses, al contrario él deseaba que Mosses se pudiera quedar las 24 horas al día los 365 días del año en su casa y yo cada noche llegaba y me lo llevaba porque mamá disfrutaba torturarme cada vez más a menudo aceptando los turnos nocturnos. Con los días las cosas fueron cambiando y ahora quien me llevaba a casa era Izaskun…»
—¡Hey! Eso no es justo —con voz de reproche Bill exclamó.
Me detuve un momento pensando a qué se refería con su comentario y recordé que todo lo que estaba escribiendo se estaba viendo a su vez en una pantalla que dudaba le estuvieran prestando atención pero que no era el caso de Bill, él por lo general era la excepción a la regla. De pronto lo tuve cerca.
—Estás hablando —lo acompañó con el típico ademan de las comillas con los dedos— mucho de tu amigo el fortachón mientras que a esa edad tú y Rooney ya eran amigas.
Y era verdad; Rooney y yo nos conocimos cuando estábamos en el sistema Gymnasium, yo no sé qué talento le vieron los profesores si lo único que hacían era provocar a los demás con sus encantos y extravagancias en la escuela.
—¿Qué? —dijeron al mismo tiempo Tom e Izaskun.
Supuse que dejaron de mirar la pantalla en la que se encontraban jugando Xbox y posaron la mirada en la otra pantalla que estaba sincronizada la laptop con todo lo que escribía y esa era en realidad la finalidad de aquella pantalla, que donde yo estuviera escribiendo, ellos pudiesen observar siempre lo que redactara para que no olvidara en ningún momento cosas que han sucedido en todos estos años y que estoy a punto de borrar de mi memoria.
Ellos aceptaron mi decisión siempre y cuando les permitiera agregar a lo que yo escribiera parte de los hechos desde su personal punto de haberlo vivido.
Cuando menos sentí, Bill estaba detrás de mí crujiendo la boca con lo que sea que estuviera comiendo.
—¡Oye! —dio un paso atrás Bill—. No es necesario el uso de la violencia plumífera.
Hagen rió y me besó la mejilla. Yo me regocijé agitando un poco la extensión de mis omóplatos dedicándole una traviesa sonrisa, al menos los gestos de mi rostro aún podía expresarlos muy, muy ligeramente y ellos lograban comprenderme.
Volví la vista a la pantalla pues a mi mente vino la palabra «casa» por una coincidencia de palabras en mi mente, una sobre la otra y comencé a escribir de nuevo dejando aquella idea anterior inconclusa.
«Casa».
2 Alas:
bien, aquí voy...
debo decirte, mi querida Zaybet... que el prólogo me ha encantado...un buen comienzo que llamó mi atención mucho mas que el ultimo libro que leí...
en el primer capitulo me sentí un poco confusa(normal pues es el primero)...pero a medida que leía, las incógnitas se hacían mas comprensibles... ¿y sabes que?....he quedado llena de intriga y ansiosa por leer el siguiente...
muchas felicidades por esta nueva historia, como devoradora de libros oficial tengo que decirte que....este es un fic digno de leer..
abrazos y besos asfixiantes :)
Muchas gracias hermosa Agatha, comentarios como los tuyos me animan a darle con todo en este nuevo fic.
Xo.
Publicar un comentario